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¿Por qué no puedo tener mi casa en orden?

CAPÍTULO UNO

Nunca podrás organizar si no has aprendido cómo

Cuando le digo a la gente que mi trabajo consiste en enseñar a otros a organizar espacios, suelo toparme con caras de asombro. «¿En verdad puedes ganar dinero con eso?», es su primera pregunta. A ésta suele seguir la de: «¿La gente necesita tomar clases de organización?».

Es cierto que, aunque los instructores y escuelas ofrecen toda clase de cursos, desde los de cocina y jardinería hasta los de yoga y meditación, te costará trabajo encontrar lecciones para aprender a organizar. La suposición general es que la organización no es algo que necesite aprenderse, se adquiere por naturaleza. Las habilidades y recetas de cocina se transmiten como tradiciones familiares de la abuela a la madre y a la hija, y sin embargo, nunca se ha oído que alguien transmita los secretos familiares de organización, ni siquiera dentro de una misma familia.

Recuerda tu niñez. Estoy segura que a la mayoría de nosotros nos regañaron por no limpiar nuestra habitación, pero ¿cuántos de nuestros padres nos enseñaron conscientemente a organizar como parte de nuestra crianza? En un estudio sobre este tema, menos de 0.5 por ciento respondieron afirmativamente. «¿Usted ha estudiado formalmente cómo organizar?». Nuestros padres nos pedían que limpiáramos nuestra habitación, pero a ellos mismos nunca les enseñaron a hacerlo. Cuando de organización se trata, todos somos autodidactas.

La enseñanza de la organización no sólo se ha descuidado en casa, sino también en la escuela. Los cursos de economía doméstica que se imparten en Japón y en todo el mundo bien pueden enseñar a los niños cómo preparar hamburguesa o usar una máquina de coser para hacer un delantal, pero a diferencia de la cocina o la costura, no se dedica tiempo alguno al tema de la organización.

La comida, la ropa y la vivienda son las necesidades humanas más básicas, de modo que uno podría pensar que al lugar donde vivimos se le daría la misma importancia que a lo que comemos y nos ponemos. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades, la organización, esa tarea que mantiene nuestro hogar habitable, está completamente olvidada por la idea equivocada de que la habilidad básica de la organización se adquiere mediante la experiencia y, por lo tanto, no requiere entrenamiento.

¿Acaso las personas que han organizado durante más años que otros organizan mejor? La respuesta es «no». Veinticinco por ciento de mis estudiantes son mujeres de cincuenta y tantos años, y la mayoría han sido amas de casa durante cerca de 30 años, lo cual las convierte en veteranas de esa actividad. Pero ¿acaso ellas organizan mejor que las mujeres de veintitantos? Lo cierto es lo contrario. Muchas de ellas han pasado tantos años aplicando enfoques convencionales inservibles que su casa rebosa de objetos innecesarios y ellas se esfuerzan por mantener el desorden bajo control con métodos de almacenamiento ineficaces. ¿Cómo esperamos que ellas sepan organizar cuando nunca lo han estudiado adecuadamente?

Si tú tampoco sabes cómo organizar efectivamente, no te desanimes. Llegó la hora de aprender. Al estudiar y aplicar el método KonMari que presento en este libro, podrás romper con el círculo vicioso del desorden.

Organiza una sola vez y hazlo bien

«Yo limpio cuando me doy cuenta de lo desordenado que está mi espacio, pero al poco tiempo de terminar, aquello vuelve a ser un caos». Esta es una queja común, y la respuesta estándar que se anuncia en la sección de consejos de las revistas es: «No ordene toda su casa de un tirón. Así sólo rebotará. Hágase el hábito de hacer un poco cada vez». La primera vez que escuché ese refrán tenía cinco años. Al ser la segunda de tres hijos, me criaron con bastante libertad. Mi madre estaba muy ocupada cuidando de mi hermana recién nacida, y mi hermano, que era dos años mayor que yo, siempre estaba pegado al televisor jugando videojuegos. Por consecuencia, yo pasaba sola la mayor parte de mi tiempo en casa.

