VI. Empezando a escapar
Perla.
-¡Vamos! ¿Sí? -chilló el Mocoso-, sé que te va a gustar, no queda lejos y no habrán muchas personas.
-¡No! Lo único que quiero ahora, es olvidar que debo estar presa en esta ciudad una semanas y unos cuantos días. -Bebí del jugo de fresa, que me preparó él-. ¿Puedes dejarme solita?
-¡No! -Bajó la cabeza apenado-, digo, no es un no, ¡no! En un no, no... Es que te gustaría, estoy seguro que olvidarás tu desesperante vida.
-Mocoso, no molestes, sabes que nada me hará olvidar que me tienen aquí contra mi voluntad.
-Por Dios... Vamos...
-No niño -resolví.
Desde que llegué de trabajar él no ha hecho más que insistir que asista con él a un lugar que, siquiera, me había dicho cual era ese lugar. Quería dormir, recuperar esas horas de sueño, sin embargo, el Mocoso deseaba que lo acompañara.
Desde mi sofá revisaba mis redes sociales, las conversaciones que nunca leía, "morirás sola, perra", decía uno de los mensajes, "no sé como te consideré mi amiga, traidora", relataba otro. Ignoraba todo y cada uno de los escritos. Hasta que llegó uno.
Alexis.
¿Cómo estás?
-¡Increíble! Mi hermano recordó mi existencia -ironicé.
Perla.
Cansada ¿y tú? ¿Y las pequeñas?
Juro que pensé que ya ni me recordabas.
Alexis.
Ok... Llamaré.
Cinco segundos después, mi teléfono sonó, anunciando la llamada de mi querido hermano.
-Hola Perla, ¿por qué estás cansanda? -preguntó con preocupación. Volteé los ojos.
-Porque soy humana y eso pasa...
-Perla, yo no te olvido, estos cuatro días le he preguntado a Marco por ti. No puedo hablar contigo después, porque en las tardes cuido a las pequeñas.
-Alexis, quiero regresar a mi antigua vida, no quiero estar aquí. -Me levanté del sofá y caminé a mi cuarto-. La gente, tanto allá, como aquí, me odian y no será mucha diferencia.
-Quiero que hagas otras cosas allí, no sólo trabajar, Marco te llevará a esos sitios que visité cuando estaba mal... y quizás, te enamoras.
-El amor es una porquería -sostuve.
-¿Cómo lo sabes, si sólo te has enamorado una vez? -cuestionó con amargura.
-Y eso fue suficiente, Alexis. Voy a regresar a casa.
-Si regresas sin haber aprendido algo, te juro que dejaré de apoyarte, quiero sólo lo mejor para ti, si regresas, me alejaré de ti. Porque no sirve que yo quiera ayudarte y tú no te dejas. Ahora te levantas y vas a donde te lleve Marco.
-No, no, no... No me puedes dejar sola, papá me odia y los únicos que están para mí es Luisa y tú -lamenté.
-Papá no te odia.
-Sí claro, dile eso a su nivel social y moral. Ayer me dijo que se arrepiente de haber dejado que me quedara en su casa hace... veintidós años.
-Hablaré con él, pero por favor haz el intento, sabes que eres mi orgullo.
-No le veo futuro a esa conversación. -Suspiré-, bien, voy a salir con el Mocoso, adiós hermanito, saludo a mis pequeñas sobrinas.
Técnicamente no quería hacer nada, pero perder a mi hermano, mi única protección masculina, eso no lo podía permitir y si todas esas actividades que él realizó allí fueron por su bien, quizás, sólo quizás, podía ayudarme a mí también, pero no tenía nada seguro.
◌◌◌
Para Ahora, así se llamaba el sitio donde el Mocoso me llevó. Era un espacio amplio, situación que era más notoria por la poca cantidad de personas que habían allí. Se percibía tranquilidad, ambiente a manicomio. La entrada era enorme y las puestas eran de madera blancas, al entrar me percaté de la luz blanca en todo el lugar y ese aire frío y lúgubre. Comencé a pensar que de verdad mi próxima parada sería un cuarto cubierto de goma espuma y una camisa de fuerza, «que forma tan discreta para deshacerte de tu hermana Alexis» recité en mi mente.
El Mocoso estaba hablando con la recepcionista, dijo que venía de parte de Alexis Echeverrie y firmó unos papeles. Me iban a encerrar en un manicomio, por qué no sólo me dijo "ya no te quiero Perla" Me hubiera desaparecido de su vida. La mujer nos guió con pasos rapidos a una parte del gran manicomio.
-Tratamos de que siempre estén en tranquilidad -afirmó ella, parecí miedo-. Esta es su llave, guárdala bien. -Se la entregó a Marco y él la guardó-. Bien, ¿listos?
-¿Para ser encerrada? No, gracias -confirmé.
-No exageres Perla, no serás encerrada, esto es un lugar para conseguir estabilidad emocional a través de lo haces y lo que te gusta. Sólo eso. -El mocoso afirmó varias veces con la cabeza-. Ya estámos listos señorita.
Abrió las puertas y me encontré con un largo pasillo y habitaciones sin puertas, acompañadas de un ventanal donde se podia observar el interior y vi a pintores, artistas, acuarelistas. Sonreí, porque siempre amé la pintura, el diseño, los colores.
-Pueden escoger el cubículo que más sea de su agrado. En los cajones, hay camisas grandes y holgadas para evitar ensuciar las ropa que ya tienen. "Para ahora", es un lugar para la reflexión y el encuentro personal. Espero les guste -explicó la mujer con una linda sonrisa, dejé mi pánico atrás para sentirme en mi propio mundo.
