VII. Un parecido

Perla.

Miraba el atardecer recostada sobre el césped de aquel parque, se llamaba Elocuencia, no sé porqué, sin embargo, mi silencio era interno, podía respirar el aire puro sin pensar en nada más, sólo en los colores que producía el sol al ocultarse, los tonos azules combinados con morado y rojo. Era hermoso.

Marco, luego de buscarme en el trabajo, me llevó a ese parque, uno de los lugares visitados por mi hermano, como le prometí que haría todo bien, allí estaba, sintiendo el frío de la cercana noche en mis piernas, pero no me interesaba, el sentimiento se volvía uno sólo: el mío.

Se escuchaban personas hablando a nuestro alrededor, por alguna razón eso no impedía mi concentración. Esquivé un poco la mirada para ver al mocoso, él estaba igual que yo, a diferencia que apenas se notaba el frío en su piel. Habían pocas estrellas, pero no las conté, no quería hacerlo, sólo necesitaba mirarlas, estaban tan aisladas pero igual le seguían dando su toque especial a la tierra.

El resplandor de una me recordó la mirada brillante de Mónica y José, la primera desbordaba amor, orgullo y admiración por Jorge y la de José, no sabía qué era, pero así le brillaban.

Pensé en mi plan de tener en la palma de mi mano a Jorge, para beneficios propios y, con José, planeábamos espiarlo más. Seguíamos buscando respuestas. Ana estaba un poco distante, sin embargo, no le di importancia, apenas me conocía y Mónica, a parte de detestarme más, lloraba... «¿Crees que es justo?» la voz, que decidí llamar conciencia, regresó. La vida no era justa y yo seguía viviendo «sin embargo, un día estuviste en su lugar y sabes que no es justo», era una niña cuando eso ocurrió «no importan los detalles, lo que importa es que no superas ese tiempo y por ello eres así».

-Hace frío -dije rompiendo el silencio entre Marco y yo y así eliminado la mini-voz-, debiste dejar que fuera al apartamento priemero.

-No hace tanto -respondió, lo escuché suspirar con añoranza-. ¿En qué pensabas?

-Tengo rato pensando en nada... -O no quería decir en qué pensaba. Él lo entendió y siguió su silenciosa mirada, él era tan pintoresco, pero percibía que ocualtaba algo, mas no quise preguntar-. Tengo un duda.

-¿Mmmm? -indagó con tranquilidad.

-¿Por qué mi hermano te contrató a ti? Y no es una queja, es que... fácilmente pudo contratar a un psicólogo y tú apenas estás comenzando a vivir.

-Sí, tienes razón, jamás creí que ser un acompañante generaría dinero -burló-. Yo iba a trabajar como limpiador de baños en la empresa de tu hermano, en la entrevista, él me preguntaba sobre datos personales, es muy amigable, yo también y así tuvimos una gran sintonía, como si fuéramos hermanos y no estábamos encontrando, una llamada a su teléfono interrumpió nuestra agradable conversación. La pantalla del mismo se encendió y apareció la imagen de una pelirroja que, mentiría si dijera que no sabía quién era... lo siento eres famosa.

-Lo sé -acepté, ambos nos sentamos en el césped, frente a frente.

-Pues... esa conversación lo dejó muy alterado, tanto, que le pidió a la secretaria que cancelara las siguientes entrevista. Yo, a veces, soy muy metiche, pero... a veces. -Volteé los ojos-, sin embargo, ese día me levanté de la silla y quería salir de allí, pero tu hermano me detuvo, dijo "¿está bien dejar que tu mundo se desmorone, a sabiendas de que puede ser solucionado?", no sabía qué responder, esa pregunta me dejó pensando en mi realidad, la insistencia de una respuesta en los ojos del señor Alexis era aterrorizante. Él agregó "mi mundo se destruye y, no hablo de mi familia, hablo de mi hermana, mi vida no tenía algún sentido, hasta que ella llegó y ahora no sé que hacer" Fue fácil empatizar, porque yo era hermano mayor y le respondí "nunca está de más, un poco de ayuda" Allí me preguntó, por qué quería trabajar, cuales eran mis sueños y sólo me dijo "estás contratado, espero no tengas ningún problema con viajar a La Voz" Y aquí estoy.

-Entonces eres hermano mayor -reflexioné. Su gran sonrisa cambio a una pequeña, creo que estaba averiguando relatos que no eran de mi importancia-. ¿Cuál es tu meta?

-El parque te vuelve elocuente -eludió, paseé la mirada por todo el parque.

-Pues... aprovéchalo, esto no pasa todos los días -objeté, él rio-, vamos... ¿tú no quieres ser acompañante toda la vida?

-Al menos que mi "acompañante" empiece amarme.

-Ni drogada haría algo así, eres cuatro años menor que yo.

-Hay casos... Pero bueno, respondiendo a tu pregunta anterior. Sí, tengo una meta, linda. Ser chef, pero como no tenía los recursos suficientes, ni el dinero, decidí trabajar, ahorrar y luego seguir con los estudios. A mi hermana le hubiera gustado verme cumplir mi meta.

-¿La extrañas? -indagué dejándome llevar por el tema.

-¿A quién?

-A tu familia, tu hermana, tu novia, Diontina...

