12. Un hombre impulsivo
Nicolás me mira con los ojos desorbitados. Karina y Tobias nos observan a los dos, sin comprender la causa de su enojo.
—¿No te habías ido? —le pregunto—. Es tarde. Mejor volvé a tu casa con tu novia. No vaya a ser que te rete...
—¿Qué les dijiste, Francisco? —repite y avanza hacia mí.
—Solo hablábamos del sueño que tuvimos todos. Seguro vos también lo experimentaste. Estábamos en una ciudad en ruinas, luchando contra unos espectros.
El chico se pone pálido. Lo recuerda...
—Fue un viaje astral —le explica Karina, de sopetón—. Nuestros espíritus estaban fuera de nuestros cuerpos.
—Yo... mirá, Karina todo bien con esas cosas new age, pero están exagerando. Bajen un poco a la Tierra.
—No son cosas new age. ¿No te acordás de lo que pasó en la fiesta? —le pregunta Tobi.
—¡NO! No me acuerdo de nada.
—Nicolás...—lo miro fijo.
—Vos también viste a las brujas verdes, Nicolás. No te hagas el boludo —dice Karina—. Te fuiste corriendo del susto.
—Eh... estábamos muy borrachos. Debe haber sido una alucinación. Seguro nos metieron alguna droga en la bebida.
—¿Todos vamos a tener la misma alucinación, en serio? —Me río—. En medio de eso, después de que te fuiste, apareció Jonathan.
—Jonathan Canclini... —pronuncia Nicolás, enrulándose el bigote—. Solo me fui de la pista por unos segundos. Volví enseguida y me pareció que Jonathan estaba ahí, quitándose un disfraz... uno de bruja verde. Pero creí que era otra alucinación por stalkearlo tanto en Instagram. ¡Ahora lo entiendo! ¡Todo es culpa de él! Seguro se infiltró en la fiesta y puso drogas en nuestras bebidas para que deliremos y nos asustemos.
—¿Qué estás diciendo, Nicolás? Es un disparate —lo reprimenda Karina.
—¡Es la única explicación racional! Ustedes son muy crédulos... ¡AH! Pero, ¿quién se cree que es ese Jonathan, infiltrándose en una fiesta de MI radio y metiéndose con los conductores de MI programa? —Nicolás se señala el pecho al hablar—. ¡Lo voy a buscar! —grita y sale a toda velocidad de la sala de locutores, dando un portazo.
Los tres miramos el reloj de pared al mismo tiempo.
—Es la una de la mañana. No creen que vaya a ir a esta hora hasta la otra radio a encararlo, ¿no?
—¿Viste la cara que tenía? —me pregunta Tobi—. FM Stars queda solo a diez cuadras.
—¿Qué le pasa a ese pibe? Tan tranquilo que parecía y se saca así... —Karina suspira.
—Ya fue. No creo que se cruce con Jonathan, tiene que haberse ido a esta hora —afirmo.
Me observan, inquietos.
—¿Estás seguro, Fran? —Tobi me mira preocupado—. En sus redes sociales muestra cuando recibe a los fan después del programa... y se queda un rato largo.
Siento que la sangre baja hasta mis pies.
—Dios, mejor voy a buscar a Nico.
—Avisanos por celular, cualquier cosa. Vamos a estar atentos —indica Tobías.
—Dale.
Salgo corriendo por el pasillo de la radio. Bajo las escaleras hacia el piso ocho donde están los ascensores que llevan a planta baja. Entro.
Vamos, vamos... Tengo que alcanzarlo antes de que se mande una cagada. Si llega a cruzarse con Jonathan o hace un escándalo en la otra radio, estamos perdidos. La puerta del ascensor se abre y corro por el vestíbulo hacia la salida. En la vereda, miro hacia ambos lados y en una esquina encuentro al chico de espaldas, subiéndose a un taxi.
—¡Nicolás! —grito, pero no me escucha.
Voy hasta la esquina y justo veo otro taxi, llegando. Lo paro y me subo.
—Siga a ese taxi —le digo al conductor, que asiente.
No puedo creer esto, es casi como una de esas películas trilladas.
