PRÓLOGO
~PDV AMARIS~
La vida con quince años para la hija de uno de los alphas de las tres manadas más importantes del mundo era bastante odiosa.
Mi padre, el alpha de la manada Black Moon y mi madre, una semi ninfa mitad diosa, eran los gobernantes más amados de las tres manadas. A eso habría que sumarle a los tres idiotas de hermanos que tengo: Nahum, Naim y Nitai, los trillizos detestable como les había puesto porque me hacían la vida imposible.
Al ser la única hija mujer tenía toda la presión sobre mi. Mi madre me enseñaba modales que ella aprendió una vez casada porque antes de conocer a mi padre era la típica niña rica que hacía lo que le venía en gana. Además de clases ridículamente estrictas de protocolo asistía a clases de idiomas desde que tengo uso de memoria por lo que hasta ahora hablo inglés, francés, español, chino, japonés y coreano; sin contar que estoy aprendiendo tailandés y ruso.
Siempre controlaban todo lo que hacía, no me dejaban respirar, me ahogaban con preocupaciones que no me correspondían, pero gracias a los cielos que los tenía a ellos: Alain y Lowel.
Desde que fui pequeña recuerdo haberlos llamado tíos, tienen una relación muy estrecha con nuestra familia, pero un día me enteré por casualidad la historia detrás de ellos.
—La señora Lúa fue la mujer más afortunada en el mundo. —La mujer en el mercado me contaba sin saber quién era yo realmente.
—¿Por qué lo dices? —pregunté curiosa, en verdad quería saber todo lo que pudiera usar para extorsionarla por un poco de libertad.
—¿A caso no lo sabes niña? Todos en este reino, con las tres manadas incluidas lo saben. —Gracias a la luna mi disfraz había funcionado.
—Me disculpo pero estoy de paso en este reino, pero se oye una historia interesante. —Era claro que no me movería de aquí hasta no saber toda la historia.
—Se dice que la Luna cometió su primer error con ella. —La pobre mujer no daba más de su dolor de espalda así que le acerqué un banco que andaba cerca en tanto yo me senté frente a ella en el suelo del mercado.
—¿Su primer error? —Eso si que era algo nuevo, nunca había oído de que la Luna cometiera errores.
—Si, la Luna le dio a ella tres mattes y no uno como es la costumbre entre licántropos. —Su mirada estaba fija en mi, me examinaba a cada rato como si supiera quién era—. ¿Estas segura de que eres una viajera? Te encuentro cara conocida. —¡Rayos! No dejaría que me descubriera hasta el final de la historia.
—Si. ¿Qué tienen que ver los alphas de este reino? —Esa parte no me quedaba muy clara del todo.
—Los mattes fueron el rey Alain, el alpha Lowel y su actual marido, el alpha Malik. Entre los tres tuvieron que competir por su amor a pesar de haberla reclamado y marcado como propia cada uno. —Mi madre jamás me había contado esta parte de la historia.
—¿Pero cómo es eso posible si solo se puede marcar a una sola persona? ¿Cómo es posible que los tres hayan podido marcarla sin matarla? —Esto era aún más asombroso que estar estudiando esos estúpidos idiomas que no los usaría en ningún momento.
—Eso se debió a que después descubrieron que no era una humana común y corriente, sino hija de un dios y una ninfa. —Con que ellos también lo saben, por lo que veo no le esconden sus intimidades al reino—. Sin embargo, ella era quien podía elegir y es por eso que compitieron arduamente. El primero en ser liberado fue el alpha Lowel que encontró su matte dentro de su manada y finalmente eligió al alpha Malik dejando al rey Alain por varios meses e inclusos años depresivo. —No podía creer que no lo eligiera, de los tres es quién me parecía más apuesto.
—¿Y cómo fue que salió de su depre...? —Mi pregunta fue interrumpida por su voz.
—¡Te encontré! —Alain se acercaba hasta donde estábamos nosotras por lo que cubrí mi rostro aún más.
—Mi rey. —La anciana se puso de pie para hacerle una reverencia en tanto yo me escabullía del lugar.
—¿A dónde crees que vas? —Lo sabía me había pillado. Alain se acercó más hasta mi y me tomó entre sus manos para colocarme sobre su hombro como si fuera un costal de papas—. Espero que no te haya causado problemas abuela. —Le dijo como si yo fuera una persona conflictiva.
