Capítulo Dos.

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''A la mitad de la noche, en mis sueños deberías ver las cosas que hacemos... Sé que voy a estar contigo'' - Taylor S.
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13 de Enero de 2010.


Los cambios, el terremoto nunca son esperados, ocurren cuando menos lo crees y arrasa con toda tu tranquilidad, con tu paz. Hace que ya no sientas seguridad donde antes la sentías, es cuando necesitas moverte. Ese día llegó mi tormenta, de golpe y sin contemplación, en mi momento de mayor control, de la paz con la que había engañado a mi alma.

Todo eso se derrumbó como una casa de naipes, y ya no tenía de dónde agarrarme.

El día de mi cumpleaños comenzó como todos, las horas pasaban y yo no dejaba de pensar en la maravillosa sorpresa. Irónico considerar que eso iba a ser maravilloso. Eran las ocho de la noche cuando esperaba sentada que mi padre llegara, no había dado señales de vida.

Hice lo que me pidió y después de dar mil vueltas, me coloqué el vestido color vino. Realmente me quedaba muy bien, resaltaba mis atributos y el color de mi piel contrastaba con él, no me gustaba que fuese tan largo porque no se apreciaba para nada mis zapatillas. Pinte mis labios de un rojo fuerte y me ondule un poco el cabello para sentirme linda, era lo único que me importaba ahora, estar bien conmigo misma y no derrumbarme por nada.

Mi celular empieza a sonar. Es Nicolás, el que nunca llega.

— ¿Qué ha pasado? Me voy a dormir aquí. — suspiro mientras me recuesto en el sillón.

No voy a poder ir princesa, pero te envié tu regalo con los guardias. — Me vestí así para celebrar sola, me removí en el sofá, no pensé que me dejaría plantada — recuerda cerrar los ojos.

—Sí, sí. No te preocupes, yo... te guardo de todo lo que preparé — mi voz intentó sonar calmada y feliz, pero estaba lo bastante decepcionada como para razonar en el regalo que venía en camino.

Cerrar los ojos con los guardias, bien.

Vamos, no te vayas a entristecer. Sabes que te amo inmensamente y muero por estar ahí contigo pero no podré, prometo recompensarte. Quiero una foto para ver cómo te quedo el vestido. — mencionó con mucho ánimo, pero no fui contagiada.

— Ya te la envío, te amo cascarrabias — de esa manera se despidió y colgué.

Me quedé unos minutos imaginando tener una real fiesta, con muchas personas que me quieran, una sorpresa con abrazos y besos. Bailar con el amor de mi vida mientras mi madre me sonríe desde algún lugar del salón abrazada a mi padre, sintiéndose orgullosa de lo grande que estoy, en lo lejos que he llegado.

No evité llorar, por mi culpa había muerto. Quizás si nunca hubiese nacido, ella estuviese aquí, dándole felicidad a todos, con su maravillosa personalidad.

A los minutos escuché llegar el auto entrando al estacionamiento y me levanté del sofá para prepararme a recibir mi regalo de cumpleaños.

Tocaron dos veces, esa era la señal de los guardias.

Respiré profundo un tanto nerviosa, cerré los ojos, abrí toda la puerta para luego extender mis manos y esperar el regalo.

No iba a permitir que me odiaran por hoy y menos si estaba totalmente sola en la casa. Unos minutos de silencio y nada llegaba a mis manos, nadie decía nada.

Mi piel se erizó y sentí un presentimiento extraño, algo me envolvió el cuerpo como advirtiendo lo que estaba frente a mí, sentí la necesidad de retroceder, cerré los ojos con más fuerza y entonces me animé a hablar.

— Hola ¿puedes entregarme el regalo e irte? — mis otros sentidos se agudizaron, podía escuchar claramente la respiración de la persona frente a mí.

— ¿Por qué cierras los ojos si no hay sol? — esa voz me hizo paralizarme en el lugar. Ya la había escuchado antes, pero consideré que podría ser una jugada de mi mente. Tenía un año entero sin verlo, era imposible que estuviera aquí. — Según me explicaron, yo soy el regalo...

