11. Mis ex, los guardianes

Despierto. Giro y encuentro a Nicolás, que duerme mi lado. Miro la hora en mi celular... tememos un rato antes de entrar a la radio. Mejor lo despierto.

Está de costado, así que poso una mano en su hombro y lo muevo con suavidad.

—Nico... —susurro—. Despertate.

Siento que algo se enciende a la altura de mi pecho. Es como un fuego inmenso, que se expande por todo mi ser en llamaradas de color magenta. Mi mano brilla en el hombro de Nicolás, donde se mezcla con su aura violeta. Se expande, al igual que la mía, y ambas se funden.

Después disminuyen su intensidad hasta casi desparecer. El fuego sigue en mi pecho y lo siento conectado al de Nicolás. Percibo sus latidos en la palma de la mano con la que aferro su hombro.

Unas chispas de luz violeta surgen de Nico, elevándose como un hilo de estrellas. Se concentran sobre él y su resplandor crece hasta que se unen para formar una figura. Es un círculo que gira sobre su eje. Tiene algo en el centro... como una letra ese o una serpiente.

Parpadeo y el círculo de luz violeta sigue ahí. Poco a poco, se desvanece. Entonces, Nicolás se mueve y suelto su hombro. Gira hacia mí y abre los ojos.

—Hola...

—Hola. —Sale rápido de la cama.

Prendo la luz de la mesita. Se queda parado y mira hacia el piso, inquieto.

—¿Estás mejor?

—Ajá...

Silencio.

—¿Querés comer algo? Yo te invito. Todavía falta para que entremos a la radio.

Nuestro turno comienza recién a la seis de la tarde,

—Sí. Eh, no, no sé. —El chico saca el celular de su bolsillo y lo prende—. Paso al baño.

—Dale.

Salgo de la cama y voy hacia el living. No sé qué hacer. ¿Por qué está tan nervioso? Hace unas horas me pidió que lo abrazara y ahora me trata como si le cayera mal de nuevo. Después de todo lo que me dijo en la fiesta...

Siento bronca. ¿Le gusto o no le gusto? ¿Es tímido? ¿Qué mierda le pasa?

El sueño que tuve vuelve a mi cabeza. Me froto las sienes y suspiro. ¿Nico lo recordará? Quizás está nervioso por eso.

—Fran, me tengo que ir. —Escucho su voz a mis espaldas. Acaba de salir del baño.

—Eh... ¿en serio? —Me llevo una mano a la cabeza.

—Sí.

—Bueno... —No resisto las ganas de preguntárselo—: ¿Por qué estás tan serio ahora?

Abre los ojos muy grandes.

—Mi novia me está esperando.

¿NOVIA? ¡¿Tiene novia?!

Me quedo paralizado, mirándolo. No puede ser. ¡No puede ser! ¿Todo lo que me dijo en la fiesta era mentira? ¿O está tan reprimido que se liberó estando borracho y ahora se asustó?

—Fran, ¿me abrís?

—S-sí...

Debería recordarle lo que sucedió anoche, pero no creo que sea buena idea en este momento. Tampoco me siento con valor para hacerlo. Abro la puerta y vamos hasta el ascensor. Bajamos sin cruzar palabra. Busco su mirada y él me evita.

Dormir abrazado a él fue tan lindo... Y en medio de ese sueño, me pedía que lo protegiera y nos tomábamos de la mano... «Basta. Eso ya pasó», me digo a mí mismo. Apenas lo conozco y por lo que acabo de enterarme, no es un pibe muy confiable.

Abro la puerta del ascensor. Él sale y camina rápido hacia la salida.

—Tuve un sueño muy raro, ¿sabés? —digo de pronto—. Aunque tuvo un final lindo.

Se para en seco y gira hacia mí. Me mira con los ojos bien abiertos. ¡Él también lo soñó!

—Abrime la puerta, Francisco —me pide, de nuevo con una expresión seria.

—¿Te acordás de lo que me dijiste en la fiesta?

Las mejillas se le ponen coloradas.

—No. No me acuerdo de nada.

—Okey.

