Capítulo Veintiséis.
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¿A dónde fue el pasado que no volverá? - Enrique I.
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Alicia.
Han pasado dos días desde que perdí a Mac, conocí mi nueva vivienda pero todo me daba igual. Si me mataran justo ahora no me importaría.
El mundo para mí se había detenido ese día que murió, se congeló y no quiso seguir su rumbo sin él. Todo lo que amaba se destruía, esa era mi maldición.
Mi madre había muerto por mi culpa y ahora Mac, él era tan joven y merecía tanto ser feliz, no pude decirle lo que sentía. No pude enterrarlo porque su cuerpo se consumió por el fuego, no pude llorarlo como una muerte normal, no pude despedirme.
Nicolas Robert me lo había arrebatado y era tan cobarde que no ha decidido venir a dar la cara, mi corazón se deshizo para dejar en su lugar un agujero de odio puro. No deseaba verlo ni a él ni a nadie. Alex estaba respetando la distancia, no salía de la habitación para nada y él me traía la comida aunque nunca le abría la puerta.
No había comido nada, mi estómago se había contraído a tal punto que si digería algún alimento lo vomitaría sin procesarlo siquiera. Mis ojos se secaron de tanto llorarlo, mi vida se sumió en un gris oscuro y nadie podría devolverle el color, no como él lo hacía.
En la noche intenté dormir porque mi cuerpo estaba muy agotado, me pedía a gritos un poco de descanso y lo intenté pero una horrible pesadilla me envolvió de una manera oscura y terrorífica donde volvía al pequeño departamento que soñé hace unos días, esta vez Mac seguía vivo pero de la nada empezó a golpearme y amenazarme con odio en sus ojos.
Esa imagen de él quise borrarla pensándolo con esa hermosa sonrisa que siempre me regalaba, lo intenté pero en minutos volvía a ver ese hombre con ojos endemoniados que desconocía completamente. La maldición deseaba que lo imaginara como lo peor pero ese no era él. Mac fue lo mejor que pude haber conocido hasta entonces, no pudimos ser felices juntos como me lo había prometido y eso me consumía por dentro.
Escucho como alguien toca la puerta unas cuantas veces y sé que se trata de Alex, me quedo en el mismo lugar esperando que me diga como siempre que ha dejado un poco de comida.
— Tu padre vendrá pronto, Alicia — notificó y me quedé petrificada. Lo menos que quería era eso, ya suficiente tenía con mi soledad, con mis malditas pesadillas y la ausencia que sentía en mi pecho. No respondí nada e imaginé que se había ido a su habitación.
El nuevo sitio era completamente impersonal y vacío, las paredes blancas sin ninguna ventana, la cama matrimonial estaba cubierta por sábanas blancas y almohadas a juego, sin cuadros, sin nada. El día que llegué aquí seguía en estado de shock y no me percaté de la sala, tampoco sabía si teníamos cocina o dónde estaba la habitación de Alex, parecía un apartamento pero no estaba segura del todo, mucho menos sabía en qué ciudad estábamos, pero no era la nuestra. Alex me lo había dicho cuando intentó consolarme.
No lo culpaba por la muerte de Mac, sabía que había sido una orden de Nicolas el que fuese a rescatarme, sabía que si se negaba podía matarlo o matar a toda su familia.
Me tiré en la cama a esperar la llegada de ese señor que era mi padre, aunque me negara a verlo igual me obligaría. Aunque me encerrara en mi habitación seguramente tenía una llave que abriera la puerta. Así que simplemente lo esperé, me mentalicé a enfrentarlo aunque no quisiese.
A cada minuto que pasaba mi respiración era más pesada y quemaba el aire en mis pulmones. Ya no había lágrimas en mis ojos pero debía tener la cara como un zombie. Tenía un leve dolor de cabeza pero no me importaba.
Después de un rato, tal como lo imaginé, abrieron la puerta de mi habitación. Sin embargo, no entró quién esperaba sino Alex, no entendía qué hacía aquí pero no pregunté, no pronuncié ninguna palabra. Él lentamente fue acercándose para luego tomar asiento a un lado de la cama, sus ojos estaban rojos y las ojeras bajo de ellos eran gigantescas, él tampoco había dormido nada, estaba sufriendo, se sentía culpable.
Sentí un revoloteo en mi estómago pero lo detuve, Alex suspiró un poco abatido y pude suponer a qué venía. Mi padre estaba aquí y quería verme. Cerré los ojos para evitar que la maldición llegase a afectarle.
