Capítulo Cuatro.

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"El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y desesperado ¿Quién puede conocerlo?" - Jeremías.
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Alex.

Camino de un lado a otro esperando por Alicia, siento la desesperación a borbotones después que leí esa maldita carta. Estaba cansado de este juego del demonio, ya suficiente era aguantarme estar cerca de ella y no asesinarla como para tener que empezar con las benditas pruebas.

Saludos Cordiales querido Alex, antes que termine el mes de Enero debes haber cortejado a mi princesa unas cinco veces como mínimo. Nicolás Robert.

Había roto la carta en miles de pedazos pero no podía dejar de recordar cada una de sus palabras ¿cortejarla? Prefiero cortarme la garganta antes de decirle algo que la haga sentir feliz. Solo deseo hacerla sufrir, verla llorar y de esa manera realizar mi cometido, que me odie.

Paso mi vista por toda su habitación, es el doble de grande que donde me estoy alojando, completamente rosada con negro y detalles blancos. Me detengo a observar las fotografías en el buró cerca de su enorme cama de princesa, casi todas eran de ella pero una en particular llamó mi atención, una mujer muy hermosa que me parecía familiar estaba enmarcada en plata, no recordaba de dónde pero la había visto antes.

¿Será su madre? No la he visto desde que estoy aquí ¿La abandonaría? Seguramente la terminó odiando y no pudo vivir a su alrededor, como su padre, como todos aquí. No sé si es por la maldición o porque es insoportable, quizás las dos.

Me senté en la cama mientras seguía observando la fotografía de la mujer, deseaba saber de dónde la recordaba. Por un momento pensé en mi madre y mi prometida, seguramente deben estar muy preocupados por mí y yo aquí perdiendo el tiempo.

Necesitaba escapar de aquí y no he podido, si llego a irme sin cumplir el año mataran a una de los dos amores de mi vida, yo me moriría si por mi culpa llegan a lastimarlas. Mataría a quien fuera por ellas, por lo mismo me sacrifico de esta manera. Por mi mente pasa el recuerdo de la última vez que vi a mi preciosa Mili.

—No puedes tenerme así todo el día, déjame mirar — tapaba sus ojos con mis manos mientras besaba sus mejillas y la llevaba a la hermosa cena que había preparado para la ocasión. Quería que todo fuese perfecto.

— Falta poco mili, ten paciencia. Prometo que te gustará — ella no dejaba de sonreír como una tonta y después de unos minutos llegamos — Te amo.

Destape sus ojos para luego esperar su reacción frente al lugar. Me había esmerado esta vez, al aire libre en un hermoso jardín cerca de un riachuelo había colocado una mesa con un banquete y vino del que a ella le encanta. Tardó unos segundos en procesar y llevarse las manos a la boca para luego girarse hacia mí con lágrimas en los ojos.

Yo tomé su mano y me incliné para arrodillarme frente a ella, tan perfecta y radiante mujer, no podía estar más feliz y enamorado. Más seguro de la decisión que estaba tomando.

— Bajo la luz de la luna y teniendo a las estrellas de testigo en esta maravillosa noche, deseo preguntarte con el corazón en la mano ¿Quieres casarte conmigo, mili preciosa? — busqué el anillo que me costó todos mis ahorros. Ella no decía nada, solo lloraba pero eran lágrimas de felicidad.

Después de unos segundos asintió con una gran sonrisa en sus labios y coloqué el anillo para levantarme y abrazarla, deseaba que este momento dure para siempre. Probé sus labios extasiado y feliz, mi corazón latía desenfrenado y caminamos a la hermosa cena...

Las lágrimas caían por mis mejillas e inconscientemente había arrugado la foto en mis manos de la rabia, impotencia y frustración porque dos días después de eso me secuestraron y aquí estoy por un maldito año sin saber de ella, de nadie. No pude despedirme, no pude absolutamente nada.

Escucho la puerta del baño abrirse y limpié mi rostro de cualquier rastro de debilidad, ella era el enemigo y no podía mostrarle nada. Por eso estoy en contra de cortejarla, de hacer cualquiera de esas estúpidas pruebas que no harán más que incrementar el odio que siento.