Me adelanto y pongo la llave. Tiro de la puerta... No. Esto no va a quedar así. La cierro y volteo hacia él. Estamos cerca y él, que es bajito, levanta la cabeza para mirarme. Traga saliva y retrocede. Tomo conciencia de que, al ser grandote, quizás se siente intimidado, así que no avanzo.

—Nico... —le hablo con voz suave—. Me dijiste cosas muy lindas. Yo te cuidé mientras vomitabas. Dormiste en mi cama porque cuando llegamos estabas mareado y...

—¿Pasó algo? —pregunta, con el rostro pálido.

—No. Dormimos juntos, nada más. ¿No te acordás?

—Me hiciste... Me... ¡¿te aprovechaste de mí?!

—¡¿Qué?! —Me recorre un sudor frío al escucharlo. Es como si la sangre hubiera abandonado mi cuerpo—. ¡No, pelotudo! ¿Cómo vas a decir eso? ¿Qué te pasa? ¡Yo te cuidé, te cuidé cuando estabas borracho, imbécil!

—¡Abrime! ¡¡Abrime, me quiero ir!! —grita con bronca.

Abro la puerta, furioso, y él se va a toda velocidad. Cuando la suelto y se cierra, subo rápido a mi departamento y me encierro dando un portazo.

No sé cuánto tiempo pasa mientras estoy detenido en el vestíbulo, intentando encontrarle un sentido a lo que pasó. Me siento tan indignado, tan herido. No valoró que lo cuidé y encima me acusó de algo horrible... Siento un agujero inmenso en el pecho.

Mi gata se frota entre mis piernas y la levanto. La estrecho contra mí. Su imagen se vuelve borrosa, porque tengo los ojos empapados.

Empiezo a llorar, justo cuando se larga a llover con fuerza. Me acomodo en el sillón, sobre la frazada que usé anoche. Buffy maúlla y la beso en la cabeza. Se mueve y la suelto. Trepa a mi cuello y ronronea, frotándose contra mi rostro como si quisiera secar mis lágrimas.

***

Pasa un rato hasta que decido que no me voy a preocupar más por las pendejadas de Nicolás. Tengo unas horas hasta que empiece mi turno, así que me baño y aprovecho para depejarme y ordenar la casa. Después, me voy al restaurante de la esquina y me como un sánguche de milanesa. De ahí me voy para el trabajo.

Por suerte, paró de llover. A medida que me acerco a la radio, me pregunto cómo va a ser verlos a todos después del descontrol de anoche. Atravieso el vestíbulo del edificio, sin cruzarme a ninguno de ellos. Llamo al ascensor, la puerta se abre y empiezo a subir. En instantes me los voy a cruzar...

Pensar que hasta hace unas horas estaba con Nicolás en mi casa. Mi celular vibra. Lo abro y veo un mensaje de él... Mi corazón se acelera.

Nicolás: estamos reunidos en uno de los escritorios de las oficinas de producción.

Francisco: ok

¿Y si habló con ellos? ¿Y si enloqueció y realmente cree que estuvimos juntos? ¿Y si es capaz de decir cualquier cosa con tal de cubrirse y no quedar en evidencia como un gay o bisexual tapado? No. Tengo que tranquilizarme. Yo no voy a decir nada, y seguro él tampoco.

Quizás está confundido y necesita procesarlo todo...

Suspiro. Entro en la radio y ficho en la máquina.

En cuanto levanto la mirada, lo encuentro a unos metros. Está pidiendo un café en la máquina. Tiene puesta una remera de El extraño mundo de Jack. Cerca de él, en uno de los escritorios, están Tobías y Karina, hablando.

Doy unos pasos hacia Nicolás.

—Hola —lo saludo.

El chico, que sostiene una bebida en cada mano y otra entre su brazo y su pecho, gira hacia mí

—Hola, Fran... —Se pone colorado y me mira con los ojos brillantes.

Me sonríe. ¿Después de toda la escena y el maltrato de hoy?

Me alejo rápido de él y saludo a mis ex. Están leyendo y comentando la información que Nicolás les pasó. A pesar de lo que sucedió anoche, los dos actúan con normalidad y eso me tranquiliza.

Nicolás pone una bebida delante de mí.

