22
Esa noche, Venu lloró en silencio largo tiempo, hasta que se durmió del cansancio. Cerrar el capítulo de la muerte de su mamá y separarse de su enamorado en el mismo día fue demasiado para él. Su familia no le dijo nada, principalmente porque no sabían qué podría consolarlo. También estaban tristes por él, y solamente podían esperar a que se calmara para tratar de ayudarlo a sobrellevar estos cinco años de espera.
Pero, la mañana siguiente, Hermi se despertó porque el timbre de llamada de un celular no paraba de sonar. Era del celular de Guadalupe, quien se lo había dejado a Venu, ya que no podía llevarlo consigo. Sin embargo, Venu no lo respondía, estaba dormido tal vez, o sin ganas de contestar.
Hermi tomó el teléfono y se levantó de la cama, contestando cuando estaba en la sala. No supo cómo no se desmayó de la impresión, pero en cuanto colgó, corrió a buscar a su padre y lo despertó apresuradamente: —¡Papá, levántate rápido!
—¿Por qué? —preguntó él, un poco desorientado todavía.
—Tenemos que salir, te explico en el camino.
Unas horas después, ambos regresaron a la casa, y explicaron la situación a los desconcertados abuelos.
Al saber la noticia, y dispuestos a cualquier cosa por Venu, estuvieron de acuerdo con las intenciones de Hermi. Así que se dirigieron a buscar de nuevo al señor Rojo, ya que requerían de la eficiencia de sus influencias.
Venu realmente estaba mal de ánimo. No se había podido levantar desde el día del final del proceso penal, y apenas había podido comer un poco de lo que le llevaban. Aunque por un lado temía no sobrevivir cinco años, aún no se sentía listo para afrontar el mundo. Así que cuando, quién sabe qué día después, su gemelo entró a la habitación y lo jaló para arrastrarlo fuera de la cama, no quiso ni siquiera quejarse. Pero Hermi lo instó a reaccionar: —¡Rápido, ponte presentable! Si quieres te ayudo, pero no puedes quedarte así.
Con dificultad, Venu se puso de pie y preguntó: —¿Cuál es la prisa?
—¡Tú no te quejes, sólo ven! — respondió el otro, llevándolo hasta el baño.
Viendo que no tenía otra opción, Venu se dejó llevar. Enseguida, Hermi lo ayudó a ducharse y vestirse. Luego, lo agarró por el brazo y lo jaló hacia la salita, donde se encontraba el resto de su familia y también el señor Rojo, pero Venu sólo reaccionó cuando vio a Guadalupe.
Asombrado por su presencia, Venu preguntó a su hermano: —¿En verdad me despertaste?
Hermi se rió y contestó: —Sí, estás despierto.
Guadalupe se dio cuenta de la presencia de los hermanos, y se acercó a ellos. Como ya había saludado antes a Hermi, sólo se dirigió al otro muchacho: —Venu, me dejaron libre.
Si el día del juicio su actitud era de tranquilidad, esta vez realmente se notaba que estaba feliz.
Venu lo vió varias veces de arriba abajo, tratando de convencerse que realmente estaba allí. Guadalupe lo abrazó tiernamente y preguntó: —¿Qué pasa, estás bien?
Entonces Venu lo jaló y lo besó con todas sus fuerzas, de modo que, aunque hubiera querido, no se habría podido zafar. Pero ninguno de los dos pensaba volver a soltar al otro.
La abuelita se rió y dijo: —¿No vas a saludar o qué, diablito?
Venu rió, un poco avergonzado, y saludó al señor Rojo, quien le respondió con una sonrisa pequeña, antes de seguir hablando con los abuelos.
Hermi se aclaró la garganta y dijo: —Bueno, ¿no vas a preguntar cómo le hicimos para rescatar a Guadalupe?
—Más tarde, déjame disfrutar el momento —contestó Venu.
Pero como ustedes, lectores, sí lo quieren saber, les explicaré:
Unos meses antes, Venu había sugerido a Guadalupe que participara en el concurso del Premio nacional de arte popular, como recordarán. El alfarero no había dicho nada, pero de hecho, saber que el chico que le gustaba creía que tenía el suficiente talento para eso, decidió intentarlo. No se esperaba ganar uno de los primeros lugares, pero, por si acaso recibía alguna recompensa, decidió colocar como titular de la obra a Venu. Sin embargo, sí logró un premio. Eso era lo que querían notificar en la llamada que recibió, y que Hermi había contestado.
Así que Hermi, al enterarse, se apresuró a informar a su papá, y ya que el premio no estaba a nombre de Guadalupe sino de Venu, Hermi se hizo pasar por él para cobrarlo, y después, al saber de esto, todos estuvieron de acuerdo en usar el dinero para pagar la fianza y liberar al joven.
Otra vez con la ayuda del señor Rojo, lograron que el proceso fuera lo más rápido posible, y así es como llegaban a este punto de la historia.
Estas últimas semanas habían sido demasiado movidas, así que el recuperar un ritmo tranquilo de vida fue bastante agradable.
Guadalupe y Venu se veían muy felices, así que el resto de la familia también lo estaba. Sin embargo, Hermi tenía curiosidad por saber más sobre la supuesta Mictlahuilli, y le preguntó al alfarero sobre este tema.
—No hay mucho qué decir. Mictlahuilli es una ciudad donde se cree que hay más personas con poderes, como nosotros. Aunque con todo lo que pasó, ya no quiero saber de ella —contestó Guadalupe —. Pensé qué si existía, era como una forma de recuperar a mi familia. Pero ahora, ya no tengo que buscar.
o ¿no?
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