DESESPERACIÓN

ARMIDA

Ojalá todo fuera más sencillo, quizá así se ahorrarían cientos de problemas o tristezas. A veces me pregunto qué hubiese pasado si por mi sangre solo corriera antepasados comunes. Qué habría sucedido si solo fuera una persona más del reino. Pero estoy aquí, siendo hija de la reina que acaba de fallecer. Y lo que aterra ahora no es un futuro sin mi madre, sino que, me preocupa el destino de Fernanda, la mujer de mi vida. La persona que le ha dado sentido a mi alma. Incluso ha fortalecido a mi hermano, el cuál se niega a aceptar que allá afuera hay un enemigo.

En cuanto supe que se la había llevado, decidí utilizar la estrategia jaula. Ellos tenían un vehículo y nosotros un ejército. Aun así, lograron llevársela. Supongo que no pensé bien o que algo falló. O lo otro que pienso es que, los caídos fueron más brillantes y llevaban planeando esto por meses, años o quizá desde que mi familia ganó y lo hizo de manera justa. Estoy orgullosa de mis antepasados, pero si ser una persona normal me habría permitido estar con Fernanda, sin temer que su integridad corriera peligro, felizmente hubiese sido una ciudadana más, lejos del castillo.

La sala de estrategias militares tiene reunidas a las mejores personas del reino. Especialistas en planes de ataque, defensa y escondite. Todo lo que desearía que estuviera aquí, está. Pero eso no me deja tranquila, de hecho me asusta aún más, porque la presencia de ellos me confirma que traer a Fernanda de vuelta se complica a cada segundo que pasa. 

—Armida, el equipo de rastreo ha informado que el vehículo de los secuestradores se perdió en alguna zona de los bosques, al sur —escucho el comentario de Lionel. Mi hombre de confianza y de las personas más brillantes en todo el reino.

Además de ser mí primo. Es hijo adoptivo de mi tía Alka y su esposa Luna. Si ella supiera que él está aquí y no en el último viaje final de la reina. Yo estaría en graves problemas. Con Lionel crecimos en las paredes del castillo, rodeados por las mismas personas. Sin duda el también sufre la muerte de mi madre, no esconde la tristeza en sus ojos marrones. Ojalá estuviera allá, con mi hermano, pero decidió permanecer conmigo, como durante toda nuestra vida. Archibeld tenía a Calíope. Yo tengo a Lionel.

—Usaron una estrategia de distracción —sigue hablando. Yo solo quiero esconderme en el fin del mundo —. Fueron hábiles.

Me siento junto a él. Mis manos van hacia mi cabeza. No quiero imaginar lo que pasará si no encuentro a Fernanda, mi soplo de vida.

—Los otros vehículos e incluso blindados siguen buscando —intenta consolarme.

Cree que sigo siendo ingenua al igual que lo era de pequeña. Pero una parte de mi agradece sus palabras, porque si no lo hace, ya estaría enloqueciendo. Eso no me conviene. Sé que estoy a punto de explotar, no he dormido desde la muerte de mi madre, discusiones y desacuerdos con Archibeld, organizar los detalles de la ceremonia, Calíope extraviada, Gustav en territorio hostil. Y ahora, Fernanda es secuestrada. Solo espero que la tía Alka le de contención a mi hermano, está solo, despidiendo a nuestra madre.

Borro con vehemencia las lágrimas. Soy fuerte, las mujeres de la realeza son fuertes. No debo olvidarlo.

—Quiero que los soldados no descansen, hasta encontrar a mi futura esposa. ¿Lo escucharon? —ordeno en voz alta. Estoy con la mirada en alto.

Todos en la sala asienten.

—Mi madre muere y esos malditos desgraciados aparecen de la nada, después de años —espeto, molesta. Trazo líneas en el mapa que detalla parte del reino, con la información precisa —. No dejaré que lastimen a la mujer de mi vida, los encontraré.

Marco un perímetro a la redonda de dos kilómetros desde la última posición del vehículo. Hago líneas en las direcciones que pudo tomar, específicamente tre, las otras están demasiado cubiertas por blindados e incluso envían directamente a los extinguidores. Lionel no tiene para qué escuchar mis órdenes. Se levanta de mi lado y da la indicación exacta para que las patrullas vayan a esas posibles vías de escape.

No renunciaré. Muchos menos si se trata del pilar de la familia, uno de los cuatro. ¿Qué pasaría si otro más fallara? Archibeld se derrumbaría en pedazos y el reino caería con él. No lo permitiré.