-Mi novia, estudia y nos veíamos los fines de semana, aunque no era mucho, sí, extraño eso días, también añoro a mi ciudad y a mi familia... sólo la abarcaría mi madre. -Suspiró-, mi padre nos abandonó y mi hermana... ella... ella no está. -Su mirada se centró en la mía, vi mucha tristeza en ella-. Bien, ahora sí siento frío, vámonos.

Se levantó y me ayudó a levantarme, ya habían pocas personas en el parque, mis pies descalzos sentían la fría lana verde que cubría el parque. Me costaba caminar con tacones y preferí andar descalza, caminaba lentamente al lado del Mocoso.

-¿Qué ocurrió con tu hermana? -inquerí con voz suave, él no estaba muy animado, pero ese pequeño instinto de metiche, también estaba en mí.

-Ella ya no vive, lo siento, no quiero hablar de ello..., no ahora.

Me abracé al brazo de Marco, era muy agradable su compañía y quería que sintiera mi apoyo, perder un familiar no debe ser fácil y puede que eso le afectó por siempre, sea cual fuera el motivo, era su hermana menor, su pequeña.

Él con su chaqueta cubrió mis hombros, nunca acostumbraba a llevar algo para cubrir mis cuerpo de la helada, era una mala costumbre «o el deseo de llamar la atención con tu escote» odiaba a esa maldita voz, no me dejaba tranquila desde el día anterior y era atropellante. Miré al Mocoso, era de mi tamaño, delgado y rubio, no lo había detallado, el me miró y me percaté de su color de ojos, grises con un toque verde, me pareció extraño, pero genial.

-Tienes los ojos hermosos, Mocoso -halagué, regresé la vista al camino-, no me había percatado que son de dos colores, eres único en tu especie.

-Único, único, no. Pero no me mires mucho, puede que te enamores perdidamente de mí.

-Odio tu ego -apunté, el me obsequió una pícara sonrisa-. Hagamos algo, bueno yo te prometo algo. Pagaré toda tu carrera de chef y todo lo que tenga que ver con ella, te lo mereces, ese es mi regalo.

-¿De verdad? -Afirmé con la cabeza. Los ojos de él brillaron como las estrella y su sonrisa amplia me hizo sonreír más-, ¡es el mejor regalo que me han dado en mi vida!

-¿Ves? No soy tan mala después de todo.

-No, tú no eres mala, es sólo que no lo sabes -comentó-, me caes bien, y no es por lo de la carrera, es es serio me caes genial.

-¿Qué preparaste hoy? -pregunté risueña, amaba la comida de él, sobretodo los postres.

-Para esta cena habrá, tostadas con tres tipos de queso y leche -aclaró riendo-, y también hice un postre de chocolate, que únicamente podrás comer con ¡leche!

«Bien, nada de vino blanco» acepté.

✥✥✥

Llegábamos al edificio cuando vimos a una abuelita algo extraña, estaba roja y no podía respirar, el Mocoso y yo compartimos una mirada antes de correr hasta la pobre anciana. Percibía la angustia sobre los hombros de Marco y míos, yo quería salvarla, no por ser buena chica, sino que ya tenía suficiente con mi conciencia como para llevar la muerte de una abuela encima.

Él, usando dones de salvador, abrazó a la mujer y apretó con sus manos en la boca del estómago, logrando al fin, salvar a la abuela.

Un caramelo rojo, eso era lo que estaba a pundo de llevarla a otro mundo, ella respiró con dificultad, los colores de su cara regresaban. Era una anciana hermosa, de esas que uno deseaba ser cuando tuviera cierta edad: algo baja, cabello rojo (perecido al mío), pero lo tenía corto y su cuerpo era un poco gordo, mas conservaba su figura.

-Gracias señorito. -Sus gracias eran más a un, "que bochorno con semejante belleza", reí entre dientes, ella me miró y se horrorizó, pero inmediatamente relajó su semblante-. Por unos segundo creí que eras mi hija, lo siento.

-No se preocupe, eso siempre pasa -aseguré, pero cuando recapacité, descubrí que era imposible.

-Dejé caer mis lentes y por ello te confundí, mi hija es una pelirroja como tú, me hubiera regaña... Espero nunca se entere.

-Pues debe ser una suerte, dos Perla en el mundo... ¡Genial! -halagó el Mocoso.

-Ay... que muchacho tan simpático -dijo la abuela sonrojandose un poco.

-Simpatía que no le sirve de nada, porque él tiene novia -aclaré. La señora rió y su sonrojo seguía intacto, me dio tanta ternura y añoranza, nunca tuve una abuela-. Dígame ¿donde vive usted?

-En este edificio, pero no me trate de usted -pidió-, soy Celeste.

-Mi nombre es Perla -presenté, miré al Mocoso-, y el Mocoso se llama Marco. ¿Le gustaría cenar con nosotros? Me sigue preocupando tu salud.

-Muy amable, pero no, mi hija está por llegar y no quiero tener la vajilla limpia, por así decirlo.

Acompañamos a la abuela hasta su piso, uno antes que el mío. Hablábamos de cosas sobre el edificio. Le advertimos mil veces de los caramelos antes de despedirnos, fue muy agradable la viejita para mí, dijo que cuando quisiéramos la visitáramos, que ella siempre tenía tortas tres leches en la nevera y compartir con personas agradables, como nosotros, era un gran honor, «¿ves? Hasta la viejita confía en tí», odiaba esa estúpida voz.

Gente bella. 💄
Espero les haya gustado.

La cita es para el próximo capítulo.

-Genesis A.

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