V. Una asistonta enamorada
Perla.
Nadie, nunca, jamás, sabrá la cantidad de maquillaje que usé para poder tapar mis ojeras. Esa madrugada me desvelé, dejé al Mocoso en el mueble y me fui a dormir, aunque nunca dormí.
Sólo me gritaba que no valía de nada, hacer tantas cosas, igual seguía siendo yo.
En mi jornada laboral, José, volvió a obviar el hecho de que podía pedir café. No me importó si lo pedía o no, de todas maneras mi especialidad era el diseño gráfico, no hacer café. La señora Carmen se acercó a mí con una linda sonrisa que me hizo odiar el hecho de trabajar con ella.
-¡Buenos días Perla! -saludó, asentí sonriendo también-, tu espíritu esta agotado ¿haz leído la Biblia que te regalé? Ella podría ayudarte hasta en los peores momentos.
-Señora... hace unos días, le dije que yo no creo ni en Dios, ni en nada que se le parezca...
-Dios te tiene preparado un camino al cielo, sólo debes seguirle, él siempre te espera con los brazos abiertos.
-Será el diablo -susurré.
-¿Qué dijiste Perla?
-Nada. Que cuando la consiga la leeré -aseguré, algo que era mentira porque ya se la había regalado al vigilante del edificio.
-Te traje un jugo que es para eliminar las malas energías. -Colocó sobre mi escritorio un vaso con algo verde y puntos negros, asqueroso-, luego de tomarlo, rezas dos Ave María y al llegar a tu casa, te das un baño con agua de romero.
«Claro... ¡Esa mujer está loca!» pensé. Después de asegurarle que lo bebería, me dejó sola en mi puesto. Alejé la cosa asquerosa y seguí en lo mío.
Dos horas después, meditaba sobre aquello que dijo Marco un día anterior. Me reía de su optimismo, aseguraba que su único fin, era conservar su trabajo, un trabajo que sólo le daría problemas, el no duraría mucho a mi lado, eso lo sabía.
-¡Señorita Perla! -gritó José desde la oficina. Con la mayor de mi fuerzas, me levanté de mi puesto y caminé hasta la oficina, luciendo erguida y pretenciosa-. ¡Los conseguí! Con estos números y un poco de información, sabremos a dónde ha trasladado tanto dinero. -Me entregó los papeles y los leí con detenimiento.
-Pero... ¿Crees que será suficiente? Esos cambios lo pudo hacer cualquiera, hasta tú y él con darle la vuelta a las palabras y modificar los hechos a su beneficio te hundirá -advertí.
-Tienes razón, creo que me emocioné demasiado rápido.
-No, está bien. Con esa información encontraremos más pruebas en su contra. Sólo debemos estar mas atentos.
-Mientras... podemos ir a comer algo... ¿Más pasta, acompañada con vino y un anillo mortal?
-¡Claro! Puede que una pareja termine feliz porque yo moriría y no su novia -dije con sarcasmo-. Comida china es mejor.
-Mi favorita, esa será.
Me disculpé con José, para dirigirme primero al baño. No quedaba lejos de la oficina, en unos cuantos pasos ya estaba allí. Era un tocador amplio con varias puertas, pero como yo sólo iba a ver mi cara en el enorme espejo, no quise perder tiempo.
Abrí mi estuche de maquillaje y retoque un poco la base, porque mis ojeras se empezaban a notar, aumenté el color rojos de mis labios. Revisé lo largo que llevaba mi cabello, amaba mis bucles y ese color tan rojo que poseía el mismo.
Guardé mis cosas, volví a resbalar mi mano en mi cabello, pero no pude sacar la mano de el y me halé el cabello. En esa disputa mi anillo salió, literalmente, volando a uno de los cubículo.
-¡Mierda! ¡Oh no, no puedo perder ese anillo, me lo compraron en Madrid! -vociferé.
La puerta fue difícil abrila y ella me empujó dentro del pequeño cuarto. Me agaché para buscarlo, no obstante, me sobresalté al escuchar a alguien entrar.
-Es que... ya no sé que hacer. -Detecté rápidamente la voz: Mónica o mejor dicho, la Mona Estirada-. Es cómo que sí, pero al mismo tiempo no.
-Ya te ilusionaste con él, Moni. -Esa era la voz de Ana, yo analicé: estrés mental e ilusión, era igual a que la boba, estaba enamorada-. Te dije que siempre lo tomaras como una relación laboral, que ninguno de esos sentimientos guaradados se hicieran presente ¡no sé como acepté que trajeras ese currículum a esta empresa!
-Es que... yo pensaba que al fin me miraría, como una mujer y no como su tonta vecina.
-Él ni siquiera sabe que eres su vecina.
«Pero ¿quién es él?» pregunté en mi mente. Esa información iba a ser de gran provecho.
-No... pero ya sabe que soy su asistente y... -Hizo un pequeña pausa-, y nada.
-¿Nada? Mónica... ¿Tú y él, ya tuvieron intimidad? ¡Por Dios, Mónica! ¡Te advertí que Jorge era un hombre diferente! -«¡Jorge!» celebré-, ¡él jamás te tomará enserio! ¡Ahora sólo te verá como un objeto! ¿Qué diría tu madre?