Abro el mapa en mi celular. Justo como sospeché. Nos estamos dirigiendo a FM Stars... Nicolás está loco. ¿Cómo va a reaccionar de forma tan infantil y exagerada? Se hacía el tímido, pero entre esto y lo que pasó en la fiesta, evidentemente es un impulsivo de mierda.
El corazón se me acelera y la garganta se me seca de solo pensar que puedo ver de nuevo a Jonathan. Jony, mi ex, a quien amé tanto y perdí... Por favor, Dios Santo, lo único que te pido es no cruzármelo. Dejame alcanzar a Nicolás antes...
El taxi dobla, siguiendo al de Nicolás, y toma por una calle acercándose a una construcción iluminada... El edificio de FM Stars es imponente. Está pintado de verde, con algunas partes en amarillo y azul, con dibujos en rojo de estrellas y ondas de radio. Sobre la puerta está el cartel, debajo de la cual veo un montón de personas amontonadas.
El taxi de Nicolás se detiene. Le pago al chofer del auto en el que voy. Trato de bajar antes que Nicolás, pero es rápido. Apenas llego a cerrar la puerta del taxi, él ya está cruzando hacia la radio.
—¡Nicolás! —exclamo, corriendo detrás de él, buscando tomarlo del brazo.
Entonces, es como si todo el aire se escapara de mis pulmones. Lo veo a unos metros de nosotros, firmando libros y afiches que le alcanzan sus fans... Jony. Mi Jony.
Está más bello que nunca... un poco más gordito de lo que recuerdo, pero le queda bien. Se para derecho, sonríe... no tiene sus típicas ojeras. Lleva el pelo bien corto, la barba de apenas unos días.
Agradece a las personas, contento. Les habla con calma. Hay algo en su mirada... cierta intensidad. Se saca selfies con sus oyentes. Es la una de la mañana. ¿Cómo puede ser que sigan acá? ¿Tan bueno es su programa? Lo escuché un par de veces, no es para tanto...
—¡Jonathan! —grita Nicolás, que ya está a unos pasos de él.
Debería haberlo detenido, pero el shock de ver a mi ex me paralizó. Jonathan gira hacia él y entrecierra los ojos.
—Hola... ¿cómo estás? Si querés un autógrafo o que te firme un libro, tenés que hacer la fila —le contesta, con su voz tierna y amable.
—No vengo a pedirte un autógrafo. ¡Vos te metiste en mi radio para asustar a mi gente!
Los oyentes de Jonathan retroceden, asustados. Dios mío, qué vergüenza. Mejor me voy a esconder antes de que puedan verme...
—¿Qué decís? ¿De qué hablás? —pregunta Jonathan, cerrando la mano para formar un puño.
—¿Qué te pasa? ¿Venís a espiarnos? ¿No te basta con la fama que tenés? —Nicolás se le acerca aún más y lo señala—. Te metiste en una fiesta del centro cultural de nuestra radio y nos drogaste.
—¿Estás loco? Ni se te re ocurra tocarme... —le advierte Jonathan, observando el dedo índice de Nicolás.
—Y a vos no se te ocurra volver a meterte en mi radio...
Nicolás apoya el dedo en su hombro.
—Dejáme en paz. —Jonathan lo empuja.
Nicolás lo empuja a él. Corro hacia ellos, para separarlos.
Aferro desde atrás a Nicolás, que está por lanzarse sobre Jonathan, mientras los oyentes gritan desesperados y algunos amenazan con llamar a la policía. Jonathan levanta la mirada, fija esos ojos pardos y brillantes en mí... Y se queda boquiabierto, mientras forcejeo con Nicolás.
—Francisco... —su voz sale apagada, seca, muerta.
Nicolás se calma y en ese momento empiezo a temblar de pies a cabeza. Es como si me hubiera quedado sin sangre en todo el cuerpo.
No le contesto.
—Francisco, ¿qué...? ¿Qué hacés acá? —Los ojos se le humedecen por unos instantes, mientras habla vacilante. Después, entrecierra los párpados y frunce el ceño en un gesto de ira pura—. ¡Vos! ¡Basura! —Me señala—. ¿Viniste con tu nuevo novio a joderme? ¿No te bastó con cagarme la vida? ¡Te odio! —grita—. ¡Te odio con toda el alma, sos la persona que más me lastimó! Si tenías algo que decirme, no me mandés a tu puto. Bancátela en silencio, porque hace años que estás bloqueadísimo de todos lados. ¡No te quiero ver nunca más, pedazo de mierda, ojalá te mueras!