Si organizas sólo un poco cada día, nunca acabarás

¿Qué pensar de la sugerencia de hacer un poco cada día? Aunque suene convincente, no te dejes engañar. La razón de que parezca que nunca vas a acabar es, precisamente, que organizas sólo un poco cada vez.

Suele ser extremadamente difícil cambiar los hábitos de vida adquiridos a lo largo de muchos años. Si a la fecha no has podido organizarte, te será casi imposible hacerte el hábito de organizar poco a poco. La gente no cambia de hábitos si primero no cambia su manera de pensar. ¡Y eso no es fácil! Después de todo, es bastante difícil controlar lo que pensamos. Sin embargo, existe una manera para transformar drásticamente lo que pensamos sobre la organización.

El tema de la organización me llamó la atención por primera vez cuando estudiaba la secundaria. Me topé con un libro llamado The Art of Discarding (El arte de desechar) de Nagisa Ttsumi (Takarajimasha, Inc.), el cual explicaba la importancia de tirar cosas. Compré el libro cuando iba de la escuela a mi casa, pues me fascinó que tratara un tema que nunca antes había encontrado y aún recuerdo la emoción que sentí mientras lo leía en el tren. Quedé tan absorta que casi olvido bajarme en mi parada. Cuando llegué a casa, me fui directo a mi habitación con un puñado de bolsas de basura y me encerré por varias horas. Aunque mi habitación era pequeña, para cuando había terminado tenía ocho bolsas llenas de cosas (ropa que nunca usaba, libros de texto de la primaria, juguetes con los que no había jugado en años, mis colecciones de gomas y sellos). Ni siquiera me acordaba que existía la mayoría de estas cosas. Luego, me senté inmóvil en el piso una hora mientras miraba la pila de bolsas y me preguntaba para qué rayos me había molestado en guardar todo eso.

Sin embargo, lo que más me impactó fue lo distinta que se veía mi habitación. Después de unas cuantas horas, pude ver partes del piso que nunca habían estado despejadas. Mi habitación parecía haberse transformado y su atmósfera se sintió tan fresca y brillante que incluso mi mente se despejó. Me di cuenta de que la organización podía tener un impacto mucho mayor del que habría imaginado. Asombrada por la magnitud del cambio, desde aquel día cambié mi atención de la cocina y la costura -que yo consideraba la esencia de las labores domésticas-, al arte de la organización.

La organización trae resultados visibles y nunca miente. El mayor secreto del éxito es éste: si organizas todo de un tirón, y no poco a poco, podrás cambiar tu mentalidad drásticamente. Eso acarrea un cambio tan profundo que alcanzará tus emociones y afectará irresistiblemente tu manera de pensar y tus hábitos. Mis clientes no se forman gradualmente el hábito de organizar. Cada uno se libró del desorden desde que empezó con su maratón de organización. Este enfoque es la clave para evitar el rebote.
Cuando la gente vuelve al desorden sin importar cuánto haya organizado, lo que

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está mal no es su habitación ni sus pertenencias, sino su manera de pensar. Aunque al principio se hayan sentido inspirados, les cuesta trabajo seguir motivados y sus esfuerzos se desvanecen. Esto se debe a que no pueden ver los resultados ni sentir los efectos. Por eso el éxito depende de que experimentemos resultados tangibles e inmediatos. Si usas el método correcto y concentras tus esfuerzos en eliminar profunda y completamente el desorden en muy poco tiempo, verás resultados instantáneos que te motivarán a mantener tu espacio en orden a partir de ese momento. Cualquiera que experimente este proceso, no importa quién sea, se comprometerá a nunca más volver al desorden.

Busca la perfección

«No busques la perfección. Empieza lento y desecha sólo un objeto al día». Son palabras que alivian el corazón de aquellos que carecen de confianza en su capacidad para organizar o creen que no tienen tiempo para concluir la tarea adecuadamente. Yo me topé con este consejo en la época en que me devoré cada libro sobre organización publicado en Japón, y me lo tragué completo. El impulso provocado por mi epifanía sobre el poder de la organización empezó a debilitarse, y yo empecé a sentirme harta de la falta de resultados sólidos. Esas palabras parecían tener sentido. Buscar la perfección desde el principio parece algo abrumador. Además, se supone que la perfección es inalcanzable. Al tirar una cosa al día, logré deshacerme de 365 cosas para finales de año.

