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Cómo ordenar tus cosas para tener una vida emocionante

CAPÍTULO CUATRO

Asigna un lugar para cada cosa

Es la rutina que sigo todos los días cuando vuelvo del trabajo. Primero, quito el seguro de la puerta y le digo a mi casa: «¡Ya llegué!». Después de recoger el par de zapatos que usé ayer y dejé en el recibidor, digo: «Muchas gracias por trabajar tan duro», y los pongo en el armario de zapatos. Luego, me quito los que usé hoy y los dejo con todo cuidado en el recibidor. Voy a la cocina, enciendo la tetera y voy a mi cama. Dejo suavemente mi bolso en el tapete de piel de oveja y me quito la ropa de calle. Pongo mi saco y vestido en un gancho, les digo: «¡Buen trabajo!» y los cuelgo temporalmente de la manija de la puerta del guardarropa. Pongo mis medias en una canasta de ropa sucia que cabe en la esquina inferior derecha de mi armario, abro un cajón, selecciono la ropa que usaré en casa y me la pongo. Saludo a la planta en maceta junto a la ventana y acaricio sus hojas.

Mi siguiente tarea es vaciar el contenido de mi bolsa en el tapete y guardar cada objeto en su lugar. Primero, saco todos los recibos. Luego pongo mi bolso en su espacio asignado dentro de un cajón bajo mi cama y le doy las gracias. Coloco mi boleto de tren y mi portatarjetas junto a él. Pongo mi reloj en un alhajero antiguo color rosa en el mismo cajón y mi collar y aretes en la bandeja para accesorios a un lado. Antes de cerrar el cajón, les digo: «Gracias por lo que hicieron por mí el día de hoy».

A continuación, regreso al recibidor y guardo todos los libros y cuadernos que llevé conmigo todo el día (convertí una repisa de mi armario de zapatos en un librero). De la repisa inferior tomo mi «bolsa de recetas» y las pongo ahí. Luego la cámara digital con que trabajo en el espacio que hay a un lado, reservado a los aparatos eléctricos. Los papeles usados van a la caja de reciclaje bajo la estufa de la cocina. Aquí me hago una olla de té mientras reviso el correo y tiro las cartas leídas.

Regreso a mi habitación, pongo mi bolso en una bolsa y ésta en la repisa superior del guardarropa y le digo: «Bien hecho. Que descanses». Desde que entro por la puerta hasta cerrar el guardarropa, sólo han pasado cinco minutos. Ahora puedo ir de vuelta a la cocina, servirme una taza de té y relajarme.

No te cuento esto para presumir sobre mi hermoso estilo de vida, sino para demostrar lo que es tener un lugar designado para todo. Mantener tu espacio organizado se vuelve algo automático. Puedes hacerlo sin esfuerzo, aun cuando llegas a casa cansado del trabajo, y eso te da más tiempo para gozar la vida.

El sentido de decidir lugares específicos para guardar cosas es asignar un sitio para todo. Tal vez pienses que tardarás toda tu vida en lograrlo, pero no debes preocuparte. Aunque parece complicado asignar un lugar a cada cosa, es mucho más sencillo que decidir qué conservar y qué desechar. Como ya has decidido qué conservar de cada tipo de objeto, y como todos esos objetos pertenecen a la misma categoría, sólo necesitas guardarlos cerca unos de otros.

La razón de que cada objeto deba tener un lugar es porque la existencia de un

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objeto sin un sitio propio multiplica las posibilidades de que tu espacio vuelva a desordenarse. Digamos, por ejemplo, que tienes una repisa vacía. ¿Qué ocurre si alguien deja en esa repisa un objeto que no tiene un sitio asignado? Ese objeto se convertirá en tu perdición. En un abrir y cerrar de ojos, ese espacio que se había conservado en orden, se cubrirá de objetos, como si alguien gritara: «¡Júntense todos aquí!».

Sólo necesitas asignar una vez un sitio para cada objeto. Inténtalo. Te asombrarán los resultados. Nunca más comprarás más de lo que necesitas. Nunca más seguirán acumulándose tus posesiones. De hecho, se reducirán. La esencia del almacenamiento efectivo es ésta: asigna un sitio para cada cosa que tengas. Si ignoras este principio básico y experimentas con la amplia gama de ideas de almacenamiento que se promueven, te arrepentirás. En realidad, esas «soluciones» de almacenamiento no son más que medios en los cuales enterrar posesiones que no inspiran alegría.

Una de las razones principales del rebote es no asignar un sitio para cada objeto. Sin un sitio designado, ¿dónde vas a poner las cosas cuando termines de usarlas? Una vez elegido un lugar para tus cosas, podrás mantener tu casa en orden. Entonces, decide dónde van tus cosas y, cuando termines de usarlas, ponlas ahí. Es el requisito principal para el almacenamiento.

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Primero desecha, luego guarda

Los participantes de mis cursos se sorprenden mucho cuando les muestro las fotografías de antes y después de las casas de mis clientes. La respuesta más común es «¡La habitación se ve muy despejada!». Es verdad. En muchos casos, mis clientes deciden no dejar nada en el piso, nada que obstruya la línea de visión. Es posible que incluso los libreros hayan desaparecido. Pero eso no significa que tiraron todos sus libros. Tal vez pusieron los libreros en el armario. Poner los libreros dentro de un armario grande es una de mis prácticas de almacenamiento más comunes. Si tu armario está a punto de reventar, tal vez pienses que ahí no va a caber tu librero. De hecho, es probable que 99 por ciento de mis lectores piensen eso. Pero en realidad puede haber bastante espacio.

La cantidad de espacio de almacenamiento en tu habitación es adecuada. No recuerdo cuántas veces la gente se ha quejado conmigo de que no tienen espacio suficiente, pero aún no he visto una sola casa a la que le falte espacio para almacenar. El verdadero problema es que tenemos mucho más de lo que necesitamos o queremos. Cuando aprendes a elegir tus posesiones de modo adecuado, sólo te quedarás con lo que cabe perfectamente en el espacio con que cuentas. Ésa es la verdadera magia de la organización. Quizá parezca increíble, pero mi método de quedarse sólo con lo que despierta alegría en el corazón de veras es así de precisa. Por eso debes empezar por desechar. Cuando lo haces, será fácil decidir dónde deben ir las cosas porque tus posesiones se habrán reducido a una tercera o cuarta parte de las que tenías al principio. Por lo contrario, no importa cuánto te esfuerces por organizar ni qué tan efectivo sea tu método de almacenamiento, si comienzas a guardar antes de eliminar el excedente, sufrirás un rebote. Lo sé porque lo he vivido en carne propia.

Sí, yo. Aunque ahora te sugiero que no te conviertas en un experto en almacenamiento, aun cuando te exhorte a no guardar tus cosas sino hasta que hayas reducido su volumen, hace no mucho tiempo, 90 por ciento de mis pensamientos se concentraban sólo en el almacenamiento. Empecé a pensar en serio sobre este tema desde que tenía cinco años, así que esta parte de mi carrera duró aún más que mi pasión por desechar, la cual descubrí en la adolescencia. Durante ese periodo, pasé la mayor parte de mi tiempo con un libro o revista en una mano, probando métodos de almacenamiento y cometiendo todos los errores posibles.