—Mate cocido con leche, como te gusta —dice.

—¿Cuánto gastaste?

—Dejá, hoy pago yo —asegura, mientras le pasa sus bebidas a los demás.

—Te dije que yo voy a pagar. No quiero que me invites.

Tobías y Karina levantan la mirada de sus celulares y nos observan, en silencio.

—Bueno, no te enojes... —murmura Nico.

—No estoy enojado.

—Alguien se levantó de mal humor... —tira Karina en chiste.

—No estoy de mal humor. ¿Qué vamos a hacer hoy en el programa? —cambio de tema.

Mientras hablamos, revuelvo el mate cocido y me lo tomo, a regañadientes. A pesar de lo que le dije a Nicolás, al final no se lo pago.

—Qué linda es. —Tobías señala la funda del celular de Nico, que tiene un estampado pop de Greta Garbo.

—Si, ¿viste? Me la regaló mi novia.

Cierro las manos.

—Es muy linda, de verdad —afirmo, con un tono irónico—. Es tan delicada que pensé que era de Karina.

Todos se me quedan mirando. Nicolás se pone todo colorado y no responde.

Dios, no debería haber dicho eso. Es que estoy tan enojado... Me levanto del escritorio sin decir nada y me pido otra bebida en la máquina. Esta vez, un té con limón.

Ya casi es hora de que Tobías suba para conducir la primera hora. Vuelvo al escritorio esperando que solo él se levante, pero Karina lo imita. La chica viene hacia mí y me toma del brazo.

—Vení, Fran...

—¿Adónde van? —Nicolás se para ensegida y se acerca hacia nosotros.

Tobías y Karina se detienen y lo observan.

—Quiero hablar algo con ellos... —dice la rubia.

—Ajá. —Nicolás se cruza de brazos—. ¿Y por qué no puedo escucharlo?

—Eh... podés escucharlo. ¿Estás seguro de que querés saberlo, Nicolás? —Karina me suelta y se acerca a él.

Nicolás traga saliva y me echa una mirada furiosa. Se está persiguiendo por lo que pasó anoche.

—¿De qué hablás, Karina? Sé clara —expreso y pongo los ojos en blanco, para mostrarle a Nico que yo tampoco sé del tema.

Empiezo a tomar mi té, restándole importancia al asunto.

—Es por lo que pasó anoche... —continúa Karina.

El corazón me da un salto al escucharla y casi escupo la bebida. ¿Acaso nos vieron cuando nos besábamos en la calle?

—Sí, tenemos que hablar de ese tema —agrega Tobías, parándose al lado de ella.

—¡Anoche no pasó nada! —exclama Nicolás, con una vena de la fente hinchándosele.

Los productores de los otros programas, que están en los escritorios de alrededor, nos miran.

Me llevo una mano al rostro. Dios Santo. Este pibe está re perseguido.

—Dejá de negarlo, Nicolás... —Karina lo señala.

—¡Yo no tengo nada que asumir! —grita el chico de nuevo, con expresión escandalizada.

Por fin, comprendo a qué se están refiriendo. Suspiro y me termino el té de un trago. Estrujo el vasito de plástico y el ruido hace que los tres me miren.

—Nicolás... Karina está hablando de las cosas raras que pasaron en el estudio —le digo—. Y los espíritus que aparecieron durante la fiesta, en la pista de baile. ¿O no, Karina?

—Sí.

Nicolás parpadea y suspira. Luego mira hacia un costado.

—Yo... creo que todos bebimos demasiado —comenta.

—Hablá por vos —respondo.

Antes de que pueda reaccionar, bajan de las escaleras Sara y Andrea, la conductora que Tobías tiene que reemplazar.

—¡Hola, zorra! —grita Sara, abrazando a su amigo.

—Hola, zorra, te extraño —le contesta Tobi.

—Por fin nos cruzamos —le digo a Sara—. Ahora no me queda otra que llegar temprano. —Sonríe al escucharme.

—Tengo que subir ya, chicos —aclara Tobi, mirándonos—. ¿Vienen, así seguimos hablando?

Asentimos.