En ese momento los abrí de par en par, mis mejillas estaban sonrojadas y mi cuerpo empezó a temblar, por un momento creí que estaba soñando o que me estaban jugando una pesada broma. No entendía nada de esto, yo... estaba en total shock.

Retrocedí unos cuantos pasos como si me hubiesen dado un fuerte golpe en el estomago y él entró para luego cerrar la puerta tras de sí. ¿Cómo que él es el regalo? ¿Qué carajos?

Parpadeé un par de veces, me pasé las manos por el rostro otro par más limpiando las lágrimas que me habían regado el maquillaje. No sabía cómo actuar, así que le di la espalda.

— ¿Qué tan obsesionada estás conmigo cómo para pedirme de regalo al psicópata de tu padre? — sus palabras reflejaban odio puro, ya la maldición estaba empezando hacer efecto y esto no iba a terminar bien. Busqué rápidamente el número de Nicolas temblando de miedo y el celular se resbaló de mis manos, cayendo abruptamente al suelo.

Podía matarme, podía hacer cualquier cosa. ¿Por qué Nicolás me estaba haciendo esto? ¿En mi cumpleaños? Intenté recoger el celular con la pantalla rota y las lágrimas atoradas en mi garganta pero cuando estaba por agacharme tomó mi brazo y me jaló dejándome frente a él, podía admirar sus ojos verdes con detalles amarillos, la perfección oscurecida.

Como un cielo azul contaminándose por un denso humo negro, era lo que menos quería en mi vida, que él me odiara, y aquí estaba deseando asesinarme.

Mi corazón latía desenfrenado y sentí que no podía respirar, primera vez en toda mi vida que un chico me tocaba, tenía miedo pero otras emociones estaban aflorando en mi interior.

Estaba rojo de la ira y yo creí desmayarme, sus manos apretaban mis brazos con fuerza, me quemaban, enviaban infinidad de sensaciones a todo mi cuerpo. Cerré los ojos en un momento de protección pero ya no estaba funcionando.

— Respóndeme, tu padre me exigió que te enamorara a cambio de mi libertad ¿Te parece divertido? ¿Qué tan enfermos están? — sus palabras eran crudas y deseaban cortarme. Vamos, me atraía pero no iba a permitir que me llamara de esa manera.

— No sé qué hablaste con Nicolás pero yo no tengo conocimiento de nada. A mí me respetas. No deseo que me enamores, puedes irte por donde llegaste — intenté zafarme de sus grandes manos pero no me lo permitía.

— No puedo — sus manos aflojaron para ascender lentamente a mi cuello. Podía sentir los hematomas que se iban a formar en esa parte de los brazos, el dolor permanecía como si siguiese presionando esa zona. — ¿por qué te odio con tanta intensidad? Nunca había sentido algo así, simplemente deseo matarte.

Apretó un poco mi cuello pero no al punto de matarme, él deseaba una explicación y yo aguantaba para no desmoronarme.

— Es una maldición, no hay motivo alguno para que me odies pero siempre lo harás, así funciona. Por eso cierro mis ojos para que el odio se disipe un poco y no me mates — sus ojos como esmeraldas preciosas detallaban todo mi rostro. Yo también lo hice, todo de él era perfecto.

Justo ahora se veía como un hombre, una leve barba le hacía ver de veinticinco o más. Estaba usando un hermoso traje de diseñador totalmente negro con una corbata verde, seguramente mi padre lo había obligado usar esa ropa. Nunca imaginé tenerlo tan cerca de mí aunque no estén pasando cosas buenas por su mente.

— ¿Por qué me encerraron entonces, para asesinarte? — encogí mis hombros en respuesta. Al parecer mi padre desea deshacerse de mí y que mejor que con él único chico que me ha gustado siempre. Suena hasta romántico.

Cuando estaba por decidirse en ahorcarme o no, el televisor se prendió solo, mostrando a un simpático Nicolás del otro lado como video llamada. ¿Qué era esto? ¿Juegos mentales? Al parecer mi padre se había vuelto loco.