Ya se tratara de mi propia habitación, la de mis hermanos o incluso mi escuela, pasaba mis días examinando lo que había en los cajones y armarios, y movía las cosas unos pocos milímetros cada vez mientras trataba de encontrar la disposición perfecta. «¿Qué pasa si pongo esta caja acá?». «¿Qué pasa si saco este separador?». No importa dónde estuviera, yo cerraba los ojos y reacomodaba el contenido de un armario o habitación en mi mente como si se tratara de piezas de un rompecabezas. Tras pasar mi juventud imbuida de este tema, caí en la ilusión de que el

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almacenamiento era una forma de competencia intelectual cuyo objeto era ver cuánto cabía en un espacio mediante la organización racional. Si había una brecha entre dos muebles, ahí empotraba una unidad de almacenamiento, la llenaba de cosas, y luego, me regodeaba triunfante cuando el espacio se llenaba. En cierta etapa, llegué a ver mis cosas e incluso mi casa como un adversario al cual debía derrotar y vivía con una actitud beligerante.

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El almacenamiento: busca la máxima sencillez

Cuando abrí mi negocio, supuse que tenía que demostrar mi capacidad para proponer diseños de almacenamiento milagrosos (soluciones inteligentes que podrían sacarse de una revista, como un estante que cabe a la perfección en un pequeño espacio que a nadie más se le habría ocurrido usar). Tenía la extraña idea de que era la única manera de satisfacer a mis clientes. Sin embargo, al final, esas ideas tan inteligentes casi siempre resultan impracticables en la realidad y sólo gratificaban el ego de su creador.

Sólo para darte un ejemplo, en una ocasión en que ayudaba a una clienta a organizar su casa, encontré una plataforma giratoria, muy parecida a las que ponen bajo el tablero giratorio de las mesas en los restaurantes chinos Había servido como base para un horno de microondas, pero hacía mucho que el horno ya no estaba. Tan pronto como la vi, tuve la brillante idea de convertirla en un artículo de almacenamiento. Me estaba costando trabajo decidir dónde podría usarla, pues era bastante grande y gruesa; luego, por casualidad, mi cliente mencionó que tenía tantos aderezos para ensaladas que no podía mantenerlos en orden. Abrí el armario que ella me indicó y, por supuesto, estaba lleno de botellas de aderezos para ensalada. Yo los saque y traté de insertar la plataforma. Cupo a la perfección. La llené de cosas y voilà. Ahí tenía un espacio de almacenamiento que lucía tan pulcro y sofisticado como un aparador de tienda. Mi cliente podía acceder a las botellas de atrás con sólo girar la plataforma. ¡Eso es conveniencia! Mi cliente quedó fascinada y todo parecía perfecto.

No tardé mucho en percatarme de mi error. Durante nuestra siguiente lección, revisé su cocina. Aunque la mayor parte seguía limpia y ordenada, cuando abrí la puerta del armario con aderezos, vi que el interior era un desastre. Cuando le pregunté por qué, ella me explicó que cada vez que giraba la plataforma, las botellas se resbalaban y caían. Además, como tenía demasiadas, había dejado las que le sobraban en la orilla de la plataforma, lo cual dificultaba el giro.

Como puedes ver, me había enfocado tanto en usar la plataforma para crear un espacio de almacenamiento asombroso que no puse atención en lo que estaba guardando (botellas que se resbalan y caen con facilidad). Cuando pensé en eso con más cuidado, también me di cuenta de que nadie necesita tener acceso frecuente a las cosas del fondo de un armario, así que no se necesitaba una plataforma giratoria. Además, las formas redondas ocupan demasiado lugar y desperdician espacio, lo cual las hace inadecuadas para el almacenamiento. Al final, retiré la plataforma, puse las botellas en una caja cuadrada y volví a ponerlas en el armario. Aunque simple y convencional, según mi cliente, este método fue mucho más fácil de usar. Con base en esta experiencia, llegué a la conclusión de que los métodos de almacenamiento deben ser lo más sencillos que se pueda. No tiene sentido pensar en estrategias complicadas. Cuando tengas dudas, pregúntales a tu casa y al objeto cuál es la mejor

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solución.

La mayoría de la gente sabe que el desorden lo provoca el exceso de cosas. Pero ¿por qué tenemos tantas? Por lo general, es porque no sabemos con precisión cuántas tenemos en realidad. Y no lo sabemos porque nuestros métodos de almacenamiento son demasiado complejos. Nuestra capacidad para evitar el exceso depende de la capacidad para simplificar el almacenamiento. El secreto para mantener una habitación ordenada es buscar la máxima sencillez de almacenamiento, de modo que puedas saber de un vistazo cuántas cosas tienes. Y digo «máxima sencillez» por una razón. Es imposible recordar la existencia de cada objeto que tenemos aun cuando simplifiquemos nuestros métodos de almacenamiento. Aun en mi propia casa, donde he trabajado mucho para mantener sencillo el almacenamiento, a veces me encuentro objetos de los que me había olvidado por completo, guardados en un armario o cajón. Si mi almacenamiento fuera más complejo, por ejemplo, si dividiera mis cosas en tres niveles según la frecuencia de uso o la estación del año, tendría muchos más objetos pudriéndose en la oscuridad y el olvido. Por eso, tiene mucho más sentido mantener el almacenamiento lo más sencillo posible.

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No disperses los espacios de almacenamiento

Por las razones que describo arriba, mi método de almacenamiento es extremadamente sencillo. Sólo tengo dos reglas: guarda todos los objetos del mismo tipo en el mismo lugar y no disperses los espacios de almacenamiento.

Sólo hay dos maneras de clasificar las pertenencias: por tipo de objeto y por persona. Esto es fácil de entender si comparas a alguien que vive solo con alguien que vive con su familia. Si vives solo o tienes una habitación para ti solo, el almacenamiento es muy sencillo: sólo asigna un lugar para guardar cada tipo de objeto. Puedes mantener un mínimo de categorías si sigues las que usaste para seleccionarlas. Empieza con la ropa y sigue con los libros, documentos y komono, y deja para el final los suvenires u objetos sentimentales. Si seleccionas tus cosas en ese orden, podrás guardar cada categoría en su propio sitio asignado tan pronto como hayas elegido qué conservar.

Incluso puedes clasificar de manera más general. En vez de dividir tus cosas en tipos detallados, divídelas según sus similitudes en el material, por ejemplo, «tela y similares», «papel y similares» y «cosas que parecen eléctricas», y elige un sitio para cada tipo. Esto es mucho más fácil que visualizar dónde podrías usar un objeto o la frecuencia con que lo uses. Con mi método, serás capaz de clasificar tus cosas con más precisión.

Si ya seleccionaste qué conservar con base en lo que da alegría a tu corazón, entonces entenderás lo que quiero decir porque ya has juntado los objetos por categorías, los has dejado en un solo sitio y cogido con la mano para tomar tu decisión. El trabajo que hecho afina tu capacidad para percibir las cosas que van juntas y elegir lugares apropiados para guardarlas.

