Capítulo 23: Lirios rojos
Capítulo 23: Lirios rojos
IGOR IVANKOV
La sentí estremecerse cuando mi boca rozó la suya, dejó de respirar, sus caderas contrayéndose, rozando mi bragueta. Sentí enseguida como la polla me empezó a cosquillear; llenándose de sangre, me la había puesto dura haciéndome recordar lo que se sentía tenerla otra vez bajo mi placentero dominio, tenerla debajo de mí, atada; completamente a mí merced.
Maldita sea.
Tenían que darme ganas de asesinarla, ganas de cobrarme las que me hizo, no de follarmela como un maldito animal en celo.
La Printsessa ni siquiera hacia el mínimo esfuerzo en intentar seducirme, solo me enloquecía, se alejaba, me despreciaba, y eso me sacaba de mis malditas casillas, porque yo la quería para mi.
Saqué mi lengua y la pasé por encima de sus labios probando el néctar que tanto anhelaba percibir; su miedo, su deseo, su dulce ruego cuando ahogó un gemido.
Quería asesinarla, quería sentir su sangre correr por mis manos, hacerla sufrir tanto que se arrepintiera a cada segundo el haberme traicionado, sin embargo al tenerla ahora debajo de mí, viendo sus ojos claros en tonos verdosos; no podía. Me había convertido en una maldita contradicción, un cobarde, tenía vergüenza de mí porque mayor era mí maldito deseo por ella.
Estaba tan cerca de poder destrozarle el frágil cuello, mis dedos tocando su piel; sintiendo los huesos e imaginando como podría destrozarlos con un solo movimiento. Ella giró el rostro para que dejara de pasar mi lengua por su boca como un perro que sacia su sed, pero mi lengua fue por su quijada, su cuello, su oreja ella volvió a reaccionar ahogando otro gemido, se notaba que luchaba por no sentir lo que estaba sintiendo, pero su cuerpo la delataba, ella no llevaba nada puesto debajo de la ropa rasgada, sus pezones erectos se endurecieron como unas piedras, su piel vibraba aunque quisiera resistirse.
—Ah, Printsessa —susurré sintiendo mi voz ronca contra su oído—, tu cuerpo pide a gritos que te devore entera.
Ella tragó pesadamente saliva.
—Te desprecio —dijo con voz ronca—, te desprecio tanto que solo deseo que te mueras, maldito.
—Tu boca suelta veneno, pero tu cuerpo me dice lo contrario. ¿Te excita que te tenga así? —mordí el lóbulo de su oreja, ella jadeo mientras se estremecía contra mi.
—Me tienes literalmente contra el suelo frío y flores congeladas —gruñó— mientras me tienes amarrada en cadenas, lo último que sentiría es placer ¡eres un enfermo!
Me reí entre dientes tomando un lirio rojo que estaba al lado de su rostro, el olor de los lirios me calmaba, el color rojo me daba una extraña paz de satisfacción, como la misma sangre que podía escurrir entre mis manos.
Pasé el petalo por su frente, su mejilla, su nariz y su boca.
—Puedo comparar a los lirios contigo —murmuré—, ambos me dan sensaciones raras, cuando la mayor parte del tiempo no siento más que furia y cólera.
Lo coloqué en su pelo y ella me miró frunciendo el ceño.
—Definitivamente eres un enfermo —dijo ella temblando en un hilo de voz cuando aparté un mechón de pelo de su rostro con delicadeza.
—Sí lo soy, soy un maldito enfermo y te quiero solo para mí porque no soy capaz de asesinarte ni tampoco de dejarte libre. Ahora eres mi posesión.
Su mirada se cruzó con la mía, su quijada estaba apretada, sus ojos cristalizados cuando dijo:
—Podrás tenerme contra mi voluntad, pero nunca voy a quererte.
Mi mano bajó a su pecho encima de su ropa y lo apreté recordando lo bien que entraba en mi mano, ella se arqueó contra mí, respondiendo como reflejo.
—¿Sientes asco cuando te toco de esta forma? —me burlé y empecé a descender mi boca por lo largo de su quijada sin dejar de masajearle el pecho, ella cerró los ojos, su quijada tembló.
Ella luchaba contra el deseo pero su cuerpo la delataba.
—Respóndeme —susurré en burla y bajé las cadenas que estorbaban su otro pecho para poder masajearselo también, ella ahogó un jadeo.
No respondió.
—Dime que te doy asco, ahora. —continué y fui a su boca pasando mí lengua por el contorno de su barbilla cerca de su labio inferior, pero cuando iba a tocar su boca me detuve al ver que ella abrió la boca lista para recibir y corresponder mi beso.
«Ah, dulce Printsessa»
Ella abrió los ojos cuando yo me reí entre dientes otra vez al ver su reacción y su rostro enrojeció en furia como si estuviera molesta con ella misma por dejarse llevar por el deseo.