Convencida de que había descubierto un método muy práctico, seguí de inmediato las instrucciones del libro. Abrí mi guardarropa en la mañana y me pregunté qué tirar ese día. Vi una camisa que ya no usaba y la puse en una bolsa de basura. Antes de irme a la cama la siguiente noche, abrí el cajón de mi escritorio y descubrí un cuaderno que parecía demasiado infantil para mí. Lo puse en la bolsa. Al ver un bloc de notas en el mismo cajón, pensé: «Ya no lo necesito», pero cuando estaba por tirarlo, me detuve ante un nuevo pensamiento. «Puedo guardar eso para tirarlo mañana». Y esperé hasta la mañana siguiente para desecharlo. Al día siguiente, me olvidé de tirar cosas, así que al otro día tiré dos...

Para ser sincera, no duré ni dos semanas. No soy el tipo de personas a las que les gusta avanzar un paso a la vez. A las personas como yo, que hacemos nuestras tareas un día antes de la fecha límite, ese enfoque simplemente nos funciona. Además, tirar un objeto al día no compensaba el hecho de que, cuando voy de compras, adquiero varias cosas a la vez. Al final, mi ritmo de eliminación quedó muy superado por mi ritmo de adquisición, y enfrenté la decepción de ver que mi espacio aún estaba desordenado. Al poco tiempo, había olvidado por completo tirar un objeto cada día.

Por experiencia puedo decirte que nunca pondrás tu casa en orden si sólo la limpias a medias. Si tú tampoco eres una persona perseverante y diligente, entonces te recomiendo buscar la perfección de una sola vez. Quizá muchos van a protestar por mi uso de la palabra «perfección» e insistirán en que es una meta imposible. Pero no te preocupes. A fin de cuentas, organizar es un acto físico. El trabajo que implica puede dividirse, en términos generales, en dos tipos: decidir si tirar algo o no y decidir dónde ponerlo. Si puedes hacer estas dos cosas, alcanzarás la perfección. Los objetos pueden contarse. Sólo necesitas mirarlos, uno por uno, y decidir si lo conservas o no y dónde ponerlo. Eso es todo lo que necesitas para hacer esta tarea. No es difícil organizar perfecta y completamente si lo haces de un tirón. De hecho, cualquiera puede hacerlo. Y si quieres evitar el rebote, es la única manera de hacerlo.

Tan pronto como empieces, reajustarás tu vida

¿Alguna vez te sentiste incapaz de estudiar la noche anterior a un examen y te pusiste a limpiar como loco? Confieso que lo he hecho. En verdad, ese fue un episodio regular en mi vida. Tomaba los montones de fotocopias que cubrían mi escritorio y los echaba a la basura. Luego, incapaz de parar, recogía los libros y papeles que estaban tirados en el suelo y empezaba a acomodarlos en el librero. Por último, abría el cajón de mi escritorio y organizaba mis plumas y lápices. Antes de darme cuenta, eran las 2:30 a.m. Derrotada por el sueño, me despertaba bruscamente a las 5 a. m., y sólo entonces, llena de pánico, abría mi libro y me ponía a estudiar.

Yo creía que esta necesidad de organizar antes de un examen era una peculiaridad mía, pero después de conocer a muchos otros que hacían lo mismo, me di cuenta de que se trataba de un fenómeno común. Mucha gente siente la necesidad de limpiar cuando está bajo presión, como justo antes de presentar un examen. Pero esta urgencia no ocurre por que quieran ordenar su habitación. Ocurre porque necesitan poner en orden «algo más». En realidad, su cerebro les clama que estudien, pero cuando percibe el espacio desordenado, su atención cambia a «necesito limpiar mi habitación». Esta teoría queda demostrada por el hecho de que la necesidad de organizar rara vez continúa una vez pasada la crisis. Cuando el examen ha concluido, se disipa la pasión que la noche anterior se volcó en limpiar y la vida regresa a la normalidad. Cualquier idea relacionada con la organización se borra de la mente de la persona. Esto se debe a que el problema que enfrentaba (en este caso, la necesidad de estudiar para el examen) ha quedado «guardado en su sitio».

