VIII. Cristina
Marco.
Café Rose, mi jefe, Alexis, me dio la dirección de ese café en La Voz, dijo que es un lugar muy divertido y un paso más para Perla, sin dudar es su buen instinto, busqué en Google Maps, ese lugar, sólo faltaba una hora para ir a buscar a mi protegida.
-La ventaja del parque y el café es que, está abierto las veinticuatro horas, así cuando ella desee podrá ir sin problemas -dijo Alexis, afirmé con la cabeza aunque él no me estaba viendo-. ¿Cómo les fue en el parque?
-Pues... a mí me dejó pensando y creo que a ella también, no quiso hablar de ella, de hecho estaba preguntona. -Reí.
-Es un avance, porque tiene curiosidad por alguien además de ella, eso me alegra... Recuerda que si no quieres hablar de tu pasado... está bien.
-Igual lo haré, agarro confianza muy rápido -analicé. Tenía el teléfono en altavoz porque lavaba los platos de la cocina-, tengo una duda.
-¿Sí?
-¿Quieres que Perla se quede aquí en La Voz, por siempre? -inquirí. Sequé mis manos con un pañuelo y me acerqué al mesón donde reposaba el teléfono.
-¡No! Bueno... si ella lo decide no puedo hacer nada, pero me encantaría que estuviera conmigo aquí en Diontina, aquí estan sus sobrinas, su cuñada, Luisa y una casa donde ella creció, desearía que mis futuros sobrinos crezcan aquí y La Voz quede como ese lugar para escapar del mundo, como ahora lo veo yo.
-Yo... -Una llamada aparece en la pantalla y mis planes de seguir hablando con mi jefe cambian-. Jefe, mi novia me está llamando, creo que debo contestar.
-¿Cómo que crees? -Escuché sus risas del otro lada-, tienes que contestar, es tu novia y no me digas jefe, sólo Alexis, que flojera que me trates así. Bien hablamos luego.
Sonreí al apreciar el parecido entre Alexis y Perlas. Sin perder mucho tiempo contesté la llamada de mi novia y su saludo fue algo agradable para mis oídos.
-Holaaa Marquito -saludó con euforia-, me haces falta.
-Y tú a mí -aseguré.
-¿Qué haces?
-Me preparo para ir a buscar a Perla y llevarla a un café.
Cristina y yo teníamos una gran confianza, no fue algo que hablamos e idealizamos para un gran futuro como pareja, fue algo que surgió desde que nos conocimos y luego de ver tantos problemas amorosos de su hermano, por los celos, agradecíamos nuestra extraña pero divertida relación. Se nos hizo muy difícil acostumbrarnos a sólo vernos los fines de semana, no es común que una persona a la que veía todos los días, debía reducierlo a sólo los fines de semana y después a sólo llamadas.
Ella era diferente y eso me agradaba, estaba loca, pero reservada, tenía pocos amigos, pero geniales y admiraba las pequeñas cosas que uno constantemente pasa desapercibido, como la flor de un captus, el sol que se observa entre las hojas de los árboles, el lodo entre sus manos... Sí, algo extraño, pero eso fue lo que me enamoró.
-No me parece que estés tan amigable con ella... -Casi susurró.
-¿Huelo eso a celos? -burlé.
-Hablo en serio, Marco Vené. ¿Ya le dijiste?
-¿Decirle qué? -Bajé el tono de voz, sabía que era lo que quería pero no quería escuchar su aclaración una vez más.
Caminé a mi cuarto, allí dejé en la mesita de noche, el teléfono.
-Que ella es la culpable del suicidio de tu hermana.
Quería borrar la palabra suicidio del diccionario, del mundo y de mi vida... Recordaba la sangre absorbida por la tela de sus sábanas, su luz apagada y el rencor que le tomé a mi papá. Mis noches llenos de llantos, mi madre casi destruida por la pérdida de la consentida, porque... así era, la niña de los ojos de cualquiera, sin embargo, Luna era mi pequeña, mi otra mitad. Dicen que encontrar a tu otra mitad es a través de un amor de un romance único, pero cuando la perdí a ella descubrí que mi unica mitad siempre fue ella.
Sí, fue Perla Echeverrie la otra mujer con la que mi padre engañó a mi madre... No obstante, sabía que ella no lo hizo por mal, seguro ni conocía el hecho de que él tenía una familia. Lo poco que había compartido a su lado me enseñó, que ella, no es lo que todos piensan, que gracias a todo su pasado había creado una arma para no ser vulnerable.
-No fue ella -defendí con amargura.
-Lo siento... Sé que odias recordar eso, pero, Marco, llevas una semana viviendo con el enemigo. También sé que necesitas ese dinero, pero ¡Dios! ¡Es Perla! Todo el mundo la conoce y no de la mejor manera.
-Porque en realidad nadie la conoce. Perla no hizo nada, aquí toda la culpa cae sobre mi papá.
-Amor... Esto ya lo habíamos hablado, no pienso entrar en discusión justo ahora. Pero lo menos que puedes hacer por tu hermana es decirle a Perla que ella es la base, como siempre, de todo.
-Eso no es coherente, Cristina. Perla ahora está buscándose a ella misma y decirle eso la haría recaer en ese mundo, que sé, que no le pertenece.