Si vives con tu familia, entonces primero define claramente espacios de almacenamiento separados para cada miembro de la familia. Esto es esencial. Por ejemplo, puedes asignar esquinas separadas para ti, tu pareja y tus hijos, y guardar todo lo que pertenezca a cada persona en su esquina. Es todo lo que debes hacer. Lo importante aquí es asignar sólo un lugar por persona, si es posible. Dicho de otro modo, el almacenamiento debe concentrarse en un sitio. Si los lugares de almacenamiento se dispersan, toda la casa se desordenará en poco tiempo. Concentrar las pertenencias de cada persona en un sitio es la manera más efectiva para mantener en orden los espacios de almacenamiento.

Una vez, un cliente me pidió le ayudara a su hija de tres años a ser ordenada. Cuando fui a su casa, descubrí que sus cosas estaban guardadas en tres lugares diferentes: la ropa en la habitación, los juguetes en la estancia y los libros en la sala. Siguiendo los principios básicos para seleccionar y almacenar, juntamos todo en la sala de tatami. A partir de ese momento, su hija eligió qué ropa ponerse y guardó sus cosas en un lugar. Aunque yo le había dado instrucciones, quedé sorprendida. ¡Incluso una niña de tres años puede organizarse!

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Tener tu propio espacio te hace feliz. Cuando sientes que te pertenece personalmente, quieres mantenerlo en orden. Si no hay condiciones para darle a cada quien su propia habitación, sí se le puede asignar su propio espacio de almacenamiento. Varios de mis conocidos que no son buenos organizadores tuvieron una madre que les limpiaba su habitación o nunca tuvieron un espacio que sintieran propio. Estas personas suelen guardar su ropa en la cómoda de sus hijos y sus libros en el librero de su pareja. Pero es peligroso no tener un espacio propio. Todo el mundo necesita un santuario.

Yo soy consciente de que, cuando empiezas a organizar, tienes una verdadera tentación de empezar con espacios o cosas que pertenecen a toda la familia, como la estancia, los jabones y los medicamentos, o los electrodomésticos y las provisiones para el hogar. Pero, por favor, deja eso para después. Organiza primero tus propias cosas. Elige lo que quieres conservar y guárdalo en su espacio. Al hacerlo, aprenderás las bases para poner en orden tu casa. Tal como ocurre cuando eliges qué pertenencias conservar, seguir el orden correcto es fundamental.

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Olvídate del «plan de circulación» y de la «frecuencia de uso»

Los libros serios sobre organización aconsejan a sus lectores tomar en cuenta el plan de circulación cuando asignen espacios de almacenamiento. Yo no digo que este consejo esté mal. Hay muchas personas que eligen métodos de almacenamiento muy prácticos con base en una detallada observación de la línea del tránsito en su casa, así que lo que diré aquí sólo se aplica al método KonMari. Y lo que diré es: olvídate del plan de circulación.

Cuando una de mis clientes, una mujer de cincuenta y tantos años, había terminado de seleccionar y guardar sus pertenencias, nos ocupamos de las de su esposo. Ella me dijo que su esposo necesitaba tener todo a la mano, ya fuera el control remoto o un libro. Cuando examiné el espacio donde vivían, descubrí que, en efecto, las cosas de su esposo estaban guardadas por toda la casa. Había un pequeño librero para sus libros junto al baño, un sitio para sus bolsas en el recibidor y cajones para sus calcetines y ropa interior cerca de la bañera. Pero eso no cambió mi política. Yo siempre insisto en que el almacenamiento debe enfocarse en un solo lugar, y por ende, le dije a mi cliente que cambiara ropa interior, calcetines y bolsas al armario donde él cuelga sus trajes. Ella se puso un poco ansiosa.

—Pero a él le gusta guardar sus cosas donde las usa —dijo—. ¿Qué tal si se molesta?

Un error muy común es guardar las cosas donde resulta más fácil sacarlas. Este enfoque es una trampa mortal. El desorden se produce por no poner las cosas en el lugar que les corresponde. Por lo tanto, el almacenamiento debe reducir el esfuerzo que se requiere para guardarlas, no el esfuerzo que se requiere para sacarlas. Cuando usamos algo, tenemos un propósito claro para sacarlo. A menos que por alguna razón resulte demasiado difícil, no suele importarnos el esfuerzo que implica. El desorden tiene dos causas posibles: se requiere demasiado esfuerzo para guardar las cosas o no está claro cuál es el lugar que les corresponde. Si ignoramos este aspecto fundamental, corremos el riesgo de crear un sistema que derive en desorden. A las personas que son como yo —flojas por naturaleza—, les recomiendo enfocar su almacenamiento en un sitio. Por lo general, la idea de que es más conveniente tener todo al alcance de la mano resulta ser incorrecta.

Mucha gente planea sus espacios de almacenamiento para que se ajusten al flujo del tránsito dentro de su casa, pero ¿de qué manera crees que se desarrolló ese plan de circulación en un principio? En casi todos los casos, un plan de circulación queda determinado no por lo que una persona hace durante el día, sino por dónde guarda sus cosas. Aunque creamos que guardamos las cosas para ajustarlas a nuestra conducta, por lo regular ajustamos inconscientemente nuestras acciones al lugar donde están guardadas nuestras cosas. Disponer los espacios de almacenamiento para que sigan el

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plan de circulación actual sólo hará que se disperse el almacenamiento por toda la casa. Esto, a su vez, incrementará el riesgo de que acumulemos más posesiones y nos olvidemos de las que ya tenemos, lo cual nos hará la vida más difícil.

Si consideramos el tamaño promedio de las viviendas japonesas, tener espacios de almacenamiento que siguen el plan de circulación no habrá gran diferencia. Si sólo nos toma de diez a veinte segundos caminar de un extremo a otro de la casa, ¿de veras necesitas preocuparte por el plan de circulación? Si te propones tener una habitación ordenada, lo más importante es que planees tu almacenamiento de tal modo que puedas saber de un vistazo dónde está todo y no preocuparte por los detalles de quién hace qué, dónde y cuándo.

No hay para qué complicarse. Sólo establece dónde guardar tus cosas según el diseño de tu casa y solucionarás tus problemas de almacenamiento. Por eso, el método de almacenamiento que uso es asombrosamente sencillo. Para ser sincera, yo puedo recordar donde guardaron todo en casi todas las casas de mis clientes. Así de simple es mi método. Nunca he considerado el plan de tránsito para ayudar a los clientes a organizarse y, sin embargo, ninguno de ellos ha tenido problemas. Al contrario, cuando ya han creado un plan sencillo de almacenamiento nunca tienen que preguntarse dónde va cada cosa pues se vuelve natural en ellos ponerlas en su lugar, y por ende, ya no hay desorden en su hogar.

Guarda todas las cosas similares en el mismo lugar o en sitios muy cercanos. Si sigues este consejo, descubrirás que has creado un plan de tránsito muy natural. Tampoco hay necesidad alguna de considerar la frecuencia de uso cuando planeas tus espacios de almacenamiento. Algunos libros sobre organización ofrecen métodos que clasifican las cosas en seis niveles según su frecuencia de uso: diario, una vez cada tercer día, una vez a la semana, una vez al mes, una vez al año y menos de una vez al año. ¿Acaso soy la única persona que se marea ante la sola idea de dividir un cajón en seis compartimentos? Cuando mucho, yo empleo sólo dos categorías para la frecuencia de uso: las cosas que uso con frecuencia y las que no.