— Alicia, Nicolas está en la sala y quiere hablar contigo — susurró con dificultad y negué con la cabeza para luego ver hacia la pared dándole la espalda — le diré que no quieres.
Lo sentí levantarse de la cama y salir de la habitación sin cerrar la puerta en su totalidad, por un momento pensé en ignorar lo que había pasado pero sería estúpido, Nicolas no se iría sin hablar. Así era él, hacía lo que quería cuando quería sin importar qué.
Me levanté para caminar hasta la puerta e iba abrirla cuando lo escucho alzando la voz.
— ¡No me voy a ir hasta no verla y tú no me lo vas a prohibir! ¿Quién te crees que eres? — le estaba gritando a Alex pero no entendía ¿prohibir? Era imposible que Alex le estuviese prohibiendo algo a Nicolas.
— ¿Usted no entiende qué está destrozada? Su gente ha asesinado a su enamorado sin compasión aunque ella les suplicó que no lo hicieran — habló fuerte sin importarle lo peligroso que era ese hombre. Mi pecho empezó a retumbar con fuerza asustada.
— Es imposible que ellos estuviesen enamorados y lo sabes, no seas ridículo. Seguramente el tipo era un pervertido que quería abusar de ella y por eso la enamoró — escucharlo hablar de esa manera tan cruel de Mac me hizo hervir en rabia.
— No es así, no sé cómo y me cuesta creerlo pero yo vi como se veían. No había odio en sus ojos, no le afectaba la maldición. Pero claro, usted no sabe de eso porque no ama a... — no terminó la frase y supe que algo malo estaba pasando así que salí corriendo a su encuentro.
— ¡No me hables así niño! — lo vi con sus manos en la garganta de Alex ahorcándolo sin piedad, la cara de él estaba roja por la falta de respiración y como pude lo empuje golpeándolo seguidamente para que lo soltase.
— ¡Eres un maldito y te odio, suéltalo ya! — las lágrimas se acumulaban en mis ojos pero no de tristeza sino de rabia contenida. Quería herirlo tanto como lo había hecho conmigo.
Nicolas se detuvo soltando a Alex, el cual cayó al suelo tocándose el cuello con exasperación. Lo volví a empujar con fuerza haciéndolo dar pasos hacia la salida, extrañamente no habían guardias, solo nosotros tres.
— Hija escúchame por favor, déjame explicarte — intentó sostener mis manos pero la fuerza que yo estaba impartiendo era descontrolable.
— Te odio, ya no eres mi padre, eres un monstruo, un asesino y te quedaras completamente solo. Porque lo único que tenias en la vida era yo y puedo informarte que a partir de hoy estoy muerta para ti — me alejé unos pasos para decirle todo lo que sentía viéndolo a los ojos.
Él empezó a mostrar lo que era realmente, su mirada se volvió oscura y me recordó a su hermano Dexter, creo que era mucho peor. Apretó la quijada con fuerza y yo los puños a cada lado de mí. Levantó la mano con intención de abofetearme y cerré los ojos para esperar el golpe, sin embargo escuché el sonido del mismo pero no lo sentí, abrí los ojos y lo entendí.
Alex se encontraba frente a mí dándome la espalda, él había recibido el golpe por mí. Él se había interpuesto en medio de los dos para protegerme. Me paralice y sentí una revolución en mi interior por ese simple hecho.
— Larguese de aquí, ya escuchó que no quiere hablar con usted — habló Alex, sus hombros se veían tensos y supe que estaba conteniéndose para no regresarle el golpe. Su espalda ancha me imposibilitaba verle el rostro a Nicolas, seguramente estaba echando chispas por los oídos.
El silencio se hizo parte de nosotros y no podía dejar de preocuparme por la seguridad de Alex. Hablarle de esa manera era una muerte segura para él.
— Volveré Alicia, y hablaremos — notificó con su voz seria y tenebrosa. Yo me acerqué a Alex por la espalda para cubrirme de él, sentí la necesidad de abrazarlo para estar segura pero preferí no hacerlo.
Después de escuchar la puerta cerrarse y avisar que Nicolas se había ido, me alejé de su cuerpo como resorte para regresar a mi habitación pero antes de siquiera llegar a la puerta sentí su mano tomar la mía para jalarme hacia él.
