Capítulo Quince.

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"Cada cierto tiempo me siento un poco cansada
de escuchar el sonido de mis lágrimas" - Glee.
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Alicia.

Observé su mirada verdosa torturada y roja, sus párpados húmedos de tanto llorar y eso alertó mis sentidos. Necesitaba saber que había ocurrido, un mal presentimiento me hacía pensar en mi padre, estaba segura que tenía algo que ver en su sufrimiento y me sentía culpable.

— ¿Por qué lloras si no pasa nada? — hablé con tanta tristeza, me dolía verlo así. Deseaba secar sus lágrimas, calmar su dolor. Necesitaba saber lo que había ocurrido para ayudarlo.

Sus ojos me veían con el odio de siempre, aunque esta vez era más intenso. No me importó maldición ni nada, solo quería estar junto a él. Pero Alex pensaba distinto.

Se dio la vuelta para empezar a caminar a la puerta de salida, corrí y me coloqué frente a él antes de que la abriera. Eso fue como un deja , recordar la vez que me acorralo justo aquí. Su mirada pasó a mí nuevamente y me puse un tanto nerviosa porque estaba jugando con fuego.

— Quítate, ¡Maldita sea, quítate! — gritó a centímetros de mi rostro y golpeó la puerta a un lado de él. Eso me hizo saltar asustada pero sin embargo no me moví de mi lugar.

— Me quito si me dices a quién atendiste en la puerta — podía sentir su respiración acelerada chocar contra mis labios. Se veía precioso totalmente sudado sin camisa, mis manos picaban por tocarlo pero el momento no era el correcto. Sus ojos me quemaban, algo horrible lo estaba atormentando y no quería hablar de eso.

— Un guardia — susurró para intentar tomarme por el brazo para quitarme de la puerta pero me removí.

— ¿Qué quería? — estaba asustada, nerviosa y culpable. Sabía que mi padre había hecho algo malo, lo supe desde el momento en que hablé con él. Si Alex se enterara que hablé con mi padre me odiaría toda la vida sin necesidad de maldiciones.

— ¿Por qué crees que tengo que decirte todo? — me tomó por los dos brazos y me levantó como si fuese un muñeco de trapo para colocarme hacia un lado y abrir la puerta sin problemas. Se fue, se largó pero no me dejaría vencer tan fácil.

Caminé tras él como una tonta, necesitaba respuestas no me vayan a juzgar.

— Somos un equipo ¿no? Si quieres que esta mierda de plan funcione tienes que contarme todo ¡Alex! —grité su nombre porque estaba caminando muy rápido y casi que ni lo alcanzo.

— No somos ningún maldito equipo ¿estas loca? Yo te odio Alicia, con o sin maldición te odio — sus palabras me lastimaron fuerte pero no me deje caer, simplemente lo excuse por la maldición. Hace unos minutos estábamos bien.

Llegó a su habitación y dio la vuelta para enfrentarme antes de entrar en ella. En su rostro atormentado formuló una de esas sonrisas siniestras. Sabía que lo que vendría iba a doler, me iba a lastimar. Tomé aire.

— No creas que por ese asqueroso beso que me diste tienes derecho a algo. Mucho menos por los abrazos, recuerda que son parte de la prueba estúpida que creó tu amado padre — eso último lo pronunció con un odio palpable y me confirmó que algo malo había hecho Nicolas. Cerré los ojos para no llorar, la rabia empezó a ser parte de mí.

— Esta bien, pronto serás libre de mí — sonreí con cinismo tal y como siempre hace conmigo. Mis ganas de irme se avivaron, lo haría y nadie me detendría. Me di la vuelta para ir a mi habitación, mi pecho ardía y las lágrimas estaban a un empujón de salir.

— Espero dejes de dar lastima y te mueras de una vez — habló a mis espaldas y sentí como un cuchillo se clavaba en ella.

No literalmente, no. Pero si como una traición, como cuando crees que todo está bien con una persona y al mal momento te desea la muerte. Te clava el cuchillo de la traición.
En fin, no dije nada más y me encerré en la habitación. Pasé seguro por si tiene la brillante idea de asesinarme. Caminé hacia mi cama y me tire en ella como un saco de papas, las lágrimas no tardaron en mojar mi cabello y las sábanas limpias que hace poco había cambiado.

Mi mente empezó a dar mil vueltas, a crear hipótesis de lo que podría ser. Lo primero que vino a mis ideas fue su novia, algo malo había pasado con ella. Mi padre no es idiota, le dije que no lastimara a Alex y no lo hizo pero si lastimó a alguien que él quiere. Si no es Mili, es algún familiar.