Por ejemplo, pensemos en el contenido de un cajón. De manera natural, guardarás las cosas que usas menos atrás del cajón y las de uso frecuente adelante. No es necesario que decidas esto la primera vez que planeas tus espacios de almacenamiento. Cuando decides qué conservar, consulta a tu corazón. Si recuerdas hacerlo, sabrás de manera instintiva cómo proceder cuando organices y guardes tus cosas.

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Nunca apiles las cosas: el almacenamiento vertical es la clave

Hay personas que todo lo guardan en pila o en montones, amotonada libros, papeles o ropa. Pero esto es un gran desperdicio. Cuando de guardar se trata, lo vertical es lo mejor. Yo tengo una obsesión particular por este aspecto. Si puedo, todo lo guardo vertical, incluida la ropa, la cual doblo y dejo sobre un borde en mis cajones, y mis medias, las cuales enrollo y acomodo verticalmente en una caja. Lo mismo hago con los artículos de papelería y escritura: cajas de grapas, cintas métricas o gomas, todo lo dejo parado sobre un borde. Incluso guardo mi laptop en el librero, como si fuera un libro. Si tienes espacios de almacenamiento que deberían bastar pero no bastan, prueba el guardado vertical. Verás que esto resuelve la mayoría de los problemas.

Yo guardo las cosas verticalmente y evito apilarlas por dos razones. En primer lugar, si apilas o amontonas las cosas, acabas por tener algo que parece un espacio de almacenamiento inagotable. Las cosas pueden apilarse y apilarse una sobre otra y por los siglos de los siglos, lo cual dificulta que notemos el aumento de volumen. En contraste, cuando las cosas se almacenan verticalmente, cualquier aumento ocupa espacio y tú acabas por quedarte sin áreas de almacenamiento. Cuando eso ocurra, lo notarás: «Oh, estoy volviendo a acumular cosas».

La otra razón es: apilar resulta muy inconveniente para las cosas del fondo. Cuando las cosas se apilan una encima de otra, las de abajo se aplastan. El amontonamiento debilita y desgasta las cosas que soportan el peso del montón. Tan sólo imagina qué sentirías si te vieras forzado a cargar un gran peso por horas. Y, no sólo eso, pues las cosas que hay en la pila desaparecen porque nos olvidamos de que siquiera existen. Cuando apilamos nuestra ropa, una prenda sobre otra, las prendas de abajo se usan menos. La ropa que ya no emociona a mis clientes, aunque les haya encantado al comprarla, suele ser la que pasa un largo tiempo en el fondo de la pila.

Esto también ocurre con los papeles y documentos. Tan pronto como ponemos un documento encima de otro, el primero se aleja un poco de nuestra conciencia y, antes de que nos percatemos, nos tardamos en atenderlo o incluso nos olvidamos por completo de que existe. Entonces, por estas razones, te recomiendo almacenar verticalmente cualquier cosa que puedas. Prueba tomar una pila que ya tengas e intenta guardar todo verticalmente. Con sólo hacerlo, te harás más consciente del volumen de cosas que tienes en esa pila. El almacenamiento vertical puede usarse donde sea. Los refrigeradores desordenados son comunes, pero su contenido puede organizarse de manera rápida y sencilla si apoyamos las cosas sobre una orilla. Por ejemplo, a mí me encantan las zanahorias. Si abres mi refrigerador, encontrarás zanahorias en los portabebidas de la puerta.

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No necesitas artículos especiales para guardar cosas

El mundo está lleno de artículos para almacenar muy útiles. Separadores ajustables, estantes para ropa que puedes colgar del perchero de tu guardarropa, repisas delgadas que caben en espacios muy reducidos. Puedes encontrar artículos de almacenamiento casi inimaginables en cualquier establecimiento, desde tiendas de cachivaches hasta mueblerías lujosas y tiendas de decoración. Yo también fui alguna vez fanática del almacenamiento, así que en cierto periodo, probé cada artículo de este tipo que había en el mercado, incluso los más extraños y exóticos. Sin embargo, no conservo casi ninguno en casa.

Los artículos de este tipo que encontrarás en mi casa son varias cajoneras de plástico transparente para mi ropa y mis komono, una cajonera de cartón que uso desde la secundaria y una canasta de mimbre para mis toallas. Es todo. Y eso lo guardo dentro de mi armario fijo. Aparte, hay unas repisas empotradas en la cocina y el baño, y el armario de zapatos en el recibidor. Los armarios y repisas fijos no son grandes, sino más bien pequeños. En principio, los únicos artículos de almacenamiento que necesitas son cajoneras y cajas convencionales, y no objetos especiales ni lujosos.

La gente suele pedirme recomendaciones, y sin duda espera que les revele algún artefacto milagroso para almacenar. Pero, te lo digo ahora mismo: no necesitas comprar separadores ni nada por el estilo. Puedes solucionar tus problemas de almacenamiento con cosas que ya tienes en casa. El objeto más común que yo uso son cajas de zapatos vacías. He probado toda clase de productos, pero nunca he hallado algo que sea gratis y supere a la vieja caja de zapatos. Obtiene altas calificaciones en mis cinco criterios: tamaño, material, durabilidad, facilidad de uso y atractivo. Estos atributos tan bien equilibrados y su versatilidad son sus mayores méritos. Además, desde hace poco, los zapatos vienen en cajas con lindos diseños. Cuando voy a casa de mis clientes, con frecuencia pregunto si tienen alguna caja de zapatos.

Estas cajas tienen usos infinitos. Yo suelo usarlas para guardar calcetines y medias dentro de las cajoneras. La altura de la caja de zapatos es perfecta para guardar verticalmente medias enrolladas. En el baño, pueden usarse para guardar botellas de champú, acondicionador, etcétera, y también son perfectas para contener detergentes y otros artículos de limpieza. En la cocina, pueden usarse para mantener juntos utensilios como bolsas de basura, trapos, etcétera. También las uso para guardar moldes de pastel, platos de tarta y otros artículos de uso menos frecuente. Luego, puedes guardar la caja en una repisa alta. Por alguna razón, mucha gente parece guardar sus moldes para hornear en bolsas de plástico, pero son mucho más fáciles de usar cuando se guardan en una caja de zapatos. Esta solución tan extremadamente fácil se ha hecho muy popular entre mis clientes. A mí me complace siempre que me dicen que usan el horno con más frecuencia desde que se

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reorganizaron.

La tapa de una caja de zapatos es poco profunda y sirve como bandeja. Puedes colocarla en la alacena para ponerle encima todos tus aceites y especias, y así conservar limpio el piso de la alacena. A diferencia de muchos forros para repisas, estas tapas no se resbalan y son mucho más fáciles de reponer. Si guardas utensilios como tu cucharón en los cajones de tu cocina, puedes usar la tapa de la caja para contenerlos. Esto evita que se rueden y hagan ruido en el cajón cada vez que lo abres o cierras, y como también sirve de separador, podrás usar el espacio restante de manera más efectiva.

Claro que hay muchos otros tipos de cajas que pueden servir como objetos de almacenamiento muy útiles. Los que yo uso con más frecuencia incluyen cajas de plástico para guardar mis tarjetas de presentación y las que vienen con los iPods. De hecho, las cajas que contienen varios productos de Apple tienen el tamaño y diseño correcto para guardar cosas, así que si tienes alguna, te recomiendo que las uses como separadores en tus cajones. Son perfectas para guardar plumas, lápices y otros utensilios para escribir. Otro artículo común son los recipientes de plástico extragrandes para comida, donde puedes guardar objetos pequeños en la cocina.