La última vez que decidimos investigar a la nación caída, fue hace cincuenta años, cuando mi madre aún era una niña. Me paro y busco en los archiveros, las coordenadas de ubicación deben estar escritos ahí. No reparo en el desorden que estoy provocando. No descanso, hasta que encuentro la estrella consumiéndose en las llamas, una clara referencia a la venganza que llevan planeando por épocas. Con las yemas de mis dedos, acaricio el símbolo de la nación caída. Toco la maldición que todos los reyes de Alteria han querido olvidar.

Los puntos en contra siguen aumentando, las coordenadas son antiguas. Nada será exacto, a excepción por el camino que pasa cerca, el que lleva a las cordilleras, donde está la mina y la central eólica. Ahora, la población aumentó, sus ladrones se hicieron más hábiles. Lo más reciente que supe fue que habían robado recursos en la fábrica de armamento. Y Archibeld insiste en que no hagamos nada. Él y sus actitudes diplomáticas. Algo que no necesito en estos momentos.

Acerco las coordenadas al mapa. Cordillera siete colmillos, doscientos kilómetros abajo, ribera del río Bir. Eso me deja un rango de diez kilómetros, suponiendo que hoy su campamento es más grande. Pero me pongo a pensar. Alteria está a una noche y media conduciendo sin parar. Si tenían prisa, no se irían con nosotros a sus espaldas.

—Lionel, ¿sabes si los exploradores encontraron los bunkers de supervivencia, los de Nuevo Mundo? —interrogo, deseando tener noticias positivas, porque hasta ahora, aún no tenemos su ubicación.

Cientos de años y no hemos encontrado el hogar de nuestros ancestros. Y quizá los caídos ya los encontraron. Eso es otro punto de ventaja.

—Lamento decirte que no. El último llamado que recibimos es que estaban aquí —con su dedo índice apunta a una zona en el mapa. Diez kilómetros al sur.

Estoy casi convencida de que los secuestradores tienen en uno de esos bunkers a Fernanda.

—Llama de nuevo a los exploradores. Diles que reanuden la búsqueda, ahora —indico, apunto de desesperarme.

Junto mis manos en puños, furiosa. Carajo, llevan buscando ese refugio por incontables noches y días. Y siendo sincera, nunca imaginé que los caídos podrían encontrarlos. Es un enemigo débil, apenas tiene para vivir.

Los reunidos en la sala de estrategia no dejan de moverse, en eso aparece la tía Alka. Su cabello oscuro aún sigue recogido en una trenza que cae en cascada por su hombro. El leve maquillaje que se puso esta mañana, ya no existe. Sus ojos marrones han llorado, recientemente. Supongo que después de terminar la última despedida a su hermana, vino corriendo hasta aquí, su vestido negro sostenido por una de sus manos lo demuestra.

— ¿Qué sucedió? —su voz es seria.

Mis ojos viajan desde ella hacia Lionel.

—Tía, han secuestrado a Fernanda. Sucedió a los minutos que terminó la ceremonia en el castillo —respondo.

Su mirada se aflige. Su hermoso rostro se descompone. Otro golpe más, ¿cuántos podremos soportar? Lo suficientes, para mantener este reino vivo. Es el sacrifico que tienes que hacer al nacer en la realeza. No hay opciones.

— ¿La nación caída?

—Sí —habla Lionel, por mí.

La primera acción que hace es acercarse a mí y acariciar mi cabello. Lo hace desde que era pequeña, el viejo truco para decirme que saldremos adelante, juntas. Y esto va más allá del secuestro de Fernanda, también es por mi madre.

Fuerte. Eso transmite su mirada ahora. Muevo la cabeza de arriba hacia abajo, no decaeré.

—Esperaron nuestro mayor momento de vulnerabilidad para atacar el castillo —comenta mi primo.

—Es posible que la su venganza haya dado inicio —expreso.

—O a lo mejor es otro ataque, como ya lo han hecho antes.

—No —me apresuro a decir —, esta vez han dirigido el objetivo a nosotros, su mayor enemigo. Solo nos queda adelantarnos y encontrar a Fernanda antes de que ellos le hagan lo que tienen planeado.

Haré que esta misión de búsqueda y rescate sea la prioridad en el reino. Tanto así que la muerte de mi madre pasará a ser un leve recuerdo por unos días. Esta acción me molesta, porque no he tenido tiempo de procesar su muerte y no lo haré hasta que el amor de mi vida vuelva a mi lado.

—Quiero contacto directo con la unidad de exploración. Deberán transmitirme cada novedad que encuentren —ordeno. Solo es mi voz en la sala —. Antes de que el sol salga, deberán tener la ubicación exacta del bunker, ¿lo han oído?

