CONVINCENTE


Limpio mi rostro, con poca energía. A penas he dormido tres horas, quisiera que fuera más. Pero debo volver al salón. 

Miro hacia el cielo y decido despertar a la lombriz.

—Orit, abre los ojos. Rápido, te perderás el amanecer.

Ella se mueve con agilidad a mi lado. Abre sus ojos verdes y mira hacia el cielo.

Hay colores naranjas sutiles, se mezclan con el azul. Se ve hermoso.

—Deberías bajar. Te lastimará el sol.

—Descuida, solo serán unos segundos —agrego.

Los primeros rayos solares impactan contra mi mejilla, son suaves y cálidos. Cierro mis ojos, su toque es perfecto. Me gustaría quedarme disfrutando de este calor por siempre. Pero cuando siento un leve ardor, mis párpados se vuelven a abrir.

Orit me analiza con leve preocupación. Le sonrío.

—Estoy bien, lombriz —la calmo.

— ¿Segura?

Asiento.

Ambas permanecemos observando el amanecer. Muy pocas veces lo hacemos, ya que, por lo general regreso a la habitación antes de que ocurra. Creo que un par de veces, no está mal quedarse. Más ahora, que necesito distraer mi mente, alejar las preocupaciones que conlleva ser la siguiente en tomar el liderazgo. Quiero fingir que todavía soy la chica que dice Jackson, la que se encarga de repartir comida y ropa a quién más lo necesite. Pero....

—Debo ir al salón —comento —. Cataldo quiere enviarme a hablar con el príncipe.

—Creí que no se haría.

—Cambio de decisión, los representantes de cada clan están de acuerdo en que se vuelva a engañar a Alteria. Debemos hacerle saber a Archibeld que él tiene la esperanza de su lado.

— ¿Y dónde atacarán esta vez?

—Lo sabrás luego, lombriz. Paciencia.

Antes de bajar, ella me abraza.

—Cuídate, recuerda que te estoy esperando.

—Por supuesto, Orit. Tu recuerdo va conmigo —añado. Cuando descasemos el abrazo le enseño el anillo en mi dedo pulgar.

Lo sigo usando, a pesar de saber su origen. No me interesa que haya pertenecido al príncipe fugitivo. Solo recuerdo que ella me lo regaló. Eso es más que suficiente para llevarlo conmigo, siempre.

Cuando voy bajando las escaleras, me encuentro con Velasco. Me sorprende verlo despierto tan temprano.

—Hola, vecina.

Sus ojos oscuros me miran, con energía.

— ¿Vienes recién llegando? —cuestiono, ya que, venía subiendo.

—Sí, a veces salgo a correr, antes de que salga el sol —respondo. distingo gotas de sudor en su frente.

—Pensé que empezabas tu día más tarde.

Él suelta una pequeña risa.

—Por lo general lo hago. Pero también tengo excepciones, como hoy.

—Entiendo.

No lo he visto demasiado, desde que tuvimos la cita. No es que lo haya estado evitando, en realidad no he pasado gran parte del tiempo aquí. Solo lo hago cuando vengo a dormir, si las circunstancias lo permiten.

— ¿Cuándo saldremos de nuevo? —interroga, ante el silencio.

Me quedo mirando su rostro. Él carraspea. Recuerdo que a veces lo he incomodado. Y verdaderamente mi acto es involuntario. Desde lo que me sucedió en el río, él ha sido el responsable de provocar una sensación en mi pecho que me asusta.

—Lamento decirte que no podremos salir, estoy demasiado ocupada —respondo.

Velasco asiente.

—Pensé que habías cambiado de parecer desde la última vez —comenta, con una leve decepción en su voz —. Quiero conocerte mejor, Dandara.

Me siento extraña, es una sensación externa a mí. Lo veo en sus ojos. Es sincero.

—Velasco, mi cabeza está repleta de preocupaciones. La rebelión, los ataques, los planes de último momento —añado, pensando en los que vendrán después.

—Lo entiendo, pero yo no te estoy pidiendo demasiado. Solo quiero que tú me des una oportunidad de verdad, no a medias.

—Velasco...

—Por favor, intentémoslo.

Me quedo pensativa. Su rostro está pendiente a mis expresiones faciales, su mirada oscuro no deja de analizarme.

—Hoy estaré ocupada gran parte del día y es probable que no regrese hasta mañana al atardecer.

—Entonces tendré que esperarte —dice, con una leve emoción —, debo añadir que también soy muy paciente.

Me hace sonreír.

—Te veo mañana, Velasco.

—Hasta mañana, vecina.

Él rompe el contacto visual y se adentra a su habitación. Continúo con el trayecto hacia abajo.

Escucho demasiadas voces a la vez, parecen discutir. No logro entender de qué hablan. Al llegar abajo, distingo a varios miembros del clan robo. El chico pelirrojo está entre ellos. Me acerco.