Básicamente, cualquier caja cuadrada o recipiente del tamaño correcto te servirán. Sin embargo, las cajas grandes de cartón y las de aparatos electrodomésticos son demasiado grandes para servir como separadores, inconvenientes para guardar otro tipo de objetos, además de feas. Por favor deshazte de ellas. Siempre que te topes con cajas de aspecto conveniente mientras seleccionas y guardas tus pertenencias, apártalas hasta que estés listo para guardar. Asegúrate de tirar todas las que queden cuando tu casa ya esté en orden. Nunca te aferres a ellas con la creencia de que podrías usarlas algún día.

No te recomiendo usar como separadores los recipientes redondos, en forma de corazón o con forma irregular, pues suelen desperdiciar espacio. Sin embargo, si una caja en particular te produce emoción, entonces la cosa cambia. Desecharla o conservarla sin usarla sería un desperdicio, de modo que aquí debes seguir tu intuición y usarla para almacenar. Por ejemplo, usa esas cajas en una cajonera de accesorios para el pelo, o para guardar bolas de algodón o un juego de costura. Crea tus propias combinaciones usando una caja vacía para ajustarse a algún objeto que requiera almacenamiento. El mejor método es experimentar y disfrutar el proceso.

Cuando mis clientes usan de este modo lo que ya tienen en casa, siempre descubren que poseen justo lo necessrio para guardar sus cosas. No necesitan comprar otros artículos. Claro que hay varios productos fabulosos en el mercado. Pero por ahora, lo importante es terminar de poner en orden tu casa lo antes posible. En lugar de comprar algo que te ayude a arreglártelas por ahora, espera hasta concluir el proceso completo, y entonces sí, date un tiempo para buscar artículos de almacenamiento que de veras te gusten.

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Lo mejor para guardar bolsas es otra bolsa

Cuando los bolsos, morrales y otros tipos de bolsas no se usan, están vacíos. Al llegar a cierto momento de este negocio se me ocurrió que eso era un gran desperdicio de espacio, sobre todo porque suelen guardarlas en los sitios de almacenamiento principales. No sólo ocupan más espacio porque no pueden doblarse, suelen estar rellenas de papel de seda para conservar su forma. En los hogares japoneses, donde el espacio de almacenamiento es extremadamente limitado, esto me pareció un uso del espacio extravagante e imperdonable. El hecho de que el papel a menudo comienza a deshacerse sólo empeora la situación.

Determinada a encontrar una solución, comencé a experimentar. Primero, decidí deshacerme del papel. Después de todo, deshacerme de cosas que no me dan alegría es la clave de mi enfoque. En cambio, probé llenar la bolsa con artículos que estuvieran fuera de temporada. En verano, guardé bufandas y guantes, y en invierno, la ropa para nadar. Estaba encantada por encontrar una solución que pareció matar dos pájaros de un solo tiro. Pero al paso de un año, ya había abandonado este enfoque. Aunque parecía una gran idea, en la práctica, sacar los objetos cada vez que quería usar un bolso de mano resultaba muy engorroso, y ya fuera, esos objetos se amontonaban el armario.

Por supuesto, yo no me di por vencida. Seguí buscando algún tipo de relleno que no se hiciera trizas. Mi siguiente idea fue poner objetos pequeños en una bolsa de tela delgada antes de llenar la bolsa de mano. Era fácil de sacar y la bolsa de tela lucía bien aun cuando estuviera expuesta en el armario. Yo quedé complacida por haber descubierto otra solución revolucionaria. Pero este método también tenía una desventaja oculta. Ocultaba a la vista los artículos fuera de temporada que había dentro, y cuando llegó su momento, me olvidé por completo vaciar dos de las bolsas interiores. Un año después las noté, pero para entonces, su contenido se veía muy deslucido. Esto me hizo pensar. Aunque mi política para la ropa y otros objetos es mantener a la vista incluso los artículos fuera de temporada, había cometido la torpeza de creer que recordaría sacar lo que no podía ver.

Vacié las bolsas de tela y liberé los objetos que había dentro, pero los bolsos de mano que los resguardaban se veían marchitos. Necesitaba algo para ayudarles a conservar su forma, pero ciertamente no quería llenarlas con prendas de otra temporada, de las cuales probablemente me olvidaría. Sin saber qué hacer, decidí poner una bolsa dentro de otra, sólo mientras tanto. En realidad, esta pareció ser la solución perfecta. Al guardar bolsas dentro de otras bolsas, reduje a la mitad el espacio de almacenamiento requerido y pude rastrear los contenidos dejando que las correas colgaran por fuera.

La clave es guardar juntas el mismo tipo de bolsas. Los juegos deben constar de bolsos hechos de materiales similares, por ejemplo, piel rígida o tela de estambre grueso, o bien de bolsos para ocasiones especiales, como bodas y funerales. Si los

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divides por material y/o por tipo de uso, sólo necesitarás sacar un juego cada vez que necesites un bolso. Esto es mucho más fácil. Sin embargo, ten presente que no debes guardar demasiados bolsos dentro de uno solo. Mi regla de oro es guardar no más de dos bolsas en una, y asegurarme de que no olvidaré lo que hay dentro. En el caso de los morrales, que doblo hasta dejarlos muy compactos, recomiendo guardarlos todos en un solo morral.

En resumen, la mejor manera de guardar bolsos, carteras y otras bolsas es hacer juegos con base en el material, tamaño y frecuencia de uso, y guardarlas una dentro de otra, como cajas anidadas. Todas las correas y asas deben dejarse a la vista. Si el bolso usado para guardar vino en una bolsa, puedes guardar el juego ahí. Alinea estos juegos en tu armario o guardarropa donde puedas verlos. El proceso de guardar bolsas dentro de otra bolsa, de encontrar combinaciones correctas, es muy entretenido, como si armaras un rompecabezas. Cuando encuentres el par correcto, donde la bolsa exterior e interior embonan tan bien que se sostienen una a otra, es como presenciar un encuentro destinado a ocurrir.

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Vacía tu bolsa todos los días

Hay algunas cosas que necesitas a diario, como billetera, boleto de camión o tren y diario. Muchas personas no le encuentran sentido a sacar estas cosas cuando llegan a casa porque volverán a usarlas el día siguiente, pero se equivocan. El propósito de un bolso o una mochila es llevar tus cosas para cuando no estés en casa. Tú llenas tu bolsa con las cosas que necesitas, como documentos, teléfono celular y billetera, y ella las lleva sin quejarse aunque esté llena a reventar. Cuando la bajas y se roza el trasero contra el piso, no se queja, sólo se esfuerza al máximo para apoyarte. ¡Eso es trabajar duro! Sería cruel no darle un respiro al menos en casa. Estar repleta todo el tiempo, aun cuando no se le usa, debe ser algo así como cuando uno se va a dormir con el estómago lleno. Si tú tratas así tus bolsas, pronto se verán agotadas y desgastadas.