Rápidamente cerré mis ojos y él me tomó de la cintura para acercarme a su cuerpo, sentí su pecho contra mi rostro y pude escuchar su corazón latir rápidamente, me abrazó con fuerza intentando unir los pedazos del mío pero nadie podría consolarme, lo que me habían quitado era más que una persona, era la libertad, la felicidad y todo lo que Mac me había jurado.
— No permitiré que nadie te lastime mientras yo esté presente — susurró para luego dejar un beso en mi cabello — entiendo por lo que estas pasando, que te encierres y evadas el mundo para no seguir con miedo a olvidarlo, todo eso lo pasé hace unos años con mi hermano. Él murió y...
Sus manos acariciaban mi espalda de arriba a bajo con la intención de hacerme sentir mejor y era inevitable no descompensarme con su cercanía pero mi dolor era mucho mayor. Yo me separé unos milímetros para apoyar mi frente en su quijada.
— ¿Y? — le inste a seguir cuando lo sentí descomponerse, su voz se había quebrado con las últimas palabras y me sentí relacionada con todo lo que estaba diciendo. Era la primera vez que me contaba algo importante de su vida, que se abría a mí y quería seguir escuchándolo.
— Mi mundo se vino a bajo con todo e ilusiones, él era mi mayor admiración después de papá, antes de que entrara al mundo de las drogas era mi mejor amigo y mi héroe en la escuela. No sé cómo sobreviví a su pérdida, ese día creí que una parte de mi había muerto con él — suspiró y por un momento creí que estaba llorando, sentí humedad en la frente y un gran deseo de verlo me invadió pero eso dañaría todo. Lo abracé rodeando su cintura.
Nos quedamos en silencio por un gran rato hasta que una interrogante se formó en mi mente.
— ¿Cómo... lo superaste? — susurré colocando mi rostro en su hombro. Lo escuché soltar una pequeña risa.
— No lo hice pajarito. Mi vida sin él nunca será la misma, su ausencia sigue afectándome en su momento pero se aprende a vivir con el dolor. El tiempo te ayudará a apaciguarlo de a poco y lo recordarás por las cosas buenas que te dio en ese tiempo que estuvieron juntos. Recuerdalo así. — asentí a sus palabras, no sabía que había tenido un hermano y que lo había perdido por la droga.
— Debió ser una tortura tener que entrar a ese mundo de la droga para salvarme. Nicolas no debió arriesgarte así — mencioné un tanto apenada al saber que seguramente los aborrecía y tuvo que soportarlo por mí.
— Yo acepte hacerlo, esa noche que nos enteramos dónde estabas... yo me ofrecí para ayudar a salvarte. No iba a permitir que te dejaran ahí, sabía que te torturarían, que no les importaría dañarte por herir a Nicolas — escucharlo decir eso me consterno. Nunca pude imaginármelo ¿él quiso salvarme desde el principio? ¿Arriesgó su vida por mí? No podía entenderlo.
— No debiste, Alex — susurré en su hombro — pudiste perder la vida.
— Yo-yo realmente creí que estabas en peligro. Cuando te vi la primera noche en la cabaña y como te trataban creí que no podría soportarlo, quería matarlos a golpes solo por tocarte de esa manera — se detuvo un segundo para tomar aire y sé que esto le estaba costando, yo no evité recordar ese momento y lo que ocurrió después — No sabía que Mac y tu... y cuando te tuve frente a mí no pensé en otra cosa que protegerte.
— Si estaba en peligro, claro que lo estaba — rompí el abrazo para caminar hacia mi habitación pero no cerré la puerta tras de mí dándole acceso a ella, él entró a paso lento y tentativo, con miedo al rechazo — pero gracias a Mac nadie más se podía acercar a mí, después de la golpisa grabada... — él asintió viendo hacia otro lugar, significa que había visto el vídeo — estaba prohibido siquiera mirarme a menos que él así lo quisiera. Eso me mantenía segura temporalmente hasta que nos escaparamos juntos, íbamos a...
No pude terminar porque dolía siquiera recordarlo, pensar en él y en todo lo bueno que hizo por mí, sus besos, sus caricias y sus palabras de una nueva vida que nunca llegaría.
Me senté en la cama para no caer, mis rodillas se debilitaron y el dolor me estaba asfixiando pero no salían lágrimas de mis ojos. Estaba seca y vacía, destrozada. Alex se sentó a mi lado sin mirarme, estábamos manteniendo nuestras miradas separadas en lo posible para que la maldición no interfiriera en nuestra conversación.
No soportaría que volviera el Alex malvado y cínico, no soportaría ver en sus ojos el odio provocado. Terminaría por matarme, por acabar con mi poca estabilidad.
