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Los años, y por lo tanto, el tiempo, pasaron como una lluvia de estrellas fugaces. Ví a mi hijo crecer, a mi esposa morir, tuve tres hermosos nietos, ¿Cuántos monarcas pasaron? Poco a poco, fui el último de mis compañeros, se sentía solitario como el infierno... Pero fue entonces cuando recibí una llamada de la reina del momento, la cuál acudí lo más pronto que pude. Cuando llegué al castillo, pude observar a varios exploradores jóvenes reunidos, todos viendo a la reina, quien me habló poco después de verme.

- Necesitamos tu experiencia. El Antiguo arregló el clima una vez, necesitamos que lo haga de nuevo. Y tú eres el único que puede ayudarles a encontrarlo.

Escuchar esto me paralizó, me sentí como una persona joven de nuevo. Otra vez tuvimos una semana para prepararnos, sólo pude despedirme de lo que me quedaba de familia y organizarme mejor en ésta ocasión; no iba a subestimar nuevamente el camino al Antiguo. Los días habían pasados y salimos hacia el límite del territorio, la frontera se había expandido al punto de chocar con ése pantano oscuro, vaya que las generaciones actuales tienen las cosas más fáciles... No puedo evitar sentirme alegre por saber que no tendrán que sufrir el hecho de estar tan cerca de la muerte.

Caminamos por el gran pantano, tuve varias malas memorias que pasaron por mi mente, y no pude evitar extrañar a mis amigos...

Nuevamente, y a lo lejos, pude ver una luz surgir entre los árboles, y, a pesar de agotarme de manera increíble, fui corriendo hacia ella siendo seguido por los jóvenes exploradores quienes saltaron conmigo a la luz... Oh dioses, el campo de flores no había cambiado en lo absoluto. Levanté la mirada y busqué por el lugar, subiendo por una pequeña elevación del terreno, y entonces lo ví, con su piel azul oscura, con su cabello de tentáculos elevándose como si no tuvieran gravedad, y con su falta de cara en su cabeza volteó a verme; el tiempo no parecía tocarlo.

Me acerqué al Antiguo, tambaleándome sobre mis piernas, al mismo tiempo que sentía cómo todo se volvía pesado. Miré al Antiguo antes de caer al suelo, él se acercó a mí, sus movimientos eran divinos, y su gracia inigualable. Empecé a cerrar los ojos, lo escuché agacharse frente a mí, y lo último que pude ver fue el hueco que tenía como cara, y al objeto legendario que protegía a mi pueblo...

Pude ver... a la Luna Roja.

Fin

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