Capítulo 2

Mientras Yuuri y Yurio recorrían las calles del antiguo Egipto, en el presente ya había anochecido.

Phichit estaba hambriento y exhausto de quitar tantos escombros, alumbró su reloj de mano y al ver la hora pensó en buscar a Yuuri, quien en todo el día no había regresado con él.

«Debe haberse perdido entre tanto pasadizo» pensó Phichit.

Guardo sus herramientas de trabajo y caminó por la gran tumba buscando a Yuuri, como este no respondía, comenzó a preocuparse por su amigo, pero cuándo ya se había rendido de tanto buscar y pensaba en llamar a los demás arqueólogos para que lo ayudarán, Phichit pudo ver la entrada donde reposaba el ataúd del gran faraón Viktor.

Al igual que Yuuri, Phichit quedo maravillado con toda la belleza y esplendor del lugar, tanto así que no se dio cuenta de que Yuuri estaba en el piso durmiendo y se tropezó con él.

Él tailandés ahogo un gritó al ver a su amigo tirado en el piso, se acercó a él y se aseguró de que sus signos vitales estuvieran bien, no obstante, por más que lo nombraba y lo movía para que despertara Yuuri no lo hizo, pues como su alma estaba en él antiguo Egipto su cuerpo solo era un recipiente vacío.

Phichit miró el collar maldito que se encontraba al lado de Yuuri y con curiosidad lo tomó, provocándole el mismo efecto que a Yuuri.

Al ver al dios Anubis, Phichit casi se muere del susto, pero al igual que Yuuri, no le quedó más remedio que aceptar su destino y acompañar a su amigo en aquella aventura.

Por otro lado, la única princesa de Egipto, Cleo, fruto de la unión entre el faraón Viktor Nikiforov y su hermana ya fallecida salía por primera vez a las calles, transportada en un palanquín por sus sirvientes.

Su cabello era platinado como el de su padre y estaba delicadamente adornado con hilos de oro, a diferencia de las demás mujeres de Egipto, Cleo lo traía de forma natural, algo inusual, pues se acostumbraba usar pelucas para evitar contagiarse de los piojos traídos por otras razas y tribus, por lo que las mujeres que la atendían se encargaban de darle un delicado tratamiento a su cabello.

Ella lo sabía muy bien, pero los sacerdotes de la Gran Casa e incluso su padre decían que sería un crimen que su hermoso cabello fuera cortado para convertirlo en peluca e incluso los hechiceros pronosticaban que el día en que eso ocurriera sería el final de la dinastía Nikiforov Seti.

Hombres y mujeres adoraban a Cleo como la princesa de Egipto que era, pues ciertamente tenía solo sangre divina corriendo entre sus venas.

Yuuri no fue la excepción, pues al ver a la princesa recorrer él mercado en busca de un guarda espaldas digno de servirla quedo maravillado ante su belleza.

Piel un poco morena, ojos azules, vestida con un corpiño de seda adornado con joyas preciosas, una falda de tela traída del oriente y pulseras de oro, Cleo parecía una autentica diosa egipcia.

Entre los mercaderes de esclavos y los nobles se rumoreaba que aquella era la primera salida de la princesa, pues como su difunta madre Arsinoe, era de complexión débil y enfermiza lo que la llevo a su muerte.

Él faraón y los médicos decían que era preferible que la princesa evitara salir de la Gran Casa, sin embargo, Cleo había cumplido los diecisiete años y le suplicó al consejero real que le pidiera a su padre la autorización para salir a conseguir un guarda espaldas, pues, aunque en el palacio y en la ciudad la adoraban, ella quería a alguien quien pudiera verla con otros ojos y le dijera lo bella y deseable que era.

Aunque el faraón se negaba al principio, Cleo era su única hija y su favorita de entre todas las mujeres, por lo que al final la dejo salir por única vez de la Gran Casa.

Así, entre el tumulto de gente que rodeaba a la princesa, esta, poso sus ojos en Yuuri quien compraba algo de fruta en un puesto mientras con una mano tomaba a Yurio para que nadie se lo arrebatara o se perdiera.

La princesa sonrió al encontrar al hombre que cumplía con sus expectativas y con ayuda de sus sirvientes, Cleo bajo con cuidado del palanquín, puso sus manos en la cintura y con voz autoritaria digna de alguien con un linaje real tan alto dijo

—¡Quiero que traigan a ese hombre junto con su esclavo ante mí!

