Yufina Marlon.

Escena 3:-

Habiendo crecido en número, el harem se había vuelto considerablemente bullicioso.

Lukana pensó para sí misma que el cambio, al tener tanta visita, en su monótona vida en el sótano era algo bueno.

Ni ella ni ninguna de las otras mujeres en el harem tenían celos por las otras amantes de Sateriasis. Eso fue porque les habían lavado el cerebro de esa manera. Solo Nylpho se había salvado al ser aún una niña de seis años, próximos siete en unos meses.

Sin embargo, eso no significaba que las mujeres hubieran perdido sus recuerdos. Excluyendo el hecho de que decididamente amaron a Sateriasis sin importar qué, y los cambios en sus valores para lograrlo, recordaron todo acerca de su vida desde antes de llegar al harem, y sus personalidades eran como siempre han sido.

Lukana, naturalmente, recordó toda la historia sobre cómo terminó allí, su familia, su ciudad natal, su relación con sus amigos y todo tipo de cosas. Incluyendo el hecho de que Sateriasis se había convertido en un demonio, mando a Nylpho a la comunidad del bosque, se enfrentó a Sateriasis y le había lanzado un hechizo.

En este momento, Lukana no sintió en absoluto una mota de disgusto hacia Sateriasis.

Al contrario, ahora sentía muchas dudas sobre los sentimientos de su viejo yo, preguntándose por qué había tratado de evitarlo tanto. Algo que su corazón se esmeraba en ocultar para no olvidar a su viejo amor, aquel que desapareció sin dejar rastro.

Lukana había previsto su estado actual en su sueño. En ese momento ella lo había tratado como algo repulsivo, pero ahora había llegado a pensar que había insinuado un futuro maravilloso.

Fue un pequeño inconveniente no poder salir al exterior. Pero si alguna vez quisiera algo, Sateriasis se lo daría. Comida, decoración, mobiliario y cariño.

Como disculpa por siempre estar recibiendo cosas de él, una vez Lukana le dio su propia pulsera, que llevaba en el brazo derecho. Era uno de un conjunto de brazaletes a juego que había comprado con un amigo en su ciudad natal, y le había gustado mucho, pero lo dio sin dudarlo.

Ella viviría en ese sótano por el resto de su vida junto a Nylpho. Ya no necesitaba nada de su pasado; regalar su brazalete tenía ese tipo de significado, y para Lukana era una forma de mostrar su determinación.

Pareciendo que adivinaba las emociones de Lukana, Sateriasis se había llenado de alegría en su presente, y desde entonces siempre la había usado en su persona.

En términos de valor monetario no era una pulsera muy valiosa. Por todos los derechos, no era el tipo de cosa que llevaría un noble del estado como Sateriasis. Eso era un poco lamentable para Lukana, pero, por otro lado, la hacía sentir como si se hubiera vuelto un poco más especial para Sateriasis que las otras mujeres, y, en privado, estaba contenta. Ella no tenía envidia de ninguna de ellas, pero después de todo había un poco de espíritu competitivo.

Pero Lukana ahora tenía tres preocupaciones.

La primera fue sobre su sueño profético.

Lukana sabía lo que ocurriría en el futuro. Lo había visto en un sueño.

Lo que había visto, era a Sateriasis, se derrumbó y fue apuñalado en el pecho con un cuchillo.

Ella no había podido distinguir claramente la cara de su agresor, pero probablemente era un hombre.

«Y eso señalará el fin de Lord Venomania, y la vida que llevamos con él».

Solo había un método para evitar eso.

«Si pudiera detenerse aquí…»

Pero no había nada que Lukana pudiera hacer al respecto.

Ella no podía ir contra Sateriasis. Tal cosa había sido incrustada en su mente.

Si continuaba en el camino que tenía ahora, entonces Lukana no podría hacer nada más que guardar silencio al respecto.

Habiendo escuchado que una de las mujeres del harem, Mirigan, era adivina por oficio y que además afirmaba ser la discípula de la hechicera que la había salvado hacía mucho tiempo, Lukana consideró consultar con ella sobre su sueño profético.

Pero cuando habló con Mirigan, comprendió que lo de que era la discípula de esa hechicera y que era una adivina que podía ver el futuro, no eran más que simples comentarios.

Su verdadera ocupación fue el de «estafadora».

Lukana renunció a consultar con ella.

Su segunda preocupación era con respecto a la nueva miembro del harem, Gumina Glassred.

Era una mujer que poseía una mentalidad aristocrática típica. Incluyendo a Lukana, todas las mujeres hasta este punto eran plebeyas, y por esa razón no era raro que estallaran pequeñas luchas con respecto a sus enfrentamientos en los valores personales.

Las personas como Lukana tenían el tipo de adaptabilidad para mantenerse al día con Gumina, y se llevaba bien con ella.

Pero había mujeres que no podían hacer eso en absoluto. Mirigan y Lolan eran dos de esas mujeres. Mikulia despreciaba especialmente a Gumina por cualquier razón.

Desde que Gumina había entrado en el harem, Sateriasis la había convertido en su única compañera por un corto tiempo. No era raro que estuvieran encerrados en una habitación juntos durante días.

Desde entonces, Mikulia había llegado a estar descaradamente de mal humor.

Lukana pensó que estaba molesta porque Sateriasis ya no la tendría como pareja, debido a su personalidad infantil.

Después de un tiempo, Sateriasis terminó saliendo mucho más a menudo que antes.

