||0|| Cae la noche y amanece en París


Ya ha perdido la cuenta de las lunas que han pasado desde la primera vez.

Ahora se limita a vagar por las calles de París, perdido, sin hogar, solitario.

Pero prefiere seguir así. Intenta evitar por todos los medios a la gente que pasea, los policías que lo vigilan y las prostitutas que tratan de seducirlo.

Sólo hay una noche en el mes en la que su naturaleza le obliga a buscar compañía. Una mujer, un hombre, cualquiera que le parezca solitario. Las noches de luna llena, acabará con sus vidas para saciar al animal que lleva dentro.

Es 1947, sólo hace unos años que terminó la gran guerra y Dennis, a diferencia del resto del mundo, recuerda aquellos días con más tranquilidad. Entre el caos y la confusión le era más fácil distraer y atacar saliendo impune. 

Pero eso es el pasado, hoy es una de esas noches en las que deberá enfrentarse a la realidad.

Poco después de pasar por delante del ahora algo abandonado Moulin Rouge, encuentra un local. Un bar en el que lo hombres se agrupan y bellas mujeres los acompañan. Allí hay jaleo, nadie se da cuenta de cuando entra ni de cuando él y su acompañante salen.

Es rubia, con el pelo corto. Cuando se desnuda frente a él, en su mugrienta pero segura habitación, suspira, sin saber que no es necesario seducirle. En ese momento es lo único que desea. Quedan pocos minutos para el cambio. Ambos contemplan la luna llena, que ya se alza sobre los tejados de París. A ella le es indiferente su belleza, la ha visto desde muchos ángulos, en diferentes posturas, con diferentes personas y en solitario, más veces de las que puede contar. Así que, Brigitte, que es esta mujer, y Dennis, el salvaje que la acompaña, aunque tienen distintos motivos, la detestan.

Ella se tumba sobre las sábanas blancas y él se acerca con gesto impasible hasta quedar encima y taparse delicadamente con la tela. Pronto comienza la necesidad. La besa, al principio con suavidad, pero poco a poco se vuelve más brusco y la joven se queja. Ya es tarde. Dennis no parará. La cama se mueve. Golpea la pared repetidas veces. Bien podrían ser los tañidos de las campanas que anuncian su hora.

Grita. Intenta desasirse de la criatura en la que él se ha convertido.

Dientes afilados en un feroz hocico con el que le arranca parte del cuello de un mordisco, dejando caer violentamente al suelo su collar de perlas azul marino.

Al acabar, de la chica solo quedan algunos restos, su rostro ha quedado irreconocible. Dennis se ha calmado. El Sol comienza a salir y el vello de su cuerpo se recoge para volver a la normalidad, el hocico se retracta formando sus labios humanos en los que quedan restos de Brigitte y sus zarpas vuelven a ser simples manos. El lobo vuelve a ser hombre.

Sentado en el lecho, contempla lo que queda de la hermosa chica que lo acompañó toda la velada y se recoge a su lado, tapándose primero la cara porque se siente avergonzado y después se agarra con ambas manos algunos mechones de pelo, porque está desesperado. Queda en posición fetal, desnudo, como vino al mundo.

Siempre ha tenido muy claro que lo que hace no está bien, y que aunque no le quede otra merece la muerte. La carne mantiene a la bestia ocupada y evita que salga a la calle a por más. Lo sabe por experiencia, una experiencia muy dolorosa.

Se recompone e intenta convertirse de nuevo en el hombre frío y distante por el que pretende que le tomen. Guarda las perlas en una bolsa y envuelve a Brigitte en las sábanas, después la mete en una bolsa también.

Tiene la suerte de vivir en un callejón en el que nadie le ve a parte de algún borracho que no sabe ni su nombre. También tiene la suerte de que su coche sea rápido y conduce hasta una arboleda a las afueras de la ciudad para enterrar a la chica.

Si siguiese siendo humano, se habría santiguado, pero hace mucho que no cree que exista el Dios benevolente que predica la Biblia. De otro modo no habría permitido que la pobre Brigitte haya acabado con un destino tan trágico.

No la tapa demasiado, sabe que nadie pasa por allí a parte de otros animales como él, que terminarán con los restos.

Las primeras veces pedía perdón, pero cayó en la cuenta de que era inútil. No podía ni debía ser perdonado por sus víctimas.

Con esto, la noche del lobo solitario llega a su fin. Se aleja del cadáver mientras se dirige a su coche encendiendo previamente un cigarrillo. Se despide de esa rutina hasta la próxima luna llena.

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