Capítulo 6

Mientras todo aquello ocurría en el antiguo Egipto, en el presente Yuuri y Phichit, habían sido llevados al hospital, pues, luego de que los demás arqueólogos no los encontrarán por ningún lado luego de dos días, un puñado de ellos bajaron a la tumba para buscarlos.

Y luego de una hora de búsqueda intensa, dos de ellos los hallaron inconscientes en el mismo lugar donde habían tocado la joya maldita de Anubis.

Por curiosidad uno de ellos toco la piedra y le sucedió lo mismo que a Yuuri y Phichit, así que viendo esto, el otro arqueólogo que aún quedaba de píe, llamó a los demás para que le ayudarán a trasladar sus cuerpos a un hospital, pues si se quedaban ahí inconscientes, morirían al no recibir alimento ni agua.

Los médicos creían que era una locura aquello que el arqueólogo les había descrito, pues aseguraban que no existían tales cosas como las maldiciones y solo diagnosticaron que tanto Yuuri, como Phichit y el otro arqueólogo estaban en estado de coma por culpa de un accidente en la excavación, donde se encontraban.

La madre y la hermana de Yuuri viajaron inmediatamente a Egipto para ver a su hijo y Hiroko no pudo contener sus lágrimas al ver a su adorado hijo en ese estado, arrodillada ante la cama donde estaba Yuuri, tomó su mano y comenzó a llorar amargamente mientras Mari la abrazaba intentando consolarla.

—Oh hijo mío, por que nos haces esto, regresa, despierta por favor, mamá quiere verte bien.

—Los doctores se encargarán de que despierte, tranquila mamá.

Entonces, cuándo llegó el doctor para cambiar el suero de Yuuri, Hiroko se acercó a él y le preguntó.

—¿Sabe si despertará pronto? ¿qué es lo que mi hijo tiene?

—No lo sabemos a ciencia cierta señora, sus signos vitales están de maravilla, su cerebro no muestra daños en las tomografías, así que no sabemos que causo que él, junto con los otros dos pacientes, quedarán en estado de coma.

—Desanimada por aquella respuesta, tomó asiento en un banco que estaba al lado de la cama y simplemente decidió que cuidaría cada día de Yuuri, hasta que despertará, y les rezaría a los dioses para que pronto lo hiciera.

Él director de la excavación, termino pagando una indemnización por aquello y después decidió cancelar todos los trabajos que tuvieran que ver con el descubrimiento de aquella tumba, hasta que los tres arqueólogos despertarán.

En el antiguo Egipto, Yuuri despertó de golpe al escuchar las voces de su madre y su hermana, abrazó sus piernas y comenzó a sollozar, mientras decía.

—Por favor dioses de Egipto, no sean crueles y dejen que mi alma regrese a mi cuerpo, Anubis, has que esta maldición termine, no quiero que mi hermana y mi madre sigan sufriendo, oh gran dios Ra de verdad yo soy una persona buena, apiádate de mí.

Como de una forma u otra Yuuri había tenido una cercanía con Anubis, el se apiadó de él y decidió darle una pista de su misión importante en aquel mundo, así que se apareció ante él con una forma semi humana, para que no diera tanto miedo.

—Yuuri —lo llamó el dios.

El azabache alzó la cabeza y se secó las lágrimas.

—¿Quién eres tú? —le preguntó a Anubis.

—Soy el que te condeno a esto, él dios de los muertos, Anubis, ahora escucha con atención, lo que te diré.

Yuuri asintió y escucho lo que él dios le dijo

—Tu misión tiene que ver con el reino egipcio, se avecina una guerra, pero aún no es tiempo para que el reinado del faraón caiga, así que piensa ¿Qué hace el faraón cuándo muere? y ¿Qué puedes hacer tú para complacerlo y que la línea real no se rompa?

—¿D-dar a luz al heredero? —preguntó Yuuri algo inseguro de su respuesta.

Anubis solo asintió y después desapareció.

—Acaso ese dios de los muertos estás loco, como voy a tener un bebé, un hombre no se puede embarazar, a menos que...

—A menos que Georgi te preparé un hechizo —lo interrumpió Viktor mientras entraba a la habitación del azabache.

Yuuri lo miró un poco exaltado de que estuviera ahí y que lo hubiera escuchado, así que le dijo.