Espero no lo haya matado, Dios espero no sea algo tan grave. Me hace sentir tan culpable y con tanta rabia por ser tan estúpida y creer que mi padre no haría nada en su contra. Es un monstruo y no tiene compasión de nada. Pasé el día pensando, escuché la puerta de su habitación y sabía que se había ido, seguramente a nadar o algo que lo distraiga. Entonces me llegó la idea de entrar a su habitación y buscar si le han enviado algo, lo más seguro es que ese guardia le haya dado algo como siempre.

Me levanté estando descalza para abrir la puerta sigilosamente, observé los alrededores y fui hacia las barandas para saber dónde estaba pero no podía verlo. Caminé hacia su habitación y abrí la puerta con el corazón a mil por segundo, estaba aterrada pero era la única manera de averiguar qué le estaba pasando a Alex.

— Alicia, estas entrando en la boca del lobo. Te has vuelto loca, eso seguro — susurro como la propia loca. Quizás es el miedo que me esta afectando, empiezo a temblar a cada paso que doy. Estoy sudando frío y ya me estoy arrepintiendo.

Llego a su cama desordenada, toda su habitación está oscura y la ropa está tirada, acumulada en todas partes. Ignoró todo eso para ver un pequeño sobre amarillo en la mesita de noche cerca de la cama. Mi corazón se detiene, tenía toda la razón.

Tomo el sobre entre mis manos con cuidado, mis sentidos están alertas a cualquier sonido. Me siento aterrada, si me encuentra aquí podría herirme de la peor manera. El sobre no tenía nada, estaba vacío y sentí un vacío desagradable, no sabría qué le habían enviado.

Caminé hacia la ventana de su habitación, de ahí se podía ver hacia la piscina. Pero antes de llegar sentí como un vidrio se incrustaba en mi pie izquierdo, el dolor que sentí me dio ganas de gritar y tuve que aguantarme, morderme los labios.

Vi hacia esa dirección y me encontré con muchos vidrios esparcidos en el suelo, hacia un lado estaba una laptop completamente destruida, en pedazos. Algo horrible lo había hecho actuar de esa manera, mis manos temblaban, mi pie ardía pero no podía detenerme ni retroceder y aguanté todo el dolor.

Hice como pude para acercarme a la laptop y me di cuenta que tenía un pendrive pegado a ella. Lo saqué rápidamente, estoy segura que aquí conseguiré las respuestas. Tiré lo que quedaba de laptop en el mismo sitio y corrí, intenté correr hacia la puerta para irme, estaba brincando en el pie derecho.

Sentía como la sangre goteaba de la herida, esperaba que no fuese de puntos o estaré perdida. Al abrir la puerta y salir escucho sus pasos subir las escaleras y dejé de respirar. Al verlo planté los dos pies en el suelo mordiéndome las mejillas internas para aguantar el dolor, escondí el pendrive en mi bolsillo.

Él siquiera me miró, pasó de mí como si fuese un cuadro pegado en la pared. Eso me desgarró un poco más el alma pero ignoré esa sensación, entró a su habitación y me dejó ahí. Entré como pude a la habitación y brinque en mi pie derecho hasta el baño, me dejé cae a un lado del jacuzzi para poder ver la herida, dolía como el demonio. Ya no aguantaba más.

Podía ver las gotas de sangre en el suelo marcando el camino por donde pasé. Vi la herida y era profunda, el vidrio seguía ahí lastimandome. Como pude lo saqué, no era la primera vez que me ocurría algo así y ya sabía como actuar. Busqué alcohol, algodón y unas vendas, empecé el proceso limpiando la herida que al parecer no necesitará puntos y eso me alivia. Terminé vendando el pie.

Caminé como pude a mi habitación para buscar mi laptop y sentarme en la cama, me sentía nerviosa. El corazón me latía desenfrenado y tenía miedo de lo que iba a encontrar ahí. Metí el pendrive y me di cuenta que había un video y un documento Word. Mi pulso temblaba cuando presione dos veces sobre el icono para reproducir el video en cuestión, no sabía lo que encontraría y me dolió ver como golpeaban a esa pobre mujer, sin ninguna compasión.

— No puede ser — fue lo único que salió de mis labios en un leve susurro. Me quedé paralizada observando lo que se reproducía frente a mis ojos, me costó entender, creerlo.

Era una chica joven y bella, lo poco que pude ver. Su cabello largo y negro como la noche lo tenía esparcido por todas partes, su piel canela brillaba por la ayuda del sol. En un momento pude apreciar su rostro delicado y puro lleno de sangre, sus ojos negros que reflejaban miedo, podía sentir su dolor y no evité soltar algunas lágrimas mientras tapaba mi boca con las manos.

Solo podía ver crueldad, la maldad con la que mi padre había actuado. Porque no hay duda de que había sido él y tampoco hay duda de porqué lo había hecho, de alguna manera era mi culpa también por haberlo llamado.

