Capítulo Cuarenta y Cinco

Dedicado a @Maraantonietacastill 🌸

''La gente piensa que lo peor es perder a una persona que se quiere; se equivoca. Lo peor es perderse a uno mismo mientras quiere demasiado a alguien''. - Anónimo.

Alicia.

Regresar de la oscuridad en la que estaba inmersa, fue como salir a la superficie después de hundirse en el fondo del océano, ahogándose.

Me adapté a la luz y tardé unos minutos en reconocer mí alrededor, no del todo, era una habitación grande, aparatos midiendo mis pulsaciones y un tubo pegado a mi brazo, otro en mi nariz.

Me siento desorientada, mi cabeza late fuerte exigiéndome cerrar los ojos, duele. Intento tomar fuerzas una vez más, respirando profundo una vez por minuto.

No sé cuánto tiempo pasé observando la puerta de salida, mi mente se encontraba recordando todo lo que había vivido antes de caer inconsciente. Justo ahora no tenía ningún dolor corporal, los moretones y heridas habían desaparecido, solo quedan cicatrices. 

Sentía una amarga ausencia en mi pecho, una perdida que no podía reconocer del todo. Estaba aturdida y no entendía cómo había llegado aquí, yo creí que moriría.

Observo cada espacio de la habitación, es prácticamente igual a la  mía, y podría jurar que estoy en mi vieja casa de no ser por el tamaño de ella, las paredes no son tan altas y el techo es plano, como si hubiese otra habitación sobre ella.

Justo ahí, en el silencio que cubría la estancia me sentí sola y triste, algo dentro de mí deseaba derrumbarse y tenía miedo, mucho miedo.

Recordar la mirada asesina de Mac, conocer su verdadero ser me rompió en pedazos, me desgarraba el alma. Después de eso ¿Qué más podía esperar?

Visualizo mis antebrazos y las grandes cicatrices en vertical, no recuerdo en qué momento las hicieron. Las rodeé con mis dedos y podía sentir la sensibilidad en todo ese camino hasta llegar a mis manos.

Las lágrimas no tardaron en desbordarse ¿Hasta qué punto me habían herido y dañado? ¿Para qué propósito si me dejarían con vida? Lo odié con todo el dolor de mi alma, pero mucho más a mí misma por permitirlo, por creer.

Sentí el pánico recorrer mi cuerpo mientras las imágenes de ese día se apoderaban de mí.

Maldije a la persona que me había dejado con vida, esto ya no era vida, solo infierno, no podía sentir más que repulsión y odio por mí y por todos los que me habían herido, que habían permitido que llegara a este punto.

Pasaron horas en completa soledad, nadie siquiera se dignaba a verificar si seguía respirando o no.

En un momento de arrebato me arranqué la vía y todos los aparatos conectados a mi cuerpo. Estaba enojada por las miles de veces que había tenido la oportunidad de terminar con esto y no tuve la valentía suficiente para hacerlo, tenía que llegar hasta aquí, tenía que pasar por tanto sufrimiento y que otra persona me lastimara de la peor forma.

Nadie iba a poder salvarme, yo no iba a poder ser la misma después de tanto daño.

Como pude me senté en la cama y toqué el suelo con los pies, ese contacto me dio un calambre fuerte como si millones de hormigas recorrieran mis piernas, picaba.

No sabía cuánto tiempo había pasado inconsciente pero estaba segura por las cicatrices hechas piel nueva, que era mucho.

Poco a poco me fui levantando apoyando las manos de la cama, empecé a dar pasos lentos y tambaleantes, me sentía un poco mareada y tenía que sostenerme con fuerza para no caer. Mi cabeza daba mil vueltas, tenía que parpadear muchas veces y enfocar objetos para no vomitar.

¿Cómo es qué nadie había venido a verme?

Me quedé unos segundos frente al espejo. Es el mismo que tenía en la vieja casa, siguen las fotos pegadas a las esquinas de él, recuerdos de cuando era una niña feliz, engañada pero feliz.

Busqué mi reflejo en el espejo, mi piel más pálida que nunca, mis ojos hundidos en un oscuro pozo de ojeras. Me veía bastante mal pero me sentía mucho peor.

Esa chica ya no era Alicia. Solo era un cuerpo vacío y acabado.

Escuché unos pasos detrás de la puerta. Me paralice, el corazón se me detuvo y empecé a sudar frío. Esperé.

Los pasos se alejaron acelerados, como si estuviesen huyendo de algo, de alguien.