Esto no significa que limpiar tu habitación vaya a calmar tu mente atormentada. Aunque puede ayudarte a sentirte revitalizado temporalmente, el alivio no durará porque no has enfrentado la verdadera causa de tu ansiedad. Si te dejas engañar por el alivio temporal que te da haber organizado tu espacio físico, nunca reconocerás la necesidad de ordenar tu espacio psicológico. Distraída por la «necesidad» de organizar mi habitación, me tomó mucho tiempo analizar y concluir que mis calificaciones siempre fueron terribles.

Imagina una habitación desordenada. No se desordena sola. Tú, la persona que vive en ella, es quien hace el chiquero. Dicen que «una habitación caótica es el reflejo de una mente caótica». Yo lo veo así. Cuando una habitación se desordena, la causa no es sólo física. El caos visible nos ayuda a distraernos del verdadero origen del trastorno. En realidad, el acto de desordenar es un reflejo instintivo que distrae nuestra atención del meollo de un problema. Si no puedes sentirte relajado en un cuarto limpio y ordenado, enfrenta tu sentimiento de ansiedad. Bien podría arrojar luz sobre lo que en verdad te aqueja. Cuando tu habitación está limpia y organizada, no te queda más opción que examinar tu estado interior. Puedes ver cualquier problema que hayas evitado y te obligas a enfrentarlo. Tan pronto como empiezas a organizar, te sientes obligado a reajustar tu vida. Como resultado, tu vida empieza a cambiar. Es

por ello que la tarea de poner tu casa en orden debe hacerse rápido. Te permite enfrentar los problemas de veras importantes. La organización es sólo un instrumento, no el destino final. El verdadero objetivo debe ser que establezcas el estilo de vida que quieres cuando ya pongas tu casa en orden.

Los que almacenan son acumuladores

¿Cuál es el primer problema que viene a la mente cuando pensamos en organizar? Para muchos, la respuesta es el almacenamiento. A menudo, mis clientes quieren que les enseñe dónde poner cada cosa. Créeme, yo puedo hacerlo, pero no es el verdadero problema. La palabra «almacenamiento» esconde una trampa. Los artículos sobre cómo organizar y almacenar los productos siempre van acompañados de frases cliché que lo hacen parecer sencillo, como «organiza tu espacio en un instante» o «haz de la organización algo rápido y fácil». Tomar el camino fácil está en la naturaleza humana, y la mayoría de la gente se apresura a aceptar los métodos de almacenamiento que prometen maneras rápidas y convenientes para acabar con el desorden visible. Confieso que yo también quedé cautivada por el «mito del almacenamiento».

Como ávida lectora de revistas de decoración desde que estaba en kínder, cada vez que leía un artículo sobre cómo guardar las cosas, tenía que probar cada sugerencia de inmediato. Hice cajones con cajas de pañuelos y rompí mi alcancía para comprar fabulosos artículos de almacenamiento. Cuando estudiaba la secundaria, en mi camino de regreso a casa, solía detenerme en la tienda de materiales para construcción DIY y hojeaba revistas para conocer los últimos productos. Cuando iba en preparatoria, incluso llamé al fabricante de unos artículos muy interesantes y le insistí a la recepcionista que me contara la historia de cómo los inventaron. Muy obediente, usé esos artículos de almacenamiento para organizar mis cosas. Luego, me quedé parada admirando mi trabajo, contenta con lo conveniente que se había vuelto el mundo. Por esta experiencia, puedo declarar que, sinceramente, los métodos de almacenamiento no resuelven el problema de cómo deshacerse del desorden. Al final, sólo es una respuesta superficial.