El chico ojos verdes observó la pantalla y me soltó como si le fuese a dar lepra con mi tacto.

Hola hija bella, Feliz cumpleaños — que cinismo, pensé — ya veo que conociste a tu lindo regalo. Se llama Alex Mcflay y fue elegido de más de cien jóvenes en la ciudad. Digamos que no es perfecto pero casi y tiene buenos principios — me quedé paralizada mirando su imagen en la TV. Me fui rompiendo a pedazos mientras hablaba.

» En fin, lo secuestre para ti, sé que no estás de acuerdo con el encierro y que quizás termines odiándome, pero pensé en esta grandiosa idea para romper la maldición y quise intentar. Posiblemente no funcione pero te amo inmensamente y deseo que sientas por una vez en tu vida lo que es enamorarse aunque él no llegue amarte nunca.

Miré a Alex de reojo como abría y cerraba los puños con impotencia. Es como ver una bomba antes de la explosión y yo estaba muy cerca para presenciarla, recibir las consecuencias.

Alex, sabes lo que puedes y no puedes hacer. Deseas ser libre, así que debes cumplir con doce pruebas a lo largo del año que estarán encerrados — ¿un año? Seguramente no durare ni tres días. No podía creerlo, sabía lo mierda que podía ser Nicolás, pero hacerme esto es el límite de todo — si los incumples me enteraré por las cámaras que están ubicadas en toda la casa y fuera de ella, tendrás consecuencias, si la matas o lo intentas recuerda lo que haré.

Mi padre que por fin mostraba su verdadera cara frente a mí, tenía una gran sonrisa diabólica en el rostro. Nada que ver con el encantador y ejemplar papá de toda mi vida. Él estaba amenazando a un chico inocente de hacer daño a quien sea, si me tocaba un cabello.

Deseaba llorar de la impotencia, quería correr a mi habitación y no salir jamás ¿Cómo podía hacerme tanto daño? ¿Cómo podía pensar que esto es una buena idea? Es una total mierda.

— ¿Cómo pudiste Nicolás? — mi voz salió firme y clara, ya no me importaba estar llorando frente a Alex. Todo esto me estaba desgarrando.

Preciosa mía, luego entenderás mis motivos y serás feliz, te amo — mencionó como si fuese cualquier cosa, como si el tener a Alex en mi casa fuese un problema manejable — Alex, debo irme pero en una semana te enviaré por medio de un guardia tu primera prueba o pongámosle ''demostración de amor''. Suena más bonito. Qué tengan una linda noche y puedan conocerse mejor.

Al momento de colgar la video llamada, todo quedó a oscuras y no espere nada más para salir corriendo a mi habitación, me encerré con seguro y sentía que la rabia me consumía, la sangre me quemaba en el cuerpo y empecé a romper el vestido con mis manos hasta dejarlo hecho trizas.

Grité, rompí cantidad de cosas y entré en una especie de crisis de la que nunca había presenciado. Nunca había sentido algo así, nunca había aborrecido con tanta intensidad a mi padre. Lo único que tengo y me había decepcionado enormemente.

Recordé los sueños donde afirmaban mi deprimente soledad.

Esa noche no dormí, ni la siguiente por lo que quedaba de semana. Estaba aterrada, Alex siempre se ha visto encantador y me dolía todo lo que le estaba pasando, no lo merecía, no le había hecho mal a nadie ¿con qué lo estará amenazando Nicolás? Pensé infinidad de cosas para ayudarlo a escapar pero la mansión siempre estaba rodeada de vigilantes armados, una maldita cárcel.

El domingo en la noche el hambre me obligó a levantarme de la cama, estaba en bata así que me coloqué un abrigo largo, para luego abrir la puerta mirando de un lado a otro con el corazón a mil por segundo y empecé a caminar a paso lento, bajé las escaleras esperando no encontrarlo en el camino.

Estaba nerviosa y con mucho miedo de lo que podría hacerme. Llegué a la cocina y vi todo desordenado, platos sucios y vasos regados, algunos con alcohol.

Así que Alex ha estado utilizando mi cocina.

