🫔 Epílogo

Víspera de Navidad 2023, Nuevo León


La familia Bazaldúa se encontraba sentada en la mesa, estaban terminando de cenar la carne asada que horas antes habían preparado los tres hombres de la casa. No era precisamente un platillo muy navideño, pero los cuatro integrantes de la familia podían estar de acuerdo en que lo último que deseaban cenar esa noche eran tamales.

Desde finales de noviembre y todavía hasta esa mañana, no habían parado con encargos de tamales. Habían llegado a vender en un fin de semana más de mil doscientos tamales, todo gracias a las fiestas navideñas. Gustavo estuvo trabajando a marchas forzadas todos esos días para poder sacar las entregas, incluso habían tenido que comprar un congelador exclusivamente para almacenar todo.

La factura del gas había salido algo elevada, pero se compensaba con el buen dinero que habían ganado gracias a la buena venta.

Gustavo no recordaba la última Navidad que había visto a sus padres tan felices, se sentía tan orgulloso de lo que había logrado en esos últimos seis meses. Hasta podía decirse que en su interior había habido un cambio importante en su actitud. Parecía tan lejano aquel Gustavo pesimista que se la pasaba renegando de sus problemas y lamentándose por su mala fortuna. Sin lugar a duda había tenido una evolución importante en su manera de enfrentar los problemas.

Y no solo a los problemas había enfrentado, también a una conocida mafia de antaño. Una sonrisa apareció en su rostro al recordar aquella noche en la que Franco le advirtió de la mafia tamalera y él no le había creído una sola palabra.

Algo a sus pies le llamó la atención, Rubio se encontraba mordiendo la agujeta de su tenis con desespero. Gustavo tomó un pedazo de carne de su plato y sin que sus padres se dieran cuenta lo colocó debajo de la mesa para que el perrito comiera algo rico esa noche también.

Rubio Bazaldúa, o como se leía en la plaquita de su collar Rubio B. era oficialmente parte de la familia. Su madre había terminado accediendo a quedárselo mucho antes de que llegara el plazo y es que era imposible negarse a la ternura que emanaba el animalito, siempre cariñoso y agradecido con quien lo había salvado de continuar una difícil vida en las calles.

—Bueno, bueno, ya casi es medianoche y va a ser hora de abrir los regalos. Recojan sus platos y vamos a la sala —ordenó la mujer.

Una vez que estuvieron en la sala se empezaron a repartir los regalos, Franco tomó un sobre que se encontraba entre las ramas del pino artificial y se lo pasó a su hermano.

—Toma, lo dejaron debajo de la puerta esta mañana.

Gustavo frunció el ceño y tomó el sobre, al frente solo se leía Don Tamalón. El reloj cucú de la cocina empezó a sonar cuando dieron las doce de la noche. Entonces los cuatro integrantes de la familia se fundieron en abrazos para celebrar la Navidad, posteriormente comenzaron a abrir cada uno sus regalos.

El mayor de los hermanos dejó a un lado el regalo con envoltura verde para enfocar su atención a aquel sobre, lo abrió y sacó el papel perfectamente doblado en tres partes. Era una carta donde le deseaban que pasara unas felices fiestas en compañía de su familia y le dejaban buenos deseos de prosperidad para el siguiente año, sobre todo para el negocio. También mencionaba algo sobre la renta de un local e incluía una dirección que no quedaba muy lejos de su domicilio para que se estableciera de manera formal y pudiera crecerlo aún más.

Indicaba que el primer mes de renta ya estaba pagado, cortesía de la M.T.

Se quedó pensando unos segundos y algo plateado llamó su atención dentro del sobre; era una llave. La misma llave que abría la puerta del local que mencionaban en la carta.

Un nudo se asentó en su garganta, no podía creer el giro que había dado su vida y por supuesto le parecía demasiado surrealista que le estuvieran regalando el primer mes de renta para que pusiera su local de tamales.

Desde aquella visita de Doña Panchita, los obstáculos en el negocio se habían terminado. La paz había llegado y todo había ido viento en popa. Gustavo guardó todo en el sobre y lo dejó sobre el árbol, emocionado, con una sensación de plenitud.

Se sentía infinitamente agradecido, tenía todo para ser feliz: una familia unida y completa, unos amigos que no cambiaría por nada del mundo y un negocio próspero.

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Palabras sin contar nota de autor: 759

Palabras totales de la historia: 22,983

Ahora sí es oficial, esta historia ha llegado a su fin. 

Gustavo, las Tamayo y yo les agradecemos de todo corazón habernos acompañado en este viaje que sin duda fue toda una aventura. ¡Muchas gracias!

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