Buscamos entre todos las habitaciones, vacías, una de mi agrado, hasta que la encontré. Era una tranquila, por una de las ventanas se filtraba el calor del sol y los hermosos paisajes eran completamente visible.
-Yo sólo observaré en silencio -dijo el Mocoso-. ¡Oh! ¡Mira esta pintura interminada! ¡Se parece a tu cabello rojo!
La observé y él tenía razón, la pintura revelaba una mujer de espalda con el mismo cabello rojo, las ondas y el largo que el mío. Fue extraño ver tanto parecido. Caminé a los cajones.
-Creo que no debes mirar esas pinturas, son personales, es como si leyeras el diario de alguien. -Tomé la camisa y me la coloqué-, estoy lista. ¿Qué dibujo?
-Algo que te haga sentir el hoy. -Encogió los hombros.
Acomodé uno de los lienzos impecable que estaban al lado de los cajones, tomé la paleta y el pincel y así tracé líneas sobre líneas.
Recordé el día que llegué a La Voz, mi terrible primer día de trabajo, el silencio que había en mi interior, las redes de ese momento, las terribles palabras de mi padre y el estorbo que soy para su vida y para la de muchos. Pensé en eso que tanto imaginé y ya no existía.
Suspiré mirando ese azul oscuro con el que pintaba el mar, a través de un ventana, ventana que estaba cerrada, como mi emoción por el amor. Con otro pincel hice el reflejo de la luna, sólo el reflejo, no me sentía digna de expresarla en mi pintura, ¿cuántas veces hice porquerías en su presencia? Y aún así, ella seguía brillando y saliendo cuando la necesitara, la única cómplice que rechacé.
Una lágrimas brotó de mis ojos al plasmar el reflejo de una mano en la habitación, sólo el reflejo y en esa mano había un añillo negro, mi compromiso con la decepción. Esa pintura estaba tan oscura como mi alma.
-Hermoso -susurró un voz a mis espaldas, del susto volteé arruinando la camisa de aquel hombre-. Rayos.
-Oh... disculpa, no lo eperaba aquí y menos sin protección de su propia ropa -lamenté, intenté limpiarlo, pero mis manos sucias, de pintura, lo arruinaron-, perdón.
-Está bien. -Levanté la mirada y mi sorpresa fue mayor al encontrarme con José, mi jefe-. Eeeeh... ¿Hola? ¡Hey eso es mío! -Le gritó a el Mocoso.
-¿Todas? -replicó Marco.
-Sí, todas -aseguró.
-Tienes una obsesión con las pelirrojas -dijo Marco, noté un rubor en las mejillas de José y el Mocoso continuó-, niñas, mujeres, todas con el cabello rojo.
-Sí una vez vi una pelirroja y me obsesioné con ese tipo de personas, ahora debo cambiar de cubículo.
-Tienes suerte, tu espacio, te lo robó una auténtica pelirroja -burló él.
-Moco... Marco, él es José, mi jefe -presenté-, José, él es mi cui... consejero personal.
-¡Aaaah, ya entendí por qué te besó! -vociferó y deploré la necesidad de matar al indiscreto de mi compañero.
-¡Mocoso! ¿Por qué la imprudencia? -musité.
-Y veo que tienes una afinación con la oscuridad. -José ignoró al muchacho y continuó preguntando-, ¿desde siempre?
-Sí, me gusta los colores negativos -afirmé, viajé la cabeza a otros lados de la habitación, observé el alrededor y me hallaba diferente-. ¿Pedirás que nos marchemos de aquí?
-No, no, sólo quería buscar mis cuadros, hay uno que quiero terminar. -Miró al Mocoso-, ¿podrías ayudarme?
Marco como un niño obstinado se negó ayudarle, lo obligué para que ayudara a José, eran muchos cuadros y aunque no los vi todos, los que logré observar tenían una conexión con las pelirrojas. «Es momento de temer» me dije, quizas se trataba de un demente obsesionado y psicópata.
Seguí en mi mundo, me distraje de la realidad del mundo, todo se percibía tranquilo en mí, como si esa pequeña Perla, amorosa, jamás hubiera desaparecido.
Una familia, pude destruir una vez más una familia, un hogar, donde todos lo único que querían era sinceridad, pero ¿por qué no me importaba? ¿Por qué lo habría disfrutado? «porque deseabas que todos lloraran, porque te afectaba y no soportabas escuchar tanta felicidad, que tú no posees» dijo una vocecita dentros de mí, dudé sobre lo sucedido, «fuiste muy cruel, Perla» opinó esa voz.
-¿De verdad cada cuadro es como un diario secreto? -preguntó Marco y me sobresalté.
-¿Nunca has escuchado una vocecita en ti? -cuestioné obviando su pregunta.
-Sí, a la conciencia, esa es cruel, porque te dice la verdad sin frenos o pelos en la lengua.
-Ah... -Dudaba de eso llamado "conciencia".
«Mucho gusto Perla, soy tu conciencia, tenía tiempo sin saber de ti o tú de mí» habló la voz dentro de mí.
-Regresemos al apartamento... yo creo que necesitaré un psicólogo -murmuré.
-Bien, te ganaste la torta de zanahoria que preparé esta mañana.
-No me trates como una niña, te recuerdo que el mocoso, eres tú.
-Vamos, la delicia es para ti. -Me dio un abrazo.
Salimos del único lugar donde volví a ser yo. Pensaba regresar, lo deseaba y lo necesitaba.
Gente bella 💄
Espero les haya gustado.
Ⓑⓔⓢⓞⓢ ;)
La cita es para el próximo capítulo. 💄🍷
-Genesis A.
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