Abrí la nevera y no había pastel ni algún rastro de aperitivo. Suspiré y busqué una olla para hervir agua y hacer un poco de pasta. Mi estómago no dejaba de rugir y me sentía hasta mareada, las ojeras me llegaban al suelo y parecía un oso panda desnutrido.

— Hasta que saliste de tu escondiste, Alicia — me encontraba de espaldas a la puerta y por un momento había bajado la guardia, por lo que su presencia me alteró y pegué un grito nada normal — no te mataré, no puedo hacerlo.

— Que consuelo, me odias pero no puedes matarme. Así cualquiera puede ser feliz — escuché su risa con cinismo.

— Justo ahora no te odio — sentí sus pasos acercarse y tomé un cuchillo para voltear y encontrarlo a pocos pasos de mí. Por poco le corto un dedo. Él levantó las manos con una gran sonrisa — ¿además de rara eres asesina cómo tu padre?

Mis ojos se pasearon de sus hermosos ojos a su cabello ondulado y su torso completamente desnudo, solo usaba un pantalón que caía en sus caderas fornidas, todo su cuerpo era una obra de arte, bronceado y bien trabajado sin una gota de tinta en él.

Rápidamente parpadeé y subí mi vista a su mirada.

— Nunca he matado a nadie, y no sé ¿por qué soy rara? — agarró el cuchillo con sus dos manos y me lo quitó tirándolo lejos. Mi corazón martillaba fuerte contra mis oídos, iba a morir.

De un momento a otro, se acercó tanto que me tenía acorralada contra el mesón de la cocina, ya no podía retroceder más y él seguía acercándose como depredador. Sus ojos reflejaban odio puro y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Intenté escapar y él colocó sus brazos a cada lado, no dejaba de sonreír, yo no dejaba de temblar.

— Eres rara porque tienes una maldición bastante rara ¿por qué no simplemente te suicidas y acabas con eso? — esa era la pregunta que siempre hacían en mis sueños. Yo lo pensé una cantidad de veces pero mi respuesta a eso es...

— Yo quiero vivir, no me importa maldición, no me importa que nadie me ame — podía sentir su aroma, su respiración agitada. Yo no podía ni respirar.

— Es lo único que te queda hacer si nadie nunca te amará — sabía que esas palabras las decía con la intención de herirme de alguna manera, ya que no podía matarme, él deseaba torturarme desde dentro.

Sonreí y encogí mis hombros, él agarró mi quijada con su mano presionándola fuerte y lastimándome. Yo tomé rápidamente su mano e intenté empujarlo con la otra, no podía hablar ni moverme, era muy fuerte para esta chica debilucha. Acercó su cara a la mía dejándola a milímetros de distancia, su respiración chocaba contra mis labios apretados, inconscientemente me hizo desearlo, quería sentir sus labios contra los míos. Sabía que no pasaría pero me gustaba soñar.

Luego se dirigió a mi oído y susurró — haré tu vida un infierno y terminaras odiándome tanto como yo a ti.

Me soltó para largarse, dejándome peor de lo que estaba. Ya el hambre se había esfumado y las ganas de todo. Respiré hondo y terminé de cocinar.

Seguía temblando y las lágrimas no tardaron en llegar, pensé en cantidad de cosas hasta que decidí, mientras me obligaba a comer, no darle el gusto de intimidarme. Haría lo que quisiese, esta es mi casa y yo no me dejaría aplastar por él.

Ya no me encerraría más, ya no lloraría y que empiece el maldito juego de mi padre. Cuando termine quizás siga viva y esta será una loca y nueva experiencia para recordar, aunque nunca se lo perdonaría a Nicolás.

— Primero tu amor propio, es lo más importante — me repetí una cantidad de veces. Tengo veinte años con esta maldición y ya era parte de mí, solo tocaba acostumbrarse y vivir. 

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¿Cuánto tiempo aguantarán viviendo juntos? Mientras Alicia sienta más atracción por Alex, irá aumentando el odio en él.

Besos benditos 💋💋 espero me comenten su opinión.

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