1-. Lukana Octo.
Escena 1:-
Deambuló por la ciudad, con los ojos nublados, con los dobladillos de sus ropas desgastados. Su andar era inestable, tan frágil que parecía que podía salir volando en cualquier momento.
La gente se escabullía torpemente cuando el miserable desgraciado de aquel hombre pasaba al lado.
Hoy era el comienzo del año, el día del festival de Año Nuevo. Todos estaban vestidos con sus mejores ropas, mucho más aseados de lo normal, e intercambiaban saludos con sonrisas alegres. Fue por esa razón que la apariencia desastrada del hombre sobresalía de manera tan extraña, y el aire a su alrededor parecía estar casi teñido de oscuridad.
Pero todos se limitaban a observarlo desde la distancia: no había nadie que le reprochara, ni intentara ahuyentarlo de la bulliciosa calle principal de Lasaland. No había nadie que pudiera hacer eso.
Porque todos sabían que él era el señor de la región de Asmodean, el Duque Sateriasis Venomania.
«Así que, después de todo, ha perdido la cabeza».
«Supongo que era inevitable habiendo pasado por un evento tan terrible».
«Pobre hombre…».
Sin mostrar si escuchó tales susurros por parte de quienes lo rodeaban o no, Sateriasis continuó caminando por el centro de la calle con el mismo andar enfermizo. Nadie sabía adónde estaba tratando de ir. Quizás no lo sabía ni él mismo.
Eventualmente, su cuerpo se lanzó hacia delante, y cayó boca abajo, en el camino de piedra.
Escuchó un pequeño “¡eek!” de algún lugar. Pero nadie se apresuró hacia él, ni trató de ayudarlo. Estaba claro que se encontraba en un estado anormal, pero no había nadie entre las gentes del pueblo cerca de él en ese momento que poseyera la habilidad para enfrentarlo de inmediato.
–Salvo por una, eso es.
—¿¡Estás bien!?
Una sola mujer salió corriendo de entre la multitud de personas que rodeaban al caído Sateriasis, mientras jalaba a una pequeña que cargaba algunas cosas y veía al hombre.. Ella colocó su mano en su espalda y luego lo puso boca arriba, tratando de levantarlo en sus brazos, la pequeña saco una cantimplora de agua y le dió de beber al hombre, algo torpe que lo termino mojando toda la rota ropa.
En ese paso, finalmente, las personas circundantes también fueron impulsadas a la acción. Varios hombres fueron a ayudar a la mujer y a la niña, y juntos lograron levantar el cuerpo de Sateriasis.
—Vamos a llevarlo allí por ahora. La tienda pertenece a un conocido —dijo la mujer tomando la mano de la pequeña, señalando. La dirección que indicó era el edificio más cercano a donde estaban, una sastrería.
Como se les fue dicho, los hombres llevaron a Sateriasis adentro.
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