Según lo que había oído, algo le había sucedido a Marquis Glassred, que había estado cuidando el gobierno en lugar de Sateriasis, por lo que Sateriasis terminó quedándose estancado con el reinado de Asmodean, que él había estado improvisando hasta ahora.

Aun así, Sateriasis mostró su rostro en el harem todos los días sin falta. Acabó por dejar de comprometerse solo con Gumina, y amaría a todas las mujeres por igual, como en el pasado.

Pero eso no mejoró en la relación de Mikulia y Gumina. Mikulia fingiría ignorarla completamente, y por parte de Gumina, no era del tipo de involucrarse activamente con otras personas, por lo que con un aire que sugería que no estaba preocupada por el comportamiento de Mikulia, no dio indicios de que se encontraría con ella a mitad de camino.

Tal vez algo había pasado entre ellas sin que Lukana lo supiera. Pero aunque ella les preguntó a ambas acerca de eso, ninguna de las dos contestó.

Tal vez fue solo por que habría problemas con tanta gente reunida en un solo lugar.

«Pero entonces… estoy segura de que Lord Venomania estaría feliz de que todas nos lleváramos bien»

Ella intentaría hablar con las dos una vez más. Desde el punto de vista de Lukana, tenían personalidades opuestas, pero a veces eso podría ayudar inesperadamente a dos personas a entenderse.

Primero, Lukana llegó a la habitación de Gumina, que estaba cerca de la suya.

— ¿…?

«Oigo algo. ¿Es eso… el sonido de un violín?»

La melodía que abundaba en armonías se clavó en los oídos de Lukana desde el otro lado de la puerta.

Lukana golpeó dos veces la puerta, con un poco de fuerza. Cuando lo hizo, el sonido del violín se detuvo abruptamente.

— … Adelante.

Una vez que ella confirmó que había escuchado su permiso desde adentro, Lukana abrió la puerta y entró a la habitación.

Acostada frente a Gumina, se hayaba Nylpho durmiendo profundamente. La melodía suave del violín la había arrullado hasta dormirla.

— Lo siento, no quiero molestar.

— No, esta bien. Solo estaba tocando porque tenía algo de tiempo libre y porque Nylpho tenía problemas de sueño.

— Oh, entiendo eso, su horario de sueño se a distorsionado desde que llegamos aquí.

— Entiendo, así que decidí tocarle una Nana que mi madre y mi tía me enseñaron, cayó rendida.

— Eres muy hábil con violín. Estoy tan celosa, yo no puedo hacer nada de eso.

Para la antigua Lukana, los artículos de clase alta como los violines habían estado completamente fuera de su alcance. Ahora podía obtener lo que quisiera de Sateriasis, pero como carecía de la habilidad para tocar instrumentos, no servia de mucho.

— Como esperaría de una hija noble como tú. ¿Has tomado estudios en muchas otras cosas?

— Sí. Yo… también estudié pintura…

Dicho esto, se volvió hacia una pared de la habitación.

Colgando había un solo retrato.

— ¡¿...?! ¡¿E-Ese es...?!

— ...

Gumina solo asintió, viendo a la menor que se quejaba en sueños.

— Y también la causa de que Nylpho viniera conmigo, quería ver la pintura.

.....

Lukana salió del cuarto cargando a Nylpho, ella era su tercera preocupación.

Últimamente la a visto en la entrada del sótano, todos los días, viendo cómo Sateriasis entraba y salía varias veces, cerrando la puerta de nueva cuenta, teniendo el acceso al mundo exterior, mientras ellas de mantenían en el frío sótano sin poder salir.

Eso era algo que a Nylpho le desagradaba, eso causaba varias peleas entre ella y Sateriasis, pero Lukana no intervenía, sabía que Sateriasis jamás dañaría a una niña tan pequeña como Nylpho.

A parte que últimamente a notado heridas en su brazo, como cortadas hechas por algo filoso. Lo sospechoso era que coincidía cuando IR visitaba el cuarto de la pequeña cada primer inicio de la semana, si no le fallaba, IR vendría en dos días más.

Nylpho jamás había sido una niña berrinchuda desde que tenía memoria, Cherubim jamás la crio de esa manera que recordara, siempre fue una crianza amable con ella y unos leves castigos, los golpes jamás estuvieron en ese régimen de crianza.

La recostó en la cama suavemente, mientras miraba su rostro, un rostro que le recordaba demasiado al príncipe mayor de Beelzenia, un rostro que Cherubim había deseado jamás volver a ver en toda su vida y la causa de sus pesadillas.

«Ojala pudiera hacer algo por ella», pensó, mientras acariciaba su cabello al verla removerse inquieta.

— N-No te vayas... No otra vez... N-No... Mamá... No me dejes sola...—palabras que salían de su boca, estaba teniendo una pesadilla horrible, pesadillas que se hacían más comunes permaneciendo en el harem todos los días.

La arropó y salió, miro el último cuarto, el que tenía rejas, se acercó a este y lo abrió con sumo cuidado, mirando a su alrededor buscando algo, hayo una caja algo desgastada y saco una ropa infantil desgastada, pero podía arreglarse. Tomándola, salió mientras veía a Mikulia, quien se hayaba jugando en un rincón con pequeñas muñecas de porcelana.

Tomo sus tijeras una vez en su cuarto, tomando hilo y pedazos de tela nueva, comenzando a arreglar ese envejecido conjunto de ropa de niño, al tiempo que veía una pequeña gorra ahí; «Todo por ti, Nylpho... Cherubim, en dónde sea que estes, cuidala, por favor», murmuró en su corazón, el cuál, de forma agradable, dió un latido, volviendo a su deber.

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