Supe quien era para Alex cuando leí el documento Word que mi padre le había dejado. Sentí tanta rabia, estaba decepcionada y no podía reconocer a este hombre que ha sido mi padre todos estos años. Su maldad la había ocultado bastante bien, al menos de mí. Leer sus palabras de amenaza y saber que fue mi culpa me hace sentir la peor persona, me hace sentir una niña caprichosa que llamó a su papi para tener lo que quiere y no es así, me hierve la sangre.

En estos segundos viendo a la nada deseé acabar con mi vida, imaginé que todo sería perfecto sin mí. Mi padre dejaría de estar buscando una solución para mi maldición y Alex podría estar con su enamorada, feliz y libre como debería ser desde siempre.

Cerré la laptop para luego quitar el pendrive y guardarlo en mi mesita de noche. Me acosté en la cama mientras los pensamientos suicidas llenaban mi mente y rompían mi corazón en miles de pedazos hasta hacerlo cenizas, veía los detalles del techo y en cada parpadeo las lágrimas rodaban hasta llegar al colchón.

Apreté mis manos con fuerza, sentía tanta rabia como tristeza ¿Cómo pudieron hacerle algo así a una persona inocente? ¿Es qué no tienen corazón? Nicolas es el culpable de todo, es un monstruo.

Después de ese día prometí que haría todo lo posible para que no la lastimaran nunca más, decidí huir y dejar de hacer sufrir a los que quiero. Dejar de ser un estorbo en la vida de las personas, empezar a vivir para mí sin pensar en consecuencias.

***

Cinco días después...

En la oscuridad de la noche solo alumbraba la luz de la luna. Nunca me había sentido tan decidida en mi vida. Pronto sería libre y viviría realmente. Ya pronto sería medianoche y el momento para huir. Todos estos días estudié el horario de los guardias, el tiempo exacto que tardaba el siguiente en llegar después de haberse ido el anterior.

30 minutos.

Me encontraba en la biblioteca desde hace más de una hora. En este tiempo no he dejado de pensar en Alex, deseando su libertad después de mi desaparición. No negaré queestaba aterrada, nerviosa, mi corazón no ha dejado de latir desbocado. Estoy muy consciente de las consecuencias del peligro que correré al salir a la calle pero no me importa, ya no deseo vivir esta vida, esta farsa que mi padre ha creado.

Tapé la cámara de seguridad, me cambié de ropa a una completamente negra, un gorro negro me cubría el cabello y mis lentes negros descansaban sobre él. Observé la hora, faltaban minutos, vi mi alrededor con una nostalgia nunca más pensaba volver y los recuerdos llegaba nunca uno tras otro deseando llevarme a la tristeza, a retroceder. Parpadee unas mil veces para no llorar, no podía tener distracciones.

Cada minuto era oro en ese momento.

Me acerqué a la ventana escondida y deshabitada detrás de un gran estante lleno de libros. Elegí salir por aquí porque es la única ventana ignorada por todo el mundo que da acceso a una pequeña vereda donde sólo un guardia la cubría. Lo había vigilado por todos estos días, mi plan no podía fallar y esperaba que Dios me ayudara a escapar de esta cárcel.

Mientras yo me ubicaba frente a mi vía de escape observando por un pequeño vidrio a que el guardia se largara, Alex se encontraba en su habitación ignorante de todo.

Después que vi el video donde golpeaban a su novia llegué a comprender un poco lo que estaba sintiendo. No deseé hablarle más, la culpa me estaba matando. Las últimas palabras que cruzamos fueron cuando me abordó para informarme que esta semana quería descansar de la lectura -yo sabía que era falso- y que la otra semana la retomaremos -algo que no iba a suceder- pero acepté.

Todas las veces que casualmente lo encontraba en algún lugar no podía evitar el dolor que sentía, como sus ojos verdes y hermosos se perdían por horas viendo a la nada torturandose, sufría cada vez que veía sus ojos rojos y amargos.

Mi corazón se rompía en pedazos porque una parte de su tristeza había sido mi culpa, pero al huir de aquí pretendía solucionarlo, ya no tendría sentido tenerlo encarcelado sin mí aquí.

El reloj negro en mi muñeca señalaba que ya era el momento. Dejé de respirar al instante en que vi como era la guardia se iba como si de un horario perfecto se tratara, ni un minuto más ni un minuto menos. Abrí la ventana unos dos minutos después para asomarme a la oscura vereda y confirmar que no había nadie.

Era el momento.

Sentía como mi corazón palpitaba en mis oídos y empecé a sudar frío, lancé el bolso negro con cosas necesarias para sobrevivir y luego salí. Al tocar el suelo carrasposo al aire helado y liberador rozó mi rostro. Me sentía valiente y poderosa, no podía retroceder.

