Capítulo 5
Salí corriendo del edificio escuchando como a mis espaldas mis amigos gritaban mi nombre para que volviera.
Frené en secó, cayendo de rodillas derrotada al ver lo que tenía delante. Me cubrí la boca con la mano.
Una de las secciones, cuidada, de limpios muros y paredes detalladas, ahora ardía en llamas. Los soportes se caían, partes de la sala estaban derrumbadas y ardiendo. Era surrealista lo que estaba viendo. Una sección tan bella y que considerábamos segura estaba convirtiéndose simplemente en cenizas.
Unos guardias sacaron un cuerpo a rastras de entre el desastre mientras que los demás trataban de apagar el incendio antes de que se expandiera.
Me acerqué rápido al cuerpo y reconocí a la chica. Era una de las representantes. La representante de la sección 4, Lucifer.
Esa expresión serena que tanto la caracterizaba había desaparecido completamente, reemplazada por una de terror. Sus ojos estaban abiertos, a simple vista de forma "natural" pero había podido ver en sus ojos terror. Aparté la mirada al ver que sus ojos ya no tenían brillo... y no se movía. Estaba muerta.
El guardia que la trajo se fue a avisar de que había muerto a causa del incendio.
Pero a mí había algo que no me encajaba, Lucifer era una chica fuerte y la líder de su sección, es decir, que estaba entrenada para estos casos. Me agaché con precaución, aunque tenía unas ganas enormes de llorar. Cogí su mano notándola demasiado fría para haber estado rodeada de fuego. Cerré los ojos y me concentré.
Al principio, solo notaba emociones.
Alegría, confusión, miedo... terror.
Y luego... imágenes.
Veía la sección 4, estaban en la zona de descanso, hablando tranquilamente como siempre. Al intentar levantarme, me di cuenta de que no controlaba mis movimientos. Sentía que estaba feliz, cómoda.
De repente, me giré hacia la izquierda inconscientemente y vi un espejo. Y ahí lo entendí.
No era yo, estaba en el cuerpo de Lucifer, estaba viendo sus recuerdos.
Las mismas voces, esa diabólica entonación que había oído la última vez.
De repente se empezaron a romper las ventanas, los cristales. Se veían sombras aparecer y desaparecer. Aunque lo intentaras solo se podían ver borrones. Pude escuchar pasos descontrolados y gritos de los demás, quienes empezaron a desaparecer, uno por uno.
Las sombras se fueron desvaneciendo poco a poco hasta dejar la habitación completamente sola, pero con un ambiente tenso y un silencio horrible.
Al final solo quedó Lucifer.
Una de las sombras se posicionó frente a ella. Era una persona a la que no se le podía ver el rostro ya que estaba encapuchada. Lucifer cayó de rodillas mientras su vista se volvía borrosa y trataba de respirar.
Podía sentir su sufrimiento, su desesperación. Yo también sentía ese dolor, estaba sufriendo.
Cuando la sombra llegó a donde estaba, acercó una mano a su rostro sin llegar a tocarlo.
—La sociedad se ha dividido. Es hora de que los fuertes se alcen y los débiles mueran. Eres el primer sacrificio de la causa, pero no serás el último.
—La sangre pide sangre —susurró una voz espeluznante, no pude reconocer de dónde venía.
Lucifer cayó convulsionando, no podía respirar. De repente, el encapuchado levantó la cabeza y pude ver, con la luz tenue del fuego de alrededor, que su mirada tenía una gota de satisfacción, como si hubiera conseguido lo que buscaba.
—Te estábamos esperando, Roma. Tu destino está trazado —trataba de enfocar su cara pero no era capaz. Lucifer se estaba muriendo—. Ten mucho cuidado, todo tiene un precio. No confíes en aquellos en los que crees que puedes confiar, no habrá paz mientras no haya sangre.
Y todo se volvió negro.
Solté su mano mientras cogía una gran bocanada de aire. Me derrumbé en el suelo sintiendo como el oxígeno volvía a mis pulmones. Estaba tan concentrada en eso que por un momento me olvidé de lo que ocurría a mi alrededor.
El sonido de la alarma de incendios me hizo reaccionar, levantándome al instante.
El fuego seguía extendiéndose, los guardias apagaban ciertos puntos pero era como si luego volviesen a aparecer.
Vi a mis amigos y me acerqué a ellos corriendo.
—¿Dónde estabas, Roma? —Venecia estaba alterado—. Te dije que te quedaras con nosotros, ¿por qué te resulta tan difícil obedecer?
—Porque yo no te obedezco a ti —le dije rápido.
—Este no es el momento —nos interrumpió Chicago—. Hay que ayudar, ¡ya! Nos dividimos, Venecia conmigo.
Salieron corriendo hacia el fuego.
—Vale, Arizona, llévate a Miami con la sección 1, allí estaréis seguros —Arizona asintió y se llevó a Miami—. Viena, vamos.
Empezamos a correr hacia las llamas.
—Espero que tengas un buen plan —dijo corriendo detrás mio.
—Mi plan es rezar porque tu habilidad nos sirva ahora —le agarré del brazo y corrimos más rápido.
Cuando ya estábamos frente a las llamas miré a Viena, expectante. No sabía exactamente cuál era su habilidad, por eso lo miraba como si pudiera hacer un milagro.
—Pirotecnia, Roma —me dijo, ofendido. Yo le miré sin entender nada—. Controlar el puñetero fuego.