—Liam —menciono su nombre. Su ropa está magullada, sus brazos tienen rasguños.

—Hola.

— ¿Qué sucedió? —cuestiono. Varios de sus compañeros y compañeras tienen las mismos rasguños, en cara, brazos e incluso tienen sus pantalones destrozados.

—Vigilábamos la zona de la mina. Fuimos atacados por los animales de la montaña. Al parecer era su día de caza —responde.

Sus heridas no se ven bien.

—Deberían ir a la tienda médica.

—Es lo que tengo planeado. Pero decidimos reunirnos aquí para esperar a los demás —añade —. Cuando los animales comenzaron el ataque, decidimos dividirnos y volver acá.

— ¿Hace cuánto?

—Tres horas.

Tres horas, ya deberían estar aquí.

—Le comentaré a Cataldo lo sucedido. Aunque es probable de que ya lo sepa —anuncio, no veo a Marta. Ella debe estar en el salón —, ve a la tienda médica.

El chico pelirrojo asiente.

Desde hace mucho que no teníamos ataques de animales silvestres. Y por lo general no lo hacen, sé que estamos en la temporada de cacería, pero me parece extraño. Me alivia que Liam escapara, ya que, esos animales son despiadados. Poseen garras en sus cuatro patas y además tienen un camuflaje impresionante. Y en la noche, son cazadores expertos.

Avanzo hacia el salón. Distingo la silueta de Xavier y Z.

—Blanca —saluda él. Luego lo hace Z.

— ¿Se enteraron de los sucedido?

—Sí. Marta le pidió a Cataldo enviar soldados, a buscar a los robos restantes —responde Xavier.

—Además tendremos que enviar a otro grupo a resguardar la zona. Es probable que algunos animales se hayan movido hacia acá —añade Caín, aproximándose.

—Es imposible que se acerquen demasiado —repone Z.

—Probablemente, pero debemos estar preparados. Serán unos días —continúa Caín. Luego si mirada se centra en mí —. El señor Cataldo te espera adentro. Después te estaré esperando en el centro de mando.

Proceso la información de Caín e ingreso al salón. Paso por la sala de reuniones y después me adentro a la oficina de nuestro líder.

—Señor —hablo, mostrando mi presencia.

—Dandara —responde — ¿Viste lo sucedido con los chicos del clan robo?

—Así es, me encontré a Liam en la torre.

—Es un milagro que lograran escapar. Marta estaba aterrada, hace poco volvió con los chicos. Los soldados están buscando y estarán resguardando la zona.

—Caín me lo acaba de decir. Lo encontré en la entrada.

—Entonces también te comento que debes verlo en el centro de mando.

Asiento.

No voy a negar que esta decisión de último momento me incomode. Siento que es precipitado. Habíamos acordado no hablar con Alteria, que la misión por parte de ellos sería en vano.

—Sé que estás preocupada, pero no hará cambio en nuestra propuesta, Dandara.

—Y, ¿por qué debo ir a hablar con él?

—Tú misma dijiste. Ganar tiempo. Nuestros recursos son limitados, ellos poseen armas poderosas.

—Ya lo sé, pero deberíamos concentrarnos en llevar a cabo el segundo ataque.

—Ya se ha hecho, Dandara. Sabes cada detalle de como derribaremos los extinguidores.

—Aunque sean el arma más peligrosa —pronuncio, con advertencia.

—Los sacrificios son necesarios.

—Pero no debemos sacrificar vidas nuestras. Alteria es quién debe pagar —expreso.

—Es necesario —dice, tajante —. Nuestros soldados juraron proteger y luchar por nosotros. Así es la guerra.

Me quedo en silencio. Aceptando las palabras de mi líder.

—Es momento de demostrarle al príncipe y a todo su reino. No nos detendremos. Archibeld verá y entenderá sí o sí que debe afrontar la verdad.

No caeremos de nuevo. Seremos inevitables.

Escucho atentamente las indicaciones de Cataldo. Mi cerebro procesa la información con rapidez. Debo mantener el mayor tiempo posible ocupado al príncipe. A quién veré en los límites de nuestro territorio. Obviamente estará protegido por cientos de guardias. Los cuales tendrán el mismo destino que las personas que murieron en el edificio.

—Quiero que seas convincente —indica. Serio —. Pero por sobre todo, piensa bien tus palabras. Y responde a todas sus preguntas, hazle creer que va ganando.

—Entiendo. No fallaré, señor. Lo prometo.

—Todos confiamos en ti, Dandara —añade, su tono de voz se suaviza —. Hasta que la vida nos vuelva a encontrar.

—Hasta que la vida nos vuelva a encontrar —repito, despidiéndome. 

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