Capítulo 8
La princesa Cleo se encontraba en sus aposentos, recostada en su diván, su rostro reflejaba absoluta tristeza y había montones de platos con comida sin tocar.
Inevitablemente, no importaba cuantas veces viera a Minami, no podía aliviar su tristeza y el vacío que sentía al saber que Yuuri ya no le pertenecía y aquella tarde lo había llamado simplemente para salir, aunque fuera por un momento de esa tristeza.
—Mi querido Yuuri ¿Por qué ya no me visitas? A caso no ves que estoy sufriendo por tu ausencia.
—Diosa mía, según recuerdo yo vengo todas las mañanas para prepararla y arreglarla para el día, entonces ¿Por qué hablas de mi ausencia? —respondió Yuuri.
—A caso no lo entiendes aún Yuuri, yo quería que no me trataras como simplemente la princesa, quería que me vieras como una mujer con la que vale la pena estar y ahora parece que amas al faraón tanto como él te ama y...
Las lágrimas hicieron su aparición, Cleo cubrió su pálido rostro con uno de sus brazos y Yuuri se acerco a ella, la abrazó y le dijo.
—Es algo complicada mi situación, lo lamento tanto Cleo apuesto a que encontraras a un hombre mejor que yo, aun no tienes un prometido él podría ser un hombre mucho más apuesto que yo.
—Odio tanto que mi padre me haya arrebatado la única cosa que he podido elegido en mi vida.
—Cleo, eres muy joven aún, disfruta de la vida, muchas mujeres te envidian e incluso las concubinas del faraón, deja de estar triste, levanta tu bello rostro y deja que el dios Ra lo ilumine con tu bella sonrisa.
La princesa se limpió las lagrimas y abrazó a Yuuri fuertemente, para luego decirle.
—Mi querido Yuuri, deseo que estar con mi padre te de felicidad y espero que tengas mucha suerte en tu futuro embarazo, que los dioses te protejan porque las concubinas del faraón son malvadas y harán hasta lo imposible por dañarte.
—Gracias por tu advertencia Cleo —Exclamó el azabache sonriendo, mientras besaba la mejilla de la princesa. —Asegúrate de comer bien, él faraón no querrá perder al único regalo que le quedo luego de perder a su amada esposa.
La princesa asintió sonriendo y agitó su mano para despedir a su hombre favorito, su tristeza, seguía ahí, pero con el tiempo desparecería, pues no quería que Yuuri se preocupará por ella y su destino ya estaba escrito, tomó unas tijeras e ignorando las predicciones de Georgi, cortó su cabello, como símbolo de dejar todo su sufrimiento atrás, provocando que el fin del reinado de su padre estuviera más cerca de terminar.
Después de visitar a la princesa, Yuuri decidió ir a ver a su amigo Phichit, pues desde que habían empezado los trabajos de la construcción de la estatua del faraón, no lo había visto para nada.
Vestido con las ropas que Anubis le había proporcionado al principio, él azabache salió del palacio escoltado por un grupo de soldados, pues el faraón no quería que absolutamente nada le pasara a su futuro esposo.
Phichit se encontraba analizando cada ángulo y cada talladura que se hacía sobre la piedra caliza, los esclavos en grupo caminaban arrastrando los pesados materiales, algunos caían sobre la arena y lo capataces les pegaban con el látigo sobre su desnuda espalda.
Yuuri se acercó a su amigo y este al verlo lo abrazó felizmente.
—Yuuri te extrañé tanto, mira, ya casi esta terminada la estatua del faraón, he buscado la forma de aplicar algunos conocimientos de la construcción de nuestro mundo aquí y está teniendo resultado, esta mañana me levante con un presentimiento y creo que ya descubrí cuál es mi misión en este mundo. —comentó Phichit.
—¿A si? Y ¿Qué es? —preguntó Yuuri.
—Voy a revolucionar la forma de construcción y ayudaré a los esclavos, se que no se puede del todo eliminarlos, por que seria la perdición de la civilización egipcia, pero por lo menos quiero usar lo que gane siendo maestro de constructores para comprar mucha comida y dárselas luego de un duro día de trabajo. ¿y tú? ¿Ya sabes cual es tú misión importante para regresar a nuestro mundo?
—Lo se Phichit, pero si te la digo, pensarás que me falta un tornillo o que estoy loco —musitó Yuuri apenado mientras se rascaba la nuca.
—Anda dime, que podría ser más loco que nuestras almas viajarán hasta aquí —insistió Phichit.
—Bueno esta bien te lo diré, Anubis volvió a hablar conmigo la otra vez y mi misión importante es dar a luz al heredero al trono egipcio.
Phichit comenzó a reír por lo que su amigo había dicho, pero al ver que Yuuri se mantenía serio se disculpó diciendo.
