El paquete misterioso
Me encontraba cansada, había terminado con mis estudios y me dirigía a mi habitación. Estaba a punto de sacar mis llaves cuando un paquete captó mi atención en dirección a la puerta. Recogí el paquete adentrándome a la habitación y lo dejé sobre mi escritorio.
Aun llena de cansancio, tenía curiosidad por el paquete que había sido dejado al pie de mi puerta. Me preguntaba si se habían equivocado de dirección y si era de mala educación abrirlo, ya que no poseía una dirección o una tarjeta que pudiera identificarlo, además de estar envuelto completamente en negro.
Me decidí a examinar el paquete y desenvolverlo con sumo cuidado, dentro se encontraba un pequeño joyero metálico que a pesar de no poseer cerradura era imposible abrirlo. «Deberá tener un mecanismo que no le permite a cualquiera abrirlo».
Opté por esperar a la mañana siguiente para averiguar algo sobre el joyero, había tenido un día largo y ansiaba descansar lo suficiente para reponer mi energía.
Desperté con mis pensamientos sobre el joyero, algo me instaba a abrirlo aun sin saber cómo podía hacerlo, lo tomé de mi escritorio y me detuve a inspeccionarlo con más detenimiento pero no encontré ningún indicio de cómo se podría abrir. «Y si no es para mí, ¿a quién le enviarían este tipo de paquete?».
«Ábrelo», sentí cómo si una voz me siguiera instando a abrirlo; probé con algo que me parecía completamente irracional, pero lo intenté, cerré mis ojos y pose mis manos sobre el joyero.
—Ábrete —pronuncié.
Abrí mis ojos al instante en que sentí una fuerza que provocó balancearme hacia atrás, y de un sobresalto pude contemplar la luz proveniente del joyero que casi me ciega. Cuando la luz se desvaneció, pude observar lo que se encontraba en el interior del joyero, se trataba de una cadena plateada que poseía una piedra parecida a una turmalina, era un collar; lo que me dejó aun más confundida.
Sostuve el collar con asombro porque por lo visto no poseía broche, lo que me pareció ya por sí una situación bastante extraña, después de examinarlo lo dirigí a mi cuello y la cadena se rompió rodeándolo hasta volver a unirse, en este punto ya me encontraba asustada, intenté quitarlo pero no lo logré.
«¿Qué significa esto?», intenté sosegar mi miedo y me dispuse a controlar mi ansiedad. «Usa la llave», escuché la misma voz que me había instado a abrir el joyero, lo que confirmó que esa voz no provenía de mis pensamientos, «¿quién eres?, ¿eres quién me dio este paquete?», sentí que caía en la locura al hablar con una voz en mi mente. «Sí y no estás loca, por ahora no puedo decirte quién soy, pero sí puedo decirte que es importante que conserves la llave que te envié, te pertenece». «¿La llave?, ¿es el collar?», «sí, resguárdate».
«¿Qué me resguarde?, ¿de qué?», no entendí a qué se refería aquella voz tan parecida a la mía hasta que logré escuchar voces provenientes de fuera.
—Debe estar aquí, está es la ubicación correcta. —Escuché una voz masculina detrás de varios susurros de otras personas.
Escuché golpes violentos a la puerta de mi habitación en un intento fallido de abrirla porque la había cerrado desde dentro, aunque estaba segura de que la puerta no soportaría durante mucho tiempo, «¿será que mis vecinos no han escuchado los golpes ya?, ¿no han llamado a la policía? ¿Qué voy a hacer?, mi teléfono no sirve y no tengo un lugar en dónde esconderme o por dónde salir, mi habitación es tan pequeña que ni siquiera tengo un armario y en mi baño no hay salida». Con desesperación me aferré al collar y deseé estar en otro lugar, desaparecer. Los ruidos cesaron, abrí mis ojos lentamente para darme cuenta de que ya no me encontraba en mi habitación, sino en un lugar completamente desconocido para mí; todo, absolutamente todo, las paredes e incluso el infinito techo era de cristal.
No estaba segura si el lugar en dónde me encontraba era seguro, parecía un lugar solitario; recorrí lo más que pude del lugar que supuse podría ser un palacio, en busca de alguna persona u forma de vida pero mi búsqueda fue un fracaso porque no logré encontrar ni un solo ser vivo, el lugar al que me trajo el collar, o la llave, era inmenso y seguramente tardaría bastante tiempo en encontrar una salida o averiguar cómo regresar a un lugar conocido, no podría regresar a mi apartamento pero sí tal vez a mi casa.
Pasos nítidos sobre el cristal interrumpieron mis pensamientos y mi incertidumbre creció.
—Ariela. —La voz casi me da un sobresalto, se encuentra cerca de mí, me giro y me percato de que es un hombre bastante mayor usando una capucha.
—Ariela, mi pequeña niña, estás aquí. —El señor se acerca a mí hasta darme un efusivo abrazo que me sorprende completamente.