—¿Escucho lo que dije, su divinidad?, no es que enserio quiera tener un bebé es solo que...tuve un sueño muy raro, en el que Anubis me decía que mi destino aquí era darle un heredero a usted, pero ciertamente una de sus muchas concubinas o su hija será La Gran Esposa Real, no yo.

Viktor tomó del mentón a Yuuri y le dijo.

—Con mayor razón si fue una revelación de los dioses, tú tendrás un bebé, ya te dije que solo quiero que tú estés conmigo y que te amo demasiado, así que, por que no convertirte en El Gran Esposo Real Yuuri.

—N-no lo sé, necesito pensarlo, como ya dije es imposible que un hombre de a luz a un bebé, pero si Georgi lo consigue, aceptaré ser El Gran Esposo Real, pero si no puedo dar a luz al heredero tendrá que olvidarse de mi y dejará que sea su simple servidor.

—Recuerda que desde que llegaste a La Gran Casa, me perteneces, así que no me olvidaré de ti tan fácilmente, pero esta bien, confió en que eso no ocurrirá, por que Georgi es uno de los más grandes hechiceros de todo Egipto y se que, hará hasta lo imposible por hacer que quedes embarazado.

Él faraón dejo un suave beso en los labios de Yuuri y salió de su habitación, mientras le ordenaba a su consejero que llamará a Georgi, pues lo necesitaba urgentemente.

En la casa Jeneret, el chisme de lo que trataban de hacer con Yuuri había llegado a oídos de las concubinas y Mila quien se encontraba bañándose en la amplia bañera del lugar exclamó

—Creo que a faraón le hace falta un tornillo ¿Por qué embarazar a un hombre cuando tiene nueve mujeres a su disposición?

—Ciertamente Mila, creo que él debería elegir a una de ustedes —dijo Yurio mientras sus sirvientas lo vestían con una túnica de color verde y adornaban sus brazos con pulseras de oro.

Pero entonces, algo atrajo la atención de Yurio, quien desvió la vista, hacia la parte de atrás de uno de los pilares del lugar, pues le pareció ver a aquel soldado, el que tenía el águila pintada en el brazo quien lo había estado mirando durante la fiesta de bienvenida que organizó el faraón para los señores del Alto Egipto, algo que sin duda era imposible, pues a los únicos que les permitían la entrada en la casa Jeneret era a las concubinas y a las sirvientas y modistas personales de cada una. Los guardias siempre estaban frente a la puerta para evitar algún imprevisto o que alguien entrará al lugar sin permiso, así que Yurio pensó simplemente que tal vez todo había sido su imaginación, pero ¿Realmente era sí?

Pues sin duda lo era, ya que aquel soldado con el águila pintada en el brazo había conseguido entrar a la casa Jeneret, con el simple propósito de ver la belleza de Yurio, aún si su vida estaba en peligro.

—¿Entonces creen que Yuuri conseguirá embarazarse? —Les preguntó Nefera a las demás.

—Eso es imposible, alteraría el orden biológico de las cosas, a menos que...

—Sea algo divino —interrumpió Nefertari a Sara.

—Dicen que el dios Thoth, está siempre del lado de Georgi, así que, si es así sería posible —exclamó Asenet.

—Pues esperemos, por Ra, que Yuuri no consiga el título de Gran Esposo Real, por que ciertamente seria una amenaza para nuestros objetivos —musitó Mila

—Yo te echaría a los cocodrilos del Nilo si te convirtieras en La Gran Esposa Real —Exclamó Nefertiti hablando muy enserio.

Pues, aunque aparentemente se llevaban bien entre ellas, cada una quería ser quien estuviera al lado del faraón y diera a luz al heredero, así que a veces existía cierta tensión entre todas aquellas que tenían cierta probabilidad de tener el título.

Por ejemplo, nadie se metía con Yurio, porque él era un hombre y mucho menos con Nefera, pues el faraón le había dejado en claro que ella jamás obtendría tal título, por haberle cortado el hermoso cabello platinado a su hermana.

Pero aun así las ocho concubinas restantes tenían miedo de que Yuuri les quitará su oportunidad si Georgi conseguía hacer que diera a luz al heredero, por lo que comenzaron a maquinar un plan para que aquello no ocurriera.

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