El sí alteza resuena, lo repiten dos veces.

—Los hemos tenido frente a nosotros y no nos dimos cuenta —susurro, agobiada —. ¿Dónde está Archibeld?

Debo tener otra breve conversación. Este tema debe ser debatido entre hermano y hermana.

—En su habitación. Dijo que vendría en cuanto estuviera más recompuesto —dice tía Alka.

No me interesa, ya no debemos perder tiempo, suficiente ha sido no actuar cuando se debía. Y eso debería haberse mucho antes de mi nacimiento e incluso el de mi madre.

Cuando salgo de la sala escucho a los exploradores decir por las radios de comunicación que siguen sin encontrar nada. Otra actualización así y pierdo la cordura.

Mis pies se mueven con euforia, a punto de correr. La sensación de presentir que el corazón abandonará mi cuerpo, se convierte en amenaza. Una latente y condenable presión me afecta el pecho. Respiro, es la tercera vez que me sucede, sé que hacer. la primera vez que la sentí fue cuando Gustav se fue a la nación caída, la segunda sucedió hace tres días, el momento en que me enteré de la muerte de mi madre. Mis fosas nasales absorben una gran cantidad de aire, mi boca lo expulsa segundos después. Ejercicio que me hace liberar la tensión y el ahogo que llega con la puntada al corazón.

Subo las pocas escaleras que llevan hacia la habitación, en la parte más alejada de la entrada principal, una zona de estrategia, en caso de que recibamos un golpe. Bajo el suelo hay una red de túneles que llevan directo hacia el lago, donde siempre habrá un vehículo de escape. No se ha usado jamás, solo sabemos que existe esa única opción y no se ha registrado en ningún mapa, solo lo sabe la familia real y Darius.

Todavía quedan ciudadanos por los pasillos, destrozados. Se sienten inseguros y es el deber de mi hermano hacerles sentir que al salir del castillo, su vida estará a salvo. Archibeld no es mamá. Nunca será igual a ella, por más años que lleve en el trono. Y él lo sabe.

Ingreso a su habitación, la cama sigue tendida. Las finas telas que la cubren, permanecen sin ninguna señal de tener arrugas. Significa que está en el balcón.

—La vida de nuestro tercer pilar está en riesgo y tú te escondes en tu refugio, como cuando eras niño —le regaño.

Su cuerpo está en el suelo, su espalda permanece afirmada en la pared. Su mirada va hacia el cielo estrellado.

—Necesitaba pensar —se excusa.

—No es el momento, Archibeld y lo sabes.

—Si no es ahora, no será nunca.

Respiro. No quiero volver a iniciar una discusión. Siempre terminan igual; sin solucionar los problemas.

—No hay tiempo, Fernanda no aparecerá si no actuamos.

—Eso ya lo sé, Armida. Prometo que te ayudaré.

Estando aquí en el suelo, no creo que sea posible.

—Es que, ¿acaso no te duele la muerte de nuestra madre? —cuestiona. Un niño vestido de hombre.

—Por supuesto que sí —repongo, hago lo posible por ocultar la molestia en mis palabras.

—No se nota, para nada.

Sus ojos idénticos a los míos me observan. No oculto que sus palabras me lastiman. Se supone que la relación entre nosotros debía mejorar con los años, pero solo ha empeorado y ahora será imposible recuperarla.

—Cállate, no quiero volver a oír eso de nuevo —fuerte. Me recuerdo cuando mi voz intenta traicionarme —. Tú no sabes nada y jamás entenderás mi dolor.

Silencio.

Más silencio.

—Estaremos en la sala de estrategias, hasta que encontremos a Fernanda. Y debes comenzar a recordar los planes de ataque, porque si lo caídos llegan a lastimar a la mujer que amo, responderé. Destruiré a cualquier rebelde que encuentre, lo prometo.

Por ella soy capaz de todo, incluso masacrar a la nación caída.

—No puedes luchar contra la lluvia, hermana —habla, mantiene su mirada fija. Mis ojos arden en los de él.

—Entonces seré la lluvia, hermano —expreso. Mi voz es firme y segura —. No esperaré que ellos tengan el poder para destruirnos, no mientras yo viva.

Él sigue hablando, pero no escucho lo que dice. Para cuando lo hace, ya estoy fuera de su habitación.

Si estamos en una señal de que ellos comenzarán una rebelión o guerra, no me quedaré mirando mientras sucede. La sangre del primer Constantino corre por mis venas, no perderé a Fernanda ni muchos menos el reino. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top