—Disculpe, lo siento, no sé cómo llegué aquí; yo no soy la persona que busca, mi nombre es Iris. —Intentó decir de la manera más cuidadosa.
—No puede ser, claro que eres mi pequeña Ariela, de otra manera no podrías tener la llave. —Se separa de mí para observarme, en específico al collar que traigo conmigo.
—Sí, pero no es mía.
—Por supuesto que lo es, sólo tú la puedes usar, además te pareces tanto a tu madre.
—¿Mi madre?
—Sí, sé que es tarde para decirlo habiendo pasado tantos años, siendo ya tan viejo, pero yo soy tu abuelo.
—Pero yo conocí a mi abuelo, y mis abuelos ya están muertos.
—Sí, pero yo soy el padre de tu madre biológica.
—¿Mi madre?, ¿en dónde está?, ¿por qué no me dejó a su lado? —Recordar el tiempo en el que mis papás me dijeron que era adoptada y ansiar buscar a mis otros padres es un poco doloroso porque lastimé a mis papás.
—Tranquila, tu madre ya murió, poco después de que tú naciste. —Su semblante deja ver un atisbo de tristeza y recuerdo el hecho de que debe ser más doloroso que un padre pierda a su hija a que una hija a su madre.
—Lo siento mucho.
—No debes sentirlo, fue algo natural; en este momento lo que realmente es importante es que me acompañes.
—¿A dónde?, ¿qué es este lugar?
—Por el momento debes acompañarme sino nos encontrarán, después te explicaré todo, hay otra persona a la que debes conocer.
—De acuerdo. —Seguí a la persona que decía ser mi abuelo aunque no podía estar del todo segura, pero no tenía otra opción más viable y algo me decía que debía confiar en él.
Caminamos por algunos minutos y nos topamos con una pared, mi abuelo sacó una llave de cristal que parecía tener otra turmalina en la parte superior, no entendí para que usaría esa llave hasta que la introdujo en la pared ocasionado que se formara una cerradura, dando paso a una habitación, a la cual entramos y posteriormente se volvió a formar la pared para no dejar ningún vestigio.
—¿Cómo es que sucedió eso?
—Eso es sólo un truco, tú también podrías hacerlo.
—¿Ahora sí me puede explicar cómo llegué aquí?
—En un momento, cuando estemos todos reunidos.
—¿Todos?
—Sí, pronto lo entenderás.
—¿Abuelo ya has llegado? —Una joven se acercó a nosotros saliendo de lo que parecía ser otra habitación, al avanzar pude ver claramente que era mi vivo retrato, su parecido conmigo me dejo impactada, su cabello aunque era más claro que el mío no impedía que pudiera observar sus facciones y ojos color zafiro como los míos.
—Sí, Meir, ya ha llegado a salvo.
—Gracias a Dios. —Los ojos de la joven se mostraban acuosos con sólo mirarme y con semblante melancólico.
—¿Quién eres? —inquirí en tono dubitativo, no esperaba encontrarme con alguien extremadamente parecido a mí.
—Yo soy quien te guie aquí —respondió con una cálida sonrisa.
—¿Así que eras quién me hablaba? —Reaccioné al recordar la voz tan parecida a la mía que se dirigía a mi mente.
—Así es, lamento asustarte, pero era la única manera en que podía comunicarme contigo.
—¿Por qué eres tan parecida a mí? ¿en dónde estoy? —Mi mente quería explotar con demasiadas preguntas que nadie me respondía.
—Ten un poco de calma, sé que te encuentras confundida y te responderé a cada una de tus preguntas, así que no te angusties. Primero que nada, creo que me debo explicar adecuadamente; mi nombre es Meir y era la protectora de la llave que tú posees, me parezco a ti porque yo soy tu hermana, soy tu gemela.
—¿Mi hermana? —Su voz tan apacible parecía convertir todo lo que decía en algo menos inverosímil.
—Sí, soy tu hermana, al parecer nuestro abuelo te rescató cuando la mayoría creía que habías muerto, y así es cómo llegaste con otra familia.
Nunca pensé en tener una hermana, pero ahora que sabía que la tenía no tenía idea alguna de cómo resultaría todo, ni de si podría regresar a mí casa o esperaban que permaneciera con ellos.
—Descuida, puedes regresar si quieres pero antes necesitamos tu ayuda.
—¿Mi ayuda?, ¿en qué?
—Te explicaré, me dieron la llave que le pertenecía a mamá cuando todos creyeron que estabas muerta, pero la verdadera portadora eres tú; así que la llave nunca funcionó en su totalidad conmigo por lo que nunca pude usarla, y por eso me nombraron la protectora porque era la única descendiente que creían quedaba de la anterior guardiana de la puerta. Pero todo se complicó cuando descubrieron que todavía te encontrabas viva y por eso el sector de la oscuridad planeó buscarte para matarte y que la puerta nunca se pueda abrir.
