TRAJES







Sigo al chico de cabello oscuro y corto, hasta una habitación.

Sara está sentada, se ve adolorida. Sostiene un paño negro en sus labios. Su sangre brota de su nariz y cejas. Tiene el pómulo izquierdo inflamado. Su ropa de color gris esta ensangrentada.

—Hubiera sido mejor que me asesinaran —comenta. 

—Concuerdo —digo de inmediato.

La mujer morena me dedica una mirada de odio.

— ¿Quién fue? —pregunta Jackson, le ayuda a limpiar las heridas.

—Los malditos tenían el rostro cubierto. Me atacaron por sorpresa. No tuve tiempo para reaccionar.

— ¿Malditos? ¿Cuántos eran? —Jackson se escucha muy preocupado.

No entiendo cómo puede importarle tanto una mujer que solo vive para ella misma. Que extorsiona a las demás personas para ganar dinero fácil.

—Cuatro o cinco, no recuerdo bien —Sara suelta un quejido cuando mi compañero limpia su nariz.

—Deberías avisarle a Brian —aconsejo —, el representante de tu clan debe saberlo. De lo contrario, me veré obligada a contarle a Cataldo.

—Blanca, esto no es tan sencillo. Conoces la reputación de Sara, tiene enemigos en todos lados. Es claro que este ataque es una amenaza para que mantenga la boca cerrada. Si corremos a contárselo a Brian o Cataldo. La asesinarán.

Suelto un suspiro por las palabras de Jackson.

—Cada quien escribe su propio destino —murmuro.

—Con gusto aceptaré el mío, pero no ahora. Nuestro libertad se aproxima, debo estar ahí para verla —repone la mujer morena.

Después de muchos minutos, donde los quejidos de Sara llenaron la habitación. Finalmente su rostro queda más limpio. Pero su pómulo sigue hinchado. Su cuerpo se ve débil.

— ¿Puedes caminar? —cuestiona Jackson.

Sara no responde. Se levanta y hace el intento.

—Debes ir a casa, descansar. Aunque sean unas horas —propone el chico.

Suelto un suspiro, un poco agobiada.

— ¿Y la misión? —pregunto.

— ¡Oye! ¿No la ves? Necesita recostarse.

Sara avanza con lentitud. Mi compañero la sostiene de un lado.

—Tranquilo Jackson, los muchachos han avanzado en sus trajes —su voz es agotada —, solo ve a dejarme a casa.

—Está bien —modula secamente —, tú, espera aquí, ya regreso.

Salen por otra puerta que da directo hacia afuera. Espero unos segundos y decido volver a la barra, donde Lea.

Mi estómago ruge, no he comido nada y tengo demasiada hambre. Si tengo suerte, ella tendrá sobras de su desayuno.

Ahora la busco desde más cerca.

— ¡Lea! —llamo de nuevo su atención. Escucha de inmediato.

La muchacha de piel pálida y cabello dorado se acerca.

—Dandara, hola. ¿Qué haces aquí? —interroga sorprendida.

Muy pocas veces visito estos sitios.

—Una misión. Algo sin mucha importancia —respondo enseguida —¿Tienes algo de comer?

Ella asiente, se pierde hacia la cocina.

—Ahora sí, lograste llamar su atención —la voz del hombre, de hace unos minutos, se hace presente.

Está sentado a mi lado izquierdo.

Lea aparece con un plato, parecen ser pepinillos.

—Todo lo que tengo.

—Es mucho mejor que no tener nada —digo.

Me los como sin detenerme. Su acidez me molesta al comienzo, luego me acostumbro.

—Porque así es como nacemos —interviene el hombre —, me refiero a nosotros, los caídos. Nacemos sin nada, en la miseria.

Lo miro.

— ¿Cuál es tu nombre? No recuerdo haber visto tu rostro antes.

— ¿Es una especie de interrogatorio?

No le respondo. Él suelta un suspiro, sonríe de lado.

—Me llamo Velasco.

—Velasco —pronuncio su nombre de manera lenta — ¿Cuál es tu historia?

—No la tengo, cómo todos aquí, señorita....

—Dandara —completo.

Él me extiende su mano, en señal de saludo. No la tomo.

Cuando se percata que no lo haré, la baja. Suelta una pequeña risa.

— ¿A qué clan perteneces? —pregunto de repente.

Se acomoda en el asiento.

—Al clan reservado.

Pienso unos segundos. Se me hace raro no haberlo visto antes. Ni siquiera en la zona habitada por ellos.

— ¿Hace cuánto?

—Gran parte de mi vida —responde con calma —, me encontraron a los cuatro años. Mi padre había muerto cuando tenía dos y mi mamá murió en la calles, por una sobredosis. Desde entonces, soy parte de los reservados.

Sigo dudando.

— ¡Blanca! —Jackson me grita a lo lejos.