Él tomó mi mano con fuerza y recordé el día que vió la fotografía de mi madre y lloró por unos minutos. Era muy extraño tenerlo así de comprensible y atento, era la parte de su personalidad que siempre quise averiguar, la única que deseaba conocer.
— Te prometo que saldremos de aquí, que te ayudaré a rehacer tu vida y buscar tu felicidad — negué con la cabeza porque no quería escuchar más promesas, me dolía que nunca pudieran cumplirlas por la interrupción de Nicolas o mi maldición. Preferiría vivir mi día a día sin ninguna esperanza, esperar mi muerte sin una motivación.
— No me hagas promesas, por favor — susurré suficientemente audible para él. Sentí su mirada en mí pero no me moví — ¿hasta cuándo estaremos aquí?
— No lo sé, Alicia. Tú padre... — lo interrumpí está vez al escucharlo decirle así a ese señor.
— Nicolas, su nombre es Nicolas — mencioné con un toque de rabia, solté su mano para entrelazar las mías en medio de mis piernas.
— Nicolas mencionó que estaríamos aquí hasta que limpiara toda la ciudad de peligros para ti — asentí con una sonrisa irónica, todo peligro en mi vida ha sido su completa culpa, es un imbécil.
Nos quedamos en silencio por unos minutos, en mi interior había una lucha en desearlo cerca o alejarlo para encerrarme en mi soledad. Lo sentí levantarse de la cama y un cruel vacío envolvió mi pecho sabiendo que se iría, lo observé de reojo removerse de un lado a otro viendo mi habitación.
— Cualquier cosa que necesites, puedes decirme. Estoy para lo que sea, pajarito — habló con tristeza, no podía verlo a la cara pero lo sentí inquieto, nervioso — No has comido nada y deberías alimentarte ¿esta bien?
Asentí para luego verlo darse la vuelta y caminar hacia la salida, solo vestía un mono azul marino con una franelilla blanca que me permitía vislumbrar su espalda bien marcada y definida. En esos segundos recordé lo de su herida y me levanté de golpe para detenerlo, deseaba saber cómo estaba aunque se veía bastante bien.
— Espera — le dije y él se giró de medio lado viendo hacia la pared — ¿cómo está tu hombro? La bala y... ¿tu movilidad?
Lo vi sonreír con la boca cerrada y los nervios recorrieron mi cuerpo como sangre, lo tenía a unos metros de distancia pero el ambiente seguía estando pesado y me afectaba todo de él.
— Pues... estoy bien, la sacaron el mismo día que llegamos y no fue nada grave — movió el brazo herido con la intención de que viese que podía moverlo aunque se le formó una mueca de dolor en su rostro, tenía un parche en ese lugar y nada más que eso.
— Que bien, digo... — hablé un poco torpe y no comprendí porqué si hace unos minutos estábamos hablando tan tranquilos — pronto estarás mejor y podrás moverlo sin dolor.
Lo vi rascarse la nuca y me pareció un acto de nerviosismo ¿él también estaba nervioso? No podía ser, él nunca ha tenido problemas con eso junto a mí, simplemente no siente nada. Asintió sin borrar su sonrisa.
— Gracias por preocuparte — soltó para luego irse de la habitación como si lo hubiese corrido. Cerró la puerta tras de sí y me acerqué para pasarle seguro pero me detuve al tomar la perilla, no lo haría, ya no me encerraría.
Regresé a la cama sin problemas en cambiarme de ropa porque he pasado todos estos días en pijama. Veo hacia el techo intentando procesar todo lo que había pasado, hablar con Alex me había hecho bien, el dolor no se iba pero se hacía cada vez más fácil soportarlo con él a mi lado.
Cerré los ojos con la intención de descansar, el único terror de dormir eran las pesadillas, ya suficiente sufrimiento con lo que estaba pasando en la realidad para que mis sueños deseen añadirle más. Le pedí a Dios que cuidara mis sueños y poder dormir en paz, en cuestión de segundos caí rendida.
Abrí los ojos y me sentí aliviada por no recordar nada del sueño que había tenido, no había sido torturante ni nada, esta vez me habían dejado en paz las malditas pesadillas. Me levanté a paso de tortuga al escuchar unos sonidos en la sala, no sabía si todavía era de noche pero había una luz que sobresalía por debajo de la puerta.