La veo vestida con una bata ridículamente rosada con florecitas, la niña más estúpida y mimada del mundo. No me levanté, no tenía ganas de seguir humillándola por ahora, así que hice silencio esperando que me diera el número telefónico.

Me limito a observarla, y por unos segundos veo como sus mejillas empiezan a sonrojarse. Su mirada pasa de mi rostro a mis manos y sus ojos se abren como platos.

— Esa es... la-la foto de mi madre — caminó rápidamente y me la arrancó de las manos. Me levanté de golpe, y que fuese un poco más pequeña me hacía sentir con poder sobre ella, la sentía indefensa y torpe junto a mí.

En este momento no podía ver su rostro porque estaba intentando alisar la fotografía que arrugue inconscientemente, su cabello largo y amarillo tapaba toda su cara pero podía apreciar las lágrimas que empezaban a caer de su barbilla.

— No seas tan dramática ¿Quieres? Si ella te abandonó es porque no te quiere, deberías botar esa fotografía y superarlo — estábamos a centímetros de distancia y no pensaba moverme de aquí, disfrutaba de su sufrimiento.

Intenté tocarla pero ella rápidamente me miró y su mano se estampó en segundos contra mí mejilla. No lo esperaba, quedé en shock por un momento intentando procesar lo que ella había hecho hasta que sentí el ardor. Mi rostro pasó de confusión a rabia, no iba a aguantarme algo así.

— No hables así de ella, no te lo permito — tomé sus manos con fuerza para arrastrarla por la habitación y pegarla contra la pared. En sus ojos no veía miedo, ella también estaba molesta.

— No sabes el grave error que cometiste princesita — subí sus manos por encima de su cabeza y las sostuve con una mano, con la otra tomé su cara toda roja de la rabia, de sus ojos solo había fuego puro y no dejaba de moverse — ¿aquí hay cámaras? Deseo que tu padre vea cuando te mate.

Bajé mi mano hasta su cuello que deseaba ser estrangulado, podía sentir como me pedía morir, acabar con ese sufrimiento, yo moría por hacerlo. Poco a poco empecé a apretarla cuando ella habló.

— Vamos, mátame y demuestra todo el odio que sientes, demuestra lo débil que eres por no poder dominarlo. Así yo podré acompañar a mi madre en la muerte — su sonrisa cínica me descolocó un momento ¿su madre estaba muerta? En ese instante la recordé.

Y saber que estaba muerta me contrajo el estómago con fuerza haciéndome perder la estabilidad y alejarme de Alicia. Las lágrimas volvieron a tomar posesión de mí y no podía detenerlas.

— Yo... la conocía. Fue mi maestra de primer grado y-y me salvó de la muerte, era mi heroína ¿Cómo murió? ¿Por qué? — me senté de nuevo en la cama porque no podía conmigo mismo. Lloré desconsolado mientras sentía como después de unos minutos Alicia se sentaba a mi lado.

— Murió por mi nacimiento. La bruja que me maldijo, también lo hizo con ella y de esa forma he vivido cada día sintiéndome culpable, quizás si yo hubiese muerto ella estuviese aquí. Nadie la odiaba, ella era lo mejor del mundo y nunca tuve la dicho de conocerla, de sentir su amor, de amarla — tapé mi rostro con las manos mientras lloré con fuerza. No sé porqué me estaba afectando tanto pero lo hacía.

Sentí su mano cálida acariciar mi espalda para consolarme. Hace segundos estaba por matarla y ella está aquí como si nada, dándome apoyo. Estaba confundido, aturdido y tenía sentimientos encontrados. Como si me hubiese dado un corrientazo su tacto, me levanté de la cama y caminé hacia la puerta.

— Dame el número de teléfono de tu padre, por favor — vi sus ojos totalmente rojos y rostro hinchado. Mi corazón se removió y una extraña sensación de querer consolarla me invadió, la deseché rápidamente mientras ella me dictaba el número.

—... Puedes llamarlo del teléfono que está en la sala, está bloqueado para todo menos para los números familiares — su voz resultaba apagada e ida, ya no me miraba. Colocó la fotografía en su lugar y se quedó observando la pared.

