Capítulo 37: Volver a ti
Minimaraton.
Dedicado a: Todas y cada una de las personas que escapan de su realidad día a día y se sienten seguras en las letras.
Capítulo 37: Volver a ti
EVA DUNKEL
Me voltee hacia él y pegué mis labios a los suyos abriendo su boca con mí lengua mientras ahogaba un jadeo, él me correspondió con la misma intensidad como si todo el deseo que habíamos reprimido todo este tiempo explotara en cuestión de segundos. Sus manos bajaron con cuidado por la silueta de mi cuerpo, rondando mi cintura hasta mis caderas y me subió sobre él, abrí las piernas colocándolas a cada lado de sus piernas y me acomodé mejor para seguir devorando su boca.
Por más que odiara admitirlo, estar con él se sentía como si hubiera vuelto a mi hogar y tras tanto tiempo perdida e incierta, aquí era justo donde quería estar.
Su boca rompió el beso y se deslizó por mi quijada, bajando por mi cuello mandando todo mi cuerpo a estremecerse ante las gloriosas sensaciones que me hacían olvidarme de todas mis dolencias. Una de sus manos se deslizó entre mis piernas y sus largos dedos empezaron a tocarme entre mis labios inferiores adelante y atrás, jadee cerrando los ojos, me sentía completamente sensible, iba a colocar mis brazos en sus hombros para sostenerme mejor cuando inesperadamente con su otra mano me sostuvo de las muñecas colocándome los brazos detrás de mi espalda mientras la mano que estaba entre mis piernas no dejaba de moverse.
—¿Querías escapar? —susurró con voz ronca a mi oído—, ya me provocaste.
—¿Y si quisiera escapar? —susurré.
Sentí mi garganta reseca cuando mordió el lóbulo de mi oreja y gemí, mis caderas moviéndose siguiendo el movimiento de su mano, y temblé cuando sus dedos entraron en mí, entrando y saliendo mientras su pulgar hacia ligeros círculos encima de mi clítoris hinchado, ya sentía que no podía más, tanto tiempo llena de completo estrés solo me tenía al borde pidiendo liberarme.
—¿Quieres escapar? —susurró a mi oído y entonces no pude más cuando presionó aún más encima de mi clítoris—, ya no hay salida.
Exploté en un montón de sensaciones placenteras ante el orgasmo que me provocó. Tal vez era el hecho de estar juntosPuse los ojos en blanco mientras mi cuerpo se sacudía, mi respiración agitada pidiendo más, sintiendo que esto no era suficiente y que si no me saciaba iba a desfallecer.
«Lo extrañé demasiado»
Sin embargo cuando volví a fijar mi mirada en la suya, noté que sus ojos azules grisáceos parecían mirar más allá de mi, su ceño ligeramente fruncido.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
Él pareció reaccionar y negó con la cabeza.
—Esto me trajo recuerdos de la primera vez que estuve contigo. —susurró y pasó una mano por mi rostro para apartar mi cabello— Cada vez que estoy contigo, logró recordar cosas y me doy cuenta de que puede que sí me hayas gustado más de lo que estoy dispuesto a admitir.
Relamí mis labios.
—Tal vez, nos gustamos mucho —murmuré—, pero todo ocurrió en el momento equivocado.
—¿Ahora es el momento correcto? —preguntó.
—No lo sé. —admití— Tal vez cada momento sea el correcto.
Me sujetó de la nuca y volvió a besarme, yo me senté directamente sobre él sintiendo la dureza de su miembro encima de la tela de sus bóxers, sus manos fueron a mis caderas mientras yo empezaba a moverme sobre él; siguiendo mis movimientos, lo escuché gruñir y me mordió el labio inferior tal vez con más fuerza de lo prevista.
—Lo siento, no quiero hacerte más daño del que ya te he hecho. —susurró.
Ya estaba demasiado rota, pero en sus manos me sentía protegida.
—No lo haces. —admití— Pero, ahora yo quiero que me dejes sentirte.
Liberé mis brazos del agarre de sus manos y coloqué mis palmas encima de sus fuertes hombros notando las cicatrices que marcaban su piel, me di cuenta que él estaba tal vez tan roto como yo.
Saqué su miembro de su bóxer sintiendolo duro entre mis manos, hacia tanto tiempo de esto, demasiado tiempo que no disfrutaba de lo que era olvidarme de todo en el sexo. Lo tomé entre mis manos guiandolo a mi entrada. Yo nunca tuve el control con Eros, ahora sentía que me pertenecía.
