CAPÍTULO I
~PDV AMARIS~
De nada servía haber cumplido veinticinco años si los pesados de tus hermanos, que por cierto, vale aclarar que son trillizos, no te dejan tener una vida normal.
Mi padre, el gran alpha de la manada Black Moon, y mi madre, una especie entre diosa y ninfa, eran la pareja que lideraba la vida social de las manadas no sólo por ser una pareja joven y bella sino porque tanto el alpha como su luna eran sumamente amados por su pueblo.
Los trillizos, por alguna extraña razón habían creado lazos especiales con mis tíos que eran Lowell, el alpha de la manada Red Moon y Alain, el alpha de la manada White Moon y rey de todas las manadas del mundo, y eso quizás se debía a que tenían algún parecido con ellos.
Cuando íbamos a las reuniones de las manadas una vez al año, en donde se presentaban a los adolescentes que estaban próximos a tener su primera transformación, siempre llamábamos la atención culpa de los estúpidos de mis hermanos, que nada hacía parecer que tuvieran treinta sino cinco años. Todas las perras estaban al salto y eso solo provocaba gran disturbio al final ya que todas asumían que eran sus mattes.
En esas reuniones siempre circulaba la historia de cómo la luna cometió su primer error en siglos dándole la misma matte a tres alphas a la vez, claramente era la historia de mi madre, mi padre y mis tíos, pero no lo supe sino hasta que tuve quince años.
Podía entender que papá era lindo, incluso el tío Lowell tenía su encanto, pero para mi no había nadie más perfecto que mi tío Alain, desde que tengo uso de razón había algo que me llamaba hacia él.
—Estoy segura de que este año serás llamada al fogón de la presentación. —Mi madre hablaba en tanto cepillaba mi cabello negro.
—No me molesta no haberme transformado así que deja de tratar que me sienta bien, porque nunca estuve mal. Sin contar que puede haber una gran posibilidad de que no cambie ya que tu tampoco eres licántropa. —Tras decir eso me puse de pie para salir hacia el patio.
A mi madre le gustaba consolarme cepillándome el pelo y solo se lo permitía porque era peor no dejarla. Y si, con veinticinco años aún no me había transformado y en verdad no me molestaba, por el contrario me sentía especial, diferente.
La única que mencionaba el tema era mi madre todos los años cuando se hacía el fogón, por el contrario, los demás solo hacían de cuenta que no había pasado nada, pero todos sabíamos que entre las manadas circulaba el rumor de que la luna había cometido su segundo error conmigo.
—Pensé que no saldrías más bebé. —Lain me hablaba apoyado sobre el capó de su auto.
—Mi madre nuevamente. —Fue lo único que dije, él sabía a lo que me refería por lo que no era necesario que diera tantas explicaciones.
—No pasa nada bebé, para mi eso te hace especial y más deaseable. —La sonrisa lobuna se dibujó en su rostro cuando me abrazó por encima de mi hombro para atraerme hasta él pero se borró en cuanto mi codo golpeó sutilmente una de sus costillas privándolo del aire por unos breves segundos.
—Deja de hablar de eso, no eres mi tipo Lain. —hablé entrando al auto—. Vamos por Tayra. —ordené con el cinturón de seguridad puesto.
—¡A la orden mi amada! —Lain puso su mano firme sobre su cien como si estuviera realizando un saludo militar.
—Calla y maneja si no quieres morir. —amenacé con una sonrisa, nuestro trato siempre fue el mismo.
—Dice Nail que todavía necesita vivir para encontrar a nuestra matte. —Nail es su lobo interno, y era igual de arrogante que él—. Aunque yo se que nuestra matte eres tu. —Se que era sincero en sus palabras, y por más que lo había rechazado millones de veces no se daba por vencido.
El camino siguió como cuando me subí, el ego de mi amigo no se podía apagar.
—¡Bienvenida a la manada Red Moon! —dijo pasando la entrada.
Mis amigos eran de distintas manadas, Tayra de la manada Red Moon y Lain de la manada White Moon. Nos conocimos cuando tenía quince en uno de los tantos fogones a los que asistí y desde ahí nunca más pudimos separarnos.
—Tayra ¿estas en casa? —dije una vez que respondió el móvil.