Cuando por fin volví en mí, vi que mi habitación aún no estaba ordenada, a pesar de que estaba llena de revisteros, libreros, separadores de cajones y otras unidades de almacenamiento de toda índole. Me pregunté: «¿Por qué siento que mi habitación aún está desordenada a pesar de que me esforcé por organizarla y poner las cosas en su sitio?». Desesperanzada, miré el contenido de cada unidad de almacenamiento y tuve un destello revelador: yo no necesitaba la mayoría de las cosas que había en ellas. Aunque creí haber organizado, en realidad sólo había perdido mi tiempo guardando cosas, ocultando bajo una tapa los objetos que no necesitaba. Guardar las cosas crea la ilusión de haber resuelto el problema del desorden. Pero, tarde o temprano, todas las unidades de almacenamiento se llenan, la habitación vuelve a rebosar de cosas, surge la necesidad de métodos de almacenamiento nuevos y «fáciles», y todo esto crea una espiral negativa. Por eso, la organización debe empezar por la eliminación. Necesitamos ejercer el autocontrol y resistirnos a guardar nuestras cosas hasta que hayamos terminado de identificar lo que en verdad queremos y necesitamos conservar.

Ordena por categorías, no por ubicaciones

Mi estudio de la organización se hizo más serio cuando estaba en la secundaria y consistió, básicamente, en la práctica repetida. Cada día limpiaba un lugar: mi propia habitación, la habitación de mi hermano, la de mi hermana, el baño. Cada día planeaba qué espacio organizar, y lanzaba campañas para mí sola que parecían ventas de liquidación. «El día cinco de cada mes es "día de la sala"». «Hoy es el "día de limpiar la despensa"». «Mañana conquistaré los armarios del baño».

Conservé esa costumbre aun después de entrar a la preparatoria. Cuando volvía a casa, me iba directo al lugar que había decidido limpiar ese día sin siquiera cambiarme el uniforme. Si mi objetivo era un conjunto de cajones de plástico en el armario del baño, abría las puertas y tiraba todo lo que había en un cajón, incluso las muestras de maquillaje, jabones, cepillos de dientes y navajas. Luego lo ordenaba por categorías, lo organizaba dentro de separadores de cajas y volvía a meterlo al cajón. Por último, contemplaba en silenciosa admiración esos contenidos tan perfectamente organizados antes de pasar al siguiente cajón. Me sentaba por horas en el suelo, ordenando las cosas en el armario hasta que mi madre me llamaba a cenar.

Un día, estaba ordenando el contenido de un cajón en el armario del recibidor cuando me detuve sorprendida. «Éste debe ser el mismo armario que limpié ayer», pensé yo. No lo era, pero los objetos que había dentro eran los mismos (muestras de maquillaje, jabones, cepillos dentales y navajas). Los ordené por categorías, los puse en cajas y los volví a meter en el cajón, tal como había hecho el día anterior. Fue entonces que caí en la cuenta: organizar por ubicación es un error fatal. Me apena aceptar que tardé tres años en ver esto.

Muchas personas se sorprenden cuando oyen que ese método aparentemente viable es en realidad una trampa común. La raíz del problema está en que la gente suele guardar el mismo tipo de objetos en más de un lugar. Cuando ordenamos cada lugar por separado, no observamos que repetimos el mismo trabajo en muchos sitios y quedamos atrapados en un círculo vicioso de organización. Por ejemplo, en lugar de decidir que hoy organizarás una habitación en particular, fíjate metas como «la ropa hoy, los libros mañana». Una razón importante del fracaso de nuestros intentos de organización es que tenemos demasiadas cosas. Este exceso es causado por nuestro desconocimiento de cuántas cosas tenemos en realidad. Si guardamos las mismas cosas en varios lugares de la casa y nos ponemos a organizar cada lugar por separado, nunca podremos conocer el volumen total y, por lo tanto, nunca terminaremos. Para romper esta espiral negativa, organiza por categorías, no por lugar.

No cambies el método para ajustarlo a tu personalidad

Los libros sobre organización y limpieza suelen afirmar que la causa del desorden cambia según la persona, y que por lo tanto, debemos hallar el método que mejor se ajuste a nuestra personalidad. A primera vista, este argumento suena convincente. Uno podría pensar: «Así que por eso no puedo mantener mi espacio en orden». «El método que uso no se ajusta a mi carácter». Podemos consultar la tabla que dice qué método funciona para la gente floja, ocupada, quisquillosa o no quisquillosa y elegir el que se ajuste.

