La prisión

¨ ¿Quién, si yo gritara,                        
me oiría desde los órdenes angélicos?
Y aunque un ángel súbitamente                      
me estrechara contra su corazón,                     
me aniquilaría con su existencia más fuerte.
Porque lo bello no es sino
el comienzo de lo terrible
que aun podemos soportar, y lo admiramos                       porque, sereno, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.¨

Acompañaba la soledad de los últimos 6000 días, este verso encontrado en uno de los tantos libros de aquel lúgubre y siniestro calabozo. Tantos habían sido que, para cualquiera tema de locura sería el hecho de contarlos, pero no para su prisionera, quien mantenía la esperanza de tener libertad uno de esos tan alejados y añorados días. Diez años desde que estaba completamente sola, en ese cuarto sin vida, sin belleza alguna, con una fría puerta de metal causante de la privación de su libertad. Una rústica cama de dureza similar al suelo y los libros tan gruesos y variados eran las únicas compañías de ella. La ventana, tan alta que era imposible ver a través de esta, daba un poco de iluminación a la sombría habitación.
Rompiendo el silencio del triste lugar, una voz gruesa e intimidante se oyó a través de la entrada.
-Gato Negro, estás de suerte, hoy tendrás tu libertad. Pero no cantes victoria, no serás completamente libre.
Luego de las esperanzadoras palabras, la pesada puerta se abrió lentamente con un fuerte ruido de metal oxidado. Al otro lado estaba un hombre de negro con ojos de demonio y rostro serio. La chica se levantó y se paró frente a él sigilosamente. Mirándolo en silencio, no dudó en darle muerte a su enemigo y obtener su verdadera libertad, mas los guardaespaldas de este la sostuvieron por los brazos y la tiraron al suelo, sosteniendo su cabeza contra este y dejándola inmovilizada.
-Mírate, Gato Negro, eres igual que tu madre, tan pequeña y bella.-decía él mientras se le acercaba. De momento se agachó y tocó su recientemente ensuciada cara.- Te has convertido en un objeto muy valioso. Es tu destino ser un Gato de la Noche, ese pelo negro y largo, ese cuerpo tan pequeño a pesar de los años, esa agilidad e inteligencia y esos ojos rojos que ven la luz en lo más oscuro del inframundo te hacen lo que eres. A diferencia de tu madre, te quedarás junto a mí para serme útil.
De repente, la ira y el odio hacia esa persona la hicieron reaccionar con una fuerte mordida en su mano. Con un grito de dolor, este retiró la causa de su contacto, ordenó que la pusieran de pie y la golpeó con desdén en el rostro haciéndola caer. A pesar de las lágrimas que le brotaban de los ojos, no dejó de mirarlo con odio ni por un segundo. Luego la volvieron a sujetar.
-Mañana, por la mañana te llevarán a Liverpool. Procura no ser un problema. Eso es todo, pueden soltarla.
Tirándola contra la pared, la dejaron en el oscuro calabozo y salieron. Mientras la puerta se volvía a cerrar, ella no separó su mirada asesina de él.
-Have a good travel, mi ¨querida¨ hija.- le dijo mientras finalizaba el chirrido de óxido.

Noche, tan callada y placentera para Gato Negro, era un regocijo que curaba el alma y borraba miedos. Por la resumida ventana se podía ver una sección de la Luna, tan brillante y reconfortante, dando un poco de iluminación a la habitación y a la vida tan oscura de Gato Negro. La serenidad del momento fue rota por una voz que se manifestó tiempo después de la visita.
-Niña, ¿estás despierta?
Tratando de abrir la pesada entrada con su cuerpo y creyendo que era su padre otra vez, ella intentó salir con tal de darle muerte a la persona del otro lado.
-No te asustes, soy un amigo. Vine para ayudarte a escapar. Sé que pensarás que es una trampa de tu padre o no, pero puedes comprobar si tengo razón mañana cuando te lleven. En el puerto habrán dos barcos listos para zarpar, uno va a Inglaterra y el otro a Japón. Cuando te bajen del auto tendrás una sola oportunidad de perderte entre la gente. Monta en el barco con rumbo a Japón, no tardarás más de dos días, y cuando llegues a Tokyo, busca la estatua de un perro, Hajiko, cerca de allí siempre está una chica rubia de coloridas vestimentas, le dirás una contraseña: tokubetsu,  y ella se encargará de ti.
Luego de la explicación, un silencio llenó la escena dando a conocer la desconfianza de Gato Negro respecto a este misterioso salvador. Se alejó de la puerta y se dispuso a dormir, ignorando la conversación, pero su descanso fue perturbado por las últimas palabras del desconocido.
-Tu madre está en Japón, ve con ella.
Acostada en la inconfortable cama, se echó a llorar como si le hubieran arrancado un pedazo de su alma. Si al otro día todo ocurría como dijo el extraño, tendría la oportunidad de reunirse con su madre una vez más desde hace diez años. Las ansias no la dejaron descansar, pues sus pensamientos volaron en recordar a su querida madre e imaginar cómo sería su reencuentro.

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