Me alejo de la barra.

Mi compañero me espera en la puerta.

—Sara me dijo que fuéramos a la casa de los muchachos. Ahí nos probaremos los trajes.

Miro al sol. Me enojo.

—Bien, andando —modulo.

Camino con velocidad. De sombra en sombra.

— ¿Quién era ese hombre, el de la barra? —interroga mientras caminamos.

—Alguien a quién debo investigar.

Una vez que termine con todo lo que me queda esta tarde, buscaré a Cataldo. Él debe saber si ese tal Velasco no miente.

Con todo esto, del infiltrado, la muerte de la reina, el posible término de la maldición. Debo estar atenta.

Miro la casa que se expande por varios árboles. Subimos una gran escalera para llegar a ella.

Jackson toca la puerta antes de entrar. Escucho varias voces en la casa.

— ¡Curioso, que alegría verte aquí! —uno de los muchachos habla con sorpresa.

—Las misiones no esperan. Sara dijo que estabas trabajando en los trajes.

— ¡Ah, sí! Vengan.

El muchacho me analiza de pies a cabeza.

—La Blanca es tu compañera. Eso sí que es raro.

—Raro es que no me quites los ojos de encima —señalo con molestia.

El muchacho suelta una risa. Camina hacia los montones de tela.

—Tengo sus trajes listos, deben probárselos para ver si hay que darles un último retoque.

Me entrega una tela larga de color azul oscuro. Tiene unas tiras largas que se extienden para los brazos. Creo que es un vestido.

—Rápido —dice el muchacho.

Me coloco en un lugar donde nadie me vea. De manera rápida me pongo la prenda. Pero primero me quito el abrigo y la polera. Me dejo el pantalón.

Salgo y el muchacho se acerca rápidamente.

— ¡Perfecto! —Chilla —, solo debo ajustarlo más a la cintura.

Comienza de manera rápida a mover toda esa zona.

Veo a Jackson aparecer. Es un traje de guardia real. Lo reconozco, colores rojizos con tonos claros y oscuros.

— ¿Qué tal? —cuestiona con timidez.

—Es increíble. Por poco no te reconozco.

Él sonríe por mis palabras.

El muchacho me quita la gorra. Toma mi cabello largo y lo levanta.

—Así te verás mejor, querida.

Se mueve sin soltarme el pelo.

—Estos le darán el último toque.

Me entrega unos zapatos, son altos, de color negro. Me hace ponérmelos.

—Estás lista —modula el muchacho, con alegría —, los colores de la melancolía. Fernanda si notará tu presencia.

Sonrío un poco. Porque sé que el destino de esta rebelión está en mis manos.

El traje de Jackson no necesita muchos retoques. Por último le entregan un arma, una réplica idéntica a las que utilizan en el reino.

Después nos quitamos los trajes.

El muchacho nos dijo que mañana los tendría listos. Obviamente vendría a buscarlo después que el sol se fuera.

—Te veías muy bien —comenta mi compañero, cuando ya estamos en el suelo firme.

—Solo espero que sirva para que esta misión tenga éxito —comento.

La sombra es cada vez más grande. Caminamos más lento.

—Lo será.

— ¿Eres así de positivo siempre? —interrogo. Jackson suelta una pequeña risa.

—No, pero hoy es la excepción. Nuestra libertad está cerca, puedo sentirlo.

—También yo —susurro —, tan inevitable como la lluvia cae en la tierra.

—O como las estrellas adornan el cielo —completa mi compañero.

Llegamos a su oficina.

—Mañana, después de que vengas a buscar tu traje, debemos repasar el plan.

Asiento por sus palabras.

Una vez que ingresa. Comienzo a caminar hacia el salón. Cataldo seguramente estará ahí. Es muy raro que salga a otras partes, ya que, la mayor parte del tiempo, se encuentra planeando el siguiente movimiento o ataque.

Veo que Mayida viene caminando, trae un canasto vacío. Supongo que ya vuelve de repartir comida.

Me acerco rápidamente.

— ¡Blanca! —habla primero.

La abrazo en señal de saludo.

— ¿Cómo va la misión? —interroga cuando nos separamos.

—Bien, progresa de manera rápida. Mi compañero por suerte es agradable. De hecho, es parecido a Orit.

—Ya sé quién es. El muchacho que recorre todas las tierras —añade enseguida —, Brian siempre lo utiliza para las misiones internas que necesiten caminar por el reino.

Caminamos juntas hacia el salón. Vemos a soldados del clan guerra. Se mueven en conjunto, armados de la cabeza a los pies.

Cataldo sale del salón, junto a la mujer rubia que guía al ejército. Estela se ve cansada. Además, es raro verla sin Caín.

— ¡Señor! —busco la atención de mi líder.

Él posa sus ojos verdosos en mí. También lo hace Estela.