—¿Qué puerta?, ¿por eso me estaban buscando?
—Sí, por eso debemos apresurarnos; la puerta es la fuente de la energía, es la fuente de nuestra luz. Lo que quiero decir es que planean oprimirnos aún más, planean esclavizar todo nuestro mundo para permanecer en penumbras y que reine la oscuridad.
—Realmente no entiendo.
—Nuestro mundo, no el mundo en el que vivías, el sector de Kehe quiere sumir en la oscuridad a Or, este lugar; quieren liberar a los monstruos, nos invadirán y sucederán cosas horribles, quiero proteger a nuestros hermanos, por favor ayúdanos. —Pude observar la mirada suplicante de Meir.
—¿Eso quiere decir que no estoy en la Tierra?, ¿cómo se supone que puedo ayudarlos?
—Sí, pero no te alteres, puedes regresar; yo te guiaré hacia dónde está la puerta, sólo tienes que utilizar la llave con tu energía.
—¿Con mi energía?
—Sí, te lo mostraré cuando lleguemos a la puerta.
—Yo las acompañaré, yo tengo una llave y así será mucho más fácil.
—Gracias abuelo, pero recuerda tener cuidado —mencionó Meir.
—Ustedes son las que deberían tener cuidado.
Mi abuelo sacó la misma llave que había visto para que desapareciera la pared y poder salir de la habitación, mi abuelo y Meir me condujeron por vestíbulos extensos atravesando habitaciones y corredores secretos con lo que supuse era la llave maestra de mi abuelo. Fueron largos minutos los que yo sentí porque el palacio era inmenso, hasta llegar a la bóveda principal, en la que Meir me indicó se encontraba la puerta, que a diferencia de las demás puertas que habíamos atravesado, ésta era completamente de metal, dorada, sin ningún rastro de cristal.
Avanzamos hasta encontrarnos frente a la puerta, estaba dispuesta a seguir las indicaciones de Meir, pero ruidos estruendosos se escucharon detrás de nosotros destruyendo la puerta oculta que nos protegía del exterior.
—Ya no pueden hacer nada, la oscuridad ya ha sido liberada —rugió una voz que no podría ser en absoluto humana.
—Oh no, Ariela, Iris, hazlo por favor, abre la puerta.
—Pero no sé cómo usar esta llave.
—Utiliza tu energía, ¡ah! —Meir era arrastrada por seres sin forma y en unos instantes nos hundíamos en penumbras, a excepción de la puerta que me brindaba la visibilidad que necesitaba.
—Meir. —Mi abuelo intentaba ir en su rescate.
—¡Meir! —Grité, la situación me aterraba.
—¡Hazlo, sólo hazlo!
Las palabras de Meir me brindaron el impulso para intentarlo. Cerré mis ojos para concentrarme como lo hice con el joyero y como cuando llegué aquí, llevé mis manos a la turmalina y en una súplica la pedí a la puerta que se abriera. La luz me impactó aun con los ojos cerrados, la fuerza fue demasiado grande pero esta vez no me hizo caer. Al abrir mis ojos, ya no había rastro de oscuridad ni de seres fusionándose con ésta, sólo pude ver seres llenos de luz parecidos a ángeles con alas etéreas.
—Gracias por liberarnos —pronunciaron las voces en coro.
—De ahora en adelante nosotros nos encargaremos de protegerlos.
—¿Son los guardianes de Or? —Era la voz de Meir, gracias a eso pude ver que se encontraba bien y mi abuelo también.
—Así es, gracias a ustedes.
—Ariela, muchas gracias. —Meir se abalanzó sobre mí. —Gracias hermana.
—Meir.
—Ah, cierto, debes regresar. —Meir se apartó de mí con lágrimas en los ojos.
—Me agradó mucho conocerlos.
—Ariela, mi pequeña, nos gustaría volver a verte.
—¿Los puedo volver a ver?
—Por supuesto, puedes usar la llave que tienes, es nuestro regalo —mencionó una de las guardianas.
—¿Qué es lo que tengo que hacer?
—Lo único que necesitas hacer es usar tu energía como lo has hecho, debes pensar en el lugar al que deseas ir —continuó la guardiana.
—Los volveré a ver, Meir, abuelo.
Tal como lo había hecho, llevé mis manos hacia la turmalina y deseé regresar a mi habitación, un destello de luz me hizo regresar; no había ninguna anomalía, todo permanecía en su lugar, tal como lo había dejado antes de irme. Regresaría a ver a mi familia en Or, aún tenía varias preguntas en mi mente y solo ellos podrían resolverlas, pero por ahora deseaba descansar de todos los sucesos extraños por lo que había pasado.
Meir: Nombre de origen hebreo, significa luz.
Ariela: Nombre de origen hebreo, significa pequeño león de Dios.
Kehe, en hebreo כהה; significa oscuro, oscuridad.
Or, en hebreo אוֹר, pronunciado como Ore; significa luz.
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