La llamarás hermana
Su padre y ella siempre estuvieron en desacuerdo.
O era su ropa o eran sus gustos o era su manera de actuar.
Nunca sintió que realmente fuese la hija que él esperaba.
Y tal vez eso estaba bien. Tenía otros dos hermanos (un chico y una chica) que eran su adoración. Tal vez él simplemente no tenía suficiente espacio en su corazón para tres niños.
Y eso estaba bien, realmente bien, después de todo, ella tenía a su madre.
Su madre era de ella. Solo de ella. Era la persona que la comprendía y la ayudaba. Quien le explicaba el mundo de forma suave y quien le defendió en sus momentos de necesidad. Quien le defendió de su padre.
Y durante mucho tiempo lo único que necesito fue a esa mujer que la ayudó a amar y a amarse de una manera que el mundo no le había explicado que fuese posible.
Pero la vida no es eterna. Ella cumplió dieciséis en pleno invierno y cuando este se fue, se llevó en su estela la lluvia, la humedad y a su madre.
Ahora tiene veinticinco años y vive feliz.
Desde los dieciocho que no tiene contacto ni con su padre ni con sus hermanos.
Desde los dieciocho que la única familia que tiene son sus amigos, Noelia y el recuerdo de su madre.
Y si a veces llora por la noche recordando el rostro enrojecido en ira de su padre gritándole que era una aberración. Bueno, eso es entre ella y la almohada.
Y sí, tal vez aún existían noches en que miraba el nombre Damian grabado en una manta y se preguntaba porque la vida no había sido más fácil. Pero con el pasar de los años eran cada vez menos.
El final de año llegó sin aviso. Navidad había sido un parpadeo de sonrisas y momentos con sus amigos. Instantáneas rodeadas de las personas mas importantes en su mundo actual.
De sus amigos y de Noelia.
Noelia.
¿Que hubiese sido de su vida sin ella?
La conocio cuando se fue de casa. En ese momento donde siente que su vida se caía a pedazos, donde su identidad se veía en duda, donde el nombre Emma parecía cada día más pesado.
Noelia fue quien la levantó en cada una de sus caídas.
Ella fue su hermana, su amiga, su compañera. Y luego... luego fue el amor de su vida.
Ahora se encontraba en el dormitorio del departamento que compartía con Noelia. En la sala todos ajustaban los últimos detalles para la noche de año nuevo y ella llevaba una hora sentada al borde de la cama observando su celular.
Y el único mensaje que se leía en este:
Llámame.
Gabriel
Ni un hola, ni un ¿como estas? simplemente un llámame.
Era muy de Gabriel él simplemente dar órdenes. El creer que el mundo estaba siempre dispuesto para aceptar sus peticiones.
El problema, el GRAN problema, es que realmente tenía deseos de llamarlo. Hace siete años aproximadamente que no sabía nada de sus hermanos, menos de su hermano mayor. Ni siquiera sabía cómo había conseguido su actual número.
Respiro ondo, observo la única fotografía que conservaba de su madre, el vestido que Noelia le había elegido para esa noche y marcó el número.
bip... bip... bip...
Estaba a punto de cortar cuando la llamada fue contestada.
Ninguno de los dos habló por un momento, pero luego escucho la grave voz de su hermano.
−¿Demian?
Respiro entrecortado intentando evitar que las lágrimas cayeran.
−Mi nombre es Emma. −su voz fue pequeña, frágil.
La linea se quedo unos segundos más en silencio. −Lo se... lo se... Dios, yo... me prometi que haria esto bien, lo siento. ¿Puedo empezar de nuevo?
Ella no entendía −Sí...
−Emma. Hola Emma.
Ella ahogó el jadeo sorprendido. Era primera vez que Gabriel la llamaba por su nombre.
−Hola... Gabriel.
La llamada fue tan incómoda como se esperaba. Contuvo lágrimas. Contuvo disculpas.
Contuvo el dolor de dos almas que siempre quisieron estar juntas pero jamás supieron cómo.
Contuvo una historia...
−Entonces mi hija, mi niña comenzó a hacerse daño. Ella comenzó a lastimarse porque su padre no era capaz de entenderla. Porque me estaba comportando igual que nuestro padre y no fui capaz de amarla tal como era. −Su hermano tomó un momento para reunir sus ideas. Emma se había sentado en el suelo, en el espacio entre la cama y la pared. La única luz actual era la que entraba por la ventana. −Dios Emma, como fui tan ciego. Te perdi como hermano, te perdi como hermana y ahora casi pierdo a mi propia hija por mi propia estupidez.
−No se que quieres que te diga Gab.
Su voz era ronca. Ambos habían llorado.
−Solo quiero... Dios no se ni siquiera lo que quiero. Puedes solo, puedes venir esta noche. ¿Podemos pasar esta noche en familia?
Emma miró la pared con lo ojos perdidos. −Voy a pasar año nuevo con mi novia.
−¿Tienes novia? −La voz calmada no logró disimular la sorpresa.
−Si...
−¿Entonces, tu no...?
Emma lo pensó. ¿Sería tan malo intentar recuperar algo de su familia? Pensó en Noelia en la sala. En su madre que siempre quiso que sus hijos estuviesen unidos. En su padre que había muerto sin que se pudieran reconciliar. Y en la sobrina que sentía que el mundo la ahogaba y nadie la entendía.
Pensó en ella misma como Emma. También en ella como Demian.
−No esta noche. Pero tal vez mañana. Podemos ir a tomar el café.
Año nuevo era para nuevos comienzos.
−Eso me encantaría... hermanita.
Año nuevo era para nuevas oportunidades.
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