CAPÍTULO VII

~PDV AMARIS~

Cuando ese hombre pasó por mi lado el aroma al bosque se hizo presente pero preferí no darle importancia y enfocarme en Alain.

El lugar que sería mi oficina era bastante agradable, no me quejaba, sin embargo, el idiota de mi jefe había colocado un montón de papeles sobre ella que ahora tendría que aprenderme.

Cuando se marchó me senté para ojearlos un poco. Hablaban de las finanzas de la empresa, los nombres de los principales inversionistas, los acreedores antiguos, los nuevos y hasta los posibles ingresantes.

Decidí por ahora no encender la laptop ya que de seguro habría más información dentro y no me apetecía leerla ahora. Entre las hojas que mis dedos pasaban una de tras de otra, una en particular llamó mi atención.

Una foto con uno de los nuevos acreedores atrajo toda mi atención. El misterio en sus ojos claros hacía que me enfocara en ellos. Permanecí observándolo por un tiempo, abstraída en su rostro, era como si me llamara, como si me conociera.

—¿Lista para el recorrido? —Alain entró preguntándome si estaba lista para el recorrido que había prometido pero me asustó tan infernalmente que di un respingo sobre mi silla.

—Jodido imbécil me asustaste. —Contesté cerrando el libro fuertemente, no quería que pensara que me había enamorado del tipo de la foto, porque todos sabían de quién estaba enamorada realmente.

—¿Esa es la forma de hablarle a tu jefe? —Juro que no me había dado cuenta de lo idiota que era por contestarle de esa forma estando en en trabajo, tendría que modelar mis respuestas.

—¡Mierda! Tienes razón. —Volví a maldecir a lo que él soltó una carcajada bastante estruendosa—. ¿De qué te ríes? —pregunté en tanto guardaba todo lo que me había dado en mi mochila. Claramente esto tendría que seguir leyendo en casa si me quería poner al día.

—De nada, vamos así te doy un rápido recorrido y te invito la cena. —respondió evitando contestar mi pregunta. Tomó mis cosas para que lo siguiera.

—Más te valía. —Sonreí y comencé a seguirlo. No podía volverme más loca este hombre porque no se daba cuenta.

El recorrido no duró mucho ya que solo me mostró las oficinas principales y después de eso nos dirigimos a comer comida chatarra con unas latas de cerveza de por medio. A este paso estaría del tamaño de una ballena sino fuera que saqué los genes de mis padres y de que hago ejercicio.

Volvimos al mismo lugar de siempre, ese lugar en el medio del bosque que no está tan en el centro como parece. Un lugar tan calmo que solo nos oíamos nosotros.

Cuando subí a la parte de atrás me di cuenta de que sino cambiaba mi blusa la mancharía y ahí si mi vida no se escaparía de las manos de mi madre.

Alain me pasó una de sus camisetas, nada podía ser más perfecto y menos luego de que dijera que éste era nuestro lugar especial.

Como siempre yo, no midiendo mis acciones con quién me encontraba, me saqué la blusa delante de él y me cambié como si estuviera con Tayra a mi lado. Me hice un moño para que el cabello no me molestara y comencé a comer.

El mordisco a mi hamburguesa fue muy grande, estaba muerta de hambre, sin embargo, él no se movía lo que hizo que me preocupara.

—¿Qué sucede? No creo que se te haya quitado el apetito. —dije mientras terminaba de tragar el trozo que había mordido. Alain solo estaba ahí quieto sin moverse y ya me había dado miedo—. ¿Será que tienes fiebre? —Dejé la comida a un lado y limpié mi mano para acercarme hasta él.

Alain seguía sin moverse, solo me observaba sin emitir un solo sonido. Tuve que moverme bastante para quedar más o menos a su altura. Coloqué mi frente sobre la de él para sentir su temperatura, había leído que era más efectiva esa forma que la de colocar la mano sobre la frente.

No había signos de fiebre y eso me calmó, nunca lo había visto enfermo por lo que me tenía bastante preocupada.

Suspiré aliviada al corroborar que estaba bien, así que me dispuse a volver a mi lugar para seguir comiendo, la verdad es que la comida fría no era mi fuerte. En ese momento Alain movió su brazo sosteniéndome de la cintura, aferrándome a su cuerpo.