—Sabía que te encontraba cara conocida, eres la hija del alpha Malik. —Los ojos de la anciana se volvieron muy grandes.
—Gracias por contarme la historia. —La saludaba con mi mano en tanto nos alejábamos.
A Alain en verdad no le importaba que todo el mundo nos estuviera mirando, pero a mi si.
—¡Oye idiota! ¿Hasta dónde piensas cargarme? —pregunté sin más a lo que él solo me bajó tras soltar una ruidosa carcajada acaparando aún más las miradas de los demás.
—En verdad eres increíble pequeña. —Ese fue su apodo desde siempre.
—Gracias, no me lo dicen muy seguido pero ya lo se. —contesté arreglando mi ropa una vez que tuve los pies sobre la tierra.
—¿Quieres dar una vuelta con Oleic? —preguntó divertido, sabía que amaba montarlo.
—Ya sabes la respuesta. —afirmé tratando de ocultar mi emoción.
—¡Genial! Hay un lugar al que quiere llevarte y me ha estado molestado hace rato para que lo haga. Ven aquí así nadie me ve desnudo, no quiero andar rompiendo corazones. —Volvió a reírse a carcajadas, que a decir verdad, no eran para nada discretas.
Nos movimos un poco hasta llegar detrás de una casa algo vacía para que pudiera desvestirse y transformarse, en tanto yo hacia guardia para luego guardar su ropa.
Sentí su ocico dejar su suave aliento caliente sobre mi oreja. Al darme vuelta ahí estaba el imponente Oleic de dos metros de altura con su resplandeciente pelaje blanco y sus ojos celestes.
—Te extrañé pequeño. —Esa era mi forma de darle amor a pesar de saber que era mucho más grande que yo en todos los sentidos.
Oleic se recostó sobre el suelo para que pudiera subirme, una vez arriba me sostuve del pelaje de su cuello con cuidado de no hacerle daño y cuando sintió que estaba lista salió por entre medio de la gente del pueblo para abrirse paso en dirección del bosque.
No fue mucho lo que avanzamos, pero lo hicimos en una dirección en la que mis padres no me dejaban venir porque no me transformaba.
Era un llano con un pequeño lago en el centro, el agua era cristalina, tanto que se veía el reflejo de la naturaleza sobre ella como si fuera un espejo.
Dejé la ropa de Alain a un lado y tras agradecerle a Oleic la sorpresa me di vuelta para que pudiera transformarse.
—¿Y bien? ¿Te gusta? —preguntó colocándose la remera en tanto se sentaba a mi lado.
—Lo amo ¿cómo se le ocurrió que me gustaría? —En verdad estaba asombrada por la belleza del lugar, solo le faltaba un árbol de cerezos, eran mis preferidos desde que tengo uso de razón.
—Pasamos por aquí en una expedición y decidió que tenía que traerte. —Sonrió iluminando mucho más que mi vida—. Y bien, dime ¿te sirvió la historia de la abuela del mercado? —Con que sabía de lo que habíamos estado hablando.
—Fue una historia algo fantasiosa para mi gusto. —En verdad me rehusaba a creer que fuera cierta, quizás a la abuela el alzheimer la hacía crear historias que no habían pasado en la vida real.
—Para nosotros tres también fue difícil de creer y más de vivir. —Al parecer Alain seguía enamorado de mi madre.
—¿Cómo hiciste para salir de la depresión? —Estaba muy interesada en esa parte.
—Estuve mucho tiempo sin hablar con nadie, incluida Lúa, es más estuve a punto de no ir a su casamiento pero terminé asistiendo. —Algo de tristeza se veía en su mirada—. Pero cambió cuando nacieron los trillizos y Naim se apegó a mi, aunque a decir verdad mi verdadera felicidad vino cinco años después. —Él solo me observó brevemente, sonrió y volvió su mirada hacia el frente.
Ese día aprendí mucho sobre él y mis padres.
Permanecimos un rato más sentados, disfrutando del paisaje con una suave oleada que trajo consigo el perfume a cerezos que tanto amaba. A lo mejor solo fue impresión mía pero podía divisar a lo lejos un pequeño árbol de cerezos, pero en este momento estar junto a Alain me resultaba más interesante.
Quién diría que diez años después los cerezos se volverían tan importantes para mi.
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