XVIII. Silencio
Perla.
No sabía a donde me llevaba Brice, lo único que era suguro era que no quería ir al apartamento, no me sentía bien, se lo había pedido en el puente y él no se negó. Pidió un taxi y allí íbamos, yo recostada sobre su pecho, me sentía débil, sin fuerzas. A él no le molestó cargarme.
No me creía que por mi mente había pasado el deseo de acabar con lo único que me pertenecía: mi vida. El miedo fue lo que pudo más evitando mi mala decisión. Entendí con cada fragmento de mí a Luna, la hermana de Marco, se habría sentido como yo y ella no tuvo miedo o pensó que era su momento, en cambio yo, algo me gritó que no debía hacerlo que había luz dentro de mí y debía dejarla salir.
Mis lágrimas no habían cesado, había mojado la chaqueta de él. Su brazo me abrazaba y así llegamos a un hotel.
Me abrigó con una bata de baño, me dejó sobre la cama y se sentó en un sofá, no recuerdo muy bien el lugar, solo sé que se combinaba entre colores dorados y verdes. Noté que tenía la vista perdida, en algún recuerdo tal vez, yo abracé la almohada y me quedé allí observando mi vida.
En mi mente me aturdía la voz que no había dejado de fastidiarme y esa vez era el timbre de voz de Cristina «Andrés Vené, Andrés Vené, Andrés Vené», escuchaba, mas no recordaba conocer esa persona —pudo ser algo que pasó por solo una noche y yo lo olvidé—. Asqueaba cada fragmentos de mi ser y me pregunté mil y un veces por qué Marco seguía insistiendo con la autora que destruyó su vida, me sentía injusta...
—¿Cómo te sientes? —preguntó Brice sin despegar su mirada de un cuadro colgado sobre una pared. La pregunta era retórica, él sabía que yo no estaba bien.
—¿En serio ibas a dejar que me lanzara? —No tenía resentimiento en mi voz, solo curiosidad.
—Mi lado razonable te diría que si esa era tu decisión yo no podía hacer nada. —De repente cruzó sus ojos con los míos—, no obstante, mi lado sentimental te hubiera atajado antes de que lo hicieras.
—Voy a... pensar en voz alta... tú finge que no estoy... —dije, sollozando.
—De acuerdo —accedió.
¿Medir palabras? Ya no había la necesidad. ¿Guardar silencio? No tenía sentido. ¿Mentir? ¡No era una solución! Yo solo debía sincerarme... ser real conmigo misma.
—Soy una porquería como persona —empecé—, jamás pensé mal, no hice nada fuera de lo común cuando era pequeña, solo creí que el chicle en el cabello era genial, incluso me hicieron creer que era parte de la moda. Me gustaba bailar en el baño. Amaba que a la gente le gustara mi cabello rojo, tanto así que le regalé un mechón a un compañero de clases, si lo pienso ahora fue enfermo de su parte, pero tan solo tenía diez años. A los trece empecé a sentir más vigilancia y alejamiento de mi papá, era desesperante, cada día estaba menos en casa, no me hablaba y si lo intentaba una llamada inoportuna lo interrumpía. Confié en un hombre, me enamoré y la vida cobró colores, los corazones flotantes existían era una inmadura y con ingenuidad me acosté con él... ¿protección? No, a esa edad no tenía ni idea de como una mujer quedaba embarazada, no nos cuidamos, fue espantoso enterarme, ver descontrolado mi período y sospechar que mi padre lo sabía. Ese idiota desapareció al día siguiente y yo dolida me encerré toda una tarde en mi habitación, llorando, decidí romper una de las reglas de mi padre: "no ver películas para adultos", desde mi laptop busqué las películas y descubrí tantas cosas... el embarazo... las posiciones... las páginas de pornografía. ¡Maldición! —gemí—, dañé mi mente y con ella mi mundo y mi perspectiva...
»Todo lo que decían esas cosas era que todo lo que tuviera que ver con mi sexualidad no era malo. Al contrario, estaba bien. Parecer mayor que mis compañeras de clases. Lo halagos descarados de los jóvenes mucho más mayores que yo. Los prontos deseos que le causaba a los hombres mayores... y ya, nada duraba más de una noche porque yo no lo quería.
»Buscaba afecto, de alguna manera sentirme deseada y amada por todos los hombres. No lo aceptaba, no quería aceptarlo, pero mientras más hombres llevaba a mi cama más sola ma sentía y le hice daño a las únicas personas que han confiado en mí.
»Si soy realista, sí, soy la mala de la historia, ese título me queda perfecto, pero no nació sin base. Estoy tan arrepentida de todo, me duele saber que por mí la hermana de Marco se mató... lo destruí.
En ese instante todas las palabras que usaron las personas cercanas o no llegaron a mi mente: «"me encanta, eres atrevida", "esa chica feliz", "no, tú no eres mala, es sólo que no lo sabes", "que estás aquí, cofiándola en mí", "no eres un asco, Perla", "el brillo de tus ojos me dice que hay algo especial en ti, aunque quieras acallarlo va a salir, quizás no ahora, pero pronto, por una persona, dos, o por algo que será parte de ti", "¿por qué tus ojos tienen ese brillo?"».
Brillo en tus ojos... brillo... brillo...
—Cada día, el brillo en tus ojos es más intenso y a la ves más hermoso... —comentó Brice, con la mirada pegada a la mía.
—Brillo. —Suspiré...
G e n e s i s A .
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