—Solo no te muevas. —rogó casi en un susurro. Tenía los ojos cerrados y mantenía nuestras frentes unidas.

—De acuerdo, pero te saldrá bastante caro. —Yo y mi estúpida bocota. La verdad es que me había puesto demasiado nerviosa. Soñé con este momento un millón de veces que nunca imaginé que se volvería real.

—Por ti lo que quieras. —Su voz era extremadamente sexy.

Sus ojos se abrieron de par en par encontrándose de lleno con los mios que no se acobardaban de su intensidad.

No decía nada con palabras pero su cuerpo hablaba por si solo. Su mano libre comenzó a acariciar mi rostro. La textura era áspera, algo que no me sorprendía, su respiración pausada y su aliento al compás no dejaban de seguir el ritmo en el que su mano jugaba con mi rostro.

—Si sigues jugando así conmigo no prometo poder contenerme. —Sus palabras resonaban profundamente en mis oídos.

Los labios de Alain estaban demasiado cerca y no pude resistirme, mis manos viajaron sin descaro hasta su rostro y comencé a moverme hasta él, acortando toda distancia que nos separara.

Cuando ya casi nada nos separaba mi teléfono empezó a sonar, decidí ignorarlo pero no dejó de sonar.

—Creo que debes de atender o tu madre se pondrá furiosa. —Alain habló bastante frustrado soltando su agarre y haciendo su cuerpo hacia atrás para volver a esa estúpida distancia que tanto nos caracterizaba.

—Si es ella en verdad voy a matarla. —advertí buscando mi mochila para sacar el celular de adentro.

—Dile al idiota de Alain que ya debería de haberte traído a casa, no es hora de que estés afuera. —La voz de mi madre al otro lado solo logró irritarme.

—Te recuerdo que ya tengo veinticinco años y ya no soy una niña. —En verdad estaba muy enojada—. Esta será la última vez que vas a llamarme para decirme a qué hora debo estar en casa. —Estaba por cortar la llamada—. E iré cuando yo quiera a casa. —Ahora si corté la llamada.

Mis padres seguían tratándome como si tuviera cinco años y se olvidaban que ya era bastante mayor. Que no me transformara no significaba que no pudiera cuidarme sola.

—¿Qué haces? —Alain me observaba rebuscar en mi mochila.

—Me voy sola, necesito calmarme por hoy. —dije sacando mis zapatillas para colocármelas.

—Es peligroso que te vayas sola de aquí. Vamos te llevo. —El solo hecho de que mencionara que era demasiado peligroso para estar sola hizo que también me enojara con él.

—Al parecer todos siguen pensando que soy una bebé. —Mis palabras salían con bronca de mis labios—. Hago lo que quiero y si me sigues olvídate de volver a verme por tu empresa. —En ese momento me importaba una mierda la pasantía.

Tomé mis cosas y bajé de ahí para emprender mi camino. No miré hacia atrás y seguí mi rumbo, no era estúpida y sabía que Alain me seguía a una distancia prudente.

El bosque de noche era igual en todas direcciones. Era obvio que me había perdido pero jamás lo admitiría en voz alta.

Caminé un poco más en la misma dirección por la que había venido pero resultó que estaba caminando malditamente en círculos.

—Amaris... —Una voz que no conocía pero que me sonaba familiar me llamaba—. Amaris... —Volvía a llamarme.

—No estoy de humor para una broma. Seas quien seas solo sal y da la maldita cara. —En este punto no me importaba que fuera un secuestrador, quería que me dejaran en paz.

—Amaris... —La voz sonaba más cerca y con ella el aroma al bosque de cerezo se hizo presente de una manera muy sutil.

Me vi envuelta en la fragancia y me hallé caminando en dirección de la voz que me llamaba. Sus ojos en medio de la oscuridad brillaban. Yo los conocía pero no recordaba de dónde.

Cuando estaba a escasos centímetros de poder descubrir todo su rostro y por fin revelar el misterio, Alain apareció de la nada envolviéndome en un abrazo.

¿Qué era lo que acababa de suceder? En este punto quería que el día terminara de una puta vez.

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