Los sirvientes asintieron; y ante la sorpresa de ambos Yuris estos fueron tomados como si fueran criminales y llevados ante la princesa poniéndolos de rodillas en el piso.

—Oh gran diosa de Egipto ¿Cuál es el crimen que hemos cometido para que nos trate así? —preguntó Yuuri aterrado al ver la mirada fría que sostenía Cleo.

Uno de los guardias de Cleo estuvo a punto de darle una bofetada a Yuuri por cuestionar a la princesa, pero esta, alzó la mano indicando que lo dejará, hizo que Yuuri se levantara y con voz seductora dijo.

—Tú has sido elegido por mí para servirme y ser mi guardián hasta que llegue el día en que alcance la vida eterna como mis ancestros, tú esclavo será ahora de mi padre, apuesto a que un espécimen tan bello como él le será de su agrado, entonces ¿Cómo debo llamarte mi ahora fiel guardián?

—Y-Yuuri —respondió el azabache al escuchar tales cosas, se agacho para besar los delicados pies de la princesa y dijo.

—Desde ahora soy suyo y le serviré por siempre.

Phichit quien miraba desde lo alto de la azotea de una casa la situación, pudo ver claramente a Yuuri siendo llevado por los guardias reales y con el puño en su pecho dijo

—Juro que iré a rescatarte querido amigo.

La Gran Casa era una verdadera fortaleza de piedra caliza, adornada con jeroglíficos que relataban las hazañas de los faraones, tenía hermosos jardines cuyas plantas adornaban un pequeño riachuelo con agua del rio Nilo, bastos corredores, estatuas de los dioses, joyas y vasijas con un intenso brillo.

Yuuri miraba admirado toda aquella belleza, pues no era lo mismo ver solo las ruinas a ver cómo era la Gran Casa en todo su esplendor.

El consejero real Chris Gyasi llevó a Yuuri y Yurio ante el faraón, Yuuri hizo una reverencia y se quedó mirando al piso, al igual que Yurio, pues simplemente desconocía el cómo dirigirse ante un faraón.

Viktor bajó del trono real y alzó el rostro de Yurio primero, volteo a ver a su consejero y dijo

—Ciertamente como la princesa lo dijo este chico es una belleza digna de estar en mi colección, ¡vístanlo adecuadamente y llévenlo a mis aposentos!

—Como usted ordene oh gran rey-dios —exclamó Chris mientras llamaba a unas mujeres para que se llevarán a Yurio.

Yuuri estaba temblando de miedo, pues la voz del faraón lo intimidaba un poco, él faraón observo las cualidades de Yuuri y al final dijo.

—Vamos levanta la cara quiero ver tu rostro.

Yuuri hizo lo que el faraón le había dicho y así pudo ver con más detalle el rostro de este, tan idéntico al de su hija.

Viktor tomó la mano de Yuuri y dijo.

—Ya veo, parece que la princesa sabe escoger bien a su guarda espaldas, yo mismo te hubiera elegido si en su lugar hubiera ido, eres de una raza que nunca antes había visto, supongo que serás del oriente o de alguna otra tierra lejana lejos de mi dominio, no parece haber marcas en tu piel, por lo que asumo no eres un cualquiera, Yuuri ¿Ese es tu nombre cierto?

Él azabache asintió tragando saliva mientras el faraón le colocaba uno de sus variados anillos en su mano izquierda.

—No a cualquiera le daría esto, ni siquiera a mi consejero, esto muestra que eres digno de brindarte mi confianza y que más que él guarda espaldas de mi hija quiero que seas el confidente del rey-dios.

—Así será su divinidad —exclamó Yuuri mientras realizaba una reverencia.

N. de la T. En esta historia se usará el termino Gran Casa en lugar de palacio pues considero que el terminó palacio quedaría más bien para aquellos del siglo XVIII .

N. de la A. Hago todo lo posible para que la historia tenga una esencia realista del antiguo Egipto, así que espero que sea de su agrado y cumpla con sus expectativas, les agradezco infinitamente sus lecturas, sus votos y comentarios, también aprovecho para decir que las actualizaciones serán los fines de semana.  

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