Capítulo 29
TRAVIS
Después de dejar a Maddy en el trabajo, decido ir al panteón a visitar la tumba de Elena, he comprado un ramo de margaritas y tulipanes, recordando que eran sus favoritas y como lo he hecho con anterioridad, limpio un poco su lapida, aunque está impecable. La contemplo parado con una de mis manos aferrada en las flores, de pronto mi corazón comienza a latir con gran intensidad que siento una gran opresión por dentro que se combina con un sentimiento que no sé descifrar. Me arrodillo posando una rodilla en el suelo y coloco las flores con delicadeza, segundos después no aguanto más y esa gran opresión en el pecho se combina con dolor y termino llorando.
—Lo lamento, lo lamento mucho —repito con la urgencia de que me crea—. Lo lamento...
Siempre he sido un hombre frio, el ejército me ha enseñado a mostrarme frio en las peores situaciones, sin embargo, en estos momentos no puedo controlar mis sentimientos y me rompo como no lo he hecho en mucho tiempo, me rompo por todo lo que pasó en estos últimos años, por quien fui y por quien soy, porque me rehúso a creer que la vida puede tener algo bueno para mí, me rompo por miles de cosas y pido perdón, perdón por no sentirme suficiente, sentir que todo lo que hecho bueno en esta vida no ha sido suficiente.
No sé por cuanto tiempo me quedo de esa forma, roto y vulnerable pero cuando siento la mano de alguien posarse en mi hombre me sobresalto y me pongo alerta. Papá está aquí con una expresión seria, no dice mucho, pero es claro que le duele verme de esta forma.
—Está bien, hijo. Está bien.
Menciona y hago lo que he evadido hacer desde que he vuelto a casa, lo abrazo. Es un abrazo distinto a otros, no se siente forzado, lo abrazo porque lo desee, deseo ese consuelo de padre.
Papá me abraza y me aferro a él, ocultando mi rostro entre su hombro, el dolor que siento es tan grande y presiona de una forma que me hace querer no dejar de llorar hasta vaciarme por dentro. Papá me soba la espalda con su mano a modo de consuelo, por mucho tiempo no decimos nada y prefiero que así sea, no quiero hablar, no tengo manera de hablar.
Cuando consigo calmarme, me aparto de él, papá impide que me aleje de él colocando sus manos sobre mis hombros y obligándome a mirarlo.
—Hijo, no es tu culpa. Nada ha sido tu culpa.
Sus ojos marrones observan los míos con intensidad, como si necesitara que me grabe bien sus palabras. Niego.
—Pude haberla salvado —digo con voz aun rota y me veo negando frenéticamente. Él también niega.
—Escúchame, no podemos controlar las cosas tampoco las acciones de las personas, cada quien forja su propio camino. Elena forjo el suyo y te aseguro que ella no se arrepiente de ello, ambos conocían el riesgo, sabía las consecuencias, el peligro y aun así decidió seguirlo. No te culpes de ello.
—No puedo —vuelvo a negar—. Por más que quiero no consigo hacerlo.
La culpa y yo siempre hemos sido enemigos, desde que era un niño es lo que más he sentido, me culpo de todo, de lo bueno y lo malo sin importar qué tan grande o pequeña es la situación.
—Pues tienes que hacerlo, de lo contrario no podrás vivir. Elena jamás hubiese querido verte así, ella hubiese preferido que vivas y ames y tú hubieses querido lo mismo si la situación fuera diferente.
Tiene razón. Sé que, si yo hubiera muerto en lugar de Elena, hubiese querido que ella no se culpara de mi vida, nunca se lo dije porque siempre creí que ambos volveríamos a casa o al menos que ella lo haría, en cada misión intentaba protegerla, buscaba una forma de protegerla sin importar qué, sin embargo, ese día no me pasó por la cabeza las consecuencias de aquella misión.
—No lo entiendes —insisto negando mientras los recuerdos vienen a mí. Papá sirvió al ejercito por años, sobrevivió a cada misión y consiguió jubilarse, sé que entiende el peligro, el dolor de perder a un amigo y más de lo que creo, entiende mucho, pero soy egoísta.
Ni siquiera la familia de Elena sabe cómo fue que murió, el ejército no te proporciona esa información la mayoría de las veces y yo he sido un cobarde y egoísta en jamás querer contarlo, me lo he callado por años, incluso cuando sus padres me pidieron una explicación, jamás quise dárselas, creía que los protegía al no contarles cómo fue que murió.
—Tienes que soltarla Travis, si amas a Maddy tienes que soltarla.
Que diga eso provoca de nuevo un gran dolor en mi interior.
—Tengo miedo.
Mi voz suena rota, me recuerda a esas noches en las que él solía acostarme a dormir y le confesaba que tenía miedo del monstruo que podía estar debajo de mi cama, o lo mucho que me asustaba la oscuridad cada que me quedaba solo y tenía que prenderme una pequeña linterna hasta que me quedara dormido.