-Ella desde donde está, no me puede decir nada, al menos que resucite.
-Yo debía desear lo mejor para ti, se lo prometí a tu madre...
-¡Esta noche! -interrumpió la Mona Estirada, es su voz había incordia-, él juega en el casino Brillante Escaso, esta noche iré allá y todo será diferente. Lo presiento.
-Mónica, sé que no puedo prohibirte nada, pero puedo advertirte sobre él. Él ya no es el mismo hombre de hace años y no le importa lastimar a nadie, incluyendo a su hermano. Jorge lo único que quiere es, dinero y mujeres ¿entiendes? ¡Mujeres!
Conseguí el anillo, lo tomé, pero saltó de mis manos fuera del cubículo haciendo ruido y llamando la atención de ellas. No quería ser descubierta, o no debía ser descubierta. No tenía idea de que hacer, si no salía de allí ellas abrirían.
Abrí la puerta e hice un bostezo, fuerte y despreocupado. Fingí cansancio en mi mira y proseguí.
-¿Qué hora es? Creo que dormí demasiado ¡odio trasnocharme! -Miré a Ana-, ¿me veo recién levantada?
-No, te ves muy bien. Esto es tuyo. -Levantó el anillo.
-Oh, gracias, no lo podía perder, es una reliquia de la familia.
Dejé a las mujeres en el baño y corrí a al despacho de José, era una gran información que nos podía servir de miles maneras, sobretodo saber si se trataba de el lugar donde Jorge gastaba tanto dinero. Lo de el amor que siente ella por Jorge, también podía ser una clave que, sólo usaría a mi favor.
Entré corriendo a la oficina, la silla del jefe estaba volteada, él estaba apreciando le hermosa vista de la pequeña ciudad, sólo pude ver su cabello dorado oscuro, sin dudar comencé a contarle lo que ocurrió en el baño.
-Me acabo de encontrar a la asistonta de Jorge en el baño y bueno, ella no me lo contó, pero, por accidente, escuché que está enamoradísima de su jefe, deliria por él y dice asgurar que hoy empezará algo bonito entre ellos...
-¡Oh, no! ¡Claro que no! -Dio la vuelta de la silla y me miró-, ¡eso no puede pasar!
-¿Dónde está José? -pregunté, crucé los brazos sobre mi pecho-. ¿Qué haces tú en la oficina de mi jefe?
-¿Jefe? En realidad se parecen a las ancianas del edificio, lo único que hacen de productivo es contar chismes -burló-, ¿yo, Jorge Lazo, con esa asistente?
Activé mis poderes femenino, ese amorío de Mónica y lo mujeriego de Jorge, sería mi pasaporte a la verdad.
Cerré con seguro la puerta y caminé sensualmente hasta el escritorio, me incliné sobre el para darle una mejor visión de mis pechos entre mi escote.
-Sí... al menos que te gusten las pelirrojas. -Me senté en el escritorio, levanté un poco mi falda para que se viera mi pierna-. ¿Qué dices Jorge?
-¡Maldición, Perla! Desde que te vi por primera vez, he soñado con un momento así.
Le dio la vuelta al escritorio y se posicionó frente a mí, besó mi cuello con desenfreno, había lujuria sobresaliente de sus poros, acarició mis muslos con deleite. Deslicé mis manos por sus abdomen y luego toqué su parte masculina, estaba demasiado duro.
-Hmmm... Así me gusta -gemí. Él besó mi boca, estábamos llegando a la locura y el deseo de sentir algo más.
Al gran cuarto entró Mónica, y nos vio en una escena muy caliente para ambos. Nos separamos uno del otro, caminó hacia los ventanales para darle la espalda a la persona que entró. La asistente estaba sonrojada, le sonreí con satisfacción y ella desvío la mirada al piso.
-Nos interrumpiste niña -regañé.
-¿La puerta no tenía seguro? -preguntó Jorge girando un poco la cabeza a nosotras.
-Sí, yo le puse seguro -tranquilicé. Amaba ese truco, jamás le ponía seguro a las puertas, jamás.
-Yo sólo venía a informarle a Perla que José la espera en el estacionamiento -dijo más cabizbaja. Eso me hizo sonreír aún más.
-Me voy. -Caminé a la puerta y le susurré a Mónica-, adiós Mona Estirada.
Levantó la cabeza para decir algo pero Jorge la detuvo.
-¡Mónica! -advirtió.
En el ascensor arreglé mi vestuario y mi maquillaje, todo era un desastre gracias a los besos de Jorge, sin embargo, valió tanta sensualidad, bajé de la Mona de esa nuve hecha de corazones y provoqué a la competencia.
Me divertía tantos amores imposibles. Esas chicas ilusionadas, que creían en el amor a primera vista o en el amor duradero. Yo más que nadia sabía que eso era mentiras que crean en las películas para comercializar, trampas para vender, el amor era una mentira, sólo se trataba de mercadeo.
Hola Gente Bella 💄🍷
¡Qué viva la malicia!
La cita es para el próximo capítulo.
-Genesis A.
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