III. Lo que se aprende...
Perla.
-Tengo altas expectativas de ambos. -El señor Lazo advirtió. Su mirada seria caía sobre las cuatro personas en la sala de juntas-. Quiero el mejor proyecto y el mejor ejemplo para la empresa. Eso va directamente a ti, José, no quiero más problemas por el... café.
-Eso no volverá a pasar señor Lazo, haremos los mejor -contestó José con seriedad.
-Listo esta junta ha terminado. Vayan hacer lo que les toca a cada uno -ordenó y todos obedecimos.
Ya no me sentía avergonzada por lo del día anterior, todos cometemos errores y yo estaba acostumbrada a sobrevivir de ellos.
Después de una larga y aburrida Junta, todos decidimos ir a nuestros puestos de trabajo. El penúltimo piso estaba dividido en dos oficinas, la de José y la de Jorge, yo fui directo a mi escritorio mientras con unas miradas Jorge le pidió a Mónica que pasara a su oficina. Típico jefe que se le va la mirada debajo de cualquier falda.
Esperaba atenta a que José me pidiera café, sin embargo, pasó toda la mañana y nunca lo pidió, no le provocaba otro café mal hecho. Era entendible.
Terminé de armar los diseños y los guardé todos en una carpeta para mostrar mi labor a mi jefe.
-Aquí está lo que pidió. -Entré a la oficina. Él tenía unos diseños sobre su escritorio, levantó la mirada para mirarme.
-Bien, no podemos perder tiempo, usted misma escuchó que sólo tenemos dos semanas para la presentación final -recordó.
-Sí, lo escuché con claridad... Pero empezamos bien, porque Jorge ha estado toda mañana ocupado con Mónica.
-¿Cómo lo sabe? -Encarnó un ceja.
-Le dio unas miradas seductoras invitándola a entrar a su oficina -aclaré. Caminé hasta él y dejé la carpeta en su escritorio.
-¿Seductoras? ¿Cómo lo sabe?
-Experiencia propia... A veces las mañanas no eran suficientes y utilizábamos parte de las tardes. -Guiñé. Él abrió los ojos entendiendo todo.
-¿Perla lo haz hecho...?
-Con jefes, entrenadores, viejos, jóvenes, capitanes, profesores y otros...
-¿Quién eres tú y que hiciste con Perla?
-¿Perdón? Para tu propia información, siempre he sido así.
-O no...
Su rara afirmación me dejó pensando, quise preguntar más, pero apareció Ana, dejando al aire todas mis dudas.
Ana miró a José con compasión, le entregó unos papeles, observé que le susurraba algo a José y salió de la oficina, no sin antes despedirse de mí con una dulce sonrisa.
-Ana, ella prácticamente nos vio crecer y esta situación entre nosotros le preocupa -comentó, recogió algunas cosas sin quitar la mirada de mí-, ya que tenemos un poco de adelanto ¿qué le parece si almorzamos? -Quise contestar pero él se adelantó insistente-, por favor... Conozco un restaurante donde hacen la mejor pasta y salsa italiana.
-Eh... sí, es mi comida favorita.
Una extraña duda abarcó mi mente, él sabía algo de mí, su cara, sus gestos, sus ojos, ese beso «¿por qué él se parecía tanto a Daniel?» me pregunté.
✤✤✤
Realmente en ese restaurante servían la mejor pasta y salsa italiana, disfruté cada bocado era muy delicioso. También evitaba cualquiera conversación que viniese de José, la amarga sensación de ver a Daniel en sus gestos, estaba presente. No me agradaba que mi pasado, ese que tanto intenté olvidar estuviera allí.
-¿Por qué haces esas cosas? -preguntó de repente.
Dejé de comer, apoyé los codos en la mesa y crucé los dedos, lo observé con detenimiento antes de preguntar.
-Hacer... ¿Qué?
-Hacer las cosas por interés, ¿por qué estas con esos hombres si no te gustan?
-Porque ellos no me gustan, pero lo que ofrecen sí -afirmé.
-Eso no está bien, te deben gustar ellos no lo que te dan.
-¿Quién lo dice? ¿Tú? El amor es una farsa y yo lo que hago es seguir esa farsa. -Miré la copa con el vino tinto frente a mí, la tomé y bebí de ella, ese sabor dulce y alcohólico bajó por mi garganta. Él aguardaba silencio y sentí lo incómodo que estaba de saber mi realidad-. Yo no debería estar aquí.
-¿Por qué? -preguntó expectante y confundido.
-Lo hago por una persona importante para mí, él quiere lo mejor para mí, pero yo no quiero, no me hace falta lo mejor, si tengo lo que quiero y cuando lo quiero.
-No sé... Eso no debería ser...
-No debería, pero lo es -interrumpí.
-Tuviste un duro pasado con el amor -confirmó.
-No lo sé.
Bebí lo que me quedaba en la copa, algo extraño cayó en mi boca. Me ahogaba con esa cosa, comenzaba a toser, sin aire, desesperada, mis ojos se nublaron de lágrimas, las mejillas me ardían y me sentía perdida. José no sabía que hacer y yo menos, no esperaba algo en mi copa y me ahogaba... Hasta que logré escupir lo que tenía en la boca.
Y era un pequeño y delicado anillo. Limpié mis ojos llenos de lágrimas y respiré con mucha insistencia.
-¡Un puto anillo! -grité y me puse de pie. Las personas alrededor hicieron un puchero unido de un "Aww", me miraban esperando la mejor respuesta de mi parte, pero yo no tenía una jodida idea de eso.
José miraba el anillo aterrado y yo sólo quería matarlo por casi morir. ¡En mi vida jamás estuvo presente el matrimonio! Bueno sí, una vez, pero ¡no...! Esposa nunca.