—Mayida, Dandara —saluda la supervisora.

Ambas movemos nuestra cabeza, saludando.

—Creí que estabas preparando la misión —asume Cataldo, mientras deja un beso corto en la mejilla de Mayida.

—Así es —añado —, solo quería preguntarte una cosa.

Él asiente, con su mano me señala que me escucha. Estela se retira.

— ¿Tu sabes si hay alguien llamado Velasco en el clan reservado? —interrogo de inmediato.

Cataldo se mira con Mayida.

—Dandara, el clan reservado es el que tiene el más grande número de caídos. Tardaríamos horas en encontrar los registros. Y debemos recordar que hay personas que no están registradas.

—Ya lo sé, pero a él nunca lo había visto. Y....

—No sueles confiar demasiado en otras personas —completa Mayida.

Asiento.

—Bien, haré lo siguiente. Consultaré con el representante, él me dirá.

Miro a Cataldo por sus palabras. Me parece razonable. Me sonríe.

Me despido de ambos y camino hacia la torre.

Siento mis mejillas acaloradas, arden.

Corro un poco cuando veo mi hogar. Llego muy rápido a la entrada. Decido quitarme la gorra.

—Debe ser agotador, caminar bajo el sol y que este sea un arma con doble filo —comenta la voz de un hombre.

Conozco la voz.

— ¿Me estás siguiendo? —cuestiono un poco enfadada.

—Wow, tranquila chica blanca. Yo solo pasaba por aquí.

Eso podría ser cierto, porque los reservados tienen su hogar, no muy lejos de aquí.

—Deja de juzgarme a cada segundo —modula. Apunta a mi rostro —, que no me hayas visto antes, no significa que sea una especie de villano o infiltrado.

Lo miro seria.

—Veo que eres obstinada.

—Como no tienes idea —digo, me cruzo de brazos.

Quiero decirle que Cataldo se encuentra averiguando sobre él. Pero prefiero cerrar la boca. Velasco, en cambio, no.

—Nunca nadie había desconfiado tanto de mí —su tono es triste.

Sonrío de lado al ver como su rostro finge cada emoción

— ¿Qué tal si me invitas un trago y te perdono?

— ¿Disculpa?

—Disculpada.

Gruño y dedico caminar hacia mi habitación. Me sorprendo cuando este hombre me sigue.

—Pero, ¿qué haces?

—Un amigo me pidió que le cuidara su habitación, por unos días.

— ¿Quién?

—James.

Me detengo.

—James, es casi tan desconfiando como yo. Además no me enteré que tiene amigos.

—Bueno, James es demasiado silencioso con respecto a su vida. Eso debes saberlo —su voz es calmada.

Suelto un suspiro. Apresuro mis pasos.

—Hasta aquí llego, vecina temporal.

No espero a que entre. Sigo subiendo las escaleras.

Llego a la habitación.

— ¿Liam?

El chico pelirrojo se asusta y se levanta de la cama de Orit.

Tiene una cosa redonda y pequeña en su mano.

La lombriz baja desde el techo, trae una lupa.

— ¡Blanca! —se sorprende.

Me abraza. Sigo mirando al chico.

— ¿Qué estaban haciendo? —pregunto mientras nos separamos.

—Llegamos hace poco —responde la lombriz —, encontramos esto en el río —Liam le entrega la cosa —, quería mirarlo más de cerca, para saber que es.

Me lo pasa. Creo que brilla.

—Liam dice que contiene una joya en el centro.

—Creo que es un anillo. Varios poderosos en el reino, los utilizan en los dedos.

Seguramente ha robado demasiado de estos.

Orit me lo quita. Noto que tiene tierra.

—Lo limpiaré, después lo analizaré con la lupa.

Con un paño húmedo comienza a sacarle lo sucio.

—Creo que ya es hora de irme. Los chicos planean un robo, en la mina —su voz es nerviosa.

Camino hacia él.

—Gracias, por estar con Orit hoy —menciono sinceramente.

Él sonríe y abandona la habitación.

Busco un vaso. Lo lleno con agua. Dejo un poco para lavarme el rostro.

—Listo, ten.

La lombriz me extiende la cosa.

—Pruébatelo.

Dudo unos segundos. Luego lo hago. Me lo pruebo en todos los dedos. Me queda bueno en el dedo pulgar.

—Se te ve maravilloso.

—Es hermoso —murmuro.

Creo ver destellos azules cuando muevo el dedo.

Me lo quito.

— ¿Por qué te lo sacaste?

—Eso no es para mí.

La lombriz camina hacia mi cama, deja el anillo ahí.

—Sí, lo es.

Sube hacia el techo.

Suelto un suspiro, miro el objeto. No creo que pueda usarlo.

Probablemente esa joya pertenece o perteneció a los alterianos. 

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