| L a n o c h e |
La luna está condenada a llorar todas las noches,
Gracias al Dios sol.
Quebrará en berrinches,
Hasta quedar blanca como el mármol.
El día de hoy se ha decidido a pasear de manera nocturna, las noches eran bellas y el aire fresco y calmante como solía disfrutarlo.
Un chico moreno amante del campo, cuidaba de plantas pequeñas, medianas, y grandes. Su lugar para apreciar el silencio de la hermosa noche era un pequeño acantilado, podía caer sin dañarse de más, por lo que estaba seguro.
Todas las noches, con el silencio y la brisa, escuchaba a los grillos cantar. Pero un día, mirando al cielo, no encontró más allá de un mísero pedazo de queso blanco entre las estrellas y un inusual llanto emanar.
Se acercó a su pequeña colina, como solía llamar, y encontró a cierto invasor en su sitio. Lloraba, lloraba sin pausas, estaba desesperado y rogaba ayuda y piedad.
- ¿¡Por qué me haces esto, Dios Sol!?, ¡¿Por qué a mí!?
Sus gritos desgarrados iban dirigidos al cielo mientras limpiaba inútilmente lágrimas que no dejaban de salir, estaba enojado, y muy triste.
- ¿Estás...bien?
Se acercó a la persona de extraños ropajes blancos, podía jurar que una luz emanaba de aquel cuerpo, al igual que de su largo pelo azul.
Estaba en una posición de "ranita", con sus piernas pegadas al suelo. Se acercó a él, ¿Quizás "ella"?, No importaba. Se acercó y le acarició la cabeza.
- ¡N-No!, ¡No lo estoy! -sollozaba- ¡Mi papá me ha mandado aquí a la Tierra y me hace llorar!
- Tu papá es muy malo.
- L-Lo es -dijo por lo bajo, mientras chirraba su nariz.
- ¿Quién eres?, Yo soy un campesino de por aquí.
- Me llamo luna y y-yo no soy de por aquí -hipaba mientras seguía limpiando sus mejillas.
El humilde muchacho se sentó a su lado, observó y escucho las palabras tan llenas de impotencia y tristeza salir de aquella pálida imágen.
- ¿Sabes, Luna?, Cuando te observo en las noches y eres un hermoso queso fresco y redondo, los grillos parecen querer decirte algo -le contó.
- ¿Qué quieren decirme? -hipeó.
- Creo que quieren cantarte, -le dijo-¿Quieres escuchar su canción conmigo?
Las lágrimas y los sollozos se relajaron, pero aún sin irse, lo dejaron acomodarse al lado de aquel joven campestre que pretendía mostrarle una tonada.
- ¿Cuando empiezan a cantar?
- Cuando miran tu belleza acercarse.
Limpió las lágrimas de sus ojos y apoyó su rostro en el hombro de queso caballero, tranquilizó sus hipeos y sollozos hasta lo más bajo que pudo aguantar.
Y ahí escucho.
Preciosas y secretas titiladas entre las hojas de los árboles se hacían resaltar, algunas fuertes, otras bajas. Pero todas igual de hermosas.
Pasaron toda la noche escuchando a esos insectos cantar, fue maravilloso, pensaba Luna.
- ¿P-Puedo escucharlas de nuevo mañana? - le preguntó.
- Claro, aquí vendré contigo de nuevo.
Los sollozos y lágrimas se fundieron con el viento tras tocar los primeros rayos de sol el gran tronco del árbol, se levantó de su lugar y se dijo.
- La luna llora hasta volverse crema.
Los meses pasaron al igual que los años, con la misma rutina que apreciar, Luna y hombre escuchaban a los grillos cantar. No era por ser mala persona, pero escuchar como con los cantos de aquellos animales Luna trataba de dejar de llorar, era reconfortante.
Las lluvias, nubes y tormentas nocturnas no impidieron sus encuentros, el campesino muchacho había conseguido algunos animalitos de "repuesto" para tan inesperadas ocasiones, como era el caso de la noche de hoy.
— *sniff*...*sniff* —sollozos se escuchaban.
El silencio del hogar y el brillo emanar de Luna eran tranquilizantes. Sus sollozos y sonidos de quejas eran ya una hermosa melodía para él, en especial cuando estos parecían querer dejar de salir.
— ¿Hasta c-cuando Dios Sol *sniff* me dejará tranquilo?
— Hasta que lo haga yo estaré aquí contigo.
Ambos se sentaron frente a la ventana de cristal, escuchando a los animalillos que ya habían comenzado a cantar. En sollozos, Luna recargó su cabeza con el hombro del hombre, él solo lo apreció.
Su cabello tan largo como un río hacia un pequeño camino hasta la puerta de salida de su hogar, brillando, un camino prohibido, pensó.
Se dieron las doce, la una, las dos...se perdió en el rostro hermoso de Luna y Luna se perdió en sus ojos rojos. Se acercaron aún más y besaron los labios contrarios en un corto y tierno tacto.
El de cabellos platinos se sonrojó demasiado, tanto que su pelo se tornó rosa, rió entre sollozos y exclamó — Creo que tengo sueño...—. Se acomodó en la madera hecho una pequeña bola blanca, mientras el moreno le acariciaba sus manos.
Pero había un detalle que el azebache notó, Luna comenzaba a tornarse de un extraño color crema, aquel que destellaba siempre que desaparecía en las mañanas.
— Pero no es de mañana —se dijo.
En un destelló Luna se fue.
Él salió del hogar confundido, y al mirar al cielo...lo vió, pues el cielo dejó de llorar y abrió paso...a una hermosa luna menguante de color rosa.
✨Fin✨
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