Si no te has habituado a desempacar tu bolso o mochila, es muy probable que dejes algo dentro cuando decidas usar otra bolsa, y antes de que te percates, habrás olvidado lo que tenías en cada bolsa. Incapaz de encontrar una pluma o tu lápiz labial, acabarás por comprarlos de nuevo. Los objetos más comunes que hallo en los bolsos de mis clientes cuando organizamos sus habitaciones son pañuelos de papel, monedas, recibos arrugados y chicles masticados cubiertos por su envoltura. Existe el riesgo real de que algunos accesorios importantes como los blocs de notas y otros documentos se mezclen con todo esto.

Entonces, vacía tu bolsa todos los días. Esto no es tan molesto como suena. Sólo necesitas hacerle un espacio a las cosas que hay dentro. Busca una caja y guarda ahí verticalmente tu boleto de tren, credencial del trabajo y otros objetos importantes. Luego, pon la caja tal cual dentro de una cajonera o armario. Cualquier caja puede servirte, pero si no puedes encontrar una del tamaño correcto, una caja de zapatos funcionará. O, bien, puedes hacer un espacio en una esquina de la cajonera y prescindir por completo de la caja. La apariencia es importante, así que si usas una caja, no dudes en buscar una que de verdad te guste. Uno de los mejores lugares para poner esa caja es encima de la cajonera que usas como espacio de almacenamiento, y será más conveniente si ésta se encuentra cerca de donde guardas tu bolso.

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Las cosas que están en el suelo van en el armario

Si tienes armarios o guardarropas fijos, guarda ahí la mayoría de las cosas. Los armarios japoneses son espacios de almacenamiento ideales. Son profundos y amplios, están divididos en dos partes por una sólida repisa, y en la parte superior tienen un aparador que se empotra en la pared. Pero muchos no saben cómo aprovechar este espacio. Para quienes tienen armarios así, la mejor política es usarlos con plena confianza. No importa cuánto te esfuerces por diseñar algún artilugio para resolver tus problemas de espacio, el resultado final siempre será más difícil de usar que lo que ya tienes.

Ahora te explicaré el método básico para usar efectivamente un armario. Primero, como regla general, los artículos fuera de temporada deben guardarse en los lugares de más difícil acceso. Esto incluye adornos de navidad, equipos de esquí o excursionismo, y otros artículos para estos deportes. También es el mejor sitio para los suvenires grandes que no caben en un librero, como los álbumes fotográficos. Pero no los pongas en cajas de cartón. Mejor verticalmente frente al armario, como si fueran libros en un librero. De otro modo, es improbable que vuelvas a verlos.

La ropa del diario debe guardarse en ese armario. Si la metes en recipientes de plástico transparente, te recomiendo usar cajoneras, no cajas. Tan pronto como guardas la ropa en una caja, se hace muy difícil sacarla, y en la mayoría de los casos, la gente ya no se molestará en retirarla aunque vuelva a estar en temporada de uso. No olvides doblar y guardar verticalmente la ropa en los cajones.

La ropa de cama se guarda mejor en la repisa superior del armario, donde está menos expuesta a humedad y polvo. El espacio inferior puede usarse para guardar aparatos electrodomésticos como ventiladores y calefactores en las temporadas que no se usan. La mejor manera de usar un armario estilo japonés es pensar en él como si fuera una pequeña habitación y guardar las cosas ahí dentro de cajones u otras unidades de almacenamiento. Yo tuve una clienta que guardaba toda su ropa en el armario pero sin ordenarla. Cuando abrimos la puerta, aquello parecía un basurero y las prendas estaban hechas un caos.

Es mucho más eficiente guardar todas tus unidades de almacenamiento dentro del armario. Ahí es donde suelo poner estantes de metal y libreros, o bien, aparadores o repisas de triplay que también funcionan como libreros. Asimismo, guardo en el armario cualquier objeto grande que ocupe espacio en el piso (por ejemplo, portafolios, palos de golf, aparatos eléctricos o guitarras). Estoy segura de que muchos clientes no creían poder guardar todas sus cosas en el armario, pero una vez que siguieron el método KonMari para seleccionar y desechar sus pertenencias, todo fue bastante sencillo.

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Mantén despejados la bañera y el fregadero

¿Cuántas botellas de champú y acondicionador tienes por todo el baño? Quizá los diversos miembros de tu familia usan productos diferentes o tú tienes de varios tipos que usas según tu estado de ánimo o para tratamientos de una semana. Pero es una lata moverlos cuando limpias el baño. Si los dejas en el piso de la ducha o en la orilla de la bañera, se vuelven resbaladizos. Para evitar esto, algunas personas usan una canasta de alambre como recipiente, pero según mi experiencia, esto sólo empeora las cosas.

Una vez compré una canasta así lo bastante grande para que cupieran todos los jabones, champús e incluso las mascarillas que usa mi familia. Mi gusto por este artículo tan conveniente duró muy poco. Al principio, lo secaba cada vez que usaba la bañera, pero muy pronto, el acto de secar cada alambre se volvió una obligación para mí y empecé a hacerlo cada tercer día, luego cada cinco y así hasta que me olvidé por completo de cuidarlo. Un día, noté que la botella de champú tenía la base roja y resbaladiza. Al examinar el estante, lo vi tan cubierto de limo que no soporté mirarlo. Casi llorando, froté el estante de alambre para limpiarlo, y no mucho después, lo deseché. Era demasiado problemático, y cada vez que entrara en la bañera y lo viera, me recordaría aquel asqueroso episodio del limo. Debí entender que el baño es el espacio más húmedo de la casa, lo cual, obviamente, lo convierte en el lugar menos adecuado para guardar cosas.

No es necesario tener jabones y champús fuera cuando no los usamos y, además, la exposición adicional al calor y la humedad tiende a afectar su calidad. Por eso, mantengo todo lejos de la bañera o la ducha. De todos modos, cualquier producto para baño debe secarse después de usarse, así que tiene mucho más sentido secar con nuestra toalla de baño los pocos artículos que usemos y los guardemos en el armario. Aunque quizá esto parezca más laborioso en principio, en realidad lo es menos. Es mucho más rápido y fácil limpiar la bañera o ducha sin estos objetos obstruyendo el espacio, y además, se acumulará menos limo.

Lo mismo ocurre con el área del fregadero de la cocina. ¿Acaso guardas tus esponjas y tu detergente líquido junto al fregadero? Yo guardo los míos abajo. El secreto es asegurarse de que la esponja esté totalmente seca. Mucha gente deja sus esponjas en un estante de alambre con ventosas que se adhiere al fregadero. Si es tu caso, te recomiendo que lo quites de inmediato. No podrá secarse si se rocía de agua cada vez que usas el fregadero y muy pronto empezará a oler mal. Para evitar esto, exprime la esponja fuerte después de usarla y cuélgala para que se seque. Puedes usar pinzas de ropa para sujetarla del toallero o en la manija de un cajón de la cocina si no tienes toallero. En lo personal, recomiendo colgar las esponjas en exteriores, por ejemplo, en el tendedero.

Yo pongo a secar no sólo mis esponjas, sino también mis tablas de picar, coladores y trastes en mi porche. La luz solar es un buen desinfectante, y mi cocina

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siempre luce muy pulcra porque no necesito trastero. Ni siquiera lo tengo. Pongo todos los trastes que lavo en un cuenco o escurridor grande y los dejo secar en el porche. Puedo lavarlos por la mañana y dejarlos fuera. Dependerá del clima y de la zona donde vivas para que este método sea el adecuado.