Internamente tenía lucha de sentimientos, me dolía pensar en su ausencia de madre pero al mismo tiempo me agradaba que estuviese sufriendo. Me fui de la habitación hecho un problema y caminé hacia el teléfono para llamar al maldito que me tiene aquí.

Tomo el aparato en mis manos para luego marcar cada número con urgencia, necesitaba decirle a Nicolás que esto no iba a funcionar, solo pensaba en las mil maneras de matar a su hija, como hacerla sufrir y de ninguna manera iba a poder cortejarla, no podía ni soportarla cerca. Al momento contesta.

Hija bella, esperaba tu llamada, necesito que sepas que... — antes de que siguiera con su drama creyendo que soy Alicia, lo interrumpí.

— Lamento decepcionarte pero no soy tu hija bella — su respiración se cortó y por unos segundos creí que había colgado.

¿Qué quieres? ¿Ya empezaste a implementar la primera prueba? — su voz cínica me hacía saber que se estaba burlando de mí. Es un maldito y deseaba golpearlo, lo odiaba y no tenía ninguna maldición.

— No voy a poder hacerlo — me aclaré la garganta, sabía que no sería fácil decirle que no a Nicolás — la odio con tanta intensidad que solo deseo hacerle daño ¿Quieres eso para tu hija?

No es tu problema lo que yo quiero o no quiera hacer con mi hija — la mencionó como si fuese un objeto, algo sin sentimientos ni decisiones propias — Lo tienes que hacer o... las consecuencias.

— ¡Cada vez que la veo pienso en la distintas formas de hacerla sufrir! ¿Crees que voy a aguantar un año? Mi odio aumenta cada día más y puede llegar a ser indomable.

Si no empiezas de hoy al último, si no cumples... mandaré un regalito de tu parte a tu prometida amada ¿qué dices? — un silencio rotundo, yo me quedé paralizado. Es lo que no quería, que Mili pagara las consecuencias — Tres días para que hayas hecho tu primer movimiento, y nada de mencionarle alguna cosa o mato a Milian.

Quise arrancarme los cabellos, estaba atrapado en esta maldita cárcel y debía cumplir con sus mandatos sin chistar, no podía ponerla en peligro, no me lo perdonaría nunca. Respiré profundo para no explotar, tendría que fingir que me agradaba, hacerme creer que me atraía y que ella no sospechara la falsedad de todo.

—Lo haré pero no la toque — se escuchó su leve risa para luego colgar. Quería estrellar el teléfono al suelo, morirme, acabar con todo esto. Tantas cosas pasaron por mi mente irracional, justo ahora no conseguía solución, simplemente cumplir.

— ¡Maldita sea la familia Robert! — grité todo lo que pude. Me dirigí al gimnasio, necesitaba golpear cosas, desahogar esta furia arrolladora.

Pasé toda la noche en él y al día siguiente fui a mi habitación solo para bañarme, bajé de nuevo y me fui a la cocina porque moría de hambre. Son las siete de la mañana, a esta hora seguía durmiendo la princesita diabólica. No quería verla después del último momento extraño que tuvimos, seguía sin entender esos sentimientos contradictorios pero decidí ignorarlos como a ella.

Ya sé que debía empezar con la estúpida prueba pero no sabía cómo hacerlo, que se viera real y no un total montaje. Podría cocinarle el desayuno, tener una conversación donde pueda resaltar sus cosas buenas, para mí ninguna pero tocaba inventar. Por un momento me llegó la idea de hablar con ella pensando en Mili, decirle todo lo que deseo decirle a mi enamorada pero sin la intensidad. Eso haré...

— ¿Pudiste hablar con Nicolás? — no la esperaba tan temprano, su voz me sobresalto y casi me quemo con los huevos fritos. Mi cuerpo se tenso, todo de ella me irritaba.

— Si, ya ¿Quieres comer algo? —me encontraba de espaldas y no podía ver su reacción pero podía imaginármela.

— Espera ¿qué? Si estás jugando conmigo para luego lastimarme o si decidiste envenenarme, mejor olvídalo — sabía que se iría, así que apagué la llama de la cocina y caminé con rapidez hasta halarla de la mano. Tocaba fingir.