Unos minutos después ya no se escuchaba nada.

Tenía tantas interrogantes martillándome la cabeza, ¿Qué lugar era este tan extraño y a la vez tan familiar?

Me perturbaba un poco ver mis cosas en el mismo sitio de mi antigua habitación. Observé la puerta del baño por unos segundos, y sentí tantas cosas, los recuerdos empezaron a revolotear en mi estómago.

Caminé hacia la puerta de salida decidida a enfrentar lo que sea. Si era de morir, ya daba lo mismo.

La abrí, se encontraba el pasillo completamente solo. Di unos pasos tentativos, no se escuchaba nada, solo mi respiración acelerada.

Me dirigí hacia la escalera, y me detuve justo ahí.

Eché un vistazo a la planta baja, sentí un escalofrío aterrador al ver todo tan igual.

— ¿Hola? ¿Está alguien? — mi voz hizo eco.

Nadie.

Decidí bajar, pensando en cómo era esto posible, tanta similitud era enfermiza.

Solo una persona pudo hacer esta locura con tal de hacerme sentir en casa. Nicolas.

Me tambaleé un par de veces, por poco me caigo. Estaba mareada.

Vislumbre las puertas corredizas dándome una hermosa vista de la piscina en el patio trasero.

Tragué fuerte, no podía evitar recordar a Alex, cada espacio, cada cosa.

Caminé hacia ella.

Observé los alrededores, nadie.

No era el mismo clima. El frío aquí era como en la cabaña. La maldita cabaña.

¿Y si esto era simplemente una ilusión? ¿Y si todavía estoy en el sótano muriendo?

— ¡Sal de mi cabeza! ¡Nooo! — grité con fuerza presionando la cabeza con las dos manos, cerré los ojos y me tiré al suelo — Termina con esto, ya solo mátame.

Me quedé así por un rato, mi cuerpo temblaba de miedo mientras todo lo que sufrí pasaba por mi mente una vez más. No me sentía a salvo.

Abrí los ojos, esperando aparecer en otro lugar.

Esperando ver mi realidad, pero seguía en el mismo sitio, justo a un lado de la piscina. Me arrastré a ella y metí una de mis manos, el agua estaba helada casi a congelar.

Al otro lado del patio se encontraba el pequeño gimnasio donde Alex se encerraba para drenar sus frustraciones ¿Qué tan lejos estará ahora mismo?

Cerré las manos en puños y me levanté del suelo. Yo pensando en él, y seguramente estará con su familia, con su bebé.

Él dijo que me rescataría.

Pero no está aquí, seguramente llamó a Nicolas para que hiciera el trabajo. ¿Qué sentido tendría arriesgarse una vez más por mí? Cuando ya es completamente libre.

Cuando me di cuenta ya estaba nuevamente dentro de la casa. Vislumbre la puerta de la entrada principal, tuve curiosidad.

Al abrirla me quedé paralizada, a varios pasos de distancia había un enrejado alto cubierto de plantas, era imposible ver a través de él.

Caminé rápidamente con la intención de tener contacto con alguien, no creo que me hayan aislado totalmente del mundo sin ningún tipo de seguridad humana.

Me costó pero al fin logré ver un guardia cuidando la entrada a unos metros de distancia. Me acerqué lo más que pude.

— ¡Ey señor! ¡Disculpe, necesito saber algo! ¡Señor! ¿Puede venir? — el sujeto no habló, respondió con una negativa con la cabeza. Claro, se lo prohibieron — ¡Dígale a Nicolas que: ¿Para qué carajos me rescató si me va a tener en está cárcel de mierda?!

Le di una patada al enrejado y caminé de regreso a la casa. Estaba frustrada, necesitaba respuestas o me volvería loca.

Subí al primer piso, ofuscada, con deseos de romper cosas, la rabia me corría por la sangre como fuego.

Antes de entrar, una puerta al fondo del pasillo llamó mi atención.

No lo pensé dos veces para ir a ella, si estaba sola en este lugar no habrá problema de revisar cada espacio.

Entré, sin embargo no me esperaba encontrarme con una habitación azul totalmente vacía con una pequeña escalera en espiral justo en el medio ¿Qué era esto?

No me detuve a analizar si era peligroso o no, no me importó, subí y me quedé sin aire por instante, nunca me imaginé ver algo así.

Una jaula gigante.

Con largos barrotes que se juntaban justo en la cima formando una copa, la brisa pegaba con fuerza y tenía que sostenerme de la baranda para no caer.