¿Dónde guardas aceite, sal, pimienta, salsa de soya y demás condimentos? Mucha gente junto a la estufa porque quiere tenerlos a la mano. Si tú eres así, espero los rescates ahora mismo. Por un lado, la barra de la cocina es para cocinar, no para guardar cosas. En particular, el espacio de la barra junto a la estufa está expuesto a salpicaduras de comida y aceite, y las especias que se guardan ahí suelen quedar pegajosas por la grasa. Las hileras de botellas en esta área también dificultan mucho mantener limpia el área de la cocina y siempre estarán cubiertas de una capa de aceite. Los estantes y alacenas de la cocina suelen estar diseñados para guardar condimentos y especias, así que guárdalos donde les corresponde. Es frecuente que haya junto al horno una cajonera o alacena angosta que puedes usar.

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Decora tu armario con tus cosas favoritas

«¡No abras eso, por favor!», una frase muy común. Mis clientes suelen tener algún cajón, caja o armario que no quieren mostrarme. Todos tenemos cosas que preferiríamos no mostrar a nadie y que, sin embargo, creemos que son importantes. Algunas de las más comunes son los carteles de ídolos musicales y demás parafernalia, así como libros de pasatiempos. Los carteles suelen yacer enrollados en el fondo del armario, y los CDs en una caja. Pero esto es un desperdicio. Tu habitación al menos debería ser el lugar donde puedas buscar y disfrutar tus intereses a tus anchas. Así que, si algo te gusta, no lo escondas. Si quieres disfrutarlo pero no quieres que tus amigos u otras personas se enteren, yo tengo una solución. Transforma tu espacio de almacenamiento en tu propio espacio privado, uno que te de proporcione mucha emoción. Usa estos tesoros para decorar la pared del fondo de tu guardarropa, detrás de tu ropa o en la parte interior de la puerta.

Decora tu guardarropa con cualquier cosa, sea privada o no. Carteles, fotos, adornos, cualquier cosa. No hay límites para decorar tu espacio de almacenamiento. Nadie se quejará porque nadie lo verá. Ese espacio es tu paraíso privado, así que personalízalo al máximo.

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Quítale de inmediato el empaque y la etiqueta a la ropa nueva

Una de tantas cosas que me asombra cuando ayudo a mis clientes a organizar es la cantidad de cosas aún empacadas. Puedo entenderlo en el caso de alimentos y productos sanitarios, pero ¿por qué la gente guarda calcetines y ropa interior en la cajonera sin sacarla de su empaque? Así ocupan más espacio y es más fácil olvidarse de ellas.

A mi padre le gustaba acumular calcetines. Cada vez que iba al supermercado, compraba grises o negros para usarlos con sus trajes y los guardaba en el cajón, todavía en su empaque. Los suéteres grises era otra cosa que le gustaba tener a mano, y a menudo me los topaba en el fondo del armario en sus empaques de plástico. Siempre sentí un poco de lástima por esa ropa. Yo creía que ese hábito era exclusivo de mi padre, pero cuando empecé a visitar casas de clientes, me di cuenta de que hay mucha gente como él. Las colecciones suelen consistir en algo que el cliente usa con regularidad, y lo más común son calcetines, ropa interior y medias. Lo que todos tienen en común es que poseen más cosas de las que necesitan. Quedé sorprendida al descubrir que compran más de un mismo producto antes de abrir el anterior. Quizá empaquetados entorpecen el sentido de propiedad de la persona. Por ejemplo, el número récord de medias descubiertas en casa de un cliente fue de 82 pares. Todas empaquetadas, llenaban una caja de plástico.

Claro que, cuando compras algo, lo más fácil es guardarlo en el cajón empaquetado. Y quizá haya algo de placentero en quitarle el empaque cuando lo estrenas. Pero la única diferencia que hay entre los bienes empaquetados de tu cajón y los de la tienda es el lugar donde están guardados. La gente suele suponer que es más barato comprar cosas en bulto de oferta. Pero yo creo que es todo lo contrario. Si consideras el costo del almacenamiento, resulta igual de económico dejar esas cosas en la tienda, no en tu casa. Además, si las compras y usas conforme las necesitas, estarán más nuevas y en mejores condiciones. Por eso te exhorto a dejar de abastecerte de más. Compra sólo lo que necesites, quítales el empaque y guárdalas en su lugar. Si ya tienes una larga provisión de cosas, al menos quítales el empaque. Dejarlas así las perjudica.

El objeto que más a menudo se deja en su empaque son las medias. Cuando se lo quites, retírale también el forro interior rígido. No necesitarás eso en casa. Las medias ocuparán 25 por ciento menos espacio desempaquetadas y dobladas. Así es mucho más probable que las uses porque te será más fácil acceder a ellas. Creo que sólo cuando desempaquetas algo puedes considerarlo tuyo.

Algo parecido ocurre con la ropa que aún tiene sus etiquetas. A menudo encuentro faldas o suéteres que aún traen la etiqueta del precio o la marca. En la mayoría de los casos, el cliente ya se olvidó de su existencia y parece sorprendido de

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verlos, a pesar de que estos objetos han estado colgados a la vista en su guardarropa. Por mucho tiempo, me pregunté qué hace invisibles a esas prendas. Determinada a encontrar una explicación, observé la sección de ropa de varias tiendas de departamentos.

Después de continuar mi investigación cierto tiempo, me di cuenta de que había una diferencia notable entre la ropa en nuestro armario y la que cuelga del perchero de una tienda. Ésta tiene un aura muy distinta a la de la ropa que usamos diario. Destila cierta pulcritud y distinción, y la ropa aún con etiqueta conserva esa distinción. Así es como yo lo veo. La ropa de una tienda es un producto y la de casa es posesión personal. La ropa que aún trae su etiqueta no la has hecho tuya y por ende, no te «pertenece». Opacada por el aura de nuestra ropa «legítima», pasa más inadvertida. No es de extrañar que la ignoremos y acabemos por olvidarla mientras recorremos nuestro guardarropa.

A algunas personas les preocupa que si le quitan la etiqueta su valor se desplomará si alguna vez la llevan a la planta de reciclaje, pero eso es una contradicción. Si vas a comprar ropa, elígela con la intención de acogerla en tu casa y cuidar de ella. Cuando la compres, retírale las etiquetas de inmediato. Para que tu ropa haga su transición de producto de tienda a posesión personal, necesitas efectuar el ritual de cortarle el «cordón umbilical» que la une a la tienda.

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No subestimes el «ruido» de la información escrita

Mis alumnos avanzados suelen exigir un mayor nivel de comodidad en sus espacios cuando resolvieron problemas de poseer demasiados artículos de almacenamiento. A primera vista, las casas de algunos clientes están tan ordenadas que no parecen necesitar mi ayuda.

