Capítulo Treinta y Siete.
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Te das cuenta de que el tiempo todo lo devuelve — Ventino
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Alicia.
Amaneció y llegamos a nuestro destino. Nadie más venía con nosotros y me sentía tranquila, en completa paz porque sabía que, así como yo iba camino a la libertad, Alex también iba a poder serlo nuevamente con Milian y la criatura que crece en su vientre.
Me dolía no volver a verlo, pero con el tiempo he aprendido que a veces es necesario sacrificar cosas que uno cree necesarias y, sin embargo, son las que no nos dejan avanzar, crecer. Es por eso que se necesita de mucho valor para dejarlo ir.
Aceptarlo es lo más difícil del asunto, entender que es necesario perder algo para llegar a tu destino. A lo que sueñas, lo que te hará feliz.
Justo ahora no estaba segura si la decisión que había tomado me haría feliz, en este momento no me sentía así pero debía creerlo, tener fe en eso. Observé la pequeña cabaña al llegar y era muy bonita, de color rojo granate con detalles blancos, dos ventanas a cada lado de la puerta principal hecha de madera. Nos encontrábamos rodeados de árboles grandes y frondosos con el tallo alto, no había más casas cerca de aquí.
Solo se podía escuchar el hermoso sonido de los pájaros cantando, la naturaleza brindándonos una magnifica vista en todo su esplendor y sin contaminación. Todo lucía demasiado perfecto para ser verdad y eso me aterraba.
Nadie podía encontrarnos.
Ese hecho me hizo temblar un poco pero intenté en todo lo posible ignorar mi mal agüero. Todo saldrá bien, me repetía una cantidad de veces.
— ¿Te gusta? No has dicho nada en todo el camino — me removí incómoda para luego enfocarlo con una sonrisa tímida. No podía decirle las locuras que rondaban en mi mente.
Regresé la vista al frente asintiendo. La verdad es que nunca había visto una casa tan pequeña y encantadora, te hacía sentir en calma como si todo se fuese arreglar en ese espacio, como si la felicidad pudiese llegar a alcanzarnos.
— Me encanta — mencioné para bajar del auto y trotar hasta ese lugar que sería nuestro nuevo hogar hasta que las cosas se calmaran en el exterior y pudiéramos ir a donde queramos.
Siempre con precaución por mi maldición, pero soñaba con viajar, con todo eso que Mac me prometía.
Mac me abrazó por la espalda para dejar besos en mi mejilla. Deseaba disfrutar del momento, nos lo merecíamos, pero no podía. No dejaba de pensar en Alex, saber si había logrado llegar con su enamorada, si ya estaban juntos, felices. Me sentía desesperada, ansiosa por saberlo ¿pero cómo iba a hacerlo?
— Quisiera leer tus pensamientos aunque sea una vez — cerré los ojos al sentir su aliento contra mi cuello. La piel de todo mi cuerpo se erizó ante ese leve contacto como estática.
Me separé rápidamente para dar la vuelta y encararlo con una sonrisa, no deseaba fingir pero no quería lastimarlo después de todo lo que ha hecho por mí. Quizás lo que me pasaba era una simple confusión, una tontería que superare con los días y no quería preocuparlo. Mucho menos que crea que estoy enamorada de Alex porque no es así.
Tampoco estas enamorada de él.
Pero voy a estarlo y seremos felices.
Lo tomé del brazo para halarlo hasta la casa, moría por verla por dentro. Llegamos a la puerta de madera y se detuvo a buscar la llave en un bolsillo de su chaqueta de cuero negro. En ese momento, me deleite de su rostro a unos desagradables centímetros de la mía. Su sonrisa me hacía saltar el corazón con mucha más insistencia. Esos labios rosados me arrastraban a desear robarle un beso.
Él se dio cuenta de mi escrutinio sin disimulo, y soltando una grave carcajada me tomó por el brazo para enroscar el suyo en mi espalda acortando cualquier distancia entre los dos.
— No sabes la tortura que pasé todo este tiempo sin tus besos, sin ti princesa — susurró sobre mis labios para robarme un pequeño beso — Te amo.
Con esas últimas palabras volvió a besarme y esta vez pude disfrutar de ese contacto tan celestial por más tiempo. Probarlo era como la dicha de ver el amanecer a partir de un mar extenso, las sensaciones de calma y pasión mezcladas como los colores del sol y el mar. El deseo interminable de querer más en cada beso.
A través de ese exquisito sentimiento llegó a mi mente, como una tempestad, el rostro de Alex. Rápidamente en un flashback recordé cada momento a su lado, sus besos y no pude seguir, rompí el momento aturdida.