El lugar estaba lleno de todo tipo de flores, pero más abundaban las rosas azules, mis favoritas.

El aroma era exquisito, la paz que se sentía era otro nivel. Lo necesitaba.

En el medio del jardín había un gran  bebedero para pájaros, y estaban ahí muchos, de todos los colores y especie, iban y venían libres.

No pude evitar sonreír de alegría y emoción.

Me acerqué lentamente a un banquito para admirar todo ese hermoso ecosistema sin estorbar.

Estaba embelesada en ese mundo, tanto tanto que olvidé por completo todo lo malo que acontecía en mi interior, la rabia se desvaneció por un momento. Deseaba vivir y morir aquí. Quería hacerlo mío para siempre.

Las lágrimas abandonaron mis ojos sin previo aviso.

— Sabía que te gustaría — su voz hizo corto circuito en mi sistema.

Me sentí vulnerable y expuesta. Creí por un momento que había enloquecido hasta que lo busqué con la mirada y ahí estaba.

Su cabello ondulado se movía en todas direcciones por la brisa, esos ojos verdes brillaban y no podía descifrar exactamente lo que él sentía al verme.

Yo creí desmayar en cualquier instante. No sabía cómo sentirme, era un remolino contradictorio de sentimientos, él se veía feliz pero empecé a temer.

— ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Nicolas? — él iba a responder pero me adelante — no pienso volver a ese juego enfermo de fingir amor. Tú deberías estar con tu familia — me quebré — Quie-ro que te vayas.

En su mirada ví tristeza, dolor, como si mis palabras le afectaran. Intentó acercarse pero se detuvo a dos pasos.

Metió sus manos en los bolsillos de su short beige.

— Yo... necesitamos hablar — negué varias veces mientras intentaba parar las lágrimas, su presencia me afectaba demasiado.

— Vete, dile a Nicolas que no quiero verte. Si te está amenazando, entonces yo se lo diré — mi cuerpo temblaba de impotencia. No podía ser que él quisiera obligarnos a esto de nuevo.

— Nadie me está obligando, Alicia. Déjame explicarte.

— ¡No, no quiero! — Empecé a gritarle — ¡Yo no quería ser salvada, yo deseaba morir!

— No digas eso — susurró lo suficientemente alto para escucharlo, sus ojos se enrojecieron. No podía entenderlo.

— ¿Qué haces? ¿Es que ahora sientes lastima? No quiero tu maldita lastima. — me seque la cara, estaba harta de todo esto — el día que me despedí de ti, ese día me dejaste en claro que no sentías nada, que me odiabas por yo quererte ¿Y ahora qué? No tuve que haberte llamado.

— Nadie me obliga ¡Maldita sea, yo...! — no sabía en qué momento se acercó tanto y el aire lo sentí escaso. Me estaba viendo directamente a los ojos y no reflejaba ningún rastro de odio en ellos — Tu padre murió.

Todo a mi alrededor se detuvo, me quedé petrificada, esperando que fuese mentira, dolor era lo que veía en su rostro. Mi padre... murió.

Mi padre.

Las rodillas me fallaron una vez más y caí al suelo, Nicolas también me había abandonado y ahora para siempre.

No pude verlo a la cara, no pude decirle todo lo que sentía, no pude... despedirme.

Alex se sentó junto a mí e intentó cubrirme con sus brazos, al principio no lo permití, lo empujé varias veces hasta que mi cuerpo no dio más y me envolvió.

No dejaba de disculparse mientras besaba mi cabello. Yo seguía ensimismada en mi dolor, procesando algo que no pude vivir, por estar inconsciente casi muerta, no pude despedirme.

Ya no me quedaba nada, estaba completamente sola.

— Pajarito, yo voy a cuidarte, lo prometo — busqué su mirada removiéndome del abrazo, pero él no me soltaba. En ese instante no estaba pensando con claridad, me sentía rota y vacía.

Entonces lo besé, no me importó si me rechazaba después, no me importó si lo correspondía solo por lastima, no me importó que amara a otra mujer.

En ese momento, fui egoísta.

Necesitaba una manera de desahogo y él lo fue.

El beso resultó desesperado, tosco pero al mismo tiempo tan familiar. Mientras la mente no dejaba de torturarme, cerré los ojos con fuerza intentando escapar de esos pensamientos entre sus brazos.

Sus manos tomaron mis hombros y rompieron el beso. Lo miré. Podía sentir el deseo abrasador entre los dos, palpable.

