Capítulo 3
Darey, como se llama el jefe del grupo, me explica que Chunclucus es el nombre de su tribu y Caimanes es como se les dice a sus guerreros. Adentrándome en esta gran comunidad, puedo ver la cantidad de gente que hay. Sus viviendas son precarias y abandonadas, se ocultan bajo un acantilado. Además, se ven hostiles, se agreden entre sí. Pareciera que intentan intimidarme, pero yo no reacciono cuando se acercan, incluso se notan decepcionados por mi inexpresión. Creo que no entienden que hay algo peor a unas millas de aquí, un ser espeluznante que, con solo aproximarse, determina si vives o mueres en un milisegundo.
A Darey los acercamientos de su comunidad le causan gracia, a mí solo me generan vergüenza ajena.
—¡Aburrida! —grita Terir, un hombre moreno del grupo.
—Si quieren intimidarme van a tener que hacer más que eso —declaro, sin expresión, cuando se aleja—. Es todo.
El rubio se ríe, luego nos quedamos a solas.
—Se nota. —Abre la carpa a la que nos aproximamos—. Espero que te guste, no es un templo ni un palacio, pero sirve.
—Está bien para mí, y... —Hago una pausa, recordando el tenebroso sitio que fue mi hogar durante años—. No era un palacio, era una prisión en el averno.
—Entonces bienvenida al paraíso.
—No te hagas el bueno. —Lo enfrento, poniendo muy cerca mi rostro del suyo—. Solo eres amable porque todavía no te dije si quiero al bebé o no.
Se mantiene en silencio y sonriente.
—¿Y lo quieres? —insiste Darey.
—Nunca te voy a responder eso, porque mi respuesta me condenaría.
Sigue de humor y no deja de observarme fijo a los ojos.
—¿Y a tu "Gran Señor" si lo quieres? —cambia de objetivo.
—¿Por qué iba a querer a esa desgracia? No es nada mío, solo es un bicho gigante que me acechó por semanas, copuló conmigo y luego me volvió a acechar, como esperando para hacerlo de nuevo.
—Bueno, entonces a él sí lo podemos atrapar —murmura, pensativo—. Dime, si te acecha mucho, ¿quiere decir que te tiene afecto?
—¿Yo qué sé lo que piensa un monstruo? —Enarco una ceja—. Quizás me ve como un juguete, es un animal después de todo.
—Opino que me mientes.
—¿Por qué haría eso?
—Por tu hijo, para no arriesgarlo, sin embargo, no te preocupes, cazaremos al monstruo luego de que des a luz, te necesito como carnada.
Lo que sospeché.
—¿Qué te hace pensar que me quedaré mucho tiempo o no intentaré irme de aquí cuando no estén mirando?
—Fácil, sabes que vendrá por ti. Tienes a su cría y eres la única hembra que sobrevivió a su ataque. Además, no olvidemos que se rumorea que tiene conciencia, es un animal pensante. No va a dejar a la única mujer que puede darle hijos. Lleva buscándote mucho tiempo como para permanecer esperando en su castillo. Nos desharemos de sus seguidores y no le quedará otra que salir. Nada puede contra esa bestia, necesitamos un plan, necesitamos una carnada y esa eres tú. ¿Qué dices?
—Que vas a tener que hacer más que palabras para que confíe en ti. Soy una mujer que fue entregada como sacrificio por su propia familia, para salvar un pueblo que ahora ya no existe, así que tu discurso no es válido para mí.
Ofrece su mano.
—Te lo prometo.
Sí, claro.
—No —dictamino.
—Te protegeré, lo juro —afianza sus palabras.
—¿Por qué? Sé que me terminarás matando. Se nota la hostilidad de tu tribu, no hay necesidad de que finjas.
Se aproxima, acercándose a mi rostro, pone su frente en la mía y me toma de ambas manos, sin dejar de observarme.
—Te volveré parte de mi tribu —habla de emparejarnos.
Me río sin humor y me alejo.
—¿Por qué el repentino interés? Me acabas de conocer. No me engañas, es patética esta actuación. No intentes coquetear conmigo, por favor.
—Se entiende que es por pura conveniencia. Eres la madre de un futuro monstruo, tienes el poder en tu vientre, todos lo quisieran. Además, eres una mujer hermosa, es como un premio doble. ¡Vamos, no soy un viejo, debo ser tu mejor opción! Mucho mejor que un ser del averno.
Bufo, cansada.
—Da igual, supongo que tiene sentido.
—¡Claro que lo tiene! —Agarra mi hombro, entonces me aproxima a él—. Un guerrero hostil es lo que necesitas para casarte y cazar a un monstruo.
Suspiro.
—Quizás.
De todas formas, tiene razón, nada me garantiza que llegue al templo, ni que me acepten en este, aun así, no concebía mi huida de la bestia de esta manera. Me imaginaba perdida en un bosque, no es la mejor imagen, sin embargo, solo confío en mí misma, así que no puedo pedir mucho. Estar a solas para mí era la mejor opción.
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