—¡SUELTAME! —Gritó completamente frustrada y empezó a moverse como un pequeño gusano.
—¿Ahora quieres que te suelte? —me burlé—, no te muevas tanto, harás que la flor se te caiga del cabello.
Le acomodé el lirio sobre su cabello otra vez y ella alzó la cabeza queriendo golpearme, pero no me alcanzó, solo ocasionó que el lirio cayera al piso. Al ver que no lograba golpearme arrugó la cara y entonces me escupió, la saliva cayó en mi mejilla, justo donde ya me había rasgado con sus filosas uñas.
—¡Mataste a mi padre! ¡mataste a Gil! —gritó— ¿como crees que yo voy a querer algo de ti? ¡Muerete o mátame! Porque antes de volver a acostarme contigo, prefiero estar muerta.
Quiso volver a escupirme pero la agarré del cuello tan fuerte que ella jadeo soltando el aire que aguantaba en un débil quejido, sorprendida porque esta vez lo hice sin contemplaciones, dispuesto a partirle el cuello. Sus ojos cristalizados vieron los míos empezando a enrojecer al igual que su rostro probablemente por la falta de aire. La ira llenándome hasta que ella entre abrió los labios y susurró algo de manera tan débil que apenas pude oírlo, pero lo hice.
—Lilli...
Me quedé paralizado por medio segundo, y la solté, tal vez fueron ideas mías, pero, la palabra«Lirios» en ruso me hizo entrar en razón.
¿Sabía ruso o fue mi subconsciente traicionándome?
La miré otra vez cuando ella tosió recuperando el aliento y me separé de ella. Maldita Printsessa que me tenía la mente dividida en dos.
—No voy a tocarte. —solté— No voy a asesinarte. Tu castigo será permanecer junto a mí.
Ella hizo una mueca de evidente disgusto y entonces tomando las cadenas que tenía a sus costados, la subió hasta su cuello empezando a ahorcarse con fuerza ella misma, le aguanté las manos y le quité las cadenas aunque claramente sabia que era imposible que ella se suicidara de esta forma, todo asesino sabia que nadie podía provocar su propia muerte por sus propias fuerzas, tenía que ser una fuerza externa.
Aurora apenas recuperó el aliento, perdió fuerzas y se desmayó como si ya no pudiera mantenerse consiente. Ella respiraba con dificultad, el frío empezaba empeorar.
La tomé del torso y la monté sobre mi hombro para llevarla de regreso, empezando a caminar con ella. Mis perros Oblako y D'yavol me siguieron.
Odiaba no poder despedazarla en miles de pedazos y echarle la carne a mis mascotas, había algo en ella que me hacía querer hacerla sufrir de la misma manera que quería meterla dentro de una caja de cristal para que nadie la tocara. Puede que fuera la luz que irradiaba de ella, la que hacia que mis tinieblas se despejaran, y me volvía débil.
La dejé en una habitación sin ventana para que no viera la luz del sol otra vez, no dejaría que volviera a escaparse. Le dije a una de las sirvientas que estuviera al pendiente de las necesidades de ella.
Maldito ser de luz que opacaba mi oscuridad, Aurora Dunkel ni siquiera sabia el poder que ejercía en mí, y esperaba que nunca lo descubriera, porque ella sin saberlo era la única persona capaz de destruirme.
Tenía que olvidarme de ella, tenía que recordar que no podía adorarla.
—Korol.
Kivav, entró a mi oficina cuando yo empecé a revisar las exportaciones. Ya se había dado el comunicado que Rusia estaba bajo mi dominio y ahora nada iba a detenerme para seguir conquistando los demás países, quería el poder; TODO el poder.
—¿Qué pasa? —gruñí, no quería que me molestaran.
—Han capturado al príncipe Eros Dunkel.
Ah, maravillosas noticias. Me eché hacia atrás en mi silla y murmuré:
—Encierralos, lejos de los demás.
No quería que hablará con los rebeldes quería mantenerlo aislado.
—El príncipe Eros ha dejado un mensaje para usted. Dice que es urgente.
—Dimelo —pedí.
—Ha dicho que desea hablarlo en persona y creo que tiene que ver con Aurora.
Me reí un poco, ah, pobre estúpido, de seguro iba a pedir que se la devolviera, pero ahora ella era mía y solo mía.
—Vale —respondí tomando mi arma del escritorio y colocándolo detrás de mi pantalón—, hablaré con mi suegrito.
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Holaaaaasss! Creo que Igor le va a cantar a Eros "su hija me gustaaa mi única intención es quererla y amarla" jajajaja ok no. Esta historia es bien tóxica, aquí somos bien malos ahahah
Actualizaciones cada fin de semana :D jajajajsbdhjk
Instagram: Ysarisareinamoo
Las amo mucho.
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