En cierto momento, yo también exploré la idea de clasificar los métodos de organización con base en el tipo de carácter. Leí libros de psicología, pregunté a mis clientes acerca de su tipo de sangre, el carácter de sus padres y cosas similares, e incluso revisé su fecha de nacimiento. Pasé más de cinco años analizando mis hallazgos en busca de un principio general que dictara el mejor método para cada tipo de personalidad. En lugar de eso descubrí que no tiene ningún caso cambiar el método para ajustarlo a tu personalidad. Cuando de organizar se trata, la mayoría de la gente es floja. También está ocupada. En cuanto a ser quisquilloso, cada quien lo es con determinadas cosas y no lo es con otras. Cuando examiné los tipos de personalidad sugeridas, me percaté de que yo encajaba en todas. Entonces, ¿qué criterio usar para clasificar las razones de la gente para ser desorganizada?

Yo tengo el hábito de clasificar todo, quizá porque pasé mucho tiempo reflexionando sobre cómo organizar. Cuando empecé a trabajar como consultora, me esforcé mucho para clasificar a mis clientes y adaptar el contenido de mis servicios de modo que se ajustara a cada tipo. Sin embargo, al reevaluar, vi que yo tenía un motivo oculto. De algún modo, imaginaba que un enfoque complejo, compuesto de métodos diferentes para personalidades diferentes, me haría ver más profesional. Después de considerarlo con cuidado, concluí que tiene mucho más sentido clasificar a las personas por sus acciones que por rasgos de personalidad generalizados.

Según este enfoque, a la gente que no puede mantenerse organizada podemos clasificarla sólo en tres tipos: el de «no puedo deshacerme de las cosas», el de «no puedo volver a poner las cosas en su sitio» y el de «la combinación de los dos anteriores». Al observar a mis clientes, me di cuenta de que 90 por ciento pertenece a la tercera categoría -«no puedo deshacerme de las cosas ni puedo volver a ponerlas en su sitio»-, mientras el 10 por ciento restante cae dentro del tipo de «no puedo volver a poner las cosas en su sitio». Aún no conozco a un «no puedo deshacerme de las cosas» en estado puro, quizá porque cualquiera que no pueda deshacerse de cosas pronto tendrá tantas que su espacio de almacenamiento se desbordará. En cuanto al 10 por ciento que sí puede desechar cosas pero no guardarlas en su sitio, cuando organizamos en serio, pronto nos parece obvio que ellos podrían desechar mucho más, pues producen al menos 30 bolsas de basura.

Lo que quiero decir es que la organización debe empezar con la eliminación de cosas sin importar el tipo de personalidad. Tan pronto como mis clientes entienden este principio, ya no necesito cambiar el contenido de lo que enseño para adaptarlo a la persona. Yo les enseño el mismo enfoque a todos. La manera en que lo transmito y en que cada cliente lo pone en práctica son distintas por naturaleza, pues cada individuo es tan único como la manera en que amuebla su casa. La organización efectiva implica sólo dos acciones esenciales: eliminar cosas y decidir dónde guardarlas. De estas dos, la eliminación va primero. Este principio no cambia. El resto depende del nivel de organización que quieras alcanzar.

Convierte la organización en un suceso especial

Yo comienzo mi curso con estas palabras: «La organización es un suceso especial. No la hagas todos los días». Esto suele provocar un momento de silencio estupefacto. Sin embargo, yo insisto: la organización debe hacerse sólo una vez. O, para ser más precisos, el trabajo de organización debe hacerse de una vez por todas en un solo momento.

Si crees que la organización es una labor interminable que debe hacerse todos los días, estás muy equivocado. Hay dos tipos de organización, la «diaria» y la del «suceso especial». La organización diaria, que consiste en usar algo y volver a ponerlo en su lugar, siempre será parte de nuestra vida en tanto necesitemos usar ropa, libros, materiales de escritura, etcétera. Pero el propósito de este libro es inspirarte para que te ocupes del «suceso especial» de poner tu casa en orden lo antes posible.