Una de esas clientas tenía treinta y tantos años y vivía con su esposo y su hija de seis años. No tenía problemas con desechar cosas, y durante nuestra primera lección se deshizo de 200 libros y 32 bolsas de cosas. Ella era, básicamente, un ama de casa que pasaba el tiempo cuidando su hogar, organizaba tés para otras mujeres con hijos dos veces al mes y tomaba clases de arreglo floral en casa dos veces al mes. Tenía visitas frecuentes y era bastante consciente de tener que mantener su casa ordenada para no sentirse avergonzada de recibir visitas sorpresa. Vivía en una casa de dos recámaras que combinaba el comedor con la cocina, y sus pertenencias cabían a la perfección en los armarios fijos y dos estantes de alambre que llegaban a la altura de la cabeza. Los pisos de madera estaban despejados y siempre bien pulidos. Sus amigos se preguntaban cómo podía ser más ordenada que yo, pero aún no estaba satisfecha.

«Nosotros no tenemos muchas cosas, pero de algún modo yo no me siento tranquila. Siento que aún hay un paso que dar».

Cuando visité su casa, se veía ordenada pero, tal como ella decía, algo no estaba del todo bien. Lo primero que hago en momentos así es abrir las puertas de todas las áreas de almacenamiento. Al abrir el armario principal, encontré lo que temía. Unas etiquetas que decían: «¡Grandes soluciones de almacenamiento!», pegadas en las cajoneras de plástico transparente, y unos paquetes de aromatizantes ambientales llevaban el letrero: «¡Refresca el aire al instante!», y en las cajas de cartón decía: «Naranjas Iyo». Dondequiera que mirara, las palabras saltaban por montones. Ése era el último «paso» que buscaba mi cliente. Una avalancha de información siempre que abres la puerta de un armario te hacen sentir que el cuarto es «ruidoso». Sobre todo si las palabras están en tu propia lengua, obstruyen tu línea de visión y tu cerebro las trata como información que ordenar. Esto crea una conmoción en la mente.

En el caso de mi cliente, cada vez que ella quería elegir su ropa, era asaltada por mensajes como «Naranjas Iyo» o «¡Refresca el aire al instante!», casi como si alguien se las susurrara al oído. De modo Extraño, cerrar el armario no oculta ese mar de información. Las palabras se convierten en estática que llena el aire. Con base en mi experiencia, los espacios de almacenamiento en las casas que percibo como «ruidosas», aunque parezcan muy ordenadas en la superficie, suelen estar repletas de información innecesaria. Entre más ordenada la casa y más escasos los muebles, más fuerte se siente esta información. Así que empieza por retirar los sellos de los artículos de almacenamiento. Esto es absolutamente esencial, tal como cuando retiras las etiquetas de la ropa nueva para acogerla como pertenencia personal. Arráncales el

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forro a los empaques que no quieras ver, como los de desodorantes y detergentes. Los espacios que no están a la vista también forman parte de tu casa. Al eliminar el exceso de información visual que no te inspira alegría, puedes hacer que tu espacio sea más pacífico y cómodo. La diferencia que marca esto es tan asombrosa que sería un desperdicio no intentarlo.

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Aprecia tus posesiones

Una de las tareas que dejo a mis clientes es apreciar sus posesiones. Por ejemplo, los exhorto a decir: «Gracias por darme calor todo el día», cuando cuelgan su ropa al regresar a casa. O cuando guardan sus accesorios, les sugiero que les digan: «Gracias por darme belleza». Y cuando ponen su bolsa en el armario: «Es gracias a ti que logré hacer tanto trabajo el día de hoy». Exprésale tu aprecio a cada objeto que te sirvió durante el día. Si te cuesta trabajo hacerlo diario, hazlo siempre que puedas.

Yo empecé a tratar mis cosas como si estuvieran vivas cuando estudiaba la preparatoria. Tenía mi propio teléfono celular. Aunque la pantalla aún era monocromática, me encantaba su diseño compacto y su color azul pálido. No era una usuaria adicta, pero me gustaba tanto mi teléfono que rompí las reglas de la escuela por guardarlo en el bolsillo de mi uniforme escolar todos los días. Lo sacaba ocasionalmente para admirarlo y sonreír sola. La tecnología progresó y todo el mundo adquirió celulares con pantallas de color. Y me aferré a mi modelo anacrónico lo más que pude, pero acabó por rayarse y desgastarse, y tuve que remplazarlo. Cuando conseguí el nuevo, se me ocurrió escribir un mensaje de texto para el antiguo. Era mi primer remplazo y quizá yo estaba muy sentimental. Después de pensar un momento, escribí el sencillo mensaje: «Gracias por todo» y le añadí un símbolo de corazón. Luego le di enviar. Mi viejo teléfono sonó de inmediato y revisé los mensajes. Por supuesto, se trataba del texto que acababa de enviar. «Genial. Te llegó mi mensaje. Tenía muchas ganas de agradecerte todo lo que has hecho», le dije a mi viejo teléfono. Luego, lo cerré con un chasquido.

Unos minutos después, volví a abrir mi viejo celular y me sorprendió ver que la pantalla estaba en blanco. No importaba qué botón oprimiera, la pantalla no respondía. Mi teléfono, que nunca se había averiado desde el primer día que lo tuve, había muerto tras recibir mi mensaje. Nunca volvió a funcionar. Fue como si, al darse cuenta de que hizo su trabajo, renunciara a su puesto voluntariamente. Claro que conozco personas a las que les cuesta trabajo creer que los objetos inanimados responden a las emociones humanas, y en verdad esto bien pudo haber sido una coincidencia.

Sin embargo, a menudo me entero de atletas que cuidan con cariño su equipo deportivo y lo tratan como si fuera sagrado. Creo que ellos perciben instintivamente el poder de esos objetos. Si tratáramos todas las cosas que usamos a diario —nuestra computadora, bolso, lápices o plumas— con el mismo cuidado que los atletas brindan a su equipo, podríamos incrementar considerablemente el número de «simpatizantes» confiables en nuestra vida. El acto de poseer es una parte muy natural de nuestra vida cotidiana, no algo reservado para algún partido o torneo especial.

Aunque no nos demos cuenta, nuestras posesiones de veras trabajan duro para nosotros, y desempeñan sus papeles para ayudarnos en nuestra vida. Así como a nosotros nos gusta llegar a casa y relajarnos tras una jornada laboral, nuestras cosas

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suspiran de alivio cuando regresan al lugar que les corresponde. ¿Alguna vez has pensado en lo que sería no tener un domicilio fijo? Nuestra vida sería muy incierta. Y precisamente tener un hogar al cual regresar nos permite salir a trabajar, de compras o a interactuar con los demás. Lo mismo ocurre con nuestras posesiones. Es importante darles la seguridad de que tienen un lugar al cual regresar. Tú puedes ver la diferencia. Las posesiones con un lugar propio al cual regresan para descansar están más vivas.

Cuando mis clientes ya aprendieron a tratar su ropa con respeto, siempre me dicen: «Mi ropa me dura más. Mis suéteres no se llenan tanto de pelusa y tampoco les derramo tantas cosas encima». Esto sugiere que cuidar tus cosas es la mejor manera de motivarlas para que te ayuden a ti, su dueño. Cuando tratas bien tus pertenencias, siempre te responderán. Por esta razón, de vez en cuando me doy tiempo para preguntarme si el espacio de almacenamiento apartado para ellas las hará felices. Después de todo, el almacenamiento es el acto sagrado de elegir un hogar para mis posesiones.

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