Nos despedimos de las chicas y después nos encaminamos hacia el estudio. Cuado llegamos al control, saludamos a Carolina, la operadora.

—Voy a sahumar el estudio —nos explica Karina—. Por lo que pasó ayer.

—Ah, okey... ¿sus bruja? —Carolina abre bien los ojos y sonríe.

—Sí, pero shh, no digas nada. —Los ojos de Kari se iluminan.

—Pará, Karina. ¿Qué vas a hacer? —le pregunta Nicolás.

—Quemar unas hierbas en cada esquina.

—No vas a incendiar la radio... —le advierte el productor.

Karina hace un bufido.

—Por favor, Nicolás. No soy estúpida. —Busca algo en su cartera. Saca una especie de cuenco con una manija—. Uso esto.

—Bueno, si les sirve para relajarse antes de hacer aire, genial. —Nicolás se cruza de brazos y va a sentarse sobre una mesa que está a un lado del control, perpendicular a la consola y los equipos de operación.

—No te hagás el que no sabés de estas cosas. Tu vieja tiene toda esa onda new age...—Le espeta Karina.

—Chicos, apurémonos que tengo que salir al aire. —Tobías suspira y mira hacia el techo.

—Pego un par de temas, tanquilo. —Carolina va hacia la consola.

Karina nos hace un gesto y la seguimos hacia el estudio. Nicolás se me acerca.

—¿Tenés idea de todo esto? —susurra, nervioso.

—La vi hacer estas cosas cuando salíamos. Pero no tengo idea cómo funcionan —explico en voz baja.

Asiente.

Karina apoya la cartera en la mesa. Saca dos frascos chicos y luego el cuenco que nos mostró. Después, algo envuelto en un paño. Es un carbón. Lo prende con un encenderor y lo tira rápido al cuenco, donde también arroja el contenido de un frasquito.

Surge una humareda inmensa y empezamos a toser. Karina se para con eso en cada esquina del estudio y traza un símbolo con el dedo índice en el aire. También hace lo mismo en la puerta y frente al vidrio que nos separa de la cabina de operación.

Vuelve a la mesa y agarra el otro frasco para vertir el contenido en cada esquina. Luego se ubica en el centro del estudio por unos instantes y susurra algo en voz baja.

—¿Ya está? —le pregunta Tobías.

La chica asiente.

Entonces, mi ex novio cierrra los ojos y junta las manos. En cuanto los abre, traza algo en el aire, al igual que hizo Karina. Siento un cosquilleo en el cuerpo y una tibieza en el pecho. Reconozo la energía. Es reiki.

Tobías señala hacia hacia cada esquina del lugar y siento un calor que proviene de él y se expande por el ambiente. Después, vuelve a juntar las manos.

—Listo —dice. Echa una mirada al vidrio detrás del que está carolina y asiente—. Ahora, déjenme conducir.

—Okey —accedo y salimos del estudio en dirección al control.

Carolina acaba de darle aire a Tobías, que saluda a los oyentes. Anuncia la música que pasó, da las vías de comunicación y avisa que en la hora que sigue Karina y yo nos unimos a él para conducir Noche en Baires.

—Boluda, tenés que limpiar acá también —le pide Carolina a mi ex novia.

—Dale, en cuanto pongas un tema musical o venga una tanda.

Las chicas empiezan a hablar de energías. Esto es demasiado para mí. Pongo los ojos en blanco y salgo hacia el pasillo. Escucho que me siguen y volteo. Es Nico...

Nos miramos en silenció por unos instantes. ¿Querrá hablar de lo que pasó? De repente, voltea y se aleja. Niego con la cabeza y me dirijo hacia las escaleras de emergencia. Me calmo mirando los edificios de la ciudad a través de la ventana. El resplandor de las luces y los carteles de las pizzerías y teatros de la calle Corrientes solo me permiten ver algunas estrellas en el cielo oscuro.

Vuelvo a pensar en el sueño de anoche... Es evidente que Tobías y Karina tienen alguna idea de lo que anda pasando. Necesito hablar tranquilo y en serio con ellos.