Al realizar esta tarea única e irrepetible, alcanzarás el estilo de vida al que aspiras y podrás gozar del espacio limpio y ordenado de tu elección. ¿Puedes ponerte la mano en el corazón y jurar que te sientes feliz aunque estés rodeado de tantas cosas que ni siquiera recuerdas que hay ahí? La mayoría de la gente necesita desesperadamente poner su casa en orden. Por desgracia, ellos no abordan esta tarea como un «suceso especial» y tienen que resignarse a vivir en habitaciones que más bien parecen almacenes. Pueden pasar décadas mientras tratan de mantener el orden organizando sus espacios a diario.

Créeme. Si no has realizado la tarea única e irrepetible de poner tu casa en orden, cualquier intento de organizar tu espacio a diario está condenado al fracaso. Por lo contrario, cuando ya has puesto tu casa en orden, la organización se reducirá a la sencilla labor de volver a poner las cosas en el sitio al que pertenecen. De hecho, esto se vuelve un hábito inconsciente. Yo uso la expresión «suceso especial» porque es fundamental realizar esta tarea en poco tiempo, mientras aún te sientes vigorizado y emocionado por lo que estás haciendo.

Es probable que sientas temor de que una vez que concluyas tu espacio vuelva a ser un caos. Tal vez compras demasiadas cosas y temes que vuelvan a amontonarse. Yo sé que es difícil creer en algo que no has probado, pero una vez que concluyas esta organización tan drástica, no volverás a tener dificultades para poner las cosas en el sitio al que pertenecen ni para decidir dónde guardar las nuevas. Por increíble que parezca, sólo necesitas experimentar una vez un estado de orden perfecto para ser capaz de conservarlo. Todo lo que necesitas es darte el tiempo para sentarte y examinar cada una de tus pertenencias, decidir si quieres conservarla o desecharla, y luego elegir dónde poner lo que conserves.

¿Alguna vez has pensado cosas como, «Yo, simplemente, no soy bueno para organizar», o «No tiene caso intentarlo; yo nací desordenado»? Muchas personas viven por años con este tipo de imagen negativa de sí mismas, pero tal imagen desaparece cuando experimentan un espacio propio perfectamente limpio. Este cambio tan drástico en la autopercepción, la creencia de que puedes hacer cualquier cosa si ajustas tu mente para lograrla, transforma la conducta y el estilo de vida. Es por ello que mis alumnos nunca vuelven al caos. Una vez que experimentes el poderoso impacto de un espacio perfectamente ordenado, tú tampoco volverás al caos. ¡Sí, estoy hablando de ti!

Quizá esto parezca algo demasiado difícil, pero puedo decirte con toda honestidad que es bastante sencillo. Cuando organizas, tratas con objetos. Los objetos son fáciles de desechar y cambiar de lugar. Cualquiera puede hacerlo. Tu objetivo es claro y visible. Desde el momento en que pongas todo en su lugar, habrás cruzado la línea de meta. A diferencia del trabajo, la escuela o los deportes, aquí no necesitas comparar tu desempeño con el de nadie más. Tú eres el estándar. Y lo mejor es que eso que a todo el mundo se le dificulta más (continuar) se vuelve totalmente innecesario. Sólo tienes que decidir una vez dónde poner las cosas.

Yo nunca organizo mi habitación. ¿Por qué? Pues porque ya está organizada. Sólo la ordeno una o dos veces al año, y por un máximo de una hora cada vez. Hoy me cuesta trabajo creer que haya pasado tantos días organizando sin ver resultados permanentes. Hoy me siento feliz y contenta. Tengo tiempo para experimentar la felicidad en mi espacio de tranquilidad, e incluso siento el aire fresco y limpio; tengo tiempo para sentarme y tomar té de hierbas mientras reflexiono sobre mi día. Al mirar en torno, mi vista se posa en una pintura que adoro de manera particular y que compré en el extranjero, y en un jarrón con flores frescas que está en una esquina. Aunque no es grande, el espacio en el que vivo está dotado sólo de aquellas cosas que le hablan a mi corazón. Mi estilo de vida me da alegría.

¿No te gustaría vivir de esta manera? Esto es fácil una vez que sabes cómo poner tu casa en verdadero orden.

Primero desecha

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