— Cierra los ojos — extrañamente lo hizo y eso me ayudó a calmar mi rabia un poco — solo quiero disculparme por lo de tu mamá y todo lo que dije.

Eso era totalmente cierto. Me coloqué a centímetros de distancia y podía oler su fragancia de rosas, solo utilizaba un camisón y el cabello desordenado, un desastre pero su rostro sin una gota de maquillaje era casi perfecto, roce su mejilla con mi mano y ella se estremeció con mi tacto.

No sentía absolutamente nada de atracción, todo lo contrario pero debía hacer mi esfuerzo por Mili, por mi familia y para salir de aquí.

— No creo nada de lo que dices ¿con qué te chantajeo mi papá? — sus labios rosados y carnosos que cualquiera podría desear se movían con nerviosismo, es muy extraño odiar a alguien con esa belleza pero lo hacía.

— Hablo en serio, tu madre fue una persona muy importante en mi vida y quiero disculparme con su única hija por pensar mal de ella — mis manos bajaron de su cuello, que pedía a gritos ser apretado hasta la asfixia, para llegar a sus hombros. Ella asintió y sabía que estaba embobada con mis palabras.

— Vamos a creerte por hoy. Pero sé que esto durará segundos, tú nunca dejarás de odiarme. No sé porqué mi padre insiste con eso, yo nací sola y moriré sola — sus palabras de alguna manera me afectaron, no sé si es porque tiene sus ojos cerrados y la maldición no se encuentra entre los dos, pero sentí algo maluco revolverse en mi estomago.

La llevo hasta la mesa y la ayudo a sentarse sin chocar. Seguí cocinando para terminar lo que estaba haciendo antes, aunque el hambre se ha disipado después de que ella apareciera Le di la espalda por un largo rato, reinaba total silencio y por unos minutos olvidé que se encontraba a pasos de mí.

Le sirvo unos deliciosos emparedados, y me siento frente a ella. La veo tensarse al instante y bajar su vista al plato con sus mejillas sonrojadas. Sabía muy bien que yo le gustaba y no comprendía porque es tan masoquista si yo solo la lastimo. Empieza a comer con inseguridad y realmente no sé si le gustaron o no, no me interesa igualmente.

— ¿Qué tal están? — asintió mientras masticaba, no me veía en ningún momento.

— Bien, gracias — tomó un poquito de jugo y al terminar se levantó sin decir nada más y llevó el plato al lavavajillas para luego irse a su habitación. Desapareció así, nada más.

Sabía que esto de cortejarla no iba a ser fácil, pero debía obligarme y empezar a enamorarla para que su enfermo padre esté feliz y no toque a mi prometida en todo este tiempo, que ni la vea. Respiré profundo aguantando las ganas de querer matar a todos en esta casa y terminé tirando el plato contra la pared.

Caminé rápidamente hasta mi habitación y me acosté en la cama a pensar distintas formas de cortejarla sin perder la cordura, sin que note la falsedad en mis palabras y realmente crea toda esta estupidez. Empezaría a jugar y quizás de esa manera si la podré hacer sufrir como deseo, terminará odiándome cuando la enamore y luego se entere que todo es una farsa de su padre.

Pase horas maquinando hasta que decidí levantarme, me quité el short y la franela para luego dirigirme al baño que es completamente azul y neutral como la habitación donde dormía, también tenía un hermoso jacuzzi de delfines y mierdas pero no le prestaba atención, me bañé en la regadera a un lado en la habitación.

Sentía como poco a poco Alicia entraba en mi mente y no podía dejar de pensar en las mil maneras de engañarla con un fin, me sentía obsesionado. Estaba completamente sorprendido por esta faceta de mí, solo sentía odio y deseos de asesinar. Ese no era yo, me estaba convirtiendo en un maldito monstruo. 

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Tarde una eternidad haciendo este capítulo porque lo quería casi perfecto y eso necesita tiempo. Mi trabajo también me había quitado tiempo, espero tengan paciencia, prometo actualizar más constante.

Alex el monstruo cree que Alicia es tonta ¿Terminarán jugando los dos? ¿Saldrán heridos? Vamos, ustedes saben esas respuestas.

Díganme qué tal el Alex precioso de la imagen.

Besos.

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