Mac se quedó observándome con confusión reflejado en sus facciones. Necesitaba encerrarme, necesitaba respirar, estaba asfixiada por este cambio y no podía disfrutarlo como siempre soñé. Aguanté las lágrimas que luchaban por salir.
— Lo siento Mac, yo... estoy muy cansada. Todo lo que ha pasado me tiene un poco aturdida — expresé dando unos pasos atrás para poder esconder lo que revoloteaba en mi interior.
— No te preocupes muñeca — tomó mi mano para esparcir caricias e intentar calmarme — Yo entiendo.
Sus últimas palabras escondían todo lo contrario a lo que significaban, el tono fue bajo y desilusionado. Me sentí terriblemente culpable pero necesitaba descansar, solo por hoy.
Abrió la puerta para permitirme entrar primero, la calidez del sitio me envolvió con una paz impresionante. Comparándolo con mi casa, apartamento, o cualquier otro lugar donde he podido estar, la diferencia es inmensa. Mientras aquellos sitios resultaban fríos y desolados, esta cabaña da un calor agradable y acogedor donde provoca vivir toda una vida.
— ¿Cómo conseguiste este lugar? — pregunté admirando cada pequeño espacio con fascinación.
No podía dejar de ver el suelo de madera y las paredes blancas inmaculadas adornadas con cuadros de paisajes y rostros irreconocibles por todos lados. Un lindo juego de muebles de hecho de madera con flores silvestres, de varios colores, recién cortadas junto a un sofá de cuero negro en medio de la sala sobre una alfombra rojo granate.
El lugar parecía ocupado, como si una familia viviera aquí de años y lo mantuviera pulcro sin un rastro de polvo ni telarañas. Sin embargo, no había más que nosotros dos, no había televisor, ni rastro de un teléfono por ningún lado.
— Pues... era de mi madre antes de morir — sus palabras me hicieron recordar la fotografía que había visto en su perfil con aquella joven hermosa de rasgos similares a los suyos ¿sería su madre? Había muerto.
No quise preguntar por ese simple hecho, no deseaba regresarlo a ese tiempo y que sintiera la tristeza de haberla perdido. Me dolía simplemente saber que ya no estaba con él.
— ¿Y ahora quién vive aquí? — dudé en soltar esa interrogante pero la curiosidad no me dejaba en paz. Di varios pasos hasta llegar a un cuadro pintado a mano del retrato de aquella joven. Era demasiado bella y quién la haya pintado, había logrado capturar sus rasgos a la perfección como una fotografía.
Pasé mi vista hacia el final de la sala encontrándome con dos puertas de madera, una al lado de la otra. Imaginé que una de ellas era la cocina y la otra posiblemente la habitación.
Solo una habitación... Trague saliva pensando en lo peligroso que eso podía ser. Lo tentador que resultaría dormir los dos solos en una cama. Todos esos pensamientos me hicieron temblar llena de nervios, no me sentía preparada para tanta intimidad.
— A partir de ahora... — hizo una pequeña pausa que no pasó desapercibida para mí. Volteé a mirarlo, sus ojos estaban fijos en la pintura y en su rostro se reflejaba un aura oscura. Como un parpadeo, al darse cuenta que lo estaba observando, cambió el rostro formando una sonrisa amable — pues nosotros ¿Quien más princesa? — soltó una risa inocente pero sus ojos mantenían la oscuridad, era una extraña mezcla de tristeza y rabia.
Asentí encogiéndome de hombros con una sonrisa, mientras mi mente se buscaba la manera de excusar esa mirada, ese gesto tan extraño. Quizás la manera que había muerto le dolía, quizás le daba rabia no haber podido hacer nada para salvarla, para curarla.
Muchas veces me ocurría algo similar al pensar en mi madre, era esa combinación de tristeza y rabia que me absorbía, pero la culpabilidad ganaba terreno en todo momento.
Volteé decidida a pasar página y abrir la puerta a mi izquierda encontrándome con la esperada habitación. Era pequeña, por poco cabía la cama y una mesita de noche donde descansaba una lámpara, las paredes eran azul cielo adornadas con más cuadros y una ventana que dejaba pasar los rayos del sol.
Tomé asiento en la cama vestida con una sábana blanca bordada de minúsculas flores de varios colores. El peso de las cosas y el cansancio cayeron de golpe en mi espalda haciéndome encorvar. Era inevitable que no pasara mi vista curiosa por cada esquina del pequeño espacio.
Me pregunté dónde colocaría la ropa, dónde estaría el baño, cómo compraríamos la comida ¿y si teníamos una emergencia? Todo quedaba tan lejos y yo no dejaba de torturarme con preguntas.
¿Tendrá dinero para sobrevivir todo ese tiempo? ¿Qué ropa iba a usar? La única que tenía era el vestido negro que cargaba puesto.
