Capítulo 3 - La partida y la huída
En la mañana del otro día los aldeanos se encontraron con una sorpresa desagradable, todas sus cosechas estaban marchitas, la tierra estaba ácida, tan ácida que despedía un mal olor. Al mediodía hubo una reunión para ver que iban a resolver, pero pocas opciones quedaron cuando vieron que una nube tóxica se levantaba de esa tierra maldita. Era hora de partir.
Las niñas estaban tristes, le rogaban a sus papás que por favor las dejaran al menos despedirse de su amigo. Pero ellos se negaron, pues había mucho apuro en irse, los animales se empezaron a enfermar por culpa de la nube tóxica.
En la tarde vino lo peor, desde la montaña aparecieron unas nubes gigantes negras de lluvia que se desplazaban lentamente hacia la aldea.
***
El duende le extrañó tal acontecimiento y tenía un mal presentimiento, se preguntaba mientras miraba al cielo si esas nubes eran naturales o algún hechizo del Señor Cuervo.
Los aldeanos al ver esa tormenta amenazante que ya empezaba a escupir rayos para todos lados, se apuraron a aprontar las carretas. Muchas cosas dejaban atrás, más no todo cabía. Agruparon a los niños y contaron cabezas. Los papás de Galani y Liana se fijaron si las niñas estaban en ese grupo para su tranquilidad.
Cuando el viento comenzó a soplar lentamente, las carretas partieron.
Las pequeñas eran muy hábiles para escabullirse entre los niños y los mayores. Se aprovecharon de los ojos cansados de los ancianos y de que los niños estaban distraídos para bajarse de la carreta.
Lo tenían decidido, no iban a dejar de despedirse de su amigo el duende.
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