Capítulo 11

Yuuri no dejaba de repetir el nombre de Viktor entre gemidos mientras el mayor lo embestía con fuerza, al mismo tiempo que lo besaba y un hilillo de saliva aparecía al separar sus bocas, Yuuri lagrimeaba y el en fondo, aunque estuviera disfrutando de todo aquel placer rogaba que no lo dejara como la primera vez que lo habían hecho.

—V-Viktor, solo me querrás a mi ¿verdad? — Exclamó el azabache con voz agitada.

—Por supuesto que sí, juro por Ra que no estaré más con mis concubinas —Respondió Viktor al mismo tiempo que chupaba uno de los pezones de Yuuri y este ahogaba un gemido.

El mayor embestía una y otra vez a Yuuri, mientras lo llenaba de besos, mordidas y caricias, le susurraba palabras de amor y el azabache se las creía.

Y, por un momento paso por su mente el estar así con Viktor para siempre, no solo teniendo relaciones si no que también vivir a su lado como su única y verdadera pareja, algo que sabia era un poco imposible.

Agitados, cansados, sudorosos y con las mantas manchadas de semen, al final Yuuri se quedo profundamente dormido mientras Viktor abrazaba su cintura y dejaba un suave beso en su cuello.

Aquella noche Yuuri y Viktor no eran los únicos que se daban amor, ya que en la casa Jeneret Otabek le hacia el amor a Yurio, quien trataba de callar sus gemidos besando a su amante.

Ver a Yurio sumiso en la cama y con las piernas abiertas solo para él Otabek sentía que cada día valía la pena escaparse de la residencia de los soldados y entrar a la casa Jeneret solo para estar con aquella belleza.

Algo que se había convertido en solo encuentros sexuales poco a poco se fue convirtiendo en algo más mientras pasaban los días, Yurio no pudo evitar enamorarse de aquel chico mestizo, moreno, valiente y fuerte.

Luego de su habitual encuentro, Otabek ayudo a Yurio a levantarse de la cama, le puso una de las cobijas encima y ambos caminaron de la mano, para sentarse a la orilla del riachuelo de la casa Jeneret.

En aquel lugar se tenia una hermosa vista del cielo pues el faraón coincidía que el reflejo de la luna y las estrellas iluminaba perfectamente cualquier lugar de la Gran Casa por las noches; y la casa Jeneret no era la excepción.

Ambos amantes cubiertos con solo una cobija admiraban las estrellas y en su mente solo estaban ellos dos, como si se tratara de una burbuja o una fantasía que tendría que desaparecer al día siguiente Yurio se recargó tímidamente en el pecho de su amado y exclamó.

—Si no fuera del faraón quizá me hubiera convertido en un servidor de la casa de Senet, si lograba escapar de mis vendedores y tal vez ahí me hubieras vuelto a encontrar, Beka, sabes que he comenzado a amarte con locura ¿verdad?

—Lo se mi pequeño gatito, lo sé, yo también quisiera que dejarás de ser del faraón, odio que llegue la mañana y me obligue a separarme de tu lado.

—No me importa que nuestro amor solo sea amor bajo la luz de la luna, sabes que yo siempre te esperaré y mi corazón solo le pertenecerá a ti.

Otabek miró los hermosos ojos de Yurio que resplandecían al decir aquellas palabras, acarició sus labios con su pulgar y lo besó, antes de que él primer rayo de sol apareciera y él se tuviera que vestir rápidamente antes de irse.

—Nos vemos mi águila —lo despidió Yurio mientras volvía a sus aposentos y pensaba que ser parte de la colección del faraón era un obstáculo demasiado grande para pertenecerle por completo a aquel soldado de ojos color chocolate.

A la mañana siguiente cuándo Yuuri despertó, Viktor no se encontraba a su lado como el lo hubiera querido, pero sin embargo algo en él hacia que se sintiera demasiado feliz, estaba sintiendo que dentro de su cuerpo todo estaba cambiando y eso quería decir que efectivamente pronto comprobaría que de verdad se había podido embarazar.

Con una sonrisa, luego de comer las delicias que los sirvientes le habían dejado como desayuno, acompañó a la princesa al muelle, donde tomaría un barco hacía Mitani, pues el faraón quiso que conociera a su prometido antes de su boda.

—¿Por qué estas feliz Yuuri? ¿Tanto te alegra que me vaya? —Preguntó la princesa.

—No, no es eso alteza, simplemente estoy feliz por otra cosa, espero con todo mi corazón que tu viaje vaya sin contratiempos y que tu estadía en Mitani sea la mejor.

La princesa asintió y subió al barco seguida de sus guardias personales y algunos otros soldados para brindarle protección.

Cuando Yuuri regresaba del muelle hacía la Gran Casa, pensó en ir al rio Nilo y bañarse con sus aguas para llenarse de todos los beneficios que este tenía.

Pero, al llegar se sorprendió mucho cuándo vio a Yurio y a un soldado abrazados mientras se miraban mutuamente.

Ambos se giraron para ver a Yuuri y con una mirada asustada se separaron, Otabek le paso la túnica a Yurio y este se acercó al azabache para decirle.

—Su excelencia, nosotros solo...

—No me digas que tú y aquel soldado tienen algún tipo de romance prohibido —interrumpió Yuuri.

Yurio y Otabek asintieron apenados esperando algún tipo de amenaza, advertencia o algo por el estilo.