Él me miró fijamente mientras yo descendía y me empalmaba por completo en él, ambos jadeamos y nuestras miradas se cruzaron cuando empecé a moverme arriba y abajo por toda su longitud, nuestros jadeos mezclándose en la intimidad del placer secreto, hasta que pegó su boca a la mía, la energía que compartíamos era única, sentía que podía ser eterna en sus brazos y todo el odio y resentimiento que pude guardar hacia él, se esfumó al menos por unos minutos, como bálsamo a mi alma que derrumbó el muro que había impuesto contra él; contra nosotros dos.
Mis movimientos se aceleraron encima de él, mi vientre contrayendose sintiendo como estaba por llegar a mi éxtasis, cuando de repente no podía más y él tomó el control moviendo las caderas contra mí, era un canto de gemidos, el agua moviendose a nuestro alrededor, salpicando afuera mientras sus embestidas se hacían más duras contra mí y ahogaba mis jadeos contra su boca. No pude más cuando me vine y despegué mí boca de la suya para recuperar el aliento sintiendo como todo mí cuerpo convulsionaba, y él se estremeció contra mí cuando llegó a su propio orgasmo. Ambos nos quedamos en silencio, recuperando el aliento mirandonos fijamente, y a pesar de haber alcanzado nuestro placer carnal, la atracción seguía ahí como si nos pertenecieramos el uno al otro. O al menos eso quería creer al menos por unos minutos donde solo existiamos nosotros dos.
—Tal vez no logre recordar lo que sentí por ti antes —susurró—, pero ahora hay algo en ti que me hace querer cuidarte.
—¿Recordarte algo?
Él tragó pesadamente saliva.
—Algunas cosas. —dijo y la comisura de sus labios se estiró en una leve sonrisa— Una era, que era muy usual entre nosotros no usar condón.
—Lo sé.
Él alzó ambas cejas.
—Que bueno que no saliste embarazada. Eso sí habría sido un gran problema.
Se rió un poco y yo me forcé a estirar la comisura de mis labios para decir sintiendo mi alma destrozada:
—Sí, que bueno.
Él quería recordar, todo lo que yo deseaba olvidar.
Me separé de él para salir del agua sintiendo un nudo en la garganta, cuando de repente me tomó de la muñeca.
—¿A donde vas? —preguntó.
—No quiero arrugarme como pasa —comenté y entonces él me soltó y me siguió fuera del agua.
Me sequé y me coloqué ropa limpia que había dejado los sirvientes de Igor; un vestido amarillo con un horroroso estampado florar de margaritas. Tomé el secador de cabello y lo enchufé pero cuando lo iba a encender, Eros me lo quitó de la mano.
—Yo lo hago. —dijo— Date la vuelta, siéntate.
Le obedecí entretenida mientras me sentaba. Encendió el secador y empezó a sacarme el cabello, lo miré por el reflejo del espejo, sin poder creer que el príncipe arrogante, asesino y egoísta que solo estaba enfocado en la guerra para matar al rey Roman, estuviera aquí secándome el cabello. Y para colmo mi cabello cuando ya estuvo seco quedó esponjado.
—Príncipe Eros, es usted un fatal peluquero.
—No se puede ser perfecto en todo, gatita.
«Gatita» hacia tanto tiempo que no me llamaba así que escucharlo otra vez se sintió extraño.
Compartimos unas ligeras sonrisas, y entonces él se inclinó hacia mí dándome un leve beso en los labios, ambos nos miramos fijamente, sentía que lo había recuperado, sentía que era el viejo Eros.
—¿Quieres descansar? —preguntó.
—Ya he dormido bastante —dije pero mí cuerpo me traicionó cuando bostecé.
—Tal vez deberías dormir un poco más.
Afirmé con la cabeza y me acosté, él me siguió acostándose a mí lado.
—Estaré aquí cuando despiertes.—prometió.
Cerré los ojos y me quedé dormida.
••••••
Cuando volví a despertar, Eros no estaba. Salí de la cama, me dolía todo mí cuerpo, jadee, busqué mis pastillas y me tomé dos para que amortiguaran el dolor con rapidez.
¿A donde habría ido Eros?
Salí de la habitación a ver a donde estaban los demás, me sentía mejor como para dar una vuelta, los pasillos eran oscuros y algo solitarios, como si se les hubiera olvidado colocar las bombillas. Bajé las escaleras y seguí bajando sinver ningún pasillo iluminado hasta que llegué a lo que parecían unas rejas. Fruncí el ceño la abrí, en cuanto me adentré me di cuenta de que eran jaulas o prisiones con gente adentro, olía muy mal. Empezaron a llamarme pidiendo ayuda, pero, la verdad era que yo no sabía si ellos estaban encerrados injustamente o porque eran peligrosos. Iba a darme media vuelta cuando de repente escuché:
—¡Eva!
Me quedé fría y voltee hacia la voz y ahí en las jaulas vi a...
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