XIII. La Voz
Perla.
La música es la mejor de las terapias, me dijo una vez Alexis, cuando falló en un examen de matemáticas, ese día él había decidido ir a visitarme y quedarse todo el fin de semana allí, aunque tuviera que madrugar para llagar temprano a sus clases el lunes. Solo tenía seis años, pero recuerdo que esa fue nuestra mejor terapia.
El Mocoso y yo nos acostamos tarde escuchando música y comiendo palomitas de maíz. Así que el domingo me levanté muy tarde. Salí de mi habitación más reconfortada, aliviada y sin un peso encima. Caminé hasta la sala y me senté en el sofá.
-¿Quieres desayunar aquí o en la sala?
-Aquí. -Lo miré con reproche-, te dije que durmieras hasta tarde, yo podía esperar o pedir comida a domicilio.
-Lo sé es que...
-Es muy amplio el baño, Marquito, ¿donde está la dueña del apartamento? -preguntó un hombre que jamás había visto. Él también me miró y se sonrojó un poco-, oh... ya la vi.
-Él es mi amigo Brice Monnier, es de familia francesa -presentó el Mocoso-, ella es Perla Echeverrie, la dueña del apartamento... No te molestes, él solo está de visita.
-No, está bien -accedí sonriéndole a Marco para que estuviera tranquilo-. Pero ahora sí tengo hambre.
-Ya te acerco el desayuno -dijo, dio media vuelta para dirigirse a la cocina, pero pronto regresó-, no eres un asco, Perla.
Sonrió y se fue. El hombre desconocido, me miró asombrado. Había aprendido a mantener la mirada firme y el mentón en alto. Así que lo detallé: cabello castaño claro, ojos verdes y muy alto, sin obviar su vestuario, estaba usando un traje negro con una camisa verde que hacía que resaltara sus ojos.
-De verdad eres más hermosa de lo que te describen -dijo al fin-, es un gusto ver a la verdadera Perla Echeverrie en persona.
-¿Vacaciones?
-Sí, dentro de poco empezaré la universidad, así que quise descansar un poco y como Marco me habló muy bien de La Voz, decidí venir.
-Entonces también eres un mocoso... -musité.
-No lo diría así, tengo veinte años, Marco y yo siempre fuimos muy maduros, no tenemos amigos de nuestra edad, siempre son mayores, para nosotros es más divertido ir a una reunión, que a una fiesta, son detalles que descubrimos después.
-Interesante... -Sonreí y lo noté sonrojarse una vez más.
El Mocoso llegó con mi desayuno, lo comí más relajada. «Si la venganza es tan relajante, ¿por qué está mal? Ya pasó, ya me siento mejor conmigo misma, y Daniel empezará a vivir lo que le toca, yo estoy bien» pensé. Pero lo que no tomé en cuenta es que cada acción tiene un reacción, hasta para las venganzas.
Trece años tenía cuando mi padre quiso hablar conmigo una semana después de que Daniel se llevase lo único que me pertenecía, ese día el me mandó a llamar con Luisa, temerosa fui y le hablé, pero él al mirarme noté un brillo inexplicable resaltaba en sus ojos. Me aferré a pensar que ya lo sabía, comencé a pensar a dónde iba a ir cuando el me echase de su casa y me sentí asquerosa de haber hecho eso, cuando mi padre me consentía con todo. Sin embargo, llegó un llamada a su teléfono y me dejó, no explicó por qué, simplemente se marchó.
Tiempo después me informé sobre todo aquello que tuviese que ver con la intimidad, leí muchos sobre eso y llegué a la conclusión de que explicaba que para llegar a un orgasmo solo se necesita a la otra persona; no especificaba qué personas, no decía que debía ser con el amor de la vida. Hasta encontré que la masturbación también es válida.
Descubrir lo que es tener sexo sin compromiso, no fue tan difícil, mi cuerpo, gracias a mi adelanto con la pérdida de mi virginidad, cambió para mejor. Llamé la atención de chicos entre los dieciocho hasta veinte años. El pacto se formaba sin nombrarlo, solo teníamos horas de placer y luego me iba sin saber más de esa persona.
Luego empecé con las parejas, hombres con novias o esposas. Mientras más comprometidos más me exitaba, no obstante, siempre olvidaba la existencia de los mismos y así, me conoció toda Diontina, no como la hija de Antonio Echeverrie, sino como la mujer que se ha acostado con todo el mundo.
Muchas veces se acercaba uno enamorado, trataba de conquistarme pero mi sincero rechazo lo destruía y eso me hacía sentir mejor, más fuerte, empoderada, hermosa, en conclusión: me subía el ego.
Sin embargo, ese domingo, no me sentía superior a nadie, no me percibía o quizás estaba reencontrando a esa Perla que había sepultado en el pasado. Mi mente se abrazó a la idea de que eso era por algo más allá de la venganza.
-Es muy rojo -dijo Marco.
Luego del desayuno, estábamos aburridos, su amigo que, era más que solo un amigo, me atreví a pensar que se trataba de un mejor amigo y él, decidieron hacer lo que nunca en sus vidas habían hecho, peinar el cabello de una pelirroja.
-Largo y ondulado -accedió el otro hombre-. Creo que ya estoy enamorado.
El Mocoso y yo reímos.
-Te recomiendo que desistas a esa idea, ella no se enamora. Aunque justo hoy diría que te amaría también. -Se acercó a su amigo para continuar-: está como rara hoy.
-Te escuché, Mocoso.
-Bueno sí, lo preguntaré ¿qué es lo que te tiene diferente? ¿Por qué tus ojos tienen ese brillo?
-Sinceramente, no lo sé.
-Mi mamá siempre tiene ese brillo, pero se acentúa más cuando está orgullosa por algo o cuando quedó embarazada de mi hermano, también le brillaban. -Sonrió Brice-. Dicen que los ojos son el reflejo del alma de la persona, siempre creí que es cierto...
-¿Dices que mi alma hoy tiene un brillo especial?
-Sí, y eso es bueno -concedió.
Nos miramos por varios segundos. Aunque sus ojos son verdes, no era cono ver a los míos, no se precían y los de él siempre fueron capaces de regalar paz. El Mocoso carraspeó, aparté la mirada.
-Apenas a pasado medio día aquí y ya siento que sobro -lloriqueó Marco-, amigo mío y amiga mía, vamos a algún lugar diferente. ¡Es domingo!
-Creo que sé a donde ir -afirmé sonriente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top