El cuervo
Para Gato Negro la compañía de Hirose era bastante agradable. El muchacho se había ofrecido a protegerla y eso lo valoraba mucho, ya que era una desconocida para él.
-No eres desconocida, eres un libro abierto para mí ahora.- ella reaccionó ante ese comentario notando que sus brazos rozaban ligeramente al estar uno junto al otro.- No te asustes, tú puedes hacer cosas como esas también.
-¿A qué te refieres? -ella estableció distancia mientras él se frotaba los costados de la cabeza.
-Los maullidos de los Gatos de la Noche son aturdidores. Y también pueden ver en la oscuridad, además de ser buenos acróbatas.
-Eso último lo sabía. -Gato Negro miró al techo recordando cuando bajó del barco y viajó en taxi.
-Pero tienes un corazón muy bueno y amable. Me has dejado entrar en tu mente y no dudaste en enseñar tus peores experiencias. ¿Sabes cómo se llama eso?
-Debilidad... -ella se desanimó.
-Se llama valor. -al mirarlo sorprendida, notó en él una cordial sonrisa.
-¿Valor?
-No todos tienen el valor de asumir sus miedos y desgracias de la forma que lo has hecho tú. Por eso debo reconocer tu valor.
-¿Es que acaso tú no lo haces? -él bajó la cabeza sonriendo tristemente.
-Tengo mis razones para ser como soy. Es algo personal. -suspiró y luego se puso de pie. -Bien, animemos esto un poco. ¿Qué quieres hacer?
-Uhm... Leer.
-No encuentras otra cosa interesante, ¿cierto?
-Es lo único que he hecho en años.
-Te entiendo. -él se puso la mano en la barbilla pensativo. -¿Sabes lo que es un teléfono?
-Dispositivo de comunicación inventado por Graham B... -Hirose la detuvo con un gesto de sus manos.
-Me refería a si conoces lo que es. No su historia o explicación científica.
-Pues... creo que el taxista que me trajo usaba uno, pero no tenía cables.
-Eso es un teléfono móvil o celular. Antes usaban cables, pero la tecnología ha avanzado mucho. -saca algo de su bolsillo. -Mira, este es el mío.
La niña se quedó maravillada ante el artefacto. Lo tocó y giró varias veces en sus manos. Casi lo considera magia. Mientras, Hirose fue por algunas galletas de pescado a la cocina. Al regresar, retomó su lugar junto a ella y le explicó el funcionamiento del teléfono. Entre las preguntas de Gato Negro y los chistes de Hirose, más de una vez fluyeron risas.
-Te puedo enseñar otro día a usar un portátil.
-Gracias por ser tan bueno conmigo, Hirose. -ella se le acercó y le besó la mejilla sorprendiéndolo.
Ante el gesto, las manos del cuervo se movieron sin control dejando caer sobre el sofá el móvil y haciéndolo hablar.
-"Son las 11:34 pm."- pronunció el aparato con una voz robotizada.
-Ya... ya es tarde. Deberíamos dormir... -él chico de cabello cenizo estaba ruborizado y nervioso, pero su acompañante no se percató de ello.
Ambos se cambiaron para dormir y se metieron en sus respectivas camas. Gato Negro en la de arriba y Hirose en su saco de dormir. Pasaron los minutos y el silencio se rompía solo por el sonido del despertador al avanzar la manecilla de segundo. La chica se revolvía entre las mantas, pero no lograba dormir.
-Hirose... -susurró.
-¿Qué? -le respondió con pesadez somnolienta.
-¿Puedes dormir conmigo? No me gusta dormir sola.
-Pero no estás sola. Estoy aquí mismo. A menos de medio metro de ti.
-Ven... -ese tono de súplica pudo más que cualquier cansancio.
El cuervo se acercó a la cama de ella y levantó la manta para acostarse.
-¿Mejor?
-Mucho. Gracias, Hirose.
-Entonces, descansa. -él se dio la vuelta para dormir.
-¿Tus padres también son Cuervos del Diablo?
-Cómo se nota que tú eres el gato nocturno y yo el ave diurna... -se acomodó en dirección a ella una vez más. -Escucha, Kuroneko, los Cuervos del Diablo no son como los Gatos de la Noche u otras razas. Nosotros no nacemos así por genética, sino como una especie de maldición familiar.
-¿No tienes familia?
-Tuve, pero me abandonó cuando mis alas comenzaron a salir. Yo tenía unos diez años. Fue Dante quien me rescató de un tráfico de los de mi raza. Y desde entonces formo parte del grupo. Ellos son mi familia ahora.
-¿Puedo preguntar?
-Lo que se te antoje.
-¿Tus ojos?
-Eso es de nacimiento, no te sientas mal. Si nunca he visto, no hay nada que extrañar.
-¿Y no logras ver al tocar a la gente?
-Sí, y sé que es una experiencia asombrosa, pero todo se va de mi cabeza una vez que se rompe la conexión, solo me queda el rastro de felicidad. -ella pasó su mano por la mejilla de él haciéndolo sonrojar.
-Si te hace feliz, entonces quiero agradecerte lo bueno que has sido conmigo haciéndote ver lo que yo.
-Pero, Kuroneko...
-Aunque no lo recuerdes luego... solo quiero que te quedes feliz por pasar la experiencia.
-Oh, gatita. -le acarició las orejas con suavidad. -Qué tierna eres.
A los minutos, se quedaron profundamente dormidos. La puerta de la casa se abrió y Mandy entró cargada hasta el cuello de paquetes de compras. Los dejó sobre la mesa suspirando y secándose el sudor de la frente.
-Creo que me pasé con las compras... UF... ¿Hirose?
Ella se adentró en la parte de las habitaciones y con extremo cuidado rodó el pomo de la puerta del cuarto de Gato Negro. Dentro, vio a ambos chicos dormidos uno frente al otro. Él tenía su mano en la orejas de ella y las acariciaba inconscientemente haciéndola sonreír. Ella, por su parte, tenía su mano sobre la mejilla de él transmitiendo sus pensamientos y recuerdos más hermosos vistos en su vida hacia él haciéndolo también sonreír. Estaban unidos de una manera que Mandy jamás pensó que los encontraría.
Tiró una foto con su móvil y luego cerró la puerta con el mismo sigilo. Ella conocía el duro pasado de Hirose y la fatídica procedencia de Gato Negro, pero verlos así de felices juntos, hacía olvidar los duros momentos de ambos. No sabía si era por lo compatible de sus razas, pero... Mandy sospechaba algo más que solo una linda amistad.
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