Después de un rato, me encierro en la sala de locutores, que por suerte está vacía. Me quedo mirando el techo, tratando de encontrarle un sentido a las cosas raras que sucedieron... ¿La radio está embrujada o todo empezó cuando me crucé con mis ex, Karina y Tobías? Y encima compito con mi ex prometido, Jonathan... Lo último que me falta es tener una especie de maldición relacionada con ellos.

Voy al estudio unos minutos antes de la hora de nuestro programa. Nicolás ya está en el control con la operadora. Cruzamos miradas. Él sigue serio.

Lo que hayan hecho Karina y Tobías funcionó porque el ambiente se siente mucho mejor y el programa nos sale muy bien. Es entendible porque es el segundo, sin embargo siempre lleva un tiempo buscarle el ritmo y la onda. Lo cierto es que fluye mejor de lo normal en estas situaciones.

A pesar de todo el rollo de anoche con los fantasmas y nuestos roces en la fiesta, estamos relajados. Quizás la borrachera sirvió para liberar lo que cada uno tenía encerrado... Los miedos de Karina, la ternura que todavía siento por Tobías, y el secreto de Nicolás.

La jornada transcurre rápido y no hay ningún incidente extraño. Eso sí, nuestros celulares se descargan enseguida, al igual que ayer.

El programa termina y quedamos contentos. Hubo muchos mensajes de los oyentes y Nicolás nos felicita. Salimos al pasillo para dar lugar a los conductores que siguen. Nicolás va al baño. Deberíamos irnos, pero estamos enganchados hablando sobre las ideas que tenemos para el programa. Tobías sugiere ir a la sala de locutores a seguir conversando y nos metemos ahí.

Estamos pasados de la hora de la cena. Es tarde, son las doce y media de la noche. No da para bajar a un restaurante. Por suerte, nos salvan las galletitas que Karina y Nicolás tienen guardadas en sus lockers. Nos hacemos unos tés.

Gustavo, que acaba de entrar en turno, pasa un rato a saludarnos. Abraza a Tobías con cariño. Me producen ternura y un poco de envidia. No puedo seguir mirándolos... Giro y mis ojos se encuentran con los de Karina durante un instante, antes de apartarse.

—¿Extrañás trabajar conmigo? —le pregunta Tobías a su pareja.

—Sí, mi amor. Siempre. Voy bajando. Te veo en un rato, en casa.

—Dale...

—Chau, chicos —nos saluda Gustavo.

—Chau, Gus —respondemos.

Tobías se sienta al lado de Karina, frente a mí. Tiene una sonrisa inmensa y los ojos vidriosos.

—Qué bien se llevan, Tobi. ¿Hace cuánto salen? —pregunta Kari.

—Tres años y cinco meses —dice, orgulloso. Siento una punzada de envidia—. La verdad, me salvó cambiar de área, chicos. Trabajábamos juntos, convivíamos. Era demasiado. Lo llevábamos muy bien, pero ya necesitábamos nuestros espacios.

—Es normal. Suele pasar en las relaciones —afirmo y doy unos sorbos de té, evitando que mis ojos se crucen con los de Karina. Sé que entiende mi comentario a la perfección—. Chicos, necesito preguntarles algo serio —continúo. Los dos dejan de comer galletitas y me observan—. Tuve un sueño anoche...

Les cuento todo. Por momentos, mientras hablo, Kari y Tobi se miran entre sí.

—Todo es real, Fran —me dice Karina, así de una.

—Los cuatro nos encontramos en el plano astral. Específicamente, en sus niveles bajos —explica Tobías, con expresión seria.

—¿Están hablando de viajes astrales? —Asienten y me quedo parpadeando unos segundos—. Me lo imaginaba. Hace un tiempo, empecé a salir de mi cuerpo y leí sobre el tema en Internet... Pero me desconcertó demasiado y creo que quise convencerme de que eran solo sueños. Nunca había tenido una experiencia como la de anoche. —Suspiro y me llevo las manos a la cara.

—Hace tiempo que nos cruzamos en viajes astales —dice Tobías, como si fuera lo más normal de mundo, antes de dar unos sorbos de té—, aunque esta es la primera vez que estabas consciente. Fue justo cuando nos atacó lo que sea que está poseyendo a la radio.

