Mandy

Despertó en una habitación muy espaciosa, llena de colores entre rosa y amarillo, con peluches y lindos adornos, típico de una chica. Se levantó de la cama y miró con detenimiento el lugar. En el momento entró  la chica de la calle con una bandeja de comida.
-Veo que ya despertaste… ¡WOW!-no pudo terminar de hablar cuando la niña se abalanzó sobre ella para obtener el alimento, pues hacía más de dos días que no comía.- Come despacio, ni el arroz ni el pescado se van a ir.
Unos segundos después de la niña terminar de comer, la alegre chica se presentó muy cordialmente.
-Yo soy Mandy, especialista en casos de humanos especiales. Dime tu nombre, querida.
-Kuroneko.-dijo con la voz vacilante.
-Eres un Gato de la Noche, ¿no? Se dice que los de tu raza son todos muy similares.-comentaba Mandy mientras la veía curiosear entre sus cosas.
El encuentro con un espejo de pared fue una escena bastante fuerte, pues creyendo que era su madre, Kuroneko fue a abrazar su reflejo con fervor.
-Mamá, mamá…-decía mientras frotaba su mejilla una y otra vez contra el trozo de cristal.
-Ese es tu reflejo, Kuroneko, te ves a ti misma.
-Mamá… está aquí…-se volteó ella entristecida.
-Si tu madre está en Japón debemos hacer todo lo posible por encontrarla. Dime, escapaste de algún lugar, ¿cierto?
Ella asintió, estaba un poco preocupada de si su padre la pudiese encontrar, pero no desistiría hasta reencontrarse con su madre.
-Por la contraseña que me diste ya sé de dónde vienes, no te preocupes, demorarán para llegar, pues los medios de transporte de allí a aquí, pasan por distintos lugares antes de finalizar su recorrido, lo que nos da cierto tiempo para reunirnos y buscar información.
-¿Reunirnos?-preguntó un poco confundida.
-Si, en total somos cinco en la pandilla, somos investigadores encubiertos o algo así… En fin, que trabajamos con el objetivo de ayudar a los de tu tipo.
-¿Hay más personas como yo?
-Más de las que crees. Ni yo las conozco todas y llevo 5 años dedicándome a esto. Eres el primer Gato de la Noche que pasa por mí, no sé mucho de los tuyos, pero tengo un amigo que en unas dos o tres horas podrá decirnos todo sobre ti.
-Encontrar a mamá.
-Por ahora te daré un baño para quitarte toda esa cantidad de suciedad y polvo de encima, luego llamaré a los demás y nos reuniremos aquí, para que no te dé miedo salir. Sé que enfrentaste el mundo exterior por primera vez tu sola y te felicito, pero lo que viste fue solo una mascarada, no siempre la gente es buena…-decía Mandy apagando la voz- No me hagas caso, ven, a darte un baño.
Metida en la bañera, y mojada hasta la cabeza estaba Mandy de caerse dentro tratando de meter a Kuroneko. Fue una odisea para la joven darle un poco de limpieza al cuerpo de la niña, pues no se quedaba quieta y, cual si fuera jabón, se escabullía de entre sus brazos por no mojarse. Al final, con una galleta de pescado, todo se calmó. La secó, la peinó, la vistió y la perfumó como si fuera una princesita. Tomó el teléfono y marcó varios números, tras colgar con el último, se volvió a Kuroneko mirándola de arriba abajo.
-Perdona si me pasé un poco con los mimos, pero yo siempre quise una hija para tratarla como una princesa de un cuento de hadas.
-Comprendo, siempre desee mimos de mamá que me arrebataron hace diez años. Segura que si tuvieras hija, ella estaría orgullosa.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los azules ojos de Mandy, quien ruborizada fue a su cuarto en busca de un pañuelo dejando a Kuroneko en la sala.

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