CAPÍTULO XVII

~PDV AMARIS~

Paré un taxi en cuanto salí de la empresa y le di la dirección de la casa de mis padres, el camino no era tan lejos pero me pareció demasiado corto ya que me mantuve pensando en lo que había escuchado.

—Buenas. —saludé entrando sin tocar, sabía que faltando un kilómetro para llegar ellos ya estaban enterados de que me dirigía hacia aquí.

—Hasta que te dignas a aparecer por tu casa, se ve que te has acordado que tienes padres. —Porque no me extrañaba que mi madre estuviera haciendo toda una escena.

—Ya amor, deja de molestar a nuestra hija que de seguro tuvo sus razones para tardar en venir. Además, te recuerdo que cuando nos casamos no fuiste a casa de tus padres hasta después de un mes. —Mi padre me defendía y mi madre no daba más de la rabia que cargaba.

—En fin, solo vine porque necesito revisar la biblioteca. —dije caminando hasta el lugar que reclamaba mi atención.

—¿Te quedas a cenar? —Malik me observaba divertido.

—Sabes que no puedo negarme a su comida. —Ella me observaba desde la puerta de la cocina, era muy respetuosa del lugar que ocupaba en la casa a pesar de que se le explicó en innumerables ocasiones que ella era parte de la familia.

—Me alegro que hayas decidido quedarte a cenar. —Margarita era la mujer más dulce que había conocido sobre la faz de la tierra.

Yo solo le sonreí y me encaminé al lugar donde esperaba obtener una respuesta a todo el misterio que me estaba envolviendo últimamente.

Las puertas de la biblioteca tenían la particularidad de que estaban talladas a mano mostrando un exquisito relieve de dos lobos enfrentados y en el medio una luna llena. Al abrirla te encontrabas con una extensa sala con estanterías inmensamente altas repletas de libros de todo tipo.

Cada sección estaba divida por un color y una textura distinta en sus tapas, y eso se debía a que variaban en la época en la que habían sido impresos.

Amaba entrar aquí porque me fascinaba sentir el aroma a libro viejo, me enloquecía tomar un libro y voltear sus hojas amarillas, desgastadas por el tiempo.

En realidad no tenía mucha idea de dónde comenzar a buscar, pero algo me decía que intentara por la sección de leyendas, porque incluso en nuestro mundo las leyendas existían.

La sección de leyendas abarcaba varios siglos pero lo que amaba de esta sección era el color verde que la caracterizaba. El verde musgo, o el verde vivo en algunos casos indicaba lo antigua que podía llegar a ser una leyenda, mientras más claro el verde más cerca a nuestro siglo estaban.

No dudé más y comencé a buscar todo aquello que tuviera como referencia algo sobre árboles y bosques. Tomé todo lo que encontré y me senté en el suelo alfombrado apoyando mi cuerpo contra la estantería y di inicio a mi ardua tarea.

Por más que busqué y re busqué en cada uno de los libros no pude hallar nada sobre el maldito bosque de cerezos y eso solo logró ponerme de mal humor.

—¿Y ese mal humor a qué se debe mi pequeña? —Margarita entró para ubicarse a mi lado observando cómo estaba a punto de largar todo a la mierda.

—No encuentro por ningún lado lo que busco y ya me ha tocado los cojones que no tengo. —Me expresé como una niña de cinco años y fui regañada como una niña de esa edad, y es que ella no me dejaba pasar nada.

—Las mujeres no deben hablar de esa forma. —Golpeó suavemente mi cabeza con uno de los libros.

—Y tu no debes tratar así a uno de mis bebés. —respondí abrazando el libro con el que había sido golpeada.

—Ahora que ya estas despejada podrías contarme qué te tiene tan preocupada. —Marga se sentó justo a mi lado para acariciar mi cabeza que había puesto sobre su hombro, ella era mi refugio en la vida.

—Hace varios días vengo soñando con un bosque de cerezos y unos ojos intensos que me llaman y me obligan a ir hasta allí adentrándome en la profundidades del bosque, pero cuando me acerco todo desaparece. —Decidí mentirle diciendo que era un sueño, no quería preocuparla.

—Mmmm... —Ella analizaba cada palabra que le había dicho—. Lo que me cuentas me hizo acordar a leyendas que se transmitían en mi pueblo. —Marga no estaba del todo segura.

—Dime, ¿cuáles? —Inmediatamente me senté derecha mirándola de frente, estaba desesperada por cualquier pista que me ayudara a comprender lo que estaba sucediendo a mi alrededor.

—En mi pueblo cuando se trataba de apariciones de bosques se decía que era obra de hechiceros. —Marga se había transportado a su época de adolescente viajando entre sus recuerdos.

—¿Hechiceros? Pero si hay viviendo entre nosotros. —No estaba entendiendo absolutamente nada.

—Los hechiceros que viven entre nosotros son mestizos, estos hechiceros de los que hablo son de la primera era y nunca se los ha visto pero se decía que cada hechicero tenía una particularidad única y a través de ella se dejaba ver. —Ella me explicaba con paciencia para que mi cerebro diminuto entendiera—. Por ejemplo si un río aparecía de la nada en un lugar en donde no había vertiente se podría tratar de un hechicero con habilidades sobre el agua. Ellos manejaban los cuatro elementos básicos y solo aparecían cuando su pareja había nacido o cuando una guerra estaba por avecinarse. —Eso me dejó más que sorprendida.

—Entonces si hablamos de un bosque estamos hablando de un hechicero que maneja el elemento de la tierra ¿estoy en lo correcto? —Estaba atrapada en la historia y mi curiosidad aumentaba con cada palabra que ella me decía.

—Si de bosques estamos hablando, entonces nos referimos a un hechicero que maneja los cuatro elementos ya que para crear un bosque se necesita de todos ellos, además de que debería ser uno de los más importantes porque maneja la vida. —No cabía en mi asombro, estaba completamente absorta en la historia.

—¿Y por qué esto que me estas contando no aparece en ninguno de estos libros? —En verdad estaba enfadada.

—Quizás porque son de otro continente y porque solo fueron rumores que muy pocos conocían. —admitió acariciando de nuevo mi cabeza con delicadeza—. Ahora vamos a comer que mañana tienes que levantarte temprano para ir a la universidad. —Cuando dijo eso caí en la cuenta de que ya era muy tarde por lo que me puse de pie rápidamente y la ayudé a levantarse para ir a comer.

La cena estuvo genial, Marga había cocinado mi comida preferida.

Tras terminar de cenar un taxi me estaba esperando para llevarme a mi tan ansiada casa. Necesitaba procesar todo esto.

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