Me dio la espalda para agacharse y poner las manos en el suelo. Yo todavía estaba asimilando lo que me había dicho.
El suelo empezó a temblar bajo nosotros y las llamas se acercaron a una velocidad sorprendente hacia donde estaba Viena.
—Viena —me alteré.
Los ojos de Viena cambiaron de color a un naranja rojizo y las llamas avanzarón hacia nosotros cada vez más rápido.
—¡Viena! —grité.
Cuando pensé que las llamas me consumirían, estas cambiaron su rumbo rápidamente hacia las manos de Viena, que las consumieron en apenas segundos, hasta que todas desaparecieron. Viena se derrumbó en el suelo, agotado.
—Cojonudo —miré asombrada como ya no había ninguna llama.
La gente solía infravalorar a Viena, no le creían capaz de hacer nada lo suficientemente fuerte. Le veían débil, cuando era justo lo contrario. Había sobrevivido a que metamorfosearan su ADN con un elemento, el fuego, era... asombroso.
La madera del techo empezó a crujir. Viena parecía cansado y sus ojos cambiaron a su azul normal.
—Tenemos que irnos —pasé su brazo por encima de mis hombros para ayudarle a correr—. Como no corramos se nos caerán más de 90 kilos de madera encima.
Salimos justo en el momento en el que el edificio empezó a derrumbarse.
Cuando todo acabó, Viena y yo caímos al suelo agotados por el esfuerzo.
—Buen trabajo, inefables.
Miré hacia arriba encontrándome con la seria mirada de Júpiter.
—Gracias. —dije con dificultad.
Júpiter nos tendió la mano a ambos para que nos pusiéramos en pie.
—Impacta, ¿no creéis? —dijo sin mirarnos—. Una sección que había aguantado tormentas, huracanes y toda clase de desastres, ha quedado reducida a cenizas —suspiró—. ¿Cuánto tardarán las nuestras en acabar igual?
Estábamos los tres de pie, mirando lo poco que había quedado del incendio.
—¿Semanas? —Viena nos miró dudoso.
—Días —los dos se giraron hacia mí a la vez—. Tardarán días.
—¡Hey! —Chicago y Venecia se acercaron corriendo, traían detrás a Arizona. Supuse que dejó a Miami con la sección 1 y luego vino a ayudar—. ¿Vosotros habéis apagado el fuego? —Chicago nos examinó a cada uno.
Miré a Viena interrogante, él lo entendió y asintió.
—Ha sido Viena —ambos, Chicago y Venecia, me miraron sorprendidos—. Es una joya —miré a Viena y le guiñé un ojo.
—¿Y tú qué haces aquí? —Venecia miró mal a Júpiter.
—No eres el único que ha tratado de evitar este desastre, he ayudado, lo he hecho por el bien de mi sección —lo miró serio, sin ningún ápice de miedo. Cosa que era extraña, ya que Venecia imponía mucho y los de otras secciones lo miraban como cachorros perdidos, pero él no, él era diferente.
—¿Qué pinta aquí la sección 5? —Venecia le fulminó con la mirada.
—Lo mismo que la vuestra —respondió Júpiter cortante. Realmente este chico quería morir.
Chicago me agarró del brazo y me arrastró lejos de allí, con Arizona siguiéndonos por detrás.
—¿Un incendio aquí?, es imposible —Chicago nos miró expectante.
—Ya... bueno, las cosas están cambiando, además, no creo que esto haya sido un accidente —Arizona me miró—. Te vi con el cadáver de Lucifer, ¿sabes algo de todo esto?
Las miré mientras pensaba qué decir.
—Se los llevaron, a todos... —ambas compartieron una mirada, confusas—. A todos menos a ella —señalé el cadáver de Lucifer, el cual seguía en el suelo, en algún momento lo habían tapado con una manta blanca—. Por alguna razón conseguí meterme en sus recuerdos, todos iban desapareciendo, se los llevaban unos encapuchados, pero a ella... —negué sin entender nada—. a ella no se la llevaron, ella empezó a convulsionar y una sombra se acercó y dijo que la sociedad se había dividido, que los débiles morirán y los fuertes se alzarán.
—Eso... no tiene sentido —susurró Chicago.
—No habrá paz hasta que no haya sangre —dije, más para mi misma que para ellas.
Ambas me miraron sorprendidas.
—Eso fue lo último que escuché, luego todo se volvió negro —finalicé.
—¿Sacrificios?, ¿creéis que la muerte de Lucifer no fue una simple coincidencia? —Chicago y yo miramos a Arizona—. Quiero decir, ella era la representante, ¿hay un patrón? —miró a Chicago.
—Podría ser. Puede que vaya a morir alguien de cada sección o... —hizo una pausa y me miró—. Puede que los que vayan a morir sean los representantes.
Aparté la mirada, pensativa. Eso era lo que tenía más sentido, pero no quería creerlo. Estaba más preocupada por las otras muertes que por el riesgo de la mía propia.
—Sea cual sea el patrón, está claro que alguien más va a morir, lo único que podemos hacer es estar preparados para no ser los siguientes —Chicago y Arizona asintieron.
—No podemos protegerlos a todos, pero sí podemos proteger a los nuestros. Hasta que descubramos el patrón, esa es nuestra prioridad —continué.
—Luchar... —suspiró Arizona.
Negué.
—Sobrevivir.
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