— Te dejaré para que descanses. Buscaré algo para comer, si quieres estaré en la cocina — su voz me devolvió al momento y volteé hacia él con una leve sonrisa para luego asentir sin muchos ánimos.
En los últimos minutos me he limitado únicamente a asentir y sonreír, sin más.
Cerró la puerta regalándome una última mirada llena de mucho cariño. A diferencia de mí, él se veía muy feliz y emocionado.
Caí en la cama cerrando los ojos que me pesaban bastante. El cansancio no me dejó pensar en nada más, tan rápido como mi cuerpo sintió la suavidad del colchón me desconecte de todo mi alrededor, los problemas empezaron a disiparse y el último pensamiento, antes de caer rendida por el sueño, fue Alex.
La melodía de un pájaro me despertó, poco a poco fui abriendo los ojos para encontrarlo sobre mi pecho muy cerca del rostro. Era un pequeño ruiseñor y no dejaba de cantar, la melodía resultaba tan atrapante y mágica que deseé tocarlo.
En ese instante, me di cuenta que tenía las manos amarradas a cada lado de mi cuerpo. Empecé a moverme con fuerza para zafarme haciendo que el pájaro se fuese volando, las piernas también estaban amarradas a un metal frío que me servía como camilla.
Las luces se apagaron al segundo que el ruiseñor salió por una pequeña ventanilla en la pared atrás de mí.
Los rayos del sol se colaban por ella y se volvió la única luz que alumbraba el lugar. No podía ver nada más de lo que me permitía. Mi cuerpo estaba cubierto por una sábana blanca casi transparente, el frío del metal de la camilla contra mi espalda y trasero me hizo saber que estaba completamente desnudarte bajo la sabana.
El frío se coló por mis huesos y la sangre en mis venas dejó de circular como si se fuese congelado. Empecé a temblar, me sentía asustada, pérdida, no sabía cómo había llegado aquí, todo estaba mal. En mi mente no había nada coherente que me diera una pista de porqué estaba amarrada en esta camilla.
Grité y grité sintiendo la garganta desgarrar, necesitaba ayuda, la respiración me costaba y las lágrimas estaban ahogándome. Pero nada ocurría, el silencio era mi única compañía.
— Ayuda, Dios ayúdame — susurré ya sin voz. Escuché unos pasos acercarse y mi corazón se detuvo, el pánico me atrapó. No podía defenderme, iba a morir.
— Pequeña Alicia, cómo has crecido — esa voz empezó a darme vueltas en la cabeza, siempre la de mis pesadillas. No podía ver más allá de las sombras pero sabía que estaba ahí frente a mí. Su risa malévola se repetía en eco de forma siniestra envolviendo el lugar con un manto oscuro.
— ¿Qué quiere de mí? Déjeme ser feliz — sus manos arrugadas con largas uñas salieron de la oscuridad para tomar mis pies y empezar a acariciarlos. Intenté quitarlas pero era imposible si estaba inmovilizada.
— Muchas cosas, que no las mencionaré ahorita porque no es el momento. Pero prometo que todas esas interrogantes que día a día se están acumulando en tu cabecita serán respondidas, por mí — su voz era escalofriante y, aunque a lo largo de mi vida la he escuchado en mis pesadillas, no puedo acostumbrarme, no puedo dejar de aterrarme cada que la escucho.
Las lágrimas no han dejado de rodar por mis mejillas hasta empapar mi cabello. Esto era demasiado para mí, me sentía agotada, derrotada, porque nunca iba a poder deshacerme de ella.
— Nunca, querida Alicia. A menos que mueras, pero te recomiendo que disfrutes de tu libertad por ahora — respondió a mis pensamientos para luego presionar mis pies con fuerza y arrastrar sus uñas por mi piel rasguñando todo a su paso, sangrando lentamente.
Las manos se detuvieron a mitad de camino cuando el ruiseñor volvió a entrar por la pequeña ventanilla devolviendo la luz a toda la habitación. Pero así como disipó la oscuridad, también desapareció la mujer desconocida de voz perturbadora.
Poco a poco el aire se fue colando por mis pulmones como vida, aunque el corazón no ha podido calmarse. El ruiseñor empezó a dar vueltas por todo el lugar mientras cantaba alegre, me brindaba esperanza, ilusión.
Ese hermoso pájaro había sido mi héroe.
Después de unos cuantos minutos se detuvo en el suelo justo donde se encontraba la mujer de uñas largas, ya no podía verlo porque seguía amarrada de manos y píes.