—¿C-cómo? ¿La radio está poseída? Pará un poco, Tobi... son demasiadas cosas juntas. Para serles sincero, todavía me cuesta admitir que esto sea real. —Largo un bufido y los chicos me miran con expresión conmovida—. No termino de entender lo de los viajes astrales. Alguna vez te escuché mencionarlo cuando salíamos —le digo a Karina—, pero no recuerdo nada.

—Todos tenemos un cuerpo espiritual, además del físico —me explica mientras se acomoda un mechón de pelo rubio detrás de la oreja—. Al momento de dormir, la mayoría de las personas viaja como un espíritu a distintos planos o mundos sutiles y lo vive como un sueño, recordando fragmentos de la experiencia. Hay dimensiones armoniosas y otras más oscuras, por ejemplo en la que estuvimos peleando anoche, donde los espíritus se pierden en los dramas y la negatividad.

—Me va a costar acostumbrarme a esto... Sabía un poco del tema gracias a que salí con ustedes, pero nunca creí que iba a pasarme —reflexiono, con la mirada perdida. Me llegan más recuerdos—. Tuve varios sueños extraños desde que entré a la radio; en uno me atacaron unas sombras, de las que me rescataron dos figuras de luz, una azul y otra violeta.

—Éramos Gustavo y yo —afirma Tobi con una sonrisa—. Queríamos que salieras del cuerpo físico y llevarte a los planos astrales para explicarte todo. Pero te asustaste y volviste. Lo bueno es que ya empezaste a hacerlo consciente...

Asiento. Luego observo a mis ex con los ojos entrecerrados.

—¿Hace cuánto saben esto, chicos?

Tobías y Karina se miran.

—Yo... desde hace tres años, más o menos. Cuando entré a la radio —dice el chico—. Tengo bastante experiencia en el astral y me los he cruzado a los dos cuando estaban dormidos. —Nos señala a Kari y a mí.

—En mi caso, hace unos años empecé a recordar mis viajes astrales, aunque, como te pasó a vos, creía que eran sueños —cuenta la rubia—. En esa época, solo viajé de forma consciente algunas veces, sin cruzarme con ustedes. Meses atrás, empecé a despertar en mi cuerpo espiritual. Ya puedo salir y viajar a voluntad.

—O sea que ya hablaban de esto entre ustedes...

—No en este plano —asegura Tobi—. Es la primera vez que lo hablamos físicamente, pero hace unas semanas que venimos haciéndolo en sueños, desde que nos cruzamos con unas sombras como la que vimos en nuestro primer programa —me señala y asiento.

—Eso sí, nunca fueron tantos, como los que enfrentamos anoche —dice Karina—. Ni habían adquirido esas formas monstruosas... —Endurece la mirada—. Pero es claro que se trata de los mismos seres, solo que antes se ocultaban. Charlamos un par de veces con Nicolás y vos en el astral sobre el tema, de hecho, una vez los rescatamos. Sus consciencias estaban dormidas, por eso no lo recuerdan.

—Creo que Nicolás tiene menos idea de esto que yo —reflexiono—. En el sueño... o viaje astral de anoche, estaba muy desorientado. Cuando despertamos, se lo mencioné, pero él no quería... eh... no quería saber del tema.

Karina y Tobías fruncen el ceño al escucharme. Después, abren bien los ojos.

—¿Entendí bien o durmieron juntos? —pregunta Tobi, sonrojado.

—¿Te acostaste con él? —Karina empalidece.

—¡No! Eh... yo... Mierda. Soy un idiota. Se me escapó. —Me llevo las manos a la cabeza.

—Mi ex se acostó con mi ex... —Karina se lleva una mano a la cabeza—. Estoy condenada a salir con putos.

Tobías se ríe.

—No soy gay, soy bi, Karina, y lo sabés. Y no tuve sexo con Nico. Estaba demasiado borracho y lo llevé a mi departamento... —Abren todavía más los ojos—. Eh... porque no me decía la dirección de su casa. Él durmió en mi cama y yo en el sillón con Buffy.

Karina pone los ojos en blanco y Tobías me mira con ternura.