No miento cuando digo que tengo miedo, por mucho que tenga un sentimiento hacía Maddy y quiera amarla, me aterra la idea de hacerlo. He perdido a muchas personas en mí vida que amar siempre ha sido una de las cosas a las que más le he temido desde que soy un niño, quizás se debe a que cuando llego a amar a alguien de verdad lo hago incondicional, le entrego todo de mí en vez de entregarme a medias, quiero con todo lo que tengo, de lo contrario, no siento que esté haciéndolo, quizás esa forma de amar no sea la correcta, quizás es tanto el vacío que he llegado a sentir con los años, el miedo de quedarme solo al final y no encontrar nunca a alguien que realmente me acepte con todos mis defectos, alguien que quiera aceptarme en mis días buenos y mis días malos, alguien que lo quiera todo como yo lo querré también.
A Elena la amé, fue la única mujer a la que creo haber amado en mucho tiempo, crecimos juntos y seguimos juntos en nuestra adultez, la quise como nunca, sin embargo, mi corazón era suyo en muchos sentidos aun cuando los dos supimos que nuestra historia había terminado.
Con Maddy, las cosas son distintas, no sé si es posible amar a alguien desde el momento en que la conoces, pero creo que fue así, fue más que una simple atracción desde el momento en que la vi en aquel bar. Incluso llego a pensar en que el destino realmente existe, en que las cosas llegan en el momento menos esperado y cambian tu vida por completo y que una persona puede hacerte sentir en poco tiempo lo que otra te puede hacer sentir en años, he estado evadiendo ese sentimiento, rehusándome a la idea de amar por miedo a salir lastimado, pero quiero creer que el amor puede ser como la guerra, hay que lanzarse a ella y arriesgar aun cuando no sabemos si terminaremos saliendo victoriosos de ella o con una bala atravesada en el corazón.
—Tengo miedo en que...
No puedo terminar de decirlo, no puedo decir que tengo miedo en que al final termine herido de nuevo.
A veces creo que lo que siento es una clase de sueño que podría terminar de la peor forma.
—Lo sé, pero Elena hubiese querido que ames, Travis. No puedes continuar aferrándote a ella o al pasado, de lo contrario, terminaras con el corazón más roto de lo que crees.
—La culpa no me deja por mucho que quiera.
Es verdad, pero creo que también es una especia de excusa mía para evadir lo que siento y protegerme.
—¿Te importaría hablar de lo que pasó?
Pregunta y por primera vez en años siento la necesidad de hacerlo, de no quedarme con ello, de contarle qué sucedió aquel día en que Elena murió, papá se queda en silencio por mucho tiempo y yo no respondo de inmediato, prefiero quedarme en silencio porque por mucho que quiera, siento un poco de miedo hablarlo. Al final termino volviendo a casa con él, esperaba que encendiera la cafetera, pero me sorprende ver que saca dos cervezas del refrigerador y las coloca sobre la mesa.
—¿Y bien?
Pregunta después de un largo tiempo, bebo un gran trago de mi botella, aferrándome al tiempo que me ofrece para no hablar mientras bebo. Mis ojos se cierran y en mi cabeza se reproducen como película los acontecimientos de aquel día.
—Estábamos en una misión. Nos dividimos en dos grupos, Elena iba en el siguiente grupo, lo sabía, cuando nos dieron ordenes de avanzar, una bomba estalló en nuestro equipo, caí al suelo y la bomba había estallado a pocos metros míos, después escuché los balazos, estábamos siendo atacados, pero seguía aturdido y no podía moverme —hago una ligera pausa, aquellos recuerdos no son mis favoritos y llegan a colarse en mí—. Recuerdo escuchar su voz gritar mi nombre, mi vista estaba un poco nublada, pero conseguí verla, aun con el uniforme, con todo el equipo sabía que era ella y ella también sabía que era yo quien estaba tirado en el suelo a pocos pasos suyos, quiso acercarse a mí, se quitó el casco con desesperación para dejarme saber que era ella y allí fue justo cuando la vi caer, vi cómo fue disparada en el pecho y su cuerpo cayó al suelo cerca del mío, creo haber gritado su nombre, quise poder tocarla pero todo se puso negro y después estaba de nuevo en el hospital de la base militar.
Busco su mirada, está puesta sobre la mía.
—Si ella no se hubiese acercado a mí, no habría muerto.
Le aseguro y por mucho que no haya sido mi culpa como tal, siento que lo es debido a eso, porque si ella se hubiese quedado en su lugar, si hubiese continuado con la misión al pie de la letra en vez de correr en mi auxilio, quizás ella estaría aquí.
—Oh Travis.
Murmura, se ha quedado sin palabras por mi confesión y dejo que sopese las cosas. Después de unos minutos, continúo.
—Escribió una carta para mí —me atrevo a decirle, la única persona que sabe sobre la carta es Brightly y la razón de ello es porque Elena le pidió que me la entregara en caso de que muriera, sin embargo, le tomó casi un año dármela de vuelta.
La mirada curiosa de papá nunca me abandona.
—¿Qué decía?
—Me pidió volver, dijo que volviera a casa.
Trago con fuerza el ligero nudo en mi garganta.
Por mucho que la sensación sea extraña, se siente bien, pues me ha hecho sacar un poco el dolor que estado sintiendo por un largo tiempo, aun cuando termino contándole a papá, hay cosas que decido reservar solo para mí.
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