En un parpadeo, lo que era un pájaro se convirtió en una mujer vestida toda de blanco como una novia. Su cabello largo y amarillo caía por sus hombros delicados, me costó un poco reconocerla, nunca la había visto tan real, solo había podido admirarla en fotografías y... esto era imposible.
Mi madre.
Me veía con esos ojos soñadores y tan llenos de amor, hermosa como lo fue, así se contemplaba frente a mí. Me desespere, empecé a moverme con fuerza deseando romper estas ataduras solo para abrazarla, para besarla, necesitaba escucharla.
Nunca la había tenido así, en un sueño. Esto era lo más cerca que podía tenerla en la vida y quería tantas cosas, el aire empezó a faltarme de nuevo y las palabras no llegaban a salir de mis labios.
— No te agites mi amor — su voz fue una perfecta melodía para mis oídos, cubrió de luz y paz todo mi ser — falta poco, solo no pierdas la fe mi niña y sobretodo amarte mucho, tú vales más que cualquier oro en el mundo.
— Mamá — fue lo único que pude decir, estaba ahogada en llanto.
— Ay mi pajarito, siempre soñé con escucharte decir esas palabras — su voz se quebró y la observé cerrar los ojos para tomar aire, de ellos empezaron a caer lágrimas una tras otra. Todo se sentía tan real, tan creíble — Te amo Alicia y lo único que quiero es que seas feliz. Abre los ojos mi amor, no confíes en tu alrededor, cuídate mucho.
Necesitaba tanto su caricia, mi alma pedía su contacto, saber qué se sentía tenerla cerca, absorber su aroma natural en un abrazo. Sentir sus labios contra mi frente. Estaba muriendo por algo así pero parecía imposible, y ella se encontraba inmóvil como si no pudiese acercarse.
En sus ojos había duda y un destello de sufrimiento, desespero. Empezó a caminar lentamente, como tentando a la suerte, mientras yo no dejaba de luchar contra las cuerdas que me sostenían.
Me paralice cuando observé como poco a poco va acercando su mano, blanca y delicada a mi pié derecho, que se encontraba herido y no había parado de sangrar. Necesitaba ese tacto como nada en la vida.
— ¡Princesa despierta! Vamos, estoy preocupado — la voz de Mac me despertó justo en el momento que esperaba sentir cómo sería el roce de sus dedos. Quería gritarle, darle golpes, mandarlo fuera, pero no podía, él no sabía nada, no era su culpa.
Su rostro se encontraba a centímetros del mío, robándome el aire y el espacio. Desvíe la cara hacia un lado para poder respirar. Él, sin entender nada, me abrazó con fuerza contra su pecho buscando consolarme de un mal sueño.
— Está todo bien, preciosa. Estas a salvo — susurraba sobre mi cabello. Yo solo gritaba espacio en mi mente.
— ¿Puedes alejarte un poco? No puedo respirar — me soltó rápidamente para sentarse a una distancia considerada tomando mi mano acariciándola con amor, deseando infundirme seguridad. Yo no podía dejar de pensar en la imagen de mi madre en ese sueño.
¿De qué se trataba en realidad? Debía mantener los ojos abiertos, no confiar en mi alrededor ¿eso incluía a Mac? ¿Esta casa? Empecé a dudar de todo, tenía miedo, necesitaba respuestas y nadie podía dármelas.
— Me asustaste mucho — Mac se veía perturbado y sinceramente preocupado ¿Por qué iba a desconfiar de él? Si no me había hecho nada malo, todo lo contrario, me había regalado la libertad que siempre he soñado.
Pero no podía dejar de pensar en la advertencia de mi madre, definitivamente lo era, no podía ignorarlo. Era imposible que solo fuese un sueño sin ningún significado, nunca la había podido imaginar así, mucho menos en un sueño.
— Fue un mal sueño, discúlpame — le sonreí con la intención de borrar esa preocupación de su rostro. No funcionó, se veía atormentado — Tengo hambre.
Asintió sin indagar en nada más, lo agradecí porque no iba a contárselo. A pesar de que confiaba en él, debía asegurarme de lo que mi madre advertía con sus palabras. Debía empezar a averiguar.
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Diferentes variables no me dejaron actualizar la semana pasada, lo lamento. Espero me disculpen por hacerlas esperar tanto, no me gusta hacer eso.
En fin, Alicia y Mac ahora están juntos, ¿Felices? no puedo asegurarlo, pero juntos. El siguiente cap. narrará nuestro querido-odiado Alex ¿Creen que este bien? ¿Estará feliz con Milian? ¿Le importará un comino lo que pase con Alicia? Pronto todas esas interrogantes deliciosas y retorcidas serán respondidas.
Denme mucho amor y cariño en sus comentarios, dejando estrellitas. Saben que me encanta leerlos.
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