Pero Yuuri solo tomó las manos de Yurio y exclamó.

—Y ¿Cómo hicieron ambos para verse justo aquí, a plena luz del día?

Yurio rio tímidamente y Otabek explicó que se había ofrecido a cuidar de Yurio mientras este salía de la Gran Casa para ir al rio Nilo, por eso al final fue una excusa perfecta para pasar tiempo a solas, ya que el rubio había dicho que no quería la compañía de sus damas.

—¿No le dirás nada a su divinidad verdad?

—No, por supuesto que no, yo...

Pero antes de que dijera algo más un par de soldados aparecieron para indicarle a los tres que era hora de regresar y que el faraón solicitaba la presencia de Otabek en la sala de estrategias de combate.

Entre los soldados había uno en especifico que desde hacia unas semanas se había enterado del secreto de su superior, pero no decía nada, sin embargo, le tenía demasiada envidia, pues aún teniendo sangre kushita Otabek había conseguido ser el segundo al mando de la armada real y el reinado del faraón había conseguido la victoria en diversas batallas debido a sus estrategias. Por eso al escuchar aquella conversación él soldado se adelanto y decidió informar de aquella traición al faraón.

Cuando finalmente Yuuri, Otabek y Yurio llegaron a la Gran Casa Viktor convenció a Yuuri de que fuera a sus aposentos mientras él hablaba con Otabek, Yuuri asintió y el faraón sentado en su gran trono real le ordenó a Yurio que se desnudara.

Él rubio dudó un poco, pero al final lo hizo, entonces Viktor pudo observar algunas marcas en su pelvis y cerca de su ombligo, luego miró a Otabek y observó que su arete y él anillo que siempre usaba no estaban, su brazo estaba algo arañado y las ojeras que tenía eran símbolo de que llevaba días sin dormir correctamente y todo aquello le comprobó que efectivamente lo había traicionado.

—Yurio, ya puedes volver a vestirte y Otabek me puedes decir que le paso al arete que siempre usabas en la oreja izquierda y al anillo que te representa como el segundo al mando de la guardia real.

A eso, el arete lo perdí en una riña con uno de los soldados y el anillo...

—¡Basta Otabek!, deja de mentir, se muy bien que aquellos objetos están en los aposentos de Yurio ¿Cierto Chris? —le preguntó Viktor a su consejero, quien traía aquellos objetos.

—Así es su excelencia, estos objetos estaban en los aposentos de Yurio —respondió Chris.

—Ahora dime la verdad Yurio esas marcas en tu cuerpo ¿Dónde te las hiciste?

—Y-yo...es que yo —el rubio tomó aire y al final respondió con la verdad aún si le esperaba una muerte segura.

—Otabek..., él y yo hemos tenido relaciones.

—Otabek eres él segundo mejor de mis soldados, gracias a ti se libraron numerosas batallas y te atreves a traicionarme, acaso ¿Todas estas traiciones son una clase de conspiración contra mi reinado?, Yurio me pertenece, lo sabias muy bien y aún así lo sedujiste, lo manchaste con impurezas y mantuviste relaciones con él, e incluso podría llegar a pensar que ambos están ahora...

—Enamorados —interrumpió Otabek.

Viktor suspiró, mandó a traer a los verdugos y dijo.

—Si no fuera por Amontep, uno de tus subordinados, quien me dijo sobre tu traición, este juego de romance entre tú y Yurio habría seguido, el día en que ejecutaron a Isinope deje en claro de que cualquier acto de traición seria castigado y Otabek, tu no serás la excepción ni tampoco Yurio, así que Egipto atacara a tu hermosa ciudad natal Kush y tú serás el encargado de hacer que esa guerra se gane, pero antes recibirás cincuenta azotes, pues seria una pena que mi mejor soldado muriera por cometer tonterías; y tu mi querido y hermoso minino observarás como tu amado soldado es azotado.

Los verdugos comenzaron con la sentencia de Otabek y este trataba de contener sus gritos de dolor mientras la sangre comenzaba manchar el piso y Yurio miraba horrorizado la escena mientras lloraba. Al final la espalda de su amado Otabek había terminado destrozada y Yurio corrió a su lado.

—Su divinidad, confieso que yo también tuve la culpa, pero no me arrepiento en decir ¡Amo a este soldado!

—Y-yur-a...b-a-sta —exclamó Otabek demasiado débil.

Viktor se acercó a Yurio y estuvo a punto de darle una bofetada pero Yuuri apareció interponiéndose, para salvarlo por segunda vez.

N. de la A. Holis mis queridos lectores, aquí la nueva actualización, ya que tengo demasiada tarea para el fin de semana no me será posible actualizar en esos días, por eso  decidí hacerlo hoy, sobre la canción de multimedia, la puse porque con ella trataba de inspirarme para escribir el lemon, pero al final no me quedó como tal. Y otra cosa más, les juró que llore demasiado en la parte final del capítulo, me recordó demasiado a un capítulo de la "Elite" de Kiera Cass  en donde a la pobre Marlee y a su amante los azotan según yo injustamente porque osea la selección era un concurso para elegir a la esposa del príncipe no iban a ser sus concubinas y pues llore como magdalena. Bueno ahora que ya me desahogue me despido y nos leemos pronto. Ya saben, comentarios, reacciones, estrellitas  y demás son bienvenidos.

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