-Que lindos -dijo una morena. Nos miraba con esperanza, como si lo hubiera deseado. Casi le regalo el anillo con novio y demás.
-Eso no es mío, lo juro. -José se levantó frete a mí.
-¡No! ¡En realidad es mío! -gritó un hombre alto de traje azul.
-¿Es para ella? -Me señaló la morena.
-Mierda... -murmuré.
-Sí, No... No. No. No. -tartamudeó el hombre alto.
En la vida sí hay confusiones, pero cuando eso se trata del matrimonio y una equivocación tan grande, provoca salir corriendo, mas, quería saber...
-¡¿Era para mí?! -gritó la chica.
-Sí, pero se suponía que a la que debía ahogar era a ti. -Intentó aclarar el hombre alto, pero oscureció.
-¿Ahogarme yo?
-No, o sea, quería que estuviera en tu copa, no que te ahogaras y murieras, porque eso sería lo peor, para mí y para muchas personas, aunque creo que la idea no fue la mejor, sin embargo, si ella se hubiera muerto por ese anillo, no te hubiera perdido a ti, sino hubiera muerto una desconocida y tú seguirías viva, muy viva y ella no. A lo que me refiero es que...
-Me estas deseando la muerte, ya entendí. -Lo interrumpí.
-No bueno, tampoco debías morir, o sea sólo digo que pudiste ser tú y no ella y eso me alivia...
-¡Oyeee! Ya entendí. -Miré a la morena-, te aconsejo que lo escuches, porque esta agradecido que pude haber muerto yo y no tú. -Fijé mi mirada en el hombre alto-, arrodillate -ordené, él me miró muy extrañado-. ¡Hazlo! Vamos, dile todos esa palabras cursis, que no tengo todo el día.
Él obedeció y se arrodilló, claro, frete a ella, no frete a mí, las gotas de sudor atravesaban su frente. Tomó el anillo, lo miró y lo limpió, supongo que era quitándole mi saliva...
-Tatiana Andrade, desde el día que te conocí no he dejado de pensar en tus ojos marrones, en esa suave e inocente voz, en el color de tu piel, eres mi niña linda, mi consentida, mi razón...
-De ser, mi luna, mi sol, mi vida... Puras palabras, ve al punto -dije fastidiada. La morena me miró con molestia-. No te enojes querida, casi me ahogo con tu anillo.
-Bueno esta bien, Tatiana, te amo y quiero que seas mi esposa. ¿Qué dices?
-¡Sí! -Se inclinó para abrazarlo-, aunque tienes que aprender a cocinar o si no te morirás de hambre -advirtió.
-Me agradas querida -afirmé.
-Bien, Perla, vámonos ya -ordenó José, quise contestarle de mala manera, sin embargo, recordé que se trataba de mi jefe y me callé.
-Está bien -dije sin más y fingiendo una linda sonrisa-. Vamos, igual no morí por un anillo.
Regresamos a la empresa, para mi sorpresa Mónica sí estaba en su puesto de trabajo, dando a creer que trabajaba. Yo sabía qué lo único que trataba era calmar la sensación que queda después del sexo y más si se trata de sexo por estrés.
Me concentraba en mi trabajo cuando una llamada llegó a mi teléfono, inspeccioné mis diseños y al ver que tenía pocos detalles por corregir, decidí contestar.
-Hola -dije apenas coloqué el teléfono en mi oreja.
-Hola hermosa, creí que no sabría más nada de ti. -«¡Que mal! ¡Uno de los idiotas!»-. Quiero saber cuándo tendremos una noche de fantasías.
-Te diría cualquier día cariño, pero me mudé.
-Por estar contigo iría a dónde quiera que estes.
-Mmmm.
-También te tengo un regalito. -Sonreí satisfecha.
-¿Ah sí? -Mi tono fue seductor, mordí mi labio por inercia.
-Sí... Sabes que para ti, hasta el fin del mundo.
Me era increíble ver lo que hacía un hombre rico, por una noche de placer. Algo en mi pedía seguir su juego... "Pon un poco de tu parte Perla Lucía." Recordé las palabras de mi hermano e hice el intento de poner de mi parte, aunque me mataba la curiosidad saber que clase de "regalo".
«No seas idiota Perla y cumple lo que le dijiste a tu hermano», me regañé.
-Cariño, debo colgar, estoy trabajando.
-No prefieres que baje la cremallera de tu vestido y te lo quite lentamente. -Comenzó a seducir.
-No, estoy trabajando. Adiós. -Y colgué.
Así terminé mi labor en la empresa. Distraía mi mente en otras cosas para obviar el hecho de querer una buena noche y un regalo caro.
Al llegar a mi apartamento lo primero que quería era un baño de agua caliente, necesitaba relajarme, ese día no era el mejor de todos y la falta de sexo ya me afectaba.
Me bañé rápido y me metí en la cama, sólo quería estar allí hasta el día siguiente. Ya tenía trabajo, una responsabilidad, tuve fuerza de voluntad y junté a dos almas en desgracia.
-Perla, tu papá esta al teléfono -avisó el Mocoso-. ¿Chocolate o café?
-Vino blanco, por favor. -Salí de la habitación hasta la sala, allí estaba el teléfono del apartamento. Respiré profundo y contesté la llamada-. ¿Sí?
La mala de la historia 💄
Una historia se cuenta y otra se vive.
DEDICADO A:
Tatiana M. Alonzo. Las escritora de mis tres libros favoritos.
Carolina entre líneas. Vanesa entre líos. Armando entre faldas. 💕📝👔
La cita es para el próximo capítulo.
-Génesis A.
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