Parte II: El vicio del rey
Dedicado a: ARQUIAU
Parte II: El vicio del rey
Capítulo 47: Amar a un monstruo
AURORA DUNKEL
—¿Qué haces?
La voz de Igor me hizo salir de mi concentración, moví el lápiz entre mis dedos y alcé la vista de mi hija hacia él, no llevaba camisa pero ya era una costumbre verlo solo con jeans deambulando por todos lados como si fuese un vikingo, se había dejado crecer el cabello un poco. No había pasado mucho tiempo, tal vez solo unas semanas desde que la guerra fue oficialmente declarada entre Rusia y Belmia. Además de un conflicto internacional donde todos los países querían meter las narices en la invasión de Rusia y apoyaban ilógicamente a Belmia y al rey Román.
El conflicto se volvía cada vez más grande y nos ponía en una posición donde buscábamos aliados de otros países cercanos para poder mantenernos a la altura. El mundo estaba dividido y para nuestra desgracia, la mayoría no a nuestro favor.
—Solo escribo. —me limité a decir.
Más de una vez me replanté los puntos de vista que nos volvían los malos de esta situación, porque la mafia Ivankov de hecho tomó el control de Rusia y bombardeó a sus líderes de manera arbitraria, esto se había convertido en una dictadura donde nadie tenía el derecho al voto, porque Igor era el autoproclamado rey de Rusia, pero, las cosas funcionaban correctamente en el país, por eso los rusos lo querían. Pero esto significaba un gran peligro para los países vecinos, que pensaban que Igor empezaría a invadir.
¿Éramos los malos malos de una historia mal contada o los buenos de una mala situación?
—¿Puedo ver? —preguntó Igor mientras envolvía sus brazos por mis hombros; abrazandome.
—Es algo personal —respondí guardando la hoja dentro de mi libreta y me levanté para mirar sus intensos ojos pardos, noté que tenía un corte en la esquina del labio, bajé la vista a sus nudillos en sus manos, era evidente que se había estado peleando con alguien.
—Prometiste que no matarías a nadie más con crueldad a golpes —susurré sintiendo un nudo que me apretaba la garganta.
—No lo maté con crueldad —dijo—, fue de hecho una muerte muy rápida. No se levantó del primer golpe.
Apreté los labios, sin poder creer que de verdad es él creyera que eso era una buena explicación.
—Si te hace sentir mejor —continuó—, era un espía, debía morir.
Igor Ivankov era un monstruo cruel, que encontraba placer asesinando a sus enemigos, lo peor era que así lo conocí y así me enamoré, pero varias veces me preguntaba si me enamoré por su protección o si realmente lo amaba. Como una sustancia venenosa que bebes sabiendo que puede matarte, pero que no lo hace, y entre más lo consumes más te fascina...
...Estar con Igor se sentía estar al borde de la muerte una y otra vez, pero me volví adicta a la sensación de burlar a la muerte.
Igor alzó su mano a mi boca y con su pulgar trazó mi labio inferior estremeciendo todo mi cuerpo.
—¿Estás enojada? —preguntó.
—No —respondí—, es solo que a veces sobrepienso las cosas.
Sus ojos analizaron mi rostro con detenimiento.
—¿Qué piensas?
Tomé una profunda respiración y respondí:
—Eva.
Igor apretó la quijada, su rostro tornándose rojo al escuchar su nombre, él se había enojado de sobre manera al enterarse de que ella fue la que me disparó y me dejó herida y desangrandome en el suelo. Igor era alguien rencoroso y sin clemencia, Eva ahora estaba en su lista negra tras meterse conmigo.
—No hables de esa traidora —dijo entredientes—, ella quería matarte.
—Éramos amigas, buenas amigas. —murmuré solo recordando los buenos tiempos, nuestras risas, nuestros chistes en clases, todo parecía como si hubiese pasado hacía siglos atrás...
Igor se separó de mí y caminó hacia la cama sentándose como si intentara controlarse, el tema de la guerra era delicado, eran tiempos muy tensos.
—Pero ya no —replicó—, ahora es nuestro enemigo y casi hace que te pierda, eso no lo voy a perdonar.
—Ella no es así...
—Koroleva —me interrupió—, los monstruos no nacen, se crean y a ella la crearon para ser el peor, reconozco la mirada del resentimiento porque yo la tengo. Ella ya no es tu amiga.
Me acerqué a Igor hasta estar frente a él y acaricié sus hombros.
—Tú no eres un monstruo. —murmuré.
Él alzó la vista hacia mí, podía ver el brillo de sus ojos al ver que yo lo miraba de una forma diferente yo miraba lo bueno dentro de él aunque él creyera que no existía. Yo veía a alguien que era capaz de cuidar a los que se ganaba su lealtad hasta con su vida. Sus manos se alzaron envolviendo mis caderas.
—Eso no creías de mi en los primeros días que estuviste conmigo. —dijo— Tú me odiabas.
—Pero ahora no te odio —repliqué—, me siento protegida contigo.