—¡Hola Amaris! —Me saludó tan alegre como siempre—. Si ¿necesitas algo? —Me lo imaginé, se había olvidado.
—Si mi vida, que bajes para que podamos ir al fogón. —Ella era la única que hacía relucir mi lado tierno.
—¡Mierda! Lo había olvidado, me baño en lo que tardan en llegar y salgo. —Tayra se oía apurada lo que me causó gracia.
—Cariño mira por la ventana. —ordené y en cuanto ella corrió las cortinas la saludamos con Lain.
—¡Mierda! —Volvió a repetir—. Dame diez minutos que al menos me cambie y salgo. —Tras decir eso cortó.
—Y bien ¿cuánto te dijo que tenemos que esperarla? —Con Lain ya estábamos acostumbrados a los olvidos de nuestra pequeña, porque si, a pesar de que los tres tenemos la misma edad Tayra es la más pequeña y se comporta como tal.
—Dijo que serán diez minutos, pero te aseguro que terminarán siendo quince. —Salí del auto para apoyarme contra la puerta del copiloto y encender un cigarrillo, no es que fumara todo el tiempo, pero de vez en cuando se me apetecía uno.
—Le diré a tu padre que estas fumando. —Su voz tranquila pero con un cierto toque de diversión fue la pista suficiente para saber sobre quién se trataba.
—No te preocupes tío Lowell que él ya lo sabe. —Le ofrecí una sonrisa tras voltear a verlo y largar el humo de mis pulmones.
—Si, pero estoy seguro de que no le gusta. —No lo iba a negar.
—Lo lamento por él, pero ya soy grande. —admití dando la última calada a mi cigarro.
—De acuerdo, si no ganas la empatas... ¿Esperando por Tayra? —Ya todos sabían cómo era mi amiga.
—Correcto. —dijo Lain acercándose más hasta mi, mi amigo no soportaba que nadie se me acercara tanto o fuera tan amigable y le importaba muy poco si estaba hablando con un alpha o con un beta.
—Los veré más tarde entonces. —Y tras decir eso se marchó tranquilo con sus manos en los bolsillos.
—¿Puedes dejar de ser tan imbécil? —En cuanto Lowell se marchó me di vuelta para increpar a mi amigo.
—¿Qué? —contestó haciéndose el inocente.
—¡Ya estoy chicos! —Tayra apareció justo cuando iba a descuartizar a Lain.
—Que bi... —Me callé al verla, se había maquillado solo una parte de su cara olvidando la otra.
—¿Qué hiciste para olvidar maquillar la otra mitad? —Lain se burlaba de ella.
—Creo que tomé el celular para ver la hora y ya después no me acuerdo. —No aguantamos la risa.
—Mejor vamos, antes de que nos maten por llegar tarde... Bueno, más tarde de lo que ya estamos acostumbrados a llegar por culpa de Tayra. —Lain no paraba de reírse mientras entraba en el coche.
—Sube, yo te arreglo el maquillaje. —Le abrí la puerta trasera a mi amiga para luego entrar en el asiento del copiloto.
En el camino arreglé el maquillaje de mi amiga, menos mal que siempre había maquillaje de repuesto en el auto de Lain, él ya lo había amoldado a nuestras necesidades.
Luego de unos minutos dentro del auto por fin llegamos hasta el lugar en donde se haría el fogón. La celebración se realizaba en el centro del bosque que unía a las tres manadas.
Luego de dejar el auto nos bajamos para ir hasta la entrada en la cual una gran fila de jóvenes se dejaba ver. En esa fila estaban todos los jóvenes que estaban a punto de transformarse, un chamán sentía su aura y la de sus lobos interiores, si los sentía podía sentarse frente al fogón, sino se volvía uno más de los espectadores hasta el próximo año.
Claramente mis amigos se sentaban entre los espectadores en tanto yo era obligada por mis padres a pasar la estúpida fila.
En tanto esperaba, sin hablar con nadie, porque mi mal genio hacía que las personas no se me acercaran, una suave brisa corrió en mi dirección, y la hubiera dejado pasar desapercibida sino hubiera escuchado el susurro de mi nombre.
Me salí de la fila como hipnotizada, caminé escuchando mi nombre entre las hojas de los árboles y cuando me di cuenta me hallaba frente a un pequeño bosque de cerezos, uno que nunca antes había visto.
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