Caminé hacia ella como un imán y abrí la puerta para darme cuenta de que era el reflejo del gran ventanal en la sala, lo había ignorado completamente cuando salí el día de ayer. Quizás por la distracción de ver a mi padre ahorcando a Alex y por todo lo que había sucedido.
Me acerqué a él, era grande y estaba semiabierto, la brisa hacia volar las cortinas blancas casi transparentes que yacían a cada lado del mismo. Me detuve frente a él sintiendo como una corriente que recorrió todo mi cuerpo cuando el frío abrasador me cubrió entera. Me abrace a mi misma con la intención de apaciguarlo.
Nos encontrábamos a varios pisos de distancia y el suelo se veía muy lejos, si me llegase a lanzar desde esta altura la muerte sería inminente. Me perdí en mis pensamientos y recordé a Mac con gran intensidad, lo extrañaba y sentía que no podía vivir sin él.
Entonces me percaté de un movimiento en la calle frente al edificio, había un cuerpo cubierto por oscuridad, no podía verlo con claridad porque la luz de los faroles no llegaban a tocarlo. Era un hombre, alto y no tan flaco pero no se movía del lugar, podía sentir su mirada aunque no podía verlo realmente.
Me petrifique en el sitio y empecé a ver hacia los lados buscando algún guardia que lograse verlo, de alguna manera me sentí en peligro a pesar de estar a metros de distancia.
Volteé a verlo una vez más y seguía inmóvil en su sitio, por un momento creí que era solo mi imaginación y que quizás no era más que la sombra de algún objeto con esa misma forma. Me había pasado antes, la mente era impresionante para imaginar cosas de donde no las hay.
Entonces escuché esa voz y me quedé paralizada.
— Alicia ¿Sabes quién está ahí frente a ti? — susurró en mi oído pero al voltear rápidamente no había nadie, el miedo empezó a enterrarse en mis extremidades, no podía hablar ni gritar. Estaba aterrada.
Miré hacia adelante y la sombra ya no era sombra, el hombre se dejó ver con la luz dando unos pasos hacia adelante, a medida que caminaba lo apreciaba un poco más de abajo hacia arriba y antes de poder verle el rostro ya sabía de quién se trataba.
Era Mac.
Ver su cara fue un impacto casi asfixiante, estuve a punto de desmayarme. Yo no podía quitar la vista de todo su ser y deseaba ir a él aunque no pudiera moverme. Él me miró y sus ojos reflejaban el amor que siempre me había mostrado cuando estábamos juntos. Mi corazón empezó a bombardear sangre como si estuviese reviviendo, renaciendo de las cenizas. Las lágrimas de felicidad no esperaron en salir.
Pero la voz tenebrosa volvió a hablar, sabía que algo malo estaba ocurriendo. Cuando esa voz aparecía no podía confiarme, sin embargo lo ignoré todo. La felicidad de volver a verlo sano y salvo me desconcertó.
— Mac está vivo y espera por ti.
Con esas palabras desperté, regresar a la realidad fue un golpe directo a todas mis esperanzas. El sueño se sintió tan real, tan verdadero que corrí hacia la sala con el corazón en la mano y la respiración entrecortada para ver si realmente había una ventana y si, estaba ahí tal y como la había soñado. Me sentía aturdida, confundida y a punto del colapso.
Me acerqué lentamente como si al asomarme iba a poder revivir el momento, encontrarlo ahí en el mismo lugar. Me detuve frente a ella y me parecía una locura no haberla notado antes, la abrí un poco permitiendo a la brisa de la mañana entrar al lugar.
Me abracé sobando mis brazos, fue imposible no recordar su rostro alumbrado por la luz con esos ojos brillantes y llenos de esperanza, no solté ninguna lágrima aunque mi interior se estaba rompiendo al saber que nada de lo que había soñado era cierto.
Pensar en las palabras de la voz me hacían dudarlo, sin embargo Alex lo vio morir, no tenía sentido. En lo que quedaba de mi corazón fue creciendo una pequeña esperanza, minúscula casi inexistente pero estaba.
— Buenos días, pajarito — escuché su voz somnolienta detrás de mí y cerré los ojos deseando que la persona que estaba a centímetros de distancia no fuese Alex sino Mac.
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Gracias por los que siguen leyendo cada capítulo y esperan ansiosos mis actualizaciones, por ustedes es que sigo escribiendo y pongo todo mi empeño en cada capítulo. Todos tienen un pedacito de mi amor.
Siguiente capítulo un vaivén de emociones.
Los quiero diez universos.
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