—Ese reptil alto que vi en el sueño... —continúo hablando, para que no hagan más preguntas—. El que nos vino a rescatar. Lo llamaste Asmodeo. Ese nombre me suena de algún libro o película.

—Es un demonio —aclara Tobías—. Y está conmigo. Es Gustavo.

Parpadeo un par de veces.

—¿Qué? No entiendo. ¿Cómo que es Gustavo?

—Es Gustavo. Gustavo es un demonio. —Tobías habla pausado, dejando que el concepto decante en mí—. Bueno, ahora es humano. Pero en el pasado, su alma era uno de esos seres y se transformó para nacer como uno de nosotros. No es el primer caso. Hay ángeles y otros seres encarnados. Y pueden manifiestarse con su forma original en el astral. En general, como humanos, tienen habilidades psíquicas más elevadas que el resto de las personas.

—Lo único que me faltaba, deberle favores a un demonio. —Karina hace un bufido—. Diosa, protegeme.

Tobías se ríe.

Gustavo, el jefe del turno trasnoche del informativo es el demonio Asmodeo...

¿Cómo no iba a estar embrujada esta radio?

Recuerdo que, hace unos meses, estaba parado en ropa interior, frente al espejo del living de mi casa. Recién me despertaba y noté una nube transparente al lado de mi reflejo. Esta se convirtió en un reptil humanoide violeta y sentí que espiaba mis recuerdos... los de mi relación con Tobías.

Así que era Gustavo... vino a investigarme. Qué tipo intenso. Bueno, al fin y al cabo, es un demonio.

—Todos somos capaces de adquirir nuestra apariencia física, incluso de una vida pasada, en el astral —sigue explicando Tobi—. Lo hacemos para reconocernos. Pero principalmente nos movemos en esos cuerpos de luz con el color predominante de nuestras auras.

—Ahora entiendo. ¿Qué vamos a hacer con los espíritus que nos persiguen?

—Tenemos que detenerlos de alguna forma o no van a dejar de perseguirnos —asegura Tobi.

—¿Y la protección que hicieron hoy?

—No va a ser suficiente. Tenemos que parar a quien nos está enviando esas criaturas —dice Karina y ambos me clavan la mirada. Trago saliva.

—Es Jonathan, ¿no?... —Mi voz se quiebra al pronunciar su nombre—. Ustedes también lo vieron anoche en la fiesta. Se apareció como un espíritu. Era una de las brujas...

—Sí. Hizo una proyección astral para amenazarnos. Y robar energía. —explica Tobi.

—También apareció anoche en el sueño, quiero decir, en el viaje astral —les cuento—. Llegué a verlo antes de que nos fuéramos. Observaba a las criaturas desde arriba. Es obvio que las comanda.

—Deben ser servidores mágicos. Espíritus que obedecen a un mago —aclara Karina—. La mayoría son creados por la persona para un propósito, pero es posible que los haya encontrado y dominado. Tiene que ser un mago negro de altísimo nivel. ¿Sabías eso cuando estabas con él, Fran?

—No, no... era un tipo muy dulce. Solo meditaba y leía el Tarot. A menos que me lo haya ocultado. Pero no creo. Esto es nuevo.

—Tenemos que ir a encararlo en el astral y frenar lo que está haciendo —indica Tobi—. Todos, incluso Nicolás, que también está metido en esto.

—¿Por qué haría eso tu ex? —insiste Karina—. Entiendo que compite con nosotros en el mismo horario, pero ¿tan obsesionado está con ganarte? ¿Tanto te odia, Fran? ¿Qué pasó entre ustedes?

Trago saliva. No quiero darles detalles.

—Se habrá quedado muy resentido después de la separación. No sé. —Carraspeo y Karina me mira con los ojos entrecerrados—. Acá el tema es hablar con Nicolás y convencerlo. ¿Cómo vamos a hacerle entender que a él también le está pasando lo mismo?

—¿Qué me está pasando? —La puerta se abre de un sopetón y entra nuestro productor. Tiene el bigote despeinado y me mira con furia—. ¿Se puede saber porqué hablan de mí? ¿Qué les contaste, Francisco?

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