Me levanté para cerrar la ventana y tomar el bolso. Caminé lentamente hacia el final de la vereda y asomé mi rostro por centímetros para ver a los guardias inmovibles frente a mí casa. Los nervios aumentaron a una escala astronautica, no sabía que podía hacer a este punto. Tuve miedo de errar, solo tenía que distraerlos y correr hasta llegar al gran árbol al final de la cuadra.

Al llega ahí sería libre, viviría mis sueños.

Me recosté de la pared para tomar aire. El pánico deseaba hacerse presente, llevarme a cometer locuras pero no podía caer, espere unos minutos para volver asomarme. En ese momento se prendió un bombillo sobre mi cabeza. Los observé por un minuto entero, ellos estaban inmersos en una conversación aparentemente interesante, no dejaban de ver hacia el polo contrario como sí hubiese algo muy resaltante.

Esperé unos segundos más para tomar una bocanada de aire y corrí como si me estuviesen persiguiendo. En un minuto o menos llegué al árbol, agradecí al cielo de que nadie lo haya cortado nunca.

Me detuve un momento, la respiración me costaba, el pecho dolía y mi cuerpo temblaba desesperado. No miré hacia atrás pero algo me decía que nadie me había visto, nadie vendría a buscarme, no por ahora.

Observé mi alrededor respirando aire fresco, disfrutando de la fría noche, el cielo lleno de estrellas y la gran Luna en el medio extraordinaria e indomable.

Por primera vez en la vida me sentía feliz.

Caminé por las calles solitarias de Villacoral, pensé en buscar un motel lo más lejos posible pero no conocía nada ni a nadie. Me coloqué los lentes oscuros por sí me topaba con alguien por el camino.

Después de unas cuadras recordé que debía colocarme la peluca para ser irreconocible, el cabello largo y negro natural, la cual me había servido para uno de los disfraces innecesarios que utilicé con mi padre en Halloween. Hoy le daría un buen uso. Entré a una vereda que estaba al lado de un restaurante, el aroma me resultaba exquisito pero mi apetito era nulo.

Rápidamente me quité el bolso par lanzarlo al suelo y sacar la peluca de él. Liberé mi cabello amarillo platinado del gorro y en un parpadeo ya me había colocado la peluca. Luego la peiné un poco y busqué un pequeño espejo entre mis cosas. Escondí los cabellos amarillos dentro de la peluca y me quedó perfecta, pinté mis labios con un rojo intenso y esa chica que veía en el espejo ya no era yo.

Me sentía alguien nuevo viviendo la mejor aventura.

Salí de la vereda para seguir mi camino observando cada detalle de mi alrededor, admirando cada cosa que me había perdido de la ciudad donde siempre he vivido. Los árboles frondosos en cada esquina adornando el centro de la ciudad.

Las luces de los faroles, de los carteles en las tiendas y demás, daban una vista alegre y segura. Necesitaba conseguir un motel lo más rápido posible para pasar la noche y mañana temprano poder irme de aquí a otro estado, país. Todavía no lo he decidido.

Caminé unas cuadras más perdida en mis pensamientos y deseos. Soñando despierta todo lo que quiero hacer, imaginando cada detalle. Hasta que algo a lo lejos llamó mi atención prendiendo las alarmas del peligro y aventura.

Me acerqué unos centímetros a la gran cola de personas para entrar a la discoteca. Sabía lo que era y todo lo que ocurría en esas cosas gracias a las series de Netflix -el baile, alcohol, drogas y sexo-, nunca había experimentado ninguna de esas cosas, quizás el baile sola, pero acompañada por alguien que acabas de conocer debe ser una locura.

Dudé por unos segundos, mi lado lógico y racional me decía que debía ponerme a salvo e ir a buscar un lugar para esconderme pero había una voz en mi cabeza que me instaba a probar, arriesgarme y disfrutar de lo que me he perdido por tanto tiempo. Mis ojos brillaban de emoción y deseo mientras veía a mujeres y hombres entrar al lugar con ropa relajada y vestidos cortos.

El nombre del lugar titilaba con luces de neón que era imposible ignorar. Zeus. Resultaba intrigante, apreté mis manos en puños como gesto nervioso mientras una sonrisa se formaba en mis labios rojos. Mis pies empiezaron a avanzar a esa dirección como si de un imán se tratara, pero no sabía que resultaría un imán de problemas.

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No sé si han escuchado lo que está pasando en Venezuela y si son de Venezuela saben la falta de luz que hemos tenido por varios días. Algo nunca antes visto aquí, por lo menos en mis años de vida.

En fin, por esa razón no había actualizado. Espero disfruten el capítulo, por fin el pajarito está volando pero quiere subir muy alto y no sabe los peligros que eso acaece.

Recuerden darme estrellitas y sus comentarios.

Lamento algún error de transcripción.

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