El odio en su mirada y sus palabras son un maremoto estrellándose contra mi pecho, barriendo todas las costras de mi alma y dejándola en carne viva de nuevo. Los oyentes que todavía nos rodean, incluso Nicolás, todos se quedan impactados al escucharlo.
—¿Te molesta que tenga más éxito que vos? —continúa hablando Jonathan—. ¡Lo siento! Estoy mucho mejor desde que nos separamos, mi vida es excelente. Nadie creía en mí, ¡nadie! Pero me levanté solo. ¡Me lo gané todo yo, con mi propio talento! —Se señala el pecho varias veces, furioso—. Podrías probar haciendo lo mismo, en vez de pasar vergüenza con cosas como esta. —Nos mira a Nicolás y a mí de arriba abajo—. ¡Les deseo lo peor!
Se da vuelta y se aleja caminando a toda velocidad. Los oyentes nos gritan y abuchean, empiezan a tirarnos cosas. Nicolás y yo corremos en dirección opuesta, pero nos persiguen. ¡Tenemos que aumentar la velocidad! Estamos así por un par de cuadras, hasta que logramos dejarlos atrás. Doblamos en una esquina.
Nos sentamos en el piso, agitados. Si bien todavía hace calor a esta altura del año, como es plena madrugada, nos golpea un viento fresco. Aunque trato de recuperar el aliento, siento que no puedo respirar. Algo me está ahogando. Tengo un dolor en el pecho, que sube hasta mi garganta...
Empiezo a llorar, desconsolado.
—Fran... —Nicolás apoya una mano en mi hombro y me suelto de él con brusquedad.
La angustia es tan fuerte que soy incapaz de hablar por varios minutos, a medida que mis lágrimas siguen y siguen cayendo. Pensé que tenía superado a Jonathan... o que no me iba a afectar tanto cruzármelo.
—S-sos... sos... —trato de articular, pero no puedo. Me levanto del suelo, secándome las lágrimas con el dorso del brazo. Tomo aire y lo intento de nuevo—. Sos un... egoista. Un forro. Un caprichoso de mierda. ¿Qué ibas a solucionar viniendo a amenazarlo? ¡Nada! ¿Qué necesitabas, hacerte el macho después de lo que me dijiste en la fiesta? —Lo señalo y se pone colorado de pies a cabeza—. ¡Lo único que lograste es hacerme mierda al obligarme a ver a mi ex de nuevo!
—¡No tenías porqué seguirme!
—¿Cómo no iba a seguirte? Pendejo, ¿sos consciente de que viniste a pelearte con nuestra competencia? Nos humillaste. La radio puede echarnos. Solo vine para tratar de impedir que te mandaras esta cagada y no pude. ¡Ni siquiera pude eso! Jony, la puta madre... —Me agarro de la cabeza—. ¿Por qué salió todo tan mal? ¿Por qué soy un idiota siempre?
Empiezo a llorar de nuevo.
—Fran... —Se acerca y extiende una mano hacia mí.
—¡No me toqués! Son casi las dos de la mañana y mirá dónde estamos. Todo es tu culpa.
Suena mi celular. Es Karina. Lo atiendo. Le explico medio llorando todo lo que pasó. Nicolás se lleva una mano a la nuca y mira hacia el piso.
—¿Querés que vayamos a buscarte? Tobi sigue acá conmigo —me dice Karina.
—No, no...Me voy a mi casa.
—Francisco, no podés quedarte así. Me preocupás.
—Tranquila. Te aviso cuando llego al departamento. Chau. —Corto y giro furioso hacia Nicolás—. Mejor andate a tu casa. No te vuelvas a mandar una cagada como esta. Yo te cubrí, no hablé con nadie de lo que me dijiste borracho. A mí no me importa eso, es tu problema. Solo hacé bien tu trabajo. No quiero que me hagas pasar por algo así nunca más.
El chico asiente y se queda en silencio. Le doy la espalda y me dirijo hacia una avenida, para buscar un taxi. Una vez en casa, mi gata me recibe, frotándose entre mis piernas. La levanto y la llevo a la cama, donde me duermo abrazado a ella, todavía llorando.
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