Sus manos en mis caderas subieron por mi cintura lentamente mientras decía:
—Y siempre te voy a proteger, con mi vida.
Me incliné hacia él y lo besé sintiendo como él beso aumentaba mis sensaciones exponencialmente, como una bola de fuego. Me subí sobre él colocando mis piernas a cada lado de sus caderas, mi vestido subiendose más arriba de mis muslos y me moví sobre él sintiendo la montaña que se le tensó debajo del pantalón casi de inmediato. Rompió el beso ahogando un gruñido.
—Mierda —dijo entre dientes— aún debes guardar reposo. No voy a tocarte.
Mi hombro ya estaba bien, ya consideraba que había guardado el reposo suficiente.
—Tócame. —pedí y volví a rozar su boca con la mía, mi lengua deslizándose en un lento baile junto a la suya, empezando a moverme sobre él con descaro escuchando como su respiración se volvía frenética.
—No me tientes. —dijo sobre mi boca.
—Extraño que me hagas tuya. —susurré.
Él se mordió él labio inferior.
—Koroleva —apartó él cabello de mi rostro—, no me tientes, porque sabes que no sé controlarme cuando se trata de ti.
Relamí mi labio inferior con lentitud y pegué mi pecho al suyo diciendo:
—No te controles.
Su mirada se volvió oscura en deseo y pude sentir su sonrisa contra mi boca cuando su lengua se encontró con la mía en un beso profundo. Sus dedos se clavaron en mis caderas. Su aroma inundó mis sentidos, me invadió, me deshizo. Solo quería más.
Su aliento me golpeaba en ráfagas cortas y agudas, sus gruñidos exigían más. Tanto tiempo en recuperación ya empezaba a pasar factura. Maldita sea, lo deseaba con todas mis fuerzas cuando su boca bajó por mi cuello, me aguanté de sus hombros sintiendo que la intensidad del momento me haría desmayarme.
—Me has embrujado el alma entera —susurró muy bajo—, porque no puedo resistirme a ti.
Sonreí ante lo que me decía, porque me confirmaba que aunque este hombre podía ser un grandísimo y cruel tirano, él me cuidaba como una joya. Y yo era la única capaz de tener ese privilegio, su debilidad.
Bajé el escote de mi vestido exponiendo mis pechos y él ahogó un jadeo.
—¿Te gusta provocarme? —susurró con voz ronca mientras se los metía a la boca, primero uno y luego el otro, la lamiendo mis pezones hasta dejarlos completamente endurecidos.
De repente me nalgueo y yo jadee, dos de sus dedos me tocaron deslizándose hasta dentro de mis bragas.
—Me gusta que siempre estés lista para mi. —susurró.
Jadee cuando empezó a tocarme, sus dedos deslizándose dentro de mi húmedad, probando el terreno, abrí su cremallera con desesperación y saqué su polla gruesa y erecta. Él me sujetó de las caderas mientras yo me sostenía de sus hombros con una mano, mientras que con la otra llevaba la punta a mi entrada y sin perder tiempo empecé a descender por toda su longitud y cuando me empalmé por completo bos jadeamos. Empecé a moverme sintiendo que yo tenía el control, deslizandome arriba y abajo mientras me sujetaba de sus hombros y él atrapó mi boca mientras sus manos estaban en mis pechos.
—Me gusta como te mueves —susurró sobre mi boca—, ¿te gusta sentir mi polla?
—Sí —jadee sin dejar de moverme, sintiendo como mis piernas temblaban y mi vientre se contraía.
—Quiero darte, quiero verte debajo de mi —susurró y entonces sin previo aviso me colocó boca arriba en la cama y volviendo a meterlo piel con piel empezó a moverse duro, el sonido de nuestras pieles chocando, mis gemidos llenando la habitación, sus gruñidos varoniles haciendo eco. No pude más, me vine estremeciendome, toda mi piel vibras mientras aún mi cuerpo convulsionaba por el orgasmos arrasador y entonces Igor me siguió, llenandome cuando explotó en su propio placer y se derrumbó sobre mí con la respiración agitada.
Ambos estábamos acomplandonos, abrazados mientras calmabamos nuestras respiraciones, aún con la ropa puesta y ganas acumuladas que pedían más.
De repente abrieron la puerta de la habitación, ambos nos sobresaltamos, y la hermana de Igor; Ikara apareció, nos miró y no pareció ni importarle la posición comprometedora en la que estábamos.
—¿Por qué no tocas? —dijo Igor enojado—Vete ¿No ves que estoy ocupado?
—No me interesa —replicó—, han venido los embajadores de estados unidos. Quieren hablar contigo.
Ambos nos quedamos sorprendidos, porque ellos se habían mantenido neutrales ante el apoyo de la guerra, que estuvieran aquí no sabíamos si era una buena o una mala noticia, pero si una muy intrigante.
—Quieren hacer acuerdos —continuó diciendo Ikara—, vistete hay asuntos qué atender.
Igor sonrió e Ikara se dio media vuelta para irse. Sabíamos lo que significa esto el apoyo para acabar con Belmia estaba aquí.
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