La reunión

Mientras registraba con la mirada el lugar, el timbre sonó tres veces seguidas. Desde el cuarto se oyó un grito que decía ¨pasa¨ al visitante. La puerta se abrió, pero la niña no le dio importancia alguna, estaba gateando por el suelo, husmeando bajo la alfombra. De momento el visitante tropezó con ella, cayéndole encima totalmente. Soltando un grito de espanto, Kuroneko se apartó de él y se escondió tras el sofá. Al oírla, Mandy salió asustada, pero al ver la escena lo trató de calmar todo. Le dijo a ambos que se sentaran y los presentó, aunque ella siguió escondida por el miedo.
-Kuroneko, él es el amigo que te dije me podía ayudar con la información sobre tu raza. Su nombre es Hirose.
-Perdóname por haber tropezado contigo antes y por asustarte.-se disculpó él con una sonrisa que nadie podría negarse.
Ella, poco a poco, fue entrando en confianza con aquel extraño muchacho, parecía confiable.
-No tienes nada que temer, Kuroneko,-decía Mandy- Hirose es uno de los tuyos, es un Cuervo del Diablo, puede resolver misterios y encontrar personas con poca información y su forma de obtenerla es poco ortodoxa. Con tocar el rostro de una persona puede saber mucho sobre él o ella, es muy útil para lo que buscas.
Gato Negro dio varias vueltas alrededor del muchacho, como si lo registrara, luego se detuvo y habló con determinación.
-Un ángel caído al cual Dios no ha dado entrada en su morada de paz y tranquilidad y que vaga en la Tierra de los Pecadores buscando cómo librarse de sus errores para ser purificado. Leí sobre los tuyos, pero nunca pensé que existieran. ¿Es cierto ese rumor literario sobre ustedes? ¿De verdad tienen alas?
-Son un problema para mí, no puedo mostrarlas con si nada, pero sí, es cierto que tenemos la capacidad de volar.-afirmó él con un tono de decepción.-Pero a mí no me sirve porque no puedo ver. Es por eso que tropecé contigo sin darme cuenta.
En ese momento, los toques de la puerta interrumpieron la conversación. Mandy fue a recibir a los demás invitados mientras Kuroneko miraba fijamente y en silencio a Hirose. Pasaron al salón dos chicas totalmente iguales tomadas de la mano y un hombre que se le notaban años de vida.
-Chicos, ella es Kuroneko, es la niña que les dije busca a su madre perdida en Japón.-con más timidez que antes, Gato Negro se escondió otra vez, tras el sofá y miraba por encima a los extraños.-Te he dicho que no tienes nada que temer, estas chicas son Yuuki y Shi, no solo son gemelas, tienen el poder de leer la mente de la otra, que no parece mucho, pero nos han ayudado mucho a encontrar lugares cuando nos separamos. Y este anciano…
-¡Mandy, que no soy tan viejo!-gritó el hombre asustando más a la niña.
-Está bien, Dante.-rió ella- Él conserva nuestros contactos y nos mantiene al tanto de los distintos movimiento de tráficos y otros de humanos especiales, podremos saber por sus investigaciones si tu madre está en Tokyo o en otro lugar. Y con esto y un bizcocho, la pandilla está completa.
Se acomodaron todos alrededor de la mesa del centro del salón, Mandy abrió un mapa de Japón en ella y comenzaron los comentarios desconocidos para Kuroneko. A pesar de eso los escuchó con atención para no perderse de ningún detalle respecto a su madre.
-Hirose, vas a sobrevolar con Yuuki todo Tokyo y vas a reportarnos todo. Shi, te quedarás aquí y escribirás todo lo que pase. Mandy, le conseguirás ropa y saldrás con ella a la calle a preguntar si han visto a alguien igual.-ordenó muy seguro de sus análisis Dante y todos asintieron- Yo estaré en los almacenes del puerto donde vino nuestra gatita para saber si ese incidente ya había ocurrido antes. Todo está dicho, ahora, ¡a trabajar!
-¡Sí!-contestaron todos a la misma vez y comenzaron a irse hasta quedarse solas Kuroneko, Mandy y Shi.
Shi buscó los instrumentos necesarios y comenzó a escribir a una velocidad prodigiosa en la mesita del centro del salón. Mirando con ternura a la niña, Mandy la tomó de la mano y la llevó a su cuarto.
Mientras registraba su armario le advertía a Kuroneko de los peligros de la calle.
-Ahora cuando salgamos, no te separes de mí ni un instante, si te llegas a perder, puede sorprenderte un maleante o algo por el estilo y no me gustaría eso. Eres una niña muy bonita y resaltas a la vista de cualquier individuo local por tus ojos rojos y tu largo pelo y por tu forma de comportarte…
-Mandy, no sé qué hacer. Este mundo nuevo me deslumbró, pero ahora me doy cuenta de que el exterior que decían los libros era mentira… Yo no pido nada de este mundo que no sea ver a mi madre conmigo una vez más, pero… ¿Por qué es tan difícil que esa humilde petición se cumpla?- decía la gatica mojando sus rodillas con sus lágrimas y agarrando la almohada de la cama donde estaba sentada.
Mandy, con gran cordialidad, la abrazó y para calmarla le dijo:
-Todos creemos que nuestras peticiones, por ser nuestras y pedir poco, sean humildes y pequeñas, pero no nos damos cuenta de que, a veces las cosas que más deseamos no están al alcance de nuestras manos. Se necesita de un esfuerzo, ya sea de hacer o esperar, pero siempre se basará en la paciencia y el coraje. Lo que se pide no se obtiene si no se lucha por conseguirlo, y, te daré un consejo, mi gatita, una vez que lo tengas, no lo dejes ir otra vez, nunca se sabe si volverá a nosotros.
Secando la carita de Kuroneko, Mandy le probó algunos de sus ropajes de cuando era más joven.
-¿Qué color te gusta más?-le preguntó la mujer.
-Negro.
-Mmmm…no es raro, pero ¿no tienes otra preferencia?
-Ese es el color favorito de mi mamá y el mío también.
-Está bien, no soy muy fanática de ese color, pero haré una excepción. Por hoy te pondrás este vestido blanco, no te sentará mal y te dará tiempo para elegir uno que te guste en alguna tienda que vayamos. ¿Te parece bien, cariño?
-Sí, Mandy…-respondió ella cabizbaja y ruborizada por tanta atención y disposición de una extraña.
Se terminaron de vestir, se despidieron de Shi, la cual les habló sin dejar de escribir, y salieron a recorrer las recónditas calles de Akihabara.

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