Capítulo 4: No me desmaterialicé esa noche: ¡sólo me derretí!

—Así fue, nene —le dijo Pire a Christian.

  Los tres estábamos apoltronados debajo de una araucaria[1], acompañados por los sonidos de la Naturaleza.

—Una sorpresa... Se apareció delante de Pichi[2], de Nahuel[3] y de Lihuel[4]... De la nada y con su pijamita... Ellos se asustaron mucho. Pensaron que el Caleuche[5] venía a buscarlos...

—Más me asusté yo —la contradije, riendo—. Primero se me quedaron mirando y, luego, se me tiraron encima, gritando frases que no entendía. Pichi fue corriendo a buscarte, pero los otros dos me aplastaron todo el cuerpo...Pesaban como plomo...  Lo raro es que, a pesar del susto, no me desaparecí.

—Es verdad, nena, te asustaron nomás —la machi largó una carcajada y nos cogió una mano a cada uno—. Pero es muy fácil de entenderlos, porque el Caleuche aparece y desaparece. Como vos.

—Pero yo no soy bruja —sonreí—. Ya me gustaría serlo.

—Un poco bruja sí que eres  —me contradijo Christian—. Hay que ver las que siempre me montas con tus amigos.

—¡Amargado! —le grité, mirándolo a los ojos.

  No debí hacerlo. Porque recordé la noche que pasamos juntos. La segunda noche que pasamos juntos, te aclaro... Nuestros cuerpos desnudos, buscándose...Sí, me convertí en reincidente... No me alcanzó con la primera condena, que ya estaba delinquiendo de nuevo. En esta ocasión no tenía ninguna excusa: era completamente culpable. Igual que Christian...

—Menos mal que se están arreglando las cosas —dijo Guille, la jornada anterior, cuando íbamos en el auto alquilado hacia el hotel.

  La dirección de destino era en la calle principal de San Carlos de Bariloche. Del resto nos despedimos en el aeropuerto. Los chicos no querían que nos siguiéramos aprovechando de tanta hospitalidad. Nos dejaron partir, reacios. Prometiendo, primero, que al día siguiente estaríamos por allí, para continuar investigando por qué había dado con mis huesos en territorio mapuche.

—Estaba harto de hacerme pajas con el pretexto de ir al baño —continuó diciendo mi amigo.

—¡Y yo! —estuvo de acuerdo Claudio—. Encima, con la puerta recostada, sin cerrarla. ¡Y eso que íbamos sin teléfonos, ya nos los había requisado! De uno en uno, decía, a ver si se creía que era el carcelero de Soto de Real[6]. Varias veces estuve a punto de darle un hostiazo y mandarlo para el otro mundo. No lo hice por ti, Piollo.

—Por mí no te cortes, amor, dáselo ahora— le contesté, mirando a Christian desde el asiento del acompañante—. ¡A mí qué me importa!

—Claro que sí, Piollopato —me contestó Claudio, riéndose de oreja a oreja—. Sabemos que no te interesa para nada. Por eso te vienes con él, para follártelo en el hotel.

—¡Coño! —gritó Christian,  mirándolo por el retrovisor—. ¡Con vosotros no se puede! Nosotros vamos a hablar como personas adultas. Que quede muy claro. Hablando se entiende la gente.

—A nosotros nos ha quedado tan claro, que ya nos imaginamos vuestra conversación. Más que claro, clarísimo —dijo Guillermo—. Sobre todo cuando te vimos aparcar el coche en la farmacia, para comprar preservativos.

—¡Callad, mariposas con palo! —grité, cuando Christian, distraído, dio un volantazo—. ¿No veis que casi lo hacéis  chocar y nos espachurramos los cuatro?

  Pero Guillermo y Claudio tenían razón, como siempre.

—Es que los brujos que van en el Caleuche pueden transformarse en algo distinto- continuó Pire, haciéndome volver de mis recuerdos—. Lo que más les gusta es volverse focas, para atraer a los incautos.

—Yo nunca he estado arriba de ese barco. Ni puedo volverme nada. Ya me gustaría transformarme en la mejor drag queen [7] del Carnaval de Palmas de Gran Canaria y así ganar el premio. Sin caerme de las plataformas, lo más difícil...

—Enseguida nos dimos cuenta de que no sos un espíritu malvado, nena —prosiguió con su relato—. La ayudé a que se desapareciera y volviera, pensando en algo triste del pasado. Algo que le diera miedo... Pero no podía abandonar la zona... Por eso todos creemos que Nguenechén quiere que se quede aquí, para hacer alguna cosa. Alguna tarea. No sería la primera vez que se aparece o manda a alguien para ayudarnos...

—¿En qué pensaste para desaparecerte? —me preguntó Christian: ¿tendría miedo de que yo considerara amenazante la primera noche que pasamos juntos?

—En el asesinato de tío Raúl. Fue horrible estar ahí en esos momentos —le contesté.

—¡No pensés en eso ahora! —se sobresaltó Pire—. No estás concentrada y te nos puedes ir, nena. Dejalo para después, cuando sigamos con las prácticas. Creo que pronto Gguenechén nos va a decir para qué estás aquí. Lo siento en mi pecho...

—¡Ojalá! —exclamé—. Estoy muy intrigada.



[1] Araucaria o pehuén, de la familia de los pinos. Para los mapuches es un árbol sagrado y bajo él se reza, con él se habla y se le confiesan los malos actos. También se le ofrecen regalos.

[2] Pequeño, en mapuche.

[3] Tigre.

[4] Vida.

[5] Barco que navega por encima y por debajo del agua. Recoge, mediante engaños, a navegantes y náufragos. Es el barco de los brujos.

[6] Prisión de Madrid.

[7] El elegido gana el premio a la mejor Reinona del Carnaval. Con ello, pretenden burlarse de la distinción simplista entre los géneros, puesto que cualquiera puede ser drag queen, incluso mujeres.

 NOTA.

  En el vínculo externo dejo el enlace a la página de Facebook de LA MAGIA DE LA IMAGINACIÓN. ¿Y? ¿Qué tal? ¿Os sigue gustando? Ya sabéis. Si queréis decirme algo haced algún comentario o en mi página de Facebook o Twitter. ¡Que paseis un día genial!


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