"Errores de sangre", leí una vez y vi que tenía razón, ella dejó de ser ella, por el ejemplo que recibió de su papá, según lo que contaba Alexis, Antonio no era el mejor de los padres, siempre resguardó sus sentimientos, dijo que el desamor que sintió cuando Pasión lo abandonó fue enorme y lo único que había dejado de ese amor, era un bebé, empezó. Alexis dijo que su padre le empezó a enseñar la dureza y a cerrar sus sentimientos, estuvo a un paso de lograr que fuera como él.
Tenía el presentimiento de que Perla no estaba pagando su karma, sino el de alguien más.
Cambié el tema con Cristina, hablamos de otras cosas que no tuvieran que ver con tristezas, engaños, suicidios y Perla. Me dijo que estaba organizando una feria para finales de marzo y deseaba que yo pudiera asistir, le comenté que no habia dejado la parte de la cocina, veía vídeos en un canal de YouTube y también miraba el canal de food.
Así me despedí de ella, terminé de medio-arreglar, mi cabello y tomé las llaves del coche que Alexis me proporcionó al llegar a esa ciudad, por movilidad. A su lado estaba la carta de mi hermana aún sellada y en ella descansaba una pequeña frace:
"Para el día en que tus sueños, sean nuestros".
Esa única palabra "nuestros", fue mi gran impulso para perseguir mi meta, o cómo Luna lo llamaba sueños.
La madrugada me tenía hastío, no sabía por qué no podía dormir, ya mi vida estaba dando muchas vueltas, sin embargo, desistir no era una opción sobre la mesa y me menos si Luna estaba tan diferente. Me levanté de mi cama y fui a la habitación de mi consentida; ella estaba acostada es su cama, con la luz de su habitación encendida y su mirada perdida en el techo.
-Vengo a molestarte y no me importa si objetas al respecto -advertí, mas su mirada seguía en el techo de su habitación-. Sigues pensando en todo, no le des tantas vueltas al asunto.
-No es un "asunto", Marco, es la realidad. No veo la unión, las risas y el futuro que me enseñaron desde que tengo uso de razón.
-Quizás no ahora, pero lo verás, cada golpe de la vida es una enseñanza.
Me miró a los ojos, acentuó su dulzura en ellos y sonreí admirando su rostro.
-Abrázame -pidió con aflicción. No me negué, jamás me negaba a sus peticiones y menos si trataba de madrugadas tan tristes como esa. Nuestro abrazo fue fuerte, preciso y sólo de nosotros-. Lo siento hermano, perdoname.
-¿Por qué? Si no haz hecho nada malo.
-Dime que sí me perdonas -exigió.
-Eres mi favorita y única hermana, sabes que... lo hago, pero quiero saber a qué exactamente.
-Te amo, Marco, eres lo mejor de mi vida.
-Yo también te amo, pequeña.
Nos quedamos dormidos. Es horrible el desconsuelo al descubrir que esa era mi noche de despedida, que esas fueron lamentaciones adelantadas y que ese "te amo", fue el último que escuché de sus labios...
✥✥✥
Perla veía el lugar impresionada de todo, yo también estaba boquiabierta con el Café Rose, la decoración era increíble y muy positiva, daba energía a cualquiera que se adentrara a ella. Más allá de tener una cafetería, había actividades para una o más personas, la decoración se basaba entre colores alegres como el turquesa y rosado, una combinación poco usual pero le quedaba bien.
Caminamos hasta la mesa de una esquina, las personas ocupaban la mayoría de las mesas dejando sólo esa vacía. La mesa que apaciguaba a nuestro lado la ocupaba una pareja llena de romance juvenil.
-¡Felicidades! Me trajiste a un lugar que produce diabetes -dijo con desagro Perla-. ¿Qué haremoss aquí?
-Las actividades... no se ven tan aburridas en Internet.
-¿Y a ti no te enseñaron en la escuela que a veces Internet no es tan fiable? -atacó ella.
-Sí, pero tengo diecinueve años. -Encogí los hombros-, para mí Internet es la base del mundo.
Una mesera, con una laboral sonrisa nos atendió, también nos dejó algunas cosas en el centro de la mesa, eran hojas, lápices y unas reglas. Perla pidió un café oscuro y yo un vaso de leche fría.
-¿Cómo te fue hoy en el trabajo? -pregunté, Perla tomó la tarjeta de las regala y comenzó a leerlas.
-Mi jefe una vez más no me pidió café, pero al parecer sí le gusta mis besos.
-¿Ese hombre te volvió a besar? Qué descarado -bramé.
-Hagamos estas cosas, hoy quiero dormir temprano. -Cambió el tema-. Son preguntas que debemos responder en esas hojas.
Preferí no preguntar más al respecto y seguir leyendo las preguntas y a la vez respondiendo.
Por alguna razón, Alexis y yo conservábamos fe en ella, algo que muchos habían perdido, incluso su padre nunca optó por tenerle esa fe y si podía ayudar no me iba a negar, todo por Luna, todo por ella.
Gente bella 💄
Confieso que este capítulo es la cuarta versión que escribí.
Quiero saber ¿qué les parece Marco? A parte de apuesto, obvio.
La cita es para el próximo capítulo.
🍷
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