— Bueno entonces suerte con eso, en realidad tienes razón, es una locura entonces ¿Ya tienes la solución?
—Él hechicero de la gran casa me dio un brebaje que hará que pueda embarazarme, lo probaré esta noche, pero no se si vaya a funcionar.
—Esperemos que si lo haga, por que yo creo que en un mes o menos cumpliré mi misión y todo regresará a la normalidad para mí, y no me gustaría que tu te quedaras atrapado aquí por mucho más tiempo.
Yuuri asintió, se quedó hasta el ocaso ayudando a su amigo y luego se despidió para volver a La Gran Casa para, de una vez por todas enfrentarse a su destino.
Después de un baño refrescante en el rio Nilo, en el cuál Hapi era la divinidad que lo representaba y era la más grande fuente de vida, al igual que representaba un poder benéfico y fecundador, algo que sin duda iba a necesitar.
Vestido muy ligeramente entró a los aposentos de Viktor donde este ya lo estaba esperando.
Viktor beso el cuello y el hombro de Yuuri mientras con sus manos acariciaba su pecho desnudo y después susurró preguntándole.
—¿Georgi realizó el hechizó con éxito?
—No lo sé, aún tengo que beberme la posición que me dio —respondió él azabache mientras se levantaba de la cama y tomaba la vasija, la cuál ya había sido llevada por los sirvientes de Yuuri a los aposentos del faraón.
Se llevó aquel liquido a los labios, cuyo sabor desconocía y comenzó a beber aquel brebaje, pero ni siquiera llevaba menos de la mitad cuándo sintió un fuerte mareo y se desvaneció en los brazos de Viktor, quien logró atraparlo antes de que callera al piso.
El veneno había hecho efecto desgraciadamente.
Él faraón llamó inmediatamente a Georgi y este le explicó y trató de convencerlo de que él no había agregado ningún veneno a la poción, que todo era un complot realizado para deshacerse de él.
Yuuri estaba débil pero todavía podía hablar un poco, fijó la vista en el restó del líquido que estaba en el piso y se dio cuenta de que era de color verde y no morado, algo que al estar en una vasija profunda no había notado, así que tomó la mano de Viktor y después de toser un poco le dijo.
—Georgi no tiene la culpa...el...brebaje que me dio era m-morado.
—¡Yuuri! —Gritó Viktor al ver como su amado empezaba a ponerse frio y su pulso estaba desapareciendo.
Mientras tanto en el mundo de los dioses Anubis sintió la presencia de una próxima muerte y al ver de quien se trataba ahogo un gritó y como pudo corrió enfadado hacia Thoth.
—¡Thoth que has hecho!, le diste poderes malignos a Georgi o que te pasa, no sabes que si el alma de Yuuri muere aquí su verdadero cuerpo también lo hará y desaparecerá del mundo espiritual y terrenal.
—Georgi es inocente, fueron las serpientes del faraón, sabes que nosotros no podemos intervenir directamente en el mundo humano, solo podemos hablar con las almas por eso te puedes acercar a Yuuri, ya es tarde, todo acabo para él, pero Osiris ya se encargará de juzgar a esas malas concubinas y tú te encargarás de castigarlas en el inframundo y negarles la vida eterna.
—Thoth creí que eras mi amigo, ¿no vas a ayudarme? —Exclamó Anubis sollozando, sintiéndose un dios impotente.
—Tu nunca llorarías así por un mortal Anubis, pero si una vez reviviste al esposo de Isis, ¿por qué no lo puedes hacer con Yuuri? —Exclamó Thoth poniendo una mano en el hombro de su amigo.
Anubis suspiró, le quedaban como dos minutos de vida a Yuuri todavía y en el hospital eso también se notaba pues su ritmo cardiaco estaba por los suelos y todas las alarmas de alerta estaban sonando, los médicos corrían de aquí para haya tratando de comprender que pasaba, pero todo dependía de que el alma de Yuuri no muriera en el antiguo Egipto.
Así que Anubis corrió a buscar al dios de los enfermos Jonsu a quien encontró rápidamente en el jardín de la sanación, donde tenía a muchísimas almas que cuidar.
Jonsu, entendió la preocupación del dios de los muertos y acepto ayudarlo, así que lo acompañó al mundo terrenal, en su forma humana también, Thoth decidió acompañarlos igual y entre los tres, con tan solo un minuto restante y mientras el faraón preocupado por Yuuri les ordenaba a todos que buscarán un antídoto, Isinope le explicaba que la culpable de todo era Sara y que no existía antídoto para ese tipo de veneno.
Los poderes de los tres dioses se unieron y Yuuri abrió los ojos, topándose con los tres y en su mente agradeciéndoles por haberlo salvado de la muerte.
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