— No está bien, necesitas descansar. Necesitamos hablar, Alicia — su voz rasposa solo me daba ganas de seguir besándolo. Su rechazo no me importó en lo más mínimo.

Dejé de perderme en esos pozos verdes para voltearme a ver el paisaje que se desenvolvía frente a nosotros.

No dije nada más, mi mente estaba en otro lugar, mis sentimientos eran totalmente negativos, tenía un nudo en la garganta que no me dejaba tragar correctamente. Las interrogantes regresaron, otras más se multiplicaron con la nueva información que Alex me había soltado.

Apreté mis manos en puños, algo en mí interior sentía mucha rabia e impotencia.

— Necesito que me dejes sola — susurré sin mirarlo, el viento no dejaba de soplar.

De reojo noté el movimiento de su cuerpo poniéndose de pie, yo me hice un ovillo.

— Estaré aquí para cuando necesites respuestas. No te dejaré sola, nunca más — sus palabras no me importaron. No le creí nada.

Se fue, haciendo lo que le había pedido.

Cerré los ojos por un instante, recordando cada uno de los buenos momentos con Nicolas. Miles.

Cada lágrima que caía correspondía a cada recuerdo que guardaba en mi alma.

Antes de que descubriera todo lo malo que era y el daño que me hizo, antes de eso me hizo feliz. Recordaba claramente sus ojos brillando al verme luego de llegar de un día de trabajo, agotado me cargaba hasta llevarme a la cocina y ahí escuchaba cada una de mis grandiosas historias vividas en esas cuatro paredes mientras comíamos algún dulce.

Me sentía amada, feliz, en ese instante realmente puedo asegurar que sentía lo que era ser amada.

No era lo material, que me diera todo lo que pidiera. Su paciencia y su dedicación para enseñarme todo lo que sé ahora.

Gracias a él disfruto de la lectura, me leía cuentos después de la cena y durábamos horas en la biblioteca, tirados en el suelo, sumidos en una gran historia. Donde las princesas eran rescatadas por algún maravilloso principe, mis favoritas, desde entonces soñaba que eso me pudiera pasar.

Al final de cada libro se lo comentaba, él me observaba por unos segundos sin decir nada, acariciaba mi mejilla y me prometía que ese sueño se me cumpliría. Era mi héroe, y ahora ya no está.

No pude reclamarle todo lo que tenía planeado, no pude siquiera perdonarlo luego, el tiempo no nos alcanzó.

Quizás algún día entienda todo lo que hizo por mí, hoy todavía no. Su amor había pasado el límite a lo retorcido, tóxico. Pero no puedo negar que me amó hasta el último momento.

Y yo a él.

Observé el sol ocultarse lentamente despidiendo el día, aproveché para despedirme de él, en silencio.

Los pajaritos se habían ido y el clima ya era insoportablemente frío. No deseaba volver a la casa, tenía miedo a lo que debía enfrentar.

Estaba deshecha, Mac me había arrebatado todo lo que me quedaba, quizás por eso me dejó ir, para que sufriera lo que es perder a un ser querido injustamente.

Me levanté lentamente acercándome a los barrotes, sentía los ojos pesados.

Ver el atardecer desde esta altura resultaba hipnotizante. Lo hubiese disfrutado más quizás, en otras situaciones con otros ánimos.

Las nubes rodeándo la despedida del sol. Mis ojos estaban hinchados y cansados, no tenía fuerzas siquiera de dar un paso más. Al borde de los barrotes donde solo un pequeño centímetro me separaba del abismo.

Visualice mis pies tentados a resbalar ¿Qué tan efectivo sería caer de esta distancia? Más allá de mis zapatos se presenciaba el pequeño jardín, réplica exacta del que teníamos en mi vieja casa hecho por mi madre.

Volví mi vista al horizonte, y solté el borde lentamente. La brisa empezó a balancearme de un lado a otro, tentando la fuerza y gravedad.

Cobarde.

Cerré los ojos, ignorando la voz de lo que quedaba de mi raciocinio. Ya no quería más sufrimiento ¿Podían comprenderme?

Decidida a dar el último paso, cometí el grave error de abrir los ojos.

Mi vista fue directamente a la sombra que se ocultaba debajo de un árbol, a una distancia considerablemente lejos como para no reconocer su rostro.

Pero sentía sus ojos en mí. Era él.

Había venido para verme caer, imaginé lo excitante que debe ser para él verme al borde del sufrimiento.

No le des el gusto.

No.

Tomé fuerte la baranda. Si él venía por mí, esta vez estaría preparada para acabarlo.

Por mi madre, por mi padre y por todo lo que nos hizo.

Escuché un movimiento y voltee a ver a otro sitio, era la brisa. Cuando regresé a Mac, ya no había nadie, había desaparecido la sombra.

Lo imaginé sonriendo siniestro disfrutando de mi caída. No me lo quité de la mente.

Debía volver, avisarle a Álex. Debíamos prepararnos para enfrentar lo que sea que viniese.

Bajé las escaleras decidida a ir a la habitación donde desperté. Ver a Álex y lo que tuviese que decirme.

Enfrentar la verdad de las cosas resulta a veces tan difícil, tan dolorosa que algunas veces prefieres evitarla, que te mientan. Y es una locura, es hasta masoquista desear mentirnos nosotros mismos solo por protección.

Lo cual es inevitable, la verdad es inevitable, sea tarde o temprano siempre te alcanza. Y en ese momento, el dolor es muchísimo peor.

Cada paso que daba era pesado como si me costara caminar, no respiraba.

Nicolás siempre me mantuvo en un cuento de hadas, encerrada en mis cuatro paredes lo tenía todo y a la vez sentía que no tenía nada.

Sin embargo, no lo sabía, la mentira era tan grande que la maldición se veía casi irreal, a veces la olvidaba, era tan parte de mí que pasaba desapercibida y no me afectaba, o me engañaba a mi misma diciendo que no me afectaba.

Todo se cayó como una casa de naipes cuando empecé a descubrir mentira tras mentira, y el dolor resulta insoportable.

Me detuve frente a la puerta de la habitación.

Sería realmente estúpido huir esta vez de la verdad, ya estaba cansada del engaño, no importa lo doloroso que será, necesitaba saberlo todo.

La abrí y ahí estaba, ajeno a toda la revolución que causaba en mi interior.

Lo único que pasaba por mi mente era la palabra muerte, heridos, todo por salvar a alguien que ya no quería ser salvado.

Álex se encontraba sentado en la orilla de la cama viendo hacia el suelo, su cabello ondulado caía en cascada tapándole visibilidad al rostro, su cuerpo transmitía tensión.

— Mac... él está vivo — Alex buscó mi mirada negando rápidamente.

— Yo le disparé justo en la columna, lo dejé desangrándose sobre su madre muerta. No podía usar ninguna de sus extremidades, imposible que haya sobrevivido — se levantó y fue acercándose, yo seguía en la puerta, no me había dado cuenta que estaba temblando hasta ese momento.

Se detuvo a centímetros de mí, sentí la compasión en sus ojos verdes. Se veía tan seguro de lo que decía que desee creerle.

— Ví una sombra en los árboles a lo lejos, e-estoy segura que era él — Alex tomó mi mano con tanta delicadeza para halarme a él y cubrirme en otro abrazo.

— Hay guardias en todo el perímetro, quizás era uno de ellos. Creeme Alicia, él ya no te hará daño — cerré los ojos absorbiendo el delicioso aroma de su piel como calmante para mis sentidos alertas y al borde del colapso.

¿Cómo es que todavía la maldición no le había afectado?

Rompió el contacto y me observó con una sonrisa de labios cerrados, no soltó mi mano.

— Hablemos — asentí.

De esa manera, me dirigió hasta la cama y tomamos asiento uno al lado del otro.

Quizás estaba paranoica, quizás solo era la imaginación torturandome. Me decidí no pensar en eso, ni en lo que estaba a punto de hacer antes.

Me enfoque en prestarle atención a lo que Alex tenía que decirme, y averiguar por qué la maldición no le afectaba.

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Hola preciosuras, quiero empezar deseándole Feliz Navidad y Feliz año nuevo, lleno de bendiciones y mucho éxito en todo lo que se proponen para este 2020.

Mi primer deseo es terminar esta grandiosa historia tal y como la imaginé desde el primer capítulo.

Estoy de vuelta y con fabulosas ideas en mi mente.

¿Creen que Mac este vivo o solo es la imaginación de Alicia?

¿Qué ocurre con la maldición de Alicia y por qué no le ha afectado a Álex?

¿Cuánto tiempo creen que pasó después de la revolución entre las dos bandas?

Un beso acaramelado para ustedes.

Nunca dejo de leer sus comentarios, los amo ❤️

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