𝕺 La eternidad del invierno
La verde ciudad de la eterna primavera
terminó perdiendo su título
y dejó de retratar
las áuricas épocas.
Se transformó en la ciudad del eterno verano
y el sol diabólico
engulló la belleza.
Yo, sin embargo,
no me concibo ni en margaritas
ni en fogatas en el cielo.
Ni primavera ni verano:
yo no creo que esta metrópoli sea pradera ni infierno.
Porque es Marzo, pero yo tengo los ojos quemados
y besados por los pétalos.
Ah...
la ciudad lejana,
en ella perdidos mis sueños.
No eres soles ni flores,
no eres